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Libro: «Yo sí te creo» de Samara Velte

Martes 15 de septiembre de 2020

June Fernández 09/09/2020 Pikara

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Portada de la edición de ‘Nik sinesten dizut’ publicada por Txalaparta, traducida a castellano por Miren Iriarte

La violación grupal en las fiestas de Iruñea fue singular, pero no porque fuera un hecho excepcional, sino porque dejó al descubierto el funcionamiento de la violencia sexista hasta su raíz, explicitando formas simbólicas, institucionales y discursivas. Partiendo de esta premisa, la periodista de ‘Berria’ Samara Velte ha publicado en un libro un análisis feminista crítico de este caso, con el propósito de que alejemos la mirada de los detalles y veamos todo el cuadro de la cultura de la violación.

l periodismo que me interesa no se limita a contar qué ha pasado, sino que trata de explicar las causas. Las periodistas tenemos la responsabilidad de ofrecer claves para que la ciudadanía pueda interpretar los aspectos más complejos, más dolorosos, más incomprensibles de la realidad. Por eso me da rabia cuando, a la hora de informar de un asesinato machista o de una violación, algunos medios de comunicación se limitan a servir de altavoz del desconcierto, la conmoción y la consternación del vecindario o de responsables institucionales que repiten expresiones como «Nadie en el pueblo puede entender lo ocurrido». Las fuentes expertas son aliadas fundamentales para explicar lo ocurrido, y en el caso de las violencias machistas, las feministas son las fuentes privilegiadas; las que han analizado los mecanismos de estas violencias. Sin embargo, los medios hegemónicos priorizan el discurso vacío y prefabricado de las fuentes oficiales y recogen las palabras del vecindario, la mayoría de las veces plagadas de prejuicios y estereotipos: «Era un vecino muy majo, parecían muy enamorados…»

Según un estudio de Mugarik Gabe, Berria y Gara son los medios escritos vascos que hacen la cobertura más adecuada y responsable de las violencias machistas. La oenegé valora los siguientes rasgos en estos diarios: no se limitan a informar sobre episodios de violencia sino que apuestan por reportajes y entrevistas en profundidad; hacen seguimiento de los procesos judiciales; relacionan las agresiones concretas con la violencia estructural y reconocen al movimiento feminista como fuente.

La periodista Samara Velte, redactora de Berria, ha entretejido todas esas buenas prácticas en su libro Yo sí te creo. Cultura de la violación y el caso de sanfermines (título de la traducción publicada en la editorial Txalaparta; el original, Nik sinesten dizut, se publicó en la colección Aleka). Este inigualable reportaje de largo aliento, de 138 páginas, analiza todas las dimensiones de la onda expansiva de la mediática violación grupal ocurrida el primer día de las fiestas de Iruñea en 2016. El punto de partida es una pregunta: ¿qué convirtió un hecho bastante habitual en un caso icónico? Para responder a la pregunta, la autora analiza el contexto, las interpretaciones tras la agresión, hace una crónica del juicio y del seguimiento mediático. Y concluye lanzando las preguntas que el caso le sugiere de cara al futuro: qué modelo de justicia queremos las feministas, cómo hablar de consentimiento y cómo canalizar la fuerza acumulada en las movilizaciones contra la violencia machista hacia objetivos concretos.

El caso de la violación grupal en sanfermines es singular, no porque fuera una excepción, sino precisamente porque fue paradigmática, porque ha dejado al descubierto el funcionamiento de la violencia sexista hasta sus raíces, señala la autora. Además de la violencia física, la simbólica, institucional y discursiva se han mostrado de forma muy explícita en las respuestas derivadas de este caso.

«La gente quería entender por qué aquellos hombres habían atacado, en aquel lugar, en aquel momento determinado y a aquella mujer», escribe Velte. Estas narrativas, alimentadas por muchos medios, enmarañaron a la opinión pública en detalles y estereotipos: porque eran de fuera de Euskal Herria, porque eran guardias civiles y militares, porque eran ultras, porque esa fiesta es un ecosistema salvaje, porque esa mujer bebió alcohol, porque se puso en riesgo.

La periodista de Berria deconstruye esas narrativas y nos ofrece análisis críticos de la mano de activistas muy conocidas en el movimiento feminista: Zuriñe Altable, Nerea Barjola, Maitena Monroy, Begoña Zabala y Amaia Zufia. Cuenta también con Zaloa Basabe, técnica de igualdad del Ayuntamiento de Iruñea, así como con expertas y expertos en psicología, derecho, criminología, antropología, masculinidades y periodismo. También tienen mucho peso fuentes bibliográficas, como las antropólogas feministas Rita Segato y Dolores Juliano. Con todas ellas logra su objetivo de «alejar la mirada de los detalles y ver el cuadro completo».

