Xarxa Feminista PV

Qué gozada hablar de sexo a mi edad

Lunes 25 de marzo de 2024

CRISTINA FALLARÁS 24 MARZO 2024 [Público->

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Tres mujeres en una foto juntas - Freepik

Siempre me ha gustado hablar de sexo. Con la edad, además, me divierto de lo lindo. De joven las conversaciones sobre sexo tienen algo de confidencia grave, compartir descubrimientos, tantear hasta qué punto puedes contar lo que vives, gozas, sientes, y qué es mejor que te calles. Recuerdo que en el colegio, en los últimos cursos, algunas nos contábamos los avances en el cuerpo propio y el de los chicos —ninguna era declaradamente homosexual— con cierto temor. Enseñábamos la patita, pero solo cuando las más osadas declaraban abiertamente haber dado algún paso "definitivo", las demás sumábamos nuestros relatos, que siempre escondían lo más íntimo. Mostrábamos la admiración y también el pasmo. Era época de manejar asuntos transcendentes, y hablar de sexualidad suponía una lucha contra el pudor y un esfuerzo por entender qué se podría considerar a partir de entonces "normalidad". Ya sé que ahora los tiempos son otros, pero no creo que el espíritu de dichas confesiones haya variado mucho.

Pasados los años, ya en la treintena, las conversaciones sobre nuestra sexualidad a veces rozaban el alarde y en eso había una torpe afirmación de nuestra fuerza. Las voces que rompían aquella "normalidad" de la doma adolescente abrían puertas, inventábamos historias no vividas, nos engalanábamos con astucias bien alejadas de la realidad, y las frustraciones que ya cada una cargaba al lomo, las violencias sufridas, las insatisfacciones, se guardaban en el armario de la propia alcoba. Esto sí que ha cambiado en algunos sectores actualmente, y qué envidia me dan las mujeres jóvenes capaces de decir "Hasta aquí" o "Ese tío es violento" o sencillamente "A mí eso no me gusta". Yo de aquellos años solo recuerdo relatos de gestas orgásmicas, encuentros fabulosos, orgías, y silencio.

Después vienen los años previos a la menopausia, que son tiempo sembrado. Las verdades se han hecho tan grandes, tan evidentes, que te van floreciendo en el cuerpo y la memoria, y ya es difícil engañarte a ti misma o engañar a la de enfrente. Una transitó los cuarenta de evidencia en evidencia. Puestas a definirlo gráficamente, la cuarentena es la edad en la que el "ponte así" se te hace tan pesado y habitual como un trayecto al curro. Y empiezas a contarlo con fastidio. Es el tiempo de compartir abiertamente los fracasos y las insatisfacciones, sin tapujos, entre las colegas. Sin tapujos, pero sin alegría.

Y entonces, ay entonces... Entonces llega la menopausia, algo cambia en el cuerpo y la cabeza, y si alguien osa decirte un "ponte así", te sale un "que se ponga así tu tía Marisa", y lo cuentas y te mondas de risa. Porque de pronto descubres que la conversación sobre la sexualidad propia y la ajena ha perdido toda gravedad, que eres capaz de reírte de tus limitaciones, tus éxtasis, tus manías, tus filias y tus fobias. Hay en ese ventilar tus vivencias sexuales y reírte con ellas un triunfo contra lo impuesto, lo prohibido, lo escondido, lo que tiene que ser. Hay una victoria sobre el fracaso heredado de unos usos sociales que las mujeres llevamos cosidos a los genitales. Y qué gozada, la verdad.

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