Xarxa Feminista PV
Portada del sitio > ARTÍCULOS, PUBLICACIONES, ENTREVISTAS, Vídeos > La familia y el auge del Estado de mal-estar. Justa Montero

La familia y el auge del Estado de mal-estar. Justa Montero

Martes 29 de mayo de 2012

Justa Montero / Asamblea Feminista de Madrid

Fuente; Diagonal Jueves 24 de mayo de 2012. Número 175

Aquí nadie da puntada sin hilo. El ministro de justicia afirmó en el Senado, el pasado mes de marzo, que “la reforma de la ley de aborto va dirigida a aumentar la protección del derecho por excelencia de la mujer: la maternidad”. Cabría pensar que semejante afirmación es un desliz o un exceso verbal. Pero no, el tema tiene mucha enjundia, se trata de toda una declaración de guerra a las mujeres porque esa propuesta explicita una transformación social profundamente regresiva, la reestructuración de las relaciones sociales, el reforzamiento de la lógica patriarcal de división sexual del trabajo y de fuertes identidades de género, no por casualidad la intervención de ese ministro aludía a “la verdadera mujer”.

Se adivina así lo que podría ser una “nueva política sexual”, que esencializa a las mujeres y las devuelve a un estado de naturaleza, de tal forma que estaríamos inexorablemene ligadas, por un lado a los procesos biológicos de procreación y al plano de los sentimientos y, por otro a los engranajes sociales que nos responsabilizan de la reproducción social.

Todo ello supone retrotraernos treinta y tantos años atrás y volver al imperio de la Iglesia, para quien la maternidad marca la realización de las mujeres, la sexualidad se define por la heteronormatividad y el proyecto de maternidad, y todo ello constituye la piedra angular sobre la que se ejerce el control del cuerpo de las mujeres.

Una consecuencia directa de esto es la negación y estigmatización de cualquier práctica sexual u opción de vida que se aleje de estos mandatos de género. Opciones que, alentadas por el feminismo, hemos visto expresarse públicamente y ganar presencia social en los últimos años.

Además, si tenemos en cuenta que esto sucede en un contexto de crisis social global, no es de extrañar que venga acompañado por un proceso de re-familiarización, en el que encuentra acomodo lo hasta ahora señalado y en el que las familias aparecen como instrumento privilegiado para legitimar las políticas que necesita el capital. El proceso no es nuevo, pero sí su intensidad: a partir de reforzar los estereotipos que consideran atributos propios de las mujeres los que llevan a responsabilizarlas personal y naturalmente del trabajo de cuidados, y de considerar los sentimientos como algo contrapuesto al ejercicio de derechos, se legitima el desplazamiento de los costes y responsabilidades del Estado hacia el trabajo en los hogares.

Así, el Estado del mal-estar en que vivimos reprivatiza las necesidades, quita prestaciones y arrebata derechos básicos como la sanidad, educación y servicios sociales para la atención a la dependencia (por citar algunos) y trata que la familia encaje sus consecuencias y resuelva algunos conflictos sociales a partir del trabajo gratuito de las mujeres.

El Estado lo quiere gratis

Este modelo de familia resulta muy funcional al sistema y a la salida de la crisis que tratan de imponer en la medida que legitima la inhibición del Estado a la hora de garantizar servicios públicos básicos, y exonera a los hombres y al resto de la sociedad de su obligada corresponsabilidad en la reproducción social. Y así, la deuda que el patriarcado tiene contraída con las mujeres no hace sino aumentar: las mujeres duplican las horas de trabajo doméstico y de cuidados y crece la disparidad en los tiempos de hombres y mujeres para atenderlos y para disponer de espacios propios.

Al mismo tiempo, se refuerzan unas relaciones de poder en su interior que, como es bien conocido, derivan en muchas ocasiones en violencia sexista. Como dice una amiga, parafraseando el lema del 15-M sobre el sistema, “No estamos contra la familia, la familia está contra nosotras”, porque la familia tradicional resulta una estructura cómplice de relaciones y situaciones profundamente injustas.

Estas transformaciones, que tratan de imponerse como parte de la salida a la crisis, suponen un completo desafío a las propuestas feministas porque plantean justo lo contrario de lo que puede representar el bien-estar de las personas.

Pero la voracidad de la crisis, con los procesos de exclusión a que está dando lugar, introduce mayor complejidad al convertir a las familias en el salvavidas para muchas personas. Cada vez abundan más las llamadas “familias extensas” donde hasta tres generaciones intentan librar la batalla por la vida en el mismo espacio doméstico.

Desde luego se trata de una re-familiarización no elegida sino impuesta por la lógica de la crisis, pero que puede ser una extraordinaria ocasión para hacer más sostenible la vida de todas y todos sí, en lugar de servir para afianzar los roles de género y distribución del trabajo tradicionales, se cuestionan las relaciones desiguales que pueda haber en su interior entre hombres y mujeres, y no solo en las familias heterosexuales. Se trata de establecer relaciones de apoyo, afecto y solidaridad que nos ayuden a buscar alternativas a la organización de la convivencia de forma que en el cambio necesario que queremos, la vida resulte sostenible para todas las personas.

Comentar esta breve

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0