Palestina


*Azmi Bishara es palestino, ciudadano israelí y miembro del parlamento israelí (Knesset). Recientemente, el parlamento israelí le retiró la inmunidad y en la actualidad se enfrenta a un juicio por defender los derechos nacionales del pueblo palestino.

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  • Palestina


    Jaque, pero no mate

    Azmi Bishara*

    Texto publicado en Al-Ahram Weekly Online
    núm. 581, semana 11-17 abril 2002
    Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

    "La sociedad palestina en la diáspora y en el interior seguirá rechazando los dictados de Israel. Es una posición más que evidente; pero es también una postura que debe ir acompañada de una estrategia de resistencia que haga de la ocupación algo demasiado costoso de mantener para los israelíes y, al mismo tiempo, permita a los palestinos sostener su lucha a largo plazo. Para poder controlar sus medios y los recursos de los que dispone, la resistencia debe estar al servicio de una estrategia política unificada"

    El feroz ataque contra las ciudades palestinas de Cisjordania, milimétricamente coordinado, no ha sido una acción espontánea destinada a saciar la furia popular israelí tras el atentado de Netanya. El plan para este ataque, que contemplaba sin duda diferentes escenarios, existía ya desde mucho antes, al igual que la voluntad política para ponerlo en práctica -aún cuando la decisión de atacar fuese adoptada durante una reunión de emergencia del gabinete de gobierno.

    El plan y la decisión de actuar han sido el resultado de un proceso de ir tanteando y contemporizando al ritmo que marcaba Sharon y que se fundamentaba sobre tres coordenadas:

    1. La oposición a las soluciones propuestas en Camp David;

    2. las relaciones EEUU-Israel y su efecto sobre la acción política; y

    3. la preservación de la alianza entre el Likud y el Partido Laborista en el gobierno de "unidad nacional". Si bien los dos últimos factores pueden haber contribuido a retrasar la decisión de atacar y los ataques palestinos han podido acelerarla, lo cierto es que la gran ofensiva militar contra Cisjordania ya llevaba algún tiempo en la agenda del gobierno israelí.

    La operación militar lanzada por Israel el 29 de marzo es un ejercicio de barbarismo, pero es importante examinarla dentro de su contexto político si queremos ir más allá de las emociones que se expresan en las calles de las capitales árabes o en Internet, donde se reproducen mensajes en los que se habla del deseo (sin duda sincero) de sus autores de convertirse en mártires por la causa, así como en la sorprendente reacción de algunos líderes árabes, que piden la apertura de las fronteras para permitir a esos futuros mártires marchar sobre Palestina. Escuchando todo lo anterior, podría perdonársele a uno el pensar que los vecinos árabes de Israel son el principal obstáculo que impide una victoria árabe, al impedir a las masas el paso para que puedan arrojarse en brazos de los tanques y misiles israelíes (ni falta que hace recordar que los entusiastas líderes irían en primera fila, con sus hijos y ayudantes siguiéndoles devotamente). ¡Cuánto nos recuerda todo esto a 1948 y 1967! El clamor por lo imposible no es sino otra cara de la impotencia, otra forma de evitar lo posible.

    Negativa palestina a los dictados

    El contexto político que debemos tener en mente quedó definido por la negativa palestina a aceptar los dictados israelíes y norteamericanos relativos a las condiciones para un acuerdo final, desde la fórmula presentada en Camp David II [1] a las interpretaciones israelíes de las propuestas de Mitchell y Tenet [2]. La negativa palestina se ha erigido en obstáculo no sólo para la estabilidad del Estado y la sociedad israelíes, sino también para los planes de Washington en la región, muy especialmente en lo que se refiere a Iraq y el Golfo.

    Bajo un sistema de ocupación extranjera (algo que en Palestina es una realidad), cualquier negativa a aceptar los dictados de la potencia ocupante conduce, inevitablemente, a una confrontación. Al igual que ocurre en el caso de Siria y otros Estados árabes soberanos, la negativa palestina a aceptar lo estipulado por Israel equivale a la continuación del conflicto. Ni Arafat ni la Autoridad Palestina (AP) pueden controlar ni el curso de los acontecimientos ni las condiciones en que se desarrolla la confrontación, por la sencilla razón de que la resistencia palestina carece de un liderazgo unificado que formule las tácticas con las que pretende conseguir sus objetivos políticos de un modo efectivo. De hecho, el comentario es bastante suave, porque en realidad la rivalidad y el antagonismo son los principales factores que regulan las relaciones en el seno de la AP y entre la AP y la oposición.

    La sociedad palestina en la diáspora y en el interior seguirá rechazando los dictados de Israel. Es una posición más que evidente; pero es también una postura que debe ir acompañada de una estrategia de resistencia que haga de la ocupación algo demasiado costoso de mantener para los israelíes y, al mismo tiempo, permita a los palestinos sostener su lucha a largo plazo. Para poder controlar sus medios y los recursos de los que dispone, la resistencia debe estar al servicio de una estrategia política unificada. Al mismo tiempo, deberá seguir un calendario preciso y estar muy bien pensada, incluso dentro de los territorios ocupados en 1967, si quiere impedir que la potencia ocupante se sumerja en una política de "huesos rotos" de gran alcance. Por definición, los movimientos de resistencia no funcionan como lo hacen los ejércitos, que se movilizan para participar en batallas decisivas cara a cara. Al contrario: los movimientos de resistencia deben buscar el modo de sobrevivir con el fin de causar a la potencia ocupante un daño que a largo plazo sea mayor que el que pueda sufrir la población ocupada.

