Xarxa Feminista PV

Cómo ser Mujer y Queer y no morir en el intento.

Jueves 6 de octubre de 2005

“Asimismo, cuando asumimos una identidad sujetamos el desarrollo de nuestra potencia de vida a los deseos, a las ideas y a las formas de vida propias de esta identidad (...). El yo personal se alimenta de estos deseos, ideas y formas y no deja que prolifere nada que no esté de acuerdo con esta identidad. Estamos aprisionando la vida..El devenir comienza cuando rompemos las líneas duras del ser.” “El deseo según Deleuze”, Maite Larrauri.

1- Introducción al mundo queer

El movimiento queer aparece en los Estados Unidos en el seno de los movimientos de identidad sexual, en los márgenes mismos de la comunidad gay y lesbiana como una contestación a las políticas de identidad integracionistas y legalistas que cada vez más quieren asimilar las reivindicaciones del mundo gay y lésbico con las de la cultura blanca, heterosexual y de clase media, exigiendo derechos como el de matrimonio, el de adopción.... Frente a una política basada en una identidad esencial, estable y natural, casi étnica, que compartirían gays y lesbianas y que conformaría una identidad colectiva a partir de la cual se organizaría la resistencia y se exigiría a los poderes dominantes derechos civiles iguales al resto de personas, la práctica queer, que reivindica la multiplicidad y la no rigidez de identidades, es totalmente antiasimilacionista, pues se opone a una lucha cuyo único fin sea la reivindicación de derechos para obtener el estatus de “normalidad”.

El queer nace en las calles a principio de los noventa, de la mano de colectivos como Act Up (Nueva York 1988) o Queer Nation (Nueva York 1990), ante la necesidad de un activismo político radical para dar respuesta tanto a las agresiones físicas homófobas que aumentaban de manera desproporcionada, como contra la campaña del sida -auspiciada por las autoridades médicas y farmacéuticas-, que atentaba gravemente contra la dignidad de las enfermas. También entra en relación con otros movimientos sociales e irrumpe en las universidades, dando origen a estudios que luego se llamarán “teoría queer”.

Frente a la política étnico/esencialista, el activismo queer propone disolver las categorías de identidad (mujer, lesbiana, hombre, gay, heterosexual...) y desdibujar las fronteras de grupo, a favor de la política del carnaval, la transgresión y la parodia. Esta nueva estrategia de lucha, influida por el pensamiento constructivista, sostiene que las identidades sexuales (y de género) son productos históricos y sociales, en lugar de naturales e intrapsíquicos. Los binarismos producidos por la sociedad (heterosexual/lesbiana-homosexual, mujer/hombre, femenino/masculino) son la base de la opresión. Desmantelar esas categorías, rechazar en lugar de adoptar el estatuto de minoría étnica -o de lesbiana, o de mujer..- es la clave para la liberación. Según esta política deconstruccionista, las categorías colectivas puras constituyen un obstáculo para la resistencia y el cambio porque son más fácilmente localizables y peligran de ser fagocitadas y controladas por el sistema. Una vez se rompe con la idea clásica de la lucha política, la cual pasa por la creación de un sujeto político bien definido y estable, la lucha política queer se convierte en una nueva estrategia de lucha transversal, es decir, se convierte en un prisma desde el cual luchar contra el patriarcado, el capitalismo, el heterosexismo... no desde la confrontación (ell@s y nosotr@s, en términos marxistas, pensando que existe un “afuera” de este sistema) sino que se conjuga con la búsqueda de fisuras, de grietas del capitalismo, del patriarcado, para desde ahí producir discursos, prácticas de resistencia, estrategias de fuga de una realidad en continuo cambio y cada vez más compleja. Las prácticas queer ponen de relieve un dilema que comparten muchos otros movimientos identitarios (raciales, étnicos y de género): las categorías de identidad estable son tanto la clave de la opresión como herramienta para conseguir conciencia de grupo y fuerza política.

