Xarxa Feminista PV

El SAP son los padres

Domingo 29 de septiembre de 2019

En 1985, un médico norteamericano nombró por primera el SAP, un supuesto síndrome que nadie reconoce en realidad, pero que se alega en juicios de manera más o menos velada

Andrea Liba 23-09-2019 Pikara

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Autoría.- Ecuador Etxea

El pasado 26 de julio se cumplía un año desde que Joel no tiene a su madre cerca. A ella le quitaron la custodia apoyándose en el llamado Síndrome de Alienación Parental (SAP), y Joel tuvo que irse a vivir con su padre a la fuerza. El debate sobre el SAP se abre y se cierra cada vez que un nuevo caso salta a los medios de comunicación. Nunca se resuelve la discusión. Veamos, ¿qué es eso del SAP? ¿De dónde viene? ¿Cómo ha llegado a convertirse en instrumento de la Justicia? ¿Cómo es posible que Joel lleve más de un año fuera de su casa?

Empecemos por el principio. En 1985, un médico norteamericano llamado Richard Gardner tuvo a bien dar a conocer al mundo su gran teoría: las mujeres que se ven obligadas a compartir crianza con hombres de los que se han divorciado dedican gran parte de su jornada a comer la cabeza de sus criaturas para que odien a su padre y acaben por no tener relación ni contacto algunos con él. Y le dio nombre: SAP. El SAP es un supuesto síndrome que experimentan las criaturas, caracterizado, entre otras cosas, por el desapego hacia uno de los progenitores (normalmente, el padre) causado por las actitudes del otro (generalmente, la madre).

Supuesto síndrome, porque, como recordaba ya en 2014 el Colegio de Psicología de Córdoba en una resolución de su junta directiva, el SAP “ha sido rechazado por la Organización Mundial de la Salud, la Asociación Española de Psiquiatría, la Asociación Americana de Psicología, la Asociación Americana de Psiquiatría por considerarlo inválido, la Asociación Médica Americana y la Asociación de Psicólogos Americana lo inhabilitan como síndrome”. Y hasta el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) lo ha rechazado y ha incluido en su ‘Guía práctica de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género’ para recomendar que no se haga uso del mismo ni en esos ni en otros términos. Entonces, si el SAP no está reconocido por los y las profesionales de la salud y tampoco por el poder judicial, ¿dónde está la controversia? En que, a pesar de ello, se sigue alegando la existencia de este síndrome y se sigue utilizando en juicios de una manera más o menos velada.

Eva Pérez Nanclares es abogada en el Juzgado de Familia y trabaja con casos de violencia de género. Señala que en ninguna sentencia de ningún caso que haya caído en sus manos ha encontrado el término SAP: “Subyace, pero no lo dicenl”. La jurista Tania Sordo corrobora que la utilización del SAP se puede identificar claramente en muchas sentencias aunque ni se mencione: “Utilizan los informes psicosociales en los que se dice que la madre le está diciendo al niño qué decir”. Desde la asociación Diversas, Almudena explica: “Ya no se utiliza síndrome de alienación parental porque ahora está mal visto gracias a que muchas asociaciones y colectivos han dicho que no existe, pero se utilizan sinónimos como ‘madre obstaculizadora’, ‘interferencia parental’… Al final la aplicación es la misma, que es una terapia de la amenaza hacia las madres de manera camuflada”. Según remarca Pérez Nanclares, se supone que el SAP podrían provocarlo indistintamente ambos progenitores, pero “la realidad es que sabemos que se aplica generalmente para justificar la manipulación de la madre en contra del padre”. Y advierte: “Una mujer que por la razón que sea, justificadamente o no, pierde temporalmente la custodia de sus hijos e hijas, sufre automáticamente el estigma de ‘esta qué habrá hecho para que le quiten a sus criaturas’. Cosa que no ocurre al contrario”.

Yo sí te creo, pequeña

¿Cómo pueden apoyarse, de una manera u otra, en algo que no existe para quitar la custodia a una madre? Para demostrar si la madre está o no manipulando o sometiendo a sus criaturas en contra del padre, se realiza un informe psicosocial. Según Pérez Nanclares, esos informes muchas veces son “meras opiniones, que no tienen un reflejo científico”. Explica que la testología tiene muchos errores, porque se trabaja con baremos que generan franjas en las que clasifican a las personas examinadas. “Teóricamente estos exámenes están basados en la pericia y el criterio [de los profesionales que realizan los informe], pero a veces no es así, y los jueces, en cualquier caso, lo utilizan para aplicar una determinada medida. O, incluso, aunque en el propio informe no se establezca nada de eso, el juez o la jueza, basándose en impresiones subjetivas, lo van a aplicar y justificar como les parezca”. Algunas madres afectadas por la tendencia a utilizar judicialmente este supuesto síndrome denuncian que estos informes se realizan sin garantías, la mayoría de las veces en cuestión de quince o veinte minutos, y que muchas veces las criaturas se ven obligadas a testificar hasta en 7 ocasiones, muchas veces en presencia del padre. La abogada feminista Pérez Nanclares explica también que muchas veces transcurren hasta dos años hasta que se obtienen los resultados del informe psicosocial o de un informe forense.

