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Libro: "Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir" de Carmen García de la Cueva

Viernes 25 de mayo de 2018

Texto: ANNA MARÍA IGLESIA Foto: SONSOLES YOVANKA Librújula

Simone de Beauvoir es uno de los nombres clave dentro de la teoría feminista del siglo XX; es imposible teorizar y reflexionar desde el feminismo si no es a partir de ella. Desde el existencialismo, movimiento filosófico en el que se inscribía, De Beauvoir escribió El segundo sexo, un ensayo filosófico, antropológico, sociológico y cultural sobre la mujer, entendida como ser social equiparable en derechos, libertades y responsabilidades al hombre. Autora de novelas, en las que cuestionaba las estructuras sociales de la burguesía y su falsa moral, y de obras esenciales Simone de Beauvoir es una autora destacada de las letras francesas cuya presencia, sin embargo, en el campo literario español es bastante escasa. Carmen G. de la Cueva repasa la vida y trayectoria de la filósofa en su libro “Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir” (Lumen)

¿Qué queda de Simone de Beauvoir hoy en día o por qué es necesario recuperarla hoy?

Yo creo que, en realidad, a Simone de Beauvoir la conocemos muy poco. Es un personaje icónico del feminismo; tenemos muy presente su fotografía con la frase viral “la mujer no nace, la mujer se hace”, pero, en realidad, ¿qué conocemos de Simone de Beauvoir? ¿Qué hemos leído de ella? El segundo sexo es un ensayo complicado al que es difícil acceder y el resto de su obra está prácticamente descatalogada. Por ello, creía que era un momento importante para hacer un ejercicio de genealogía y traer a Simone de Beauvoir a las lectoras de mi generación y a las lectoras más jóvenes.

Seguramente El segundo sexo es su obra más conocida y más leída.

La primera edición española de El segundo sexo es muy reciente: Cátedra lo publicó a finales de los 90 y, actualmente, es en la práctica la única edición que tenemos. Por lo que se refiere a su ficción, está completamente descatalogada; diría que los derechos los sigue teniendo Edhasa, pero ahora mismo es casi imposible encontrar ninguno de los libros. Quizás sea posible hacerse con La mujer rota o La invitada, pero es muy complicado, porque está todo descatalogado: sus obras de teatro, sus ensayos sobre Sade y sobre China, sus libros de viaje y su autobiografía… ninguno de estos libros se ha reeditado. Es muy difícil leerla y, sin embargo, la tenemos muy presente. Me parece que Simone de Beauvoir se está convirtiendo un poco como Frida Kahlo: la tenemos en camisetas, reproducimos sus frases más célebres, pero ni la conocemos ni la leemos. Es importante hacer un ejercicio de recuperación de las autoras, traerlas al presente y ver qué podemos utilizar de sus textos para seguir aprendiendo.

Tras la lectura sistemática que hiciste para este libro, ¿ha cambiado tu percepción acerca de Simone de Beauvoir?

Yo la veía como un personaje totalmente endiosado, como si fuera una mujer sin fisuras, perfecta y, evidentemente, es muy difícil reconocerse en una mujer perfecta. Para este libro, como cuento en la introducción, leí antes que nada todo aquello que se había escrito sobre ella, pero pronto me di cuenta de que era muy difícil encontrar en todo aquel material un relato de su vida: todo lo que leía estaba relacionado con Jean-Paul Sartre. Así que intenté separar a la autora de la pareja mítica y desmontar la idea de que Simone era Jean-Paul y Jean-Paul era Simone. Para ello, recurrí a sus textos autobiográficos, donde podía ver de qué manera ella se contaba a sí misma.

Es decir, los textos autobiográficos han tenido un papel destacado a la hora de escribir el libro.

Sí, porque son el lugar donde ella cuenta cómo se convierte en escritora, que era precisamente lo que a mí me interesaba contar. Abordar un proyecto como este es abrumador, porque Simone de Beauvoir es un mito, es una leyenda y era necesario derribar esta leyenda para construir un relato real. Al leer su autobiografía, me di cuenta de que Simone se parecía muchísimo más a mí o a algunas mujeres de mi entorno de lo que yo pensaba. Había muchas cosas que contar de ella y ha sido muy difícil decir qué explicar y qué dejar de un lado.

Antes hablabas de las fisuras del personaje. Nelson Algren, en un artículo, la criticó por el estatus burgués en el que se había instalado.

Bueno, Nelson Algren estaba muy enfadado porque le había pedido matrimonio a Simone y ella no quiso porque no quería ser su mujercita y tampoco quería renunciar a París ni a Sartre. Esto le dolió mucho a Nelson y, por esto, al menos en mi opinión, no hizo una crítica objetiva de Simone. Fíjate que llegó a decir que los filósofos eran peor que los proxenetas.

Sin embargo, Algren no fue el único a realizar esta crítica, que recibió, sobre todo, Sartre, pero en parte también Simone de Beauvoir.