Según Beatriz Preciado, queer debería traducirse por marica o bollera, pero también por transexual o por trabajadora sexual o puta. Sería aquello excluido de la norma (hetero-)sexual, la lucha se centraría contra la normativización de cualquier identidad. Queer en castellano puede sonar un poco “glamour”, pero en inglés es una palabra dura. Se trata de la reapropiación de un insulto para autodenominarse (lo que en la teoría queer se llama “giro performativo”). El sujeto de la enunciación ha cambiado y no sólo para apropiarse de una palabra, también en la producción del saber: por primera vez bolleras, maricones, transexuales... están produciendo el saber sobre sí mismas, frente al que produjeron las instituciones médicas, sociales, oficiales que trataban la homosexualidad como una patología (la identidad lesbiana es una patología médica del siglo XIX).

La política queer se opone a la sociedad misma, protestando no sólo contra el comportamiento social “normal”, sino contra la idea misma de normalidad. Queer nos habla de diferencia de manera radical: “somos diferentes, es decir, libres de toda convención, extrañ@s, estamos excluid@s y nos sentimos orgullos@s de ello”. Queer no sería, pues, tanto rebelarse contra la condición marginal como el disfrutarla.

Así, queer no es una categoría identitaria, sino más bien una actitud, una lógica de actuación, una posición crítica y reflexiva contra toda normativización y asimilación de cualquier identidad sexo-género... pero no es que de repente no podamos utilizar ninguna identidad para nombrar nuestras prácticas sexuales marginales, sino que más bien se trata de utilizar el mayor número de ellas para recoger la multiplicidad y riqueza de diferentes prácticas sexuales y reventar así los binomios que oprimen nuestro libre fluir del deseo. Por ello sería un movimiento hiperidentitario en sus estrategias de visibilización de las identidades de las minorías sexuales, pero también de género, de raza o de clase. Habría que ser hiperidentitaria pero desesencializando la identidad, sin pensar que hay alguna relación entre el sexo natural y la identidad de género o entre las hormonas y la identidad sexual. Podemos retener algunas prácticas recurrentes dentro de ámbito queer, prácticas performativas que parten de la voluntad de luchar a nivel cotidiano, jugando a romper o darle la vuelta a la norma heterosexista. Una de ellas sería el “travestismo”: el disfrazarse mezclando características supuestamente femeninas o masculinas y mostrarlo en la calle (mediante las performances, en la producción artística queer, con las drag-king y drag-queen). Con la práctica de la teatralización del sexo-género, se pone de manifiesto la construcción artificial-cultural-interesada de las normas sexuales, la mascarada de la masculinidad y de la feminidad y la convención de la heterosexualidad como institución política.

Asimismo el lenguaje, aprendido de manera espontánea, contiene prejuicios que no examinamos porque nos parecen “naturales”. Deberíamos pues fabricar una herramienta de comunicación más coherente con los análisis, críticas y pensamientos queer. Una manera sería reapropiándose de los insultos, de los términos despectivos que suelen ser utilizados para nombrar a las lesbianas (bolleras), gays (maricones), transexuales, travestis (desviad@s)... Cuando estos términos -producto del rechazo social- son reapropiados y liberados de su carga semántica despectiva dotándolos de un nuevo sentido, se hace visibles, por un lado, el odio hacia cualquier persona que rompe con la heteronormalidad, y por el otro, el orgullo de designarse como lesbiana, gay o bicho si nos da la gana. Otra posibilidad sería cambiando las reglas del lenguaje (sobre todo la que presenta el masculino como “neutro”); de esta manera se genera una confusión que rompe con las normas establecidas, implícitas, y las hace visibles, y por lo tanto, cuestionables y modificables. Así se pone de manifiesto que el lenguaje es una herramienta construida históricamente, impregnada de sexismo, homofobia y de rechazo en general a cualquier persona “al margen”.

