Xarxa Feminista PV

¿A quién le importa?

Miércoles 16 de mayo de 2018

Igual que la última edición de Operación Triunfo, Fama ¡a bailar! ofrece ciertas bocanadas de aire fresco que resquebrajan el dualismo de género y la heteronorma

En el especial dedicado al acoso escolar, en cambio, se evitó hablar de LGTBfobia y la presentadora despachó el tema con una muestra de homofobia liberal

June Fernández 15/05/2018 eldiario.es + Pikara

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Captura del vídeo en el que Claudia baila a Lucía

De niña quería ser bailarina o peluquera. Cualquiera que conozca mi aburrido pelo, resultado de mi falta de destreza con la cera, entenderá que lo de peluquera era por socialización de género. Lo de bailarina, en cambio, es vocación frustrada. La danza es, desde que tengo uso de razón, una de las cosas que más feliz me hace en la vida. A los cinco-seis años, me tomaba muy en serio las clases de ballet: el ritual de hacerme el moño, el empeño baldío en lograr hacer el espagat, el entusiasmo con el que ensayaba el gran jeté y las piruetas en el salón de casa y en cada paseo con mi familia por el campo. Se ve que no tenía ni condiciones físicas ni demasiada gracia, porque cuando por fin (creo que a los ocho años) me tocaba pasar al grupo de las mayores y cumplir mi sueño de bailar con puntas y tutú ‘El lago de los cisnes’, la profesora decidió que no, que tenía que seguir un año más en el grupo infantil. ¿Conocéis a alguien más a quien le hayan hecho repetir ballet?

Seré patosa pero tengo dignidad. Reaccioné a tamaña humillación dejando la escuela e iniciando mi carrera como la bailarina amateur más versátil que hayáis conocido. A lo largo de mis restantes 25 años he practicado baile moderno, danza contemporánea, danzas tradicionales vascas, danza oriental, jazz-funky, hip-hop, danza africana, danza afrocubana, un intensivo de bachata, y alguna clase puntual de contact, de salsa cubana y de reggaeton.

Os cuento todo esto para que entendáis mi adicción televisiva a Fama ¡a bailar! Doy gracias a la barrera arquitectónica por la que sólo podíamos contratar internet con Movistar. Hace ocho años seguí dos o tres ediciones con fervor cuando se emitía en la sobremesa de Cuatro. Me dispuse a ver el regreso de este concurso de talentos con cierto complejo de treintañera, y me está encantando. Si en las primeras ediciones había una profesora de lírico, uno de funky y otro de hip-hop, este año se ha introducido con fuerza la danza contemporánea —recordando, por cierto, que sus impulsoras fueron mujeres, como Isadora Duncan— y casi todo el profesorado hibrida estilos e incluye nuevos como el house o el trap. El resultado es más estimulante para quienes apreciamos la danza como expresión artística y no como mera rutina coreográfica.

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