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Contra la revictimización periodística de las mujeres palestinas

Domingo 7 de abril de 2024

El periodismo feminista es emancipador, si bien denuncia las injusticias, también muestra la capacidad de agencia de las mujeres.

Marina Hoyos Marín 7 ABR 2024 El Salto

En fase productiva de la información, los medios de comunicación organizan los conocimientos y establecen criterios de importancia. Planteada ya en la década de los setenta, la teoría de la agenda-setting sostiene que los medios de comunicación pueden modificar la forma en que las personas comprendemos la realidad social, a la vez que pueden decidir sobre qué temas debemos pensar, discutir y debatir.

Desde el punto de vista del periodismo feminista, uno de los mayores sesgos periodísticos es el androcentrismo imperante en este proceso de organización y establecimiento de criterios de relevancia informativa. En Claves para un periodismo feminista (2023) Carolina Pecharromán, editora de Igualdad de TVE, señala que:

“Nos sorprendemos de que la mitad de la humanidad haya estado hasta hora silenciada mientras seguimos ninguneando su circunstancia, mientras seguimos sin llamar a mujeres expertas para nuestras informaciones, mientras las mujeres aparecen en los contenidos periodísticos principalmente como víctimas o como ‘voces de la calle’ sobre temas secundarios”. (Grijelmo, 2023:18)

Coordinada por la corresponsal de guerra Natalia Sancha, la obra Balas para todas (2020) expone una reformulación de la habitual narrativa masculina periodística. Desde sus experiencias como corresponsales en Oriente Medio, Khabat Abbas (Siria), Maya Gebeily (EEUU), Catalina Gómez Ángel (Colombia), Eman Helal (Arabia Saudí), Nancy Porsia (Italia) y la propia Natalia Sancha (España), estas definen el periodismo feminista como aquel periodismo que rescata del olvido la resistencia, la determinación y la dignidad, así como el trabajo de tantas mujeres en todo el mundo, decididas a erradicar ese patriarcado que las oprime.

Para estas corresponsales el periodismo feminista es híbrido, dialógico, emancipador y libre de estereotipos y prejuicios. En tanto que periodismo híbrido, este es capaz de informar en un mismo reportaje de las actividades militares, la situación de los campos de personas refugiadas y desplazadas y de las acciones de resistencia pacífica. En una apuesta clara por las historias dialógicas, este periodismo en escala de grises da profundidad a una narración periodística huyendo así de las historias unilaterales. Pero, además, el periodismo feminista otorga voz y autoridad a las mujeres que están en el frente luchando, a las que están en los campos de refugiadas, y a las que no huyeron, sufrieron y resistieron en sus hogares. Este periodismo emancipador, si bien denuncia las injusticias, también muestra la capacidad de agencia de las mujeres.

En referencia a Oriente Medio, gran parte del periodismo de guerra sigue estereotipando a las mujeres, es decir, sigue insistiendo en la idea de mujer arabo-musulmana como simple víctima. Solo hay que pensar en las innumerables fotografías en picado de mujeres arabo-musulmanas sentadas, llorando y clamando al cielo ante la muerte de un ser querido; así como en la escasez de imágenes contrapicadas de mujeres arabo-musulmanas de pie y sosteniendo la mirada fija ante la cámara. Para algunos medios de comunicación, no existe la posibilidad de que las mujeres del Sur Global puedan ser combativas y resistentes aun siendo víctimas. Estamos ante la revictimización de las mujeres en el tratamiento periodístico. Sirin Adlbi Sibai, politóloga y arabista, sostiene que esta imagen de “mujer con hiyab” constituye la marca visual para mostrar a las mujeres arabo-musulmanas como eternas víctimas del patriarcado y, por supuesto, como el ejemplo de mujer atrasada, ignorante, pobre y víctima, especialmente, víctima.

La colonización discursiva o colonialidad del saber conlleva una relación y estructura binaria de dominación. La primera consecuencia política que se deriva de este tipo de discurso es el asistencialismo ideológico que provoca a su vez debilitamiento político. Y así, podemos llegar a la peligrosa conclusión de que “las mujeres palestinas deben de ser rescatadas”, presentándose estas como grupo apolítico y carente de historia. Y eso, compañeras, no es cierto. Lo que sucede es que en la mayor parte de las coberturas periodísticas acerca de lo que ocurre en Palestina, y en todo Oriente Medio, seguimos ninguneando su circunstancia, seguimos sin considerarlas expertas en las informaciones. Ellas, las palestinas, desaparecen en la fase productiva de la información, por eso siguen sin ser sujetos de pensamiento, discusión y debate. Pero sin capacidad de agencia, el cambio, la paz es imposible. Gracias, Fadwa Tuqan, por recordarnos que, a pesar de las cadenas, seguiréis en pie y con la mira fija ante la cámara.

Continuaré, a pesar de las cadenas,

a pesar de las casas destrozadas,

a pesar de las grandes hogueras,

escribiendo su nombre. Para ver

cómo se va extendiendo por nuestra patria y crece,

y continúa creciendo,

sin parar, hasta cubrir

palmo a palmo su húmeda tierra.

(“La libertad del pueblo”, Fadwa Tuqan)

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