2- Impacto del movimiento queer en nuestras prácticas feministas

Ya hemos hablado de lo que supone el movimiento queer, pero la parte difícil consiste en ver cómo la política queer y el feminismo no tienen por qué ser conceptos o luchas incompatibles. El queer nos ha hecho replantearnos el feminismo como movimiento identitario, en el sentido de si la lucha contra el patriarcado se asienta inevitablemente sobre la creencia en la existencia de dos sexos claramente diferenciados, mujer y hombre.

El feminismo siempre ha cuestionado el carácter natural de los géneros masculino/femenino, afirmando su construcción social y cultural. Pero el queer va más allá, afirmando que los rasgos sexuales sobre los que se erigen esas construcciones sociales son artificiales. Según Monique Wittig (años 70-80) tanto las diferencias sexuales como las de género se crean dentro de un sistema económico, político y social determinados, que producen un discurso creador de identidades sexuales aceptadas como las “normales” o “naturales” frente a las otras sexualidades, que se convierten en perversas, inmorales o innaturales-patológicas. Wittig concebiría el sexo (hombre-mujer) como una consecuencia de las relaciones de poder.

De este modo, se afirma que la categoría de sexo no existe a priori, no es natural, no es algo de lo que se tenga una descripción estática y sobre la cual se desarrolle el género. Por lo tanto, para Wittig, “las lesbianas no son mujeres, ya que la noción misma de mujeres sólo adquiere significado en sistemas de pensamiento heterosexuales y en sistemas económicos heterosexuales”. Según autoras como Judith Butler o Christine Delphy, es el género lo que precede al sexo (y no al revés).

No debe concebirse el género sólo como una inscripción cultural de significado en un sexo predeterminado. El género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza. Así, el sexo no cumpliría la función de una facticidad anatómica prediscursiva, previa a la cultura, donde el género actuaría. Es decir, son esos intereses ideológicos, económicos... patriarcales los que con la construcción del binomio femenino-masculino moldean los cuerpos. Son las instituciones médicas, culturales, legales... las que crean unas sexualidades utilizando las tecnologías quirúrgicas, estéticas, lingüísticas (el lenguaje como productor de conceptos inamovibles)... para hacerlas encajar en uno de los dos polos de dicho binomio. Son las que crean cuerpos y sujetos posibles para esta sociedad y su mentalidad heterosexista. Podemos afirmar, con B.Preciado, que el cuerpo es en sí una construcción, al igual que el sexo, entendido éste como un conjunto de tecnologías, como una “tecnología biopolítica”. Dice B.Preciado: “La normalidad es producto de esas tecnologías de género, si estamos aquí como mujeres es porque hemos pasado por un primer examen visual mientras otras personas que no lo pasaron han tenido que ser sacrificadas en uno de los dos sentidos, hacia la masculinidad o hacia la feminidad”.

Por otro lado, y plagiando los análisis de Beatriz Preciado en su Manifiesto Contra-sexual, el sexo es una tecnología de dominación heterosocial que reduce el cuerpo a zonas erógenas en función de una distribución asimétrica del poder entre los géneros, haciendo coincidir ciertos afectos con determinados órganos, ciertas sensaciones con determinadas reacciones anatómicas.