Es cierto que ella nació en una familia bastante pudiente, pero su abuelo perdió la fortuna y cuando ella era una niña tuvieron que mudarse en un piso pequeño y sin agua corriente. Esto lo descubrí leyendo su autobiografía; yo sí que pensaba que Simone había sido siempre una burguesa que había gozado de una estabilidad económica que le había permitido dedicarse a lo que ella quería hacer. Sin embargo, no era así: hasta que no ganó el Gouncourt no tuvo dinero. Quizá la fisura que podemos encontrar en su biografía es que ella, para poder escribir, aceptó la ayuda económica de Jean-Paul.

En efecto, uno de sus temas recurrentes es la contradicción entre rebelarse a las estructuras tradicionales -matrimonio, maternidad...- y la aceptación de dichas estructuras.

Esta es una lucha que las mujeres de hoy seguimos manteniendo, porque sigue estando muy anclada la idea de que, al casarnos y formar una familia, una parte de nosotras va a renunciar a nuestro deseo y a nuestra vocación de hacer algo con nuestras vidas. Simone tenía muy claro que no quería ser madre y, a pesar de que Jean-Paul le pidió matrimonio, ella se mantuvo fuerte y nunca se casó.

Tal era su firmeza que, siendo muy joven, afirmaba que quería ser una intelectual.

Ella era muy ambiciosa. A los quince años quería ser una escritora célebre, era muy precoz. Es cierto que las memorias las empezó a escribir a los 48 años, pero en sus Cahier du Jeunesse se ve mucho esa ambición por ser importante y esa convicción de tener algo que contar al mundo.

En su casa, mientras el padre le decía de debía trabajar, su madre esperaba que se casase y siguiera las pautas tradicionales.

El padre era ateo y la madre era una católica muy conservadora; de todas maneras, su padre también quería que se casase, pero no podía negar el talento de Simone. Él sabía que ella era especial.

¿Su padre fue quien la introdujo a la lectura?

Sí, yo creo que su padre fue su primera gran influencia. Ella le escribía cartas cuando él estaba en el frente contándole el día a día familiar; el padre le hacía hacer dictados, le daba lecturas… creo que su vocación literaria se despertó gracias a su padre que, además, era un amante del teatro que montaba funciones en casa.

Además de las memorias y de sus diarios, en el libro incorporas fragmentos de la correspondencia entre Simone de Beauvoir y Sartre, donde descubrimos a una mujer distinta a la que se trasluce en los otros textos.

Sí, ella era muy pasional y era una mujer que se apasionaba por todo: por la escritura, por la lectura y, evidentemente, por el amor. Y su amor no solo se dirigió a Jean Paul, ella fue una mujer pasional con todos los amantes que tuvo. De hecho, cuando se acercaba a los cincuenta y sentía que, de alguna forma, ya no iba a conocer ningún otro cuerpo ni iba a vivir la carnalidad de antes, aparece Claude Lanzmann y con él vuelve a sentir la misma pasión que sentía siendo joven. Yo creo que era una mujer que vivía entre los absolutos, entre el todo y la nada.

Ese amor libre que ella defendió en sus libros y a través de su propia vida fue objeto de duras críticas, llegando a la censura de algunos de sus textos.

Sí. Ella estuvo condenada en España a varias décadas de silencio y esta es seguramente la razón por la cual apenas son accesibles sus textos. A Simone se la juzgó por su vida y no se tuvo en cuenta su obra. Más allá de España, las mayores críticas las recibió por El segundo sexo, tras cuya publicación vio como los hombres que siempre la habían apoyado la dejaban de lado. La llaman de todo, “priápica”, “cien veces abortada”, “madre clandestina” …. La persiguen y la acosan. Es entonces cuando se da cuenta de que, al contrario de lo que podía pensar antes, ella también forma parte del segundo sexo porque, en cuanto ocupa el espacio público para cuestionar como son las cosas, comienzan a quitarle autoridad. Yo cuando leí todos los insultos que le dirigieron, pensé que Simone había vivido el mismo acoso que hoy se vive en twitter y que sigue teniendo como objeto las mujeres y las feministas. Pienso, por ejemplo, en Mary Beard, que recibe unos comentarios terribles hacia su persona. Ahora estamos ocupando un espacio que antes se nos tenía vedado y el hecho de perder privilegios no gusta a algunos hombres.

A la base de esa libertad amorosa está la idea de que el cuerpo de la mujer solo pertenece a la mujer y no debe ser tutelado ni moral ni legalmente.

Más que hablar de cuerpo, yo hablaría de deseo. Para Simone, la mujer es dueña de su propio deseo, si bien en sus textos autobiográficos no explora ni el sexo, ni el deseo ni las relaciones sexuales. En las cartas sí que se toma la libertad de contar ciertas cosas, en cambio en la autobiografía se cuida de hacerlo, trata de mantener una distancia con su parte física.