Reconocer al movimiento feminista resulta imprescindible para explicar el impacto y la reacción que suscitó este caso en la sociedad navarra. Frente a los medios españoles hegemónicos, la prensa internacional entendió que lo que convertía este caso en diferente no era el hecho en sí, sino la respuesta social provocada. Y esa respuesta «fue fruto del trabajo de hormiga realizado durante años por el movimiento feminista», subraya Velte. Repasa varios hitos a partir de 2010: la creación de la Plataforma contra la Violencia Sexista, del grupo de trabajo Sanferminak Berdintasunean, la marcha feminista nocturna «El miedo va a cambiar de bando», el cambio de fuerzas políticas en el ayuntamiento de Iruñea y en el gobierno navarro… También recuerda la indignación y frustración que provocó el asesinato machista de Nagore Laffage en 2008 y el hecho de que su asesino José Diego Yllanes fuera condenado por homicidio y no por asesinato.

Tampoco olvida que los sanfermines eran una plaza especial, no porque haya más violencia que en otras fiestas multitudinarias, sino porque las imágenes difundidas por las televisiones en el chupinazo de 2013, que mostraron escenas de hombres manoseando a mujeres semidesnudas, suscitaron un debate social sobre el acoso sexual y la violencia machista simbólica. En cuanto al juicio, la comparación con el caso de los jóvenes de Alsasua también provocó la indignación de una parte de la sociedad navarra, ya que las penas fueron similares y en ambas causas estaba implicada de algún modo la Guardia Civil. Velte también menciona el crecimiento experimentado a nivel mundial por el movimiento feminista a partir de 2016.

«Buscaron culpables, no responsables». Velte parte de esta cita de Nerea Barjola extraída de su imprescindible ensayo sobre los crímenes de Alcasser, Microfísica sexista del poder y señala a más responsables que los cinco violadores. La periodista centra su análisis en el rol que jugaron las instituciones, el sistema judicial y los medios hegemónicos. Entre otras malas praxis, se refiere a la estrategia más que habitual de la defensa en los juicios de cuestionar la credibilidad de las víctimas de violencia sexual. Analiza como alternativa el potencial de la justicia restaurativa, que se centra más en el reconocimiento y la reparación de quienes han sufrido la agresión que en la condena. La autora también advierte de los riesgos del populismo punitivo y recuerda que este caso ha sido utilizado por los partidos de derechas para hacer campaña a favor de la prisión permanente revisable (o sea, de la cadena perpetua). Por eso ha destacado el discurso de las feministas antiautoritarias: la cárcel es un dispositivo que fortalece el sistema patriarcal y capitalista, y los violadores salen de ellas siendo más violadores.

Monroy y Barjola explican perfectamente en el libro que la cultura de la violación y el terror sexual son mecanismos para controlar a las mujeres y castigar su libertad. «Es imprescindible eliminar el componente de sexualidad a la violación», concluye Velte. Por un lado, para deconstruir el estereotipo de los agresores, que no son maníacos que no sepan controlar su pulsión sexual: «Cinco hombres totalmente integrados en la sociedad agredieron a una mujer porque en aquel momento tenían poder y porque sus experiencias sociales les habían hecho sentirse impunes». Y, por otro lado, porque «como la sexualidad tiene que ver con una de las dimensiones más íntimas de las personas, denunciar las agresiones sexuales suele costar mucho más».

Puede que a la lectora le llame la atención la ausencia de la palabra «manada» en el título y contraportada. La autora rara vez los cita en el libro, si no es para criticar la narrativa que refuerza el apodo de los violadores que casi todos los medios han (¿hemos?) asumido. La periodista apuesta por asumir el criterio del movimiento feminista de no emplearlo: porque la imagen a la que lleva «la manada» naturaliza la violencia, alimenta el terror sexual y el estereotipo de que los agresores son bestias. Velte cierra el libro con este mensaje: «El caso de los sanfermines sugiere la idea de una selva ordenada: aparentemente incontrolable, pero una sociedad que permite crear manadas es un ecosistema que responde a un ordenamiento social muy determinado».

Este artículo es la traducción de la reseña del libro original en euskera, Nik sinesten dizut. Por ello, las citas literales son traducciones mías que no he contrastado con la traducción del libro a castellano, a cargo de Miren Iriarte Oyaga.

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