La naturaleza humana es un efecto de la tecnología social que reproduce en los cuerpos, los espacios, los discursos, la ecuación naturaleza=heterosexualidad. El sistema heterosexual es un aparato social de producción de feminidad y masculinidad que opera por división y fragmentación del cuerpo: recorta órganos y genera zonas de alta intensidad sensitiva y motriz (visual, táctil, olfativa...) que después identifica como centros naturales y anatómicos de la diferencia sexual. El proceso de creación de la diferencia sexual es una operación tecnológica de reducción, que consiste en extraer determinadas partes de la totalidad del cuerpo, y aislarlas para hacer de ellas significantes sexuales. La aportación de la perspectiva queer a los estudios y movimientos feministas es la deconstrucción del sujeto mujer como identidad monolítica y liberadora. Es decir, que si nos quedamos con la oposición binaria masculino/femenino como único marco desde el cual reconocer la especificidad de lo femenino, excluyendo cualquier otra manera de entenderla, descontextualizándola y separándola analítica y políticamente de otras características como la clase social, raza, etnia y otros ejes de relaciones que constituyen la “identidad”, estamos confundiendo y manipulando la realidad en toda su complejidad, convirtiendo al género en un concepto opresor y excluyente que ignora la diversidad entre mujeres con distintas realidades culturales o sociales. Judith Butler sostiene que no es necesario afirmar la existencia de una identidad común para emprender una política de emancipación de las mujeres. Los objetivos políticos no necesitarían de un sujeto político predefinido, sino que el sujeto se define y se construye en interacción con las demás personas y en el transcurso de la tarea reivindicativa.

Aunque no queremos olvidarnos de la dominación masculina que subyuga, asesina, maltrata... a las mujeres en esta sociedad, por mucho que nosotras nos estemos cargando el sujeto “mujer” para vislumbrar otras estrategias de lucha. Así que de momento, y mientras exista patriarcado, seguiremos autodenominándonos feministas. Por otro lado, tanto queer como el (anarko-)feminismo tienen en común la transversalidad de su lucha. El capitalismo perpetúa y consolida las relaciones de poder que el sistema patriarcal diseña. Aunque acabando sólo con el capitalismo, no acabaríamos con el patriarcado.. Nuestra lucha es, pues, contra todo sistema que genere o perpetúe cualquier relación de dominación: el objetivo primordial es acabar con el autoritarismo en cualquiera de sus formas, ya sea de los hombres sobre las mujeres, de algunos hombres con privilegios sobre otros hombres y mujeres explotad@s y dominad@s, de l@s adult@s sobre l@s niñ@s, de las personas sobre l@s animales y la naturaleza... Por lo tanto, debemos tener en cuenta la necesidad de un trabajo paralelo al de deconstrucción de los géneros (el núcleo duro de la lucha queer), orientado a la eliminación del principio de autoridad-sumisión (el arquetipo viril de dominación).

3-El principio de autoridad-sumisión y los deseos anti-sociales

El trabajo de análisis del sistema patriarcal basado en la jerarquía y en las relaciones de poder, llevado a cabo por feministas como Casilda Rodrigañez y Ana Cachefeiro entre otras, cuestiona profundamente el principio de autoridad y la construcción de las personalidades desde la infancia a partir de la designación de los géneros, en otras palabras, los mecanismos psicológicos que nos son impuestos, perpetuando los roles e instaurando el sistema heteronormativo.

El poder todo lo atraviesa y no iba a ser la infancia inmune a este arrollador proceso. Desde el nacimiento, los deseos de l@s niñ@s se ven acotados por los intereses de l@s adult@s, por los intereses de la sociedad patriarcal. Todos los deseos que no encajan en la heteronormatividad son calificados de anti-sociales. Estos deseos son controlados desde la infancia, mediante la domesticación de las criaturas: desde la institución de la familia, sin olvidar el apoyo que la escuela le brinda, se despliega todo un dispositivo de educación-domesticación con el objeto de reprimir estos deseos anti-sociales. Las criaturas no son malas por naturaleza, no son anti-sociales en general: son anti-sociales en esta sociedad patriarcal. A las criaturas siempre se les está riñendo, recordando lo prohibido, chantajeando emocionalmente... y así se les pone diques a sus deseos, se reprime la espontaneidad y se instaura el miedo en sus vidas (miedo a no ser querid@s, miedo a ser castigad@s), los deseos así son domesticados y se vuelven socializables, compatibles con los esquemas sociales. Aprendemos de niñ@s a obedecer a cambio de cariño, es la obediencia la moneda de cambio para el amor materno-filial (“si eres mala, los papas no te van a querer”) y es el padre el que personifica el principio de autoridad. No se concibe una maternidad en la que no exista la figura del padre ni una maternidad donde la madre se acople a las necesidades y deseos de las criaturas (madre cuidadora y entrañable) y no a la inversa, ajustando los deseos de las criaturas a los deseos sociales patriarcales, ejerciendo muchas veces o en determinadas ocasiones de madre castigadora (= madre patriarcal).