Una de las ideas claves del existencialismo y que se refleja en El segundo sexo es que “no hay esencia previa a la existencia” y, por lo tanto, lo que nos define son nuestros actos y la responsabilidad y la libertad ante ellos.

Para ella El segundo sexo supuso viajar a lo largo de la historia y de los mitos para darse cuenta de que el género es algo que se construye y que todos los condicionamientos propios de la vida cotidiana forman parte de la educación que recibe la mujer y de la sociedad en la que está inmersa. Esto fue un descubrimiento para ella, si bien, en mi opinión, ella escribió el libro con cierta distancia, como si ella no formara parte del segundo sexo. Sin embargo, el libro supuso una revolución para muchas mujeres.

Uno de los puntos clave es que Simone de Beauvoir plantea la separación de sexos no en términos biológicos, sino culturales.

Piensa que ella publicó El segundo sexo en 1949, solamente 5 años más tarde de que las mujeres consiguieran el voto. No me quiero imaginar lo que pudo suponer para las mujeres y para los hombres que ostentaban el poder el leer las cosas que decía Simone sobre el matrimonio o aborto, afirmando, además, que el destino de la mujer no era el de ser madre. Lo que a mí me ha llamado la atención es cómo podía afirmar con tanta contundencia que las mujeres tenían que ser independientes y, al mismo tiempo, ser tan dependiente de Sartre…. Aquí aparecen las sombras. También es cierto que, con el tiempo, ella llegó a tener el mismo reconocimiento que él e, incluso, a superarle, en cuanto Simone es mucho mejor escritora que Sartre.

¿Cuán de esencial fue su experiencia en Estados Unidos?

Su diario de viajes, América día a día, me parece uno de sus textos más fascinantes y espero que lo reediten. De aquel viaje, destacaría la curiosidad infinita de Simone, su interés por querer conocerlo todo. Ella llega a Nueva York como la “existencialista guapa” y como una autora reconocida, así que la llevan por todos los lugares más exclusivos, sin embargo, cuando llega a Chicago, de la mano de Nelson conoce los bajos fondos y descubre la otra América. Visita una cárcel y un psiquiátrico y lo relata en sus diarios. Creo que Simone era una gran cronista y creo que, de haber sido joven hoy, habría sido más periodista que filósofa, puesto que tenía una gran vocación de contar el mundo.

Y en ese viaje, ella ya tenía en mente escribir El segundo sexo.

En efecto, ella empezó a escribir El segundo sexo antes de viajar a Estados Unidos y lo continua una vez que regresa. Yo creo que le afectó ese contacto con la mujer americana y el ver el enorme contraste que había entre un país como Francia, que acaba de salir de la Segunda Guerra Mundial, y un país como Estados Unidos, que, si bien había participado en el conflicto, se había enriquecido.

Simone de Beauvoir fue y es una gran autoridad dentro del feminismo. ¿Quién ocupa su lugar hoy?

El problema es que la historia de la mujer nos la han contado a partir de casos excepcionales o únicos y se nos ha dicho que Simone era una excepción. Sin embargo, la historia del feminismo no está construida a partir de voces únicas. Actualmente, hay muchísimas mujeres escribiendo, trabajando y articulando un pensamiento crítico; pienso, por ejemplo, en Remedios Zafra, en Marina Garcés y en tantas autoras que están produciendo en la actualidad. Esta es la fuerza, la fuerza reside en el hecho de que somos muchas las mujeres escribiendo y pensando. Además, tampoco creo que el pasado esté marcado por excepciones, aunque así nos lo hayan contado. Ni Emily Dickinson ni Sylvia Plath estaban solas, había toda una generación que las acompañaba. Esto se ve mucho en la generación de las modernas en España: fíjate en la correspondencia entre ellas, en las actividades del Lyceo Club femenino… Había una tribu.

Dejando de lado los textos y las autoras. Camisetas, gadgets…. ¿corre el feminismo el riesgo de convertirse en una moda o, en parte, hay quien ya lo ha transformado en esto?

Es evidente que hay una corriente mainstream, pero pienso, por ejemplo, en el lema de Chimamanda “Todos debemos ser feministas” que ella expuso en ese pequeño libro resultado de su charla TED. Si ese libro y ese lema consiguen que alguna chica llegue a leer Americanah, La flor púrpura o Algo alrededor de tu cuello o que se acerque a un libro como Mamá quiero ser feminista quiere decir que todo esto es bueno. Todo el mundo no puede adentrarse en el feminismo a través de El segundo sexo, es necesario hacer un poco de pedagogía. Por supuesto que el feminismo no es ni las camisetas de Inditex ni el rostro de Frida Kahlo por todas partes, pero sí me parece importante que con estas estrategias se esté llegando a mucha más gente. Por esto, no soy muy crítica con esta “moda del feminismo”, porque abre puertas y esto es imprescindible

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