Xarxa Feminista PV

Cómo organizar la rabia

Sábado 7 de julio de 2018

¿Cómo convertimos los malestares de género en rebeldía feminista que transforme el mundo? La autodefensa feminista es una herramienta con la que no solo queremos actuar contra la violencia, instrumento de control patriarcal, sino que queremos actuar contra el patriarcado mismo situándonos como sujetos de derecho.

Maitena Monroy 21-05-2018 Pikara

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Ilustración: Núria Frago

Estamos hartas, sentimos una profunda rabia que debemos primero, permitirnos sentir y después saber gestionar. Cosa que no resulta nada fácil porque el primer impulso frente a una emoción tan fuerte es la de reaccionar. Pero reaccionar sin reflexión suele ser, a la larga, un error de acción.

Mediante este artículo pretendo seguir reflexionando sobre cómo organizar la rabia que legítimamente sentimos y que queremos convertir en rebeldía feminista. Queremos no solo responder frente al sistema y sus actores sino transformar el mundo. Así que no voy a incidir en la denuncia de todos los actos de vulneración de los derechos de las mujeres que hemos sufrido últimamente sino que me voy a centrar en abrir un debate sobre las estrategias que utilizamos no solo para reaccionar sino para actuar y ser sujetos de derecho. El sistema intenta reducir la violencia a los hombres machistas que la ejercen a nivel físico de forma extrema pero esa violencia no sería posible sin un imaginario colectivo que sigue situando las mujeres como objeto. Al respecto, me parece muy interesante la carta que tres magistradas han escrito a la víctima de “la manada”.

La capacidad de organización y de respuesta feminista de estas semanas son un reflejo del largo y arduo trabajo de las organizaciones feministas que queremos seguir impulsando. Porque ya somos millones las que pensamos que feminismo o barbarie.

Tenemos muchos lemas que representan nuestro ideario pero quisiera señalar uno de ellos: “Estamos armadas de feminismo”. Porque frente a un sistema organizado, estructurado y estratégico no podemos solo reaccionar, tenemos que llenar de contenidos nuestros lemas y consignas porque si no serán solo eso, lemas simbólicos, pero sin recorrido argumentativo ni propuesta práctica de transformación.

Hace unos meses una mujer me decía que ella quería ser violenta porque a las mujeres no nos han permitido la violencia. Efectivamente, a las mujeres se nos ha negado lo que a los hombres se les asigna como rasgo de género. A las mujeres se nos exige bondad, simpatía, incluso con aquellos que nos intentan discriminar. Llevo toda mi vida reclamando el derecho a la legítima defensa pero una cosa es eso y otra es la violencia porque violencia y crueldad van de la mano. En el caso de la sexista tiene múltiples formas de expresión. De hecho, en muchos ejercicios de violencia sexista, los agresores inician su violencia sin violencia física porque el paso intermedio a la brutalidad extrema es el control.

Lo vemos en los malos tratos habituales donde la violencia física en muchos casos, al menos en los países de la igualdad formal, solo aparece cuando las mujeres se sitúan como sujetos de derechos y exigen respeto. Entonces los maltratadores descubren que la intimidación no es suficiente para ejercer su control patriarcal. Lo hemos visto en la violencia de la manada, primero haciéndose amigos de ella para luego ejercer su crueldad.

Un control que comienza en nuestra más tierna infancia. Hay un marcado interés por parte de todos los instrumentos que utiliza este sistema patriarcal para socializarnos en el terror sexual, la indefensión aprendida y la vergüenza. Vergüenza de ser mujer porque estamos en riesgo permanente y vergüenza por ser el objeto de violencia patriarcal. Creo que es hora de desexualizar la violencia por muchos motivos pero ahora quiero centrarlos en la experiencia de las mujeres víctimas de violencia porque el objetivo de los agresores no es la agresión puntual; es la destrucción de las mujeres como sujetos. Debemos romper con la idea de que después de una violación es casi imposible seguir siendo nosotras mismas o que nuestra sexualidad ya nunca será nuestra. De hecho, ese es el objetivo de los agresores y del sistema, por eso pretenden juzgar la vida de las mujeres antes, por incitadoras, y después, por seguir viviendo tras una agresión. Me gusta mucho el slogan de mujeres creando: “Nuestra venganza es ser felices”.

Poder definir la violencia es un acto de empoderamiento. Romper con la vergüenza de ser víctima es un acto de empoderamiento. Recuperar el cuerpo como territorio propio, saber que la libertad sexual es eso libertad, es un acto de empoderamiento. Por ello creo que debemos de reflexionar, también, sobre cómo entendemos el empoderamiento, que no sólo debe de ser transgresor a la norma de género, sino transgresor al modelo relacional. De poco me sirve no depilarme si luego no sé ni identificar, ni cómo reaccionar, frente a una situación de chantaje emocional. El empoderamiento debe transitar por lo cognitivo, lo físico y lo emocional. Ya no basta con creer que tenemos derecho, tenemos que sentir el derecho a tener derecho.

Mediante la autodefensa feminista no solo queremos actuar contra la violencia, instrumento de control patriarcal, sino que queremos actuar contra el patriarcado mismo situándonos como sujetos de derecho. Buscamos convertir las estrategias individuales en colectivas. Buscamos generar espacios de empoderamiento que nos permitan primero identificar los malestares de género y después organizar la rabia aprendiendo desde la teoría y práctica feminista que llevamos siglos desarrollando y que seguiremos desarrollando hasta que el patriarcado desaparezca. Por eso sería interesante abrir un debate sobre cómo organizar la rabia y la autodefensa feminista para no convertirnos en aquello que estamos rechazando o quedarnos en un mero ejercicio de reacción frente a lo evidente. Por todo ello, yo cambiaría el eslogan y diría: ”Contra el sistema patriarcal autodefensa feminista”. Porque no queremos sobrevivir, queremos vivir una vida que merezca la alegría de ser vivida.

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