Partiendo del miedo se construye el deseo: “hacer que todo el deseo se vuelque en el gran miedo a carecer” (citando a Deleuze-Guattari en El Anti-edipo). De este modo son reprimidos los deseos “anti-sociales”, los placeres se ven rotos y el principio de autoridad dirigido desde la institución de la familia controla los deseos e instaura dicho miedo. Es pues en la infancia, cuando se gesta en nuestro inconsciente el estado de sumisión que nos valdrá para interiorizar por el resto de la vida las relaciones de autoridad-sumisión, ejerciendo uno u otro rol, el de opresor@ u oprimid@, según se establezcan a lo largo de nuestras vidas las relaciones de poder.

Así, si hablamos de deseo y de libre fluir del mismo (unos deseos no determinados por el miedo, la carencia, el principio de autoridad...) nos vemos abocadas a analizarlo en clave de qué es lo que lleva a su quiebra. El principio de autoridad es el que crea el miedo endémico de la sociedad y sus bloqueos afectivos. Y son este mismo miedo y esta misma familia nuclear -como modelo patriarcal y unidad social que domestica a las criaturas desde la obediencia y el miedo- los impulsores, al mismo tiempo, de la heteronormatividad obligatoria impuesta.

Por tanto, es desde el conocimiento de la génesis de la asimilación de la heteronormatividad, desde donde dinamitamos esta heteronorma y activamos nuestra lucha queer, deseducándonos, deconstruyéndonos, respetando a las criaturas que van creciendo y tomando conciencia de todas las veces que no escuchamos al deseo porque ya no sabemos desear diferente o porque tenemos miedo de generar deseos que desencadenen la quiebra con el psicopoder dominante. En ello estamos: ¡desalienemos, pues, nuestro deseo!.

A modo de epílogo...

No sabemos en qué medida os van a servir nuestras reflexiones, lo cierto es que a nosotras, en el transcurso de la elaboración del artículo, nos ha dado para mucho: para replantearnos tantos conceptos, para sembrar tantos porqués, casi hasta salir de las reuniones sin saber con certeza quiénes éramos o si éramos alguien, algunas olvidamos nuestros nombres y nos rebautizamos como Evelyn, Divina o Ramón... pero poco a poco fuimos recuperando la seguridad en nosotras, volvimos a recordar nuestros nombres y nuestras luchas y sentimos de lo más gratificante este jarro de agua queer sobre nuestras identidades “mujer” (o lesbiana o lo que sea), aunque sentimos la urgencia de reivindicar estas identidades (según qué momento y qué situación), del mismo modo que nos encanta jugar a que no lo somos y así somos queer y tránsfugas de la heteronorma. Podemos afirmar que de alguna manera nuestra identidad se ha flexibilizado, acoplándonos así mejor a las grietas del sistema que se escapan a su control para abordar con más éxito la lucha contra el patriarcado (y contra cualquier sistema de dominación).

¿Y de eso se trataba, no? De dejarnos fluir, no petrificarnos y de luchar para defender nuestros deseos y nuestros sueños. Y no lo olvides: HAZ EL AMOR Y LA GUARRA !!!!

ANEXOS

DILDO

El dildo es un objeto que produce placer sexual. También se llama juguete sexual. Puede ser vibrador o no, y de múltiples formas. De manera despectiva se le suele llamar “consolador”, evocando el desconsuelo de una mujer sola sin un pene, lo cual nos parece irrisorio.

Se habla frecuentemente de la multiplicación de los dildos en los discursos queer, porque -a parte de ser un síntoma de la expansión del negocio del sexo- simboliza un cambio dentro de las prácticas sexuales y de las concepciones de la sexualidad.