“La trampa del SAP -dice Eva Pérez Nanclares-, y lo que lo hace tan peligroso, es que se basa precisamente en que el niño expresa su negativa a ir con uno de sus progenitores manipulado por el otro”. Es decir, se parte de la no confianza en las criaturas, de la no creencia en sus testimonios. A las criaturas no se las escucha en sede judicial hasta que tienen al menos 12 años y, cuando se les puede escuchar, “es un marrón”, según la abogada feminista, “porque aunque los jueces intentan ser cuidadosos, yo las veces que lo he visto les entrevistan en sala estando presente solo el juez, el secretario para la fe y el ministerio fiscal. A veces el niño o la niña tiene la madurez suficiente pero otras veces se le está depositando una responsabilidad que no le corresponde”. Pérez Nanclares es partidaria de que se escuche a los y las menores como método preventivo, sobre todo en casos en los que hay sospechas o indicios de que pueda haber maltrato o abusos, pero advierte ciertos riesgos a tener en cuenta: “Los niños normalmente son víctimas de la necesidad de lealtad y de que no les abandonen, entonces son capaces de decir cualquier cosa si sienten que les pueden abandonar o castigar por falta de lealtad. Hay que cogerlo con pinzas”. Por su parte, Almudena, de la asociación Diversas, reivindica la necesidad de creer a las criaturas: “Un menor no se inventa nada. Cuando dice que no quiere ir con alguien es porque ese alguien le está haciendo daño. Si dice que han abusado de él eso no se lo puede inventar”.

“Tiene que haber un cambio radical”, explica Almudena, sobre todo en contextos en los que hay sentencias o denuncias por maltrato. Y enumera algunas de las necesidades de las madres que se encuentran en la situación de tener que llevar obligatoriamente a sus criaturas a puntos de encuentro con los padres abusadores: “Hay que poner personas preparadas [formadas en género] tanto en juzgados, como en la realización de los informes psicosociales, como en puntos de encuentro; y, siempre que haya habido maltrato, no hacer ningún tipo de intermediación, cortar las visitas y que [el padre] no tenga derecho a ello”. Exigen que, cuando “un padre haya sido condenado por violencia hacia la mujer o haya un informe de abuso hacia el menor, hay que pararlo todo, investigar y escuchar a la criatura”. Pero con garantías, añaden, no delante de personas desconocidas y hasta 7 veces, sino una vez, de forma eficiente, “no hacerles pasar por una vivencia traumática, porque al final optan por callarse. No puedes saber si un niño está siendo maltratado por su padre en quince minutos, con técnicas supertontas y delante del padre”.

¿Parte del entramado misógino y machista?

Según indican desde la asociación Diversas, en algunas facultades de Psicología y de Trabajo Social todavía se estudia el SAP como tal, y esta es una de las reclamaciones que algunas madres afectadas hacen en torno a la necesidad de hacer pedagogía para acabar con el discurso machista que lo sostiene. Tania Sordo hace hincapié en que “en el corazón de todo esto están los estereotipos de género y esta idea de cómo justificar a los agresores y culpar a las mujeres”. Explica que la institución de la familia y esta idea de que un padre es un buen padre a toda costa prima sobre absolutamente todo: “Yo he llevado casos de niños y niñas en España que sufren casos de violencia sexual o de maltrato pero se siguen concediendo las citas con el padre. Es porque no se les escucha y se entiende, de forma patriarcal, que el interés superior del niño o de la niña pasa por tener contacto con el padre. Es muy grave la idea de que hay que tener contacto a la fuerza, cuando sabemos que un maltratador no es un buen padre y existe un riesgo real”.

Ya preguntes a una jurista o a una madre en plena lucha contra la aplicación del SAP, ambas dirán que el trabajo más importante es pedagógico, es de concienciación y de formación en materia de género y de violencias machistas en el ámbito de la judicatura, y de trabajo colectivo interdisciplinar: juristas, psicólogas, trabajadoras sociales, personas afectadas. Pero el mientras tanto continúa siendo crucial, porque la realidad del día a día es que hay criaturas obligadas a encontrarse con padres maltratadores, madres sufriendo finalmente incluso el rechazo de sus criaturas por ser ellas las encargadas (obligadas) de llevarles a esos puntos de encuentro o por miedo a represalias, criaturas que se ven forzadas a vivir con sus abusadores y los de sus madres, falta de garantías en los puntos de encuentro, en los cuales se dan también abusos por falta de supervisión y un largo etcétera sangrante. Y en ese mientras tanto hay cosas que se pueden hacer.

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