Beatriz Preciado realizó una genealogía del dildo en la cual explica sus diferentes usos y significados. En ella nos cuenta como en los discursos y prácticas médicas del siglo XVII hasta el siglo XX, el dildo aparece como el producto de las técnicas de represión de la masturbación y también de las técnicas de producción de la “crisis histérica”: a partir del siglo XVII, la masturbación se diagnostica como causa de numerosas enfermedades, y de ahí se multiplican los instrumentos de represión de la masturbación. No se trata tanto de eliminar esta actividad sexual, sino más bien de impedir la intervención de la mano en ella. La mano masturbadora, órgano sexual sin género, está designada como insana y peligrosa. También se multiplican los casos diagnosticados como “histeria” que se “curan” con tecnologías de producción del orgasmo considerado a partir del siglo XVII como remedio a la “crisis histérica”. Éstas teorías y estos tratamientos se vuelven poco a poco obsoletas a principio del siglo XX. Los dildos aparecen entonces en el espacio doméstico, se desplazan de la institución médica al hogar. A partir de los años 1950-60, las subculturas sexuales (sobre todo el sadomasoquismo)se reapropian de los instrumentos de represión de la masturbación dotándoles de otros sentidos.

Esta genealogía del dildo rompe con la concepción habitual del mismo como sustituto del pene y pone en evidencia su dimensión de sustituto de la mano masturbadora. Se da un desplazamiento del significado del dildo como instrumento del control masculino sobre el cuerpo y el sexo femenino, hacia éste como instrumento de subversión de los códigos masculinos dentro de las prácticas lesbianas (entre otras prácticas sexuales al margen de la heteronorma).

Este análisis critica también los discursos de las feministas esencialistas o de las lesbianas radicales anti-dildo que ven en él un símbolo fálico, patriarcal, que permite la penetración heteronormal....Es evidente que el dildo tiene una relación simbólica con el pene, pero en vez de reforzar la predominancia del pene como instrumento privilegiado de penetración, dentro de la teoría queer se considera que desnaturaliza la heterosexualidad del pene (pudiendo ser utilizado por gays, lesbianas, sadomasoquistas...y cualquier práctica al margen de la heteronorma).El dildo rompe con el orden simbólico heterosexual: el pene ya no es la marca del cuerpo masculino, sino una prótesis a disposición de todos los cuerpos dentro del gran abanico de las tecnologías sexuales. En definitiva, la importancia del dildo dentro de los discuros queer viene de su dimensión política como agente de deconstrucción de la supremacía del pene como marca y origen de la diferenciación sexual y de deconstrucción de los cuerpos straights *

*expresión utilizada en el ámbito de la teoría queer para designar las identidades hombre y mujer como unidades sistemáticas y jerarquizadas , sumisas a la naturalización de la diferenciación sexual y a la heteronorma.

PLANTEAMIENTOS QUEER DESDE CARCELONA

La lucha queer es una hija bastarda del patriacado, nacemos en él y de él nos rebelamos. La palabra queer nos cubre como una manta de mesa camilla, nos es útil porque nos arropa, pero no nos identifica en una identidad, como un nuevo mito, sería contradictorio al propio planteamiento. En todo caso, no profundizaré en lo teórico, porque no es lo que se desarrolla en nuestro ambiente. Lo que sí existe efectivamente es una vivencia de rebeldía frente al sistema hegemónico destructor del principio de vida, frente a lo gay guay y su capitalismo rosa, frente a la heterorealidad de los ambientes disdentes (libertarios, autónomos...) y el dolor y aburrimiento que perpetúa. Lo queer comenzó a gestarse acá en carcelona a partir de los talleres, charlas y jornadas de la asamblea stonewall, y reúne heterofóbicas feministas, anarquistas, okupas, estudiantes, gentes que experimentan diferentes subjetividades ...esas almitas inconformes, trans, maricones y bolleras, anarquistas o radicales. Nuestro mirar se desliza por estos parajes, tras observar el aborregamiento fatal de tantas personas trans, maricones y bolleras, que pretenden hacerse un hueco en el sistema que nos creó como marginalidad. Nosotras le identificamos culpable, vivimos la exclusión como la vivieron nuestras abuelas y bisabuelas, abanderamos la memoria histórica, no pactamos, no nos adaptamos, queremos un cambio social: queremos la vida viva.

Este verano tuvo lugar en Grau de la Olla (Girona) unas jornadas queer que integraron diferentes personas de partes diversas de europa y américa, en lucha por la liberación sexual, la liberación de la tierra, humana y animal (que son todas una) contra la homofobia que construye la heterorealidad que vivimos en nuestras sociedades, en nuestros espacios “liberados” (libertarios, autónomos...) en nuestras relaciones personales, nuestra intimidad... Este encuentro fue una necesidad de conectar vivencias contra la heteronorma y estimular formas de crear algo distinto y conectar con nuestras afines porque lo que hay no nos gusta. Se realizaron debates sobre nuestras luchas, talleres de drag king, hidromasaje, masaje genital, autogestión de la salud, yoga, kickboxing, autodefensa, fotografía erótica, transexualidad masculina, proyecciones, performances...y esperamos que estas jornadas sienten precedente para otras miles más. SALUT!

animalhada@yahoo.es

BIBLIOGRAFÍA

Manifiesto Contrasexual Beatriz Preciado, ed. Ópera Prima, Madrid 2002

El género en disputa Judith Butler, ed.Paidós Mexicana, Mexico D.F. 2001

Historia de la sexualidad I- La valuntad de saber Michel Foucault, ed. Siglo XXI, Madrid 1998

El deseo según Deleuze, Maite Larrauri-Max, ed.Tandem, Valencia 2000

Resumenes de las conferencias del seminario de Retóricas del género/Políticas de identidad (http://www.uia.es/artpen) (http://www.sindominio.net/karakola/...)

Fanzine anarko-pédé Bang-Bang varios números

Penser le genre: quels problèmes? Christine Delphy en L’ennemi principal, tome 2

Página internet temática queer http:// www.hartza.com

Feminismos. Debates teóricos contemporáneos Elena Beltrán y Virginia Maquieira, ed.Alianza, Madrid, 2001

Traducción particular al castellano de Monique Wittig: Nadie nace mujer (1981) y El pensamiento Straight (1980) de un zine anarko-feminista francés

¿Deben autodestruirse los movimientos identitarios? Un extraño dilema Joshua Gamson editores Rafael M. Mérida Jiménez en Sexualidades transgresoras. Una antología de textos queer, ed. Icaria, Barcelona 2002

Andra 2003ko apirila “En busca de nuevas identidades” Beatriz Preciado

Identidades, minorías, comunidades. Construir significados queer Eve K. Sedwick en bollo-zine Non Grata de LSD nª3, Madrid, 1997

Dildo2 fanzine queer made in Bordeaux avril 2003

Heterosexualidad obligatoria en Sangre, pan y poesía Adrienne Rich, ed. Icaria, Barcelona 1986

Incidencias Lésbicas o el amor del propio reflejo Margarita Pisano

Represión del deseo materno y la génesis de la sumisión inconsciente Casilda Rodrigáñez y Ana Cachefeiro, ed. Madre Tierra, Madrid

Textos y colaboraciones del grupo de estudios GLBT Zona de Intensidad, Col·lectiu Lambda, Valencia

Transgenéricas: representaciones y experencias sobre la sociedad, la sexualidad y los géneros en el arte español contemporáneo. Catálogo de la Exposición celebrada en San Sebastián, Sala Koldo Mitxelana, del 3 de diciembre al 6 de febrero, 1999 Diputación Foral San Sebastián y Diputación Foral Guipúzcua.

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Cómo ser mujer y queer y no morir en el intento

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