    Por desgracia, es ésta una discusión que se produce demasiado tarde como para tener alguna utilidad en el actual contexto de guerra total, pero quizás sirva para un futuro próximo. La reocupación de las ciudades palestinas va a exigir la elaboración de una estrategia de resistencia unificada y, en consecuencia, el establecimiento de estructuras organizativas capaces de impulsar la tan necesaria alternativa política a los decretos de Israel. La existencia de estructuras capaces de perpetuar la resistencia siguiendo una estrategia unificada será una garantía de que el actual ataque israelí será el último asalto en la tiranía de la ocupación y el preludio que pondrá punto final a la batalla. La vuelta a unas negociaciones parciales es imposible, porque está claro lo que los palestinos van o no van a aceptar, y porque este último ataque demuestra que aún la brutalidad más extrema no puede acabar con la determinación palestina de sobrevivir.

    El plan para derrotar al movimiento nacional palestino, preparado por el ministerio de Seguridad israelí, ha dividido las ciudades palestinas en cuadrantes, cada uno de los cuales ha sido peinado en busca de armas y con el objetivo de eliminar a cualquier persona que pueda llevarlas (aún cuando sea sólo en potencia). Muchas personas serán encarceladas, otras ejecutadas, de acuerdo con el contenido de listas elaboradas arbitrariamente. El propósito de la campaña es el de intimidar a la población mediante el terror. Sharon cree ciegamente que "la fuerza de resultados" y que "el terror puede doblegar la voluntad". De ahí su campaña para aterrorizar sistemáticamente a la sociedad palestina. Toda una generación de jóvenes se ha convertido en objetivo específico de una campaña que tiene por objeto arrancarles las armas, la esperanza, y la fe en el valor de la resistencia.

    Israel ha tenido con frecuencia en el punto de mira a las organizaciones políticas palestinas, incluyendo a diversos elementos de la AP, que comparten la habilidad de saber decir "no" a los dictados israelíes y norteamericanos. El gobierno israelí cree que después de haber acabado con las mencionadas fuerzas, los negociadores palestinos serán capaces de decir "sí". Eso es lo que Sharon quiere decir cuando afirma que será posible llegar a un acuerdo cuando acabe con el terrorismo. La estrategia de resistencia palestina debería formularse en términos igualmente claros.

    Mientras los crímenes israelíes prosiguen con su devastación de las principales ciudades palestinas, incluyendo Ramala, el complejo en el que se encuentra asediado el presidente palestino electo sigue siendo el principal foco de atención. ¿Por qué Israel también ha atacado a Arafat?

    Arafat y la AP

    En los últimos años, Arafat ha sido el principal obstáculo dentro de la AP a la hora de aceptar los dictados israelíes. Quienes manifestaban sus dudas a este respecto, dejaron de hacerlo tras Camp David II. Tras el colapso de las negociaciones, Israel minimizó la figura personal de Arafat al tiempo que la prensa no dejaba de repetir que quienes componían su "círculo íntimo" estaban hartos de sus perpetuas evasivas. Pero la evasión es precisamente el arma que utiliza el más débil cuando quiere decir "no" pero no puede decirlo abiertamente sin arriesgarse a una confrontación abierta. Aún así, Arafat no pudo controlar la Intifada que ha conducido a la actual situación de conflicto: una confrontación que él mismo no deseaba y para la cual no estaba preparado.

    Israel ha aislado a Arafat del mundo exterior para probar que es una figura irrelevante en el proceso negociador. Una política que tiene por objetivo expulsarlo de Palestina y derruir los acuerdos de Oslo y sus resultados. No parece que los israelíes vayan a tener éxito en ninguna de las dos cosas. El presidente palestino no se va a rendir por propia voluntad, lo cual quiere decir que Israel ha de volver a examinar las bases sobre las que se asienta su actuación. Parece que estamos ante uno de esos momentos históricos en los que la voluntad personal de un líder puede determinar el desarrollo futuro de los acontecimientos.

    El cerco sobre Arafat tiene también la intención deliberada de humillar a los palestinos, y precisamente por eso ha provocado una reacción tan furiosa en todo el mundo árabe. Ésta es la primera ocasión desde que comenzara el conflicto entre los árabes y el sionismo que Israel ha elegido a dedo a un líder árabe, encarcelándolo y degradándolo a nivel personal. Merece la pena resaltar también que Sharon quería expulsar a Arafat y si decidió aislarlo fue únicamente como una concesión al Partido Laborista. En la actualidad, los políticos israelíes muestran cada vez menos interés por el destino de Arafat. Ran Cohen, uno de los líderes belicistas de Meretz [3] que no desaprovechan ninguna oportunidad para expresar su odio hacia el presidente palestino, ya ha dicho que lo que le ocurra a Arafat le importa "un pimiento".

    La ofensiva israelí ha tenido lugar mientras Zinni se encontraba aquí, como si siguiera visitando la región para comprobar cómo van los ataques y sus consecuencias políticas. Washington no solamente ha dado luz verde a la operación militar, sino que ha ayudado en la preparación de la campaña propagandística y ha ofrecido a Israel los consejos de sus servicios de inteligencia y seguridad. Dado el nivel de intimidad al que han llegado las relaciones israelí-norteamericanas, el nivel de la actual ofensiva, y las ramificaciones regionales de la misma, es imposible pensar de otro modo.

    Sin embargo, al mismo tiempo Washington (que tiene mucha prisa por poner en práctica sus planes para la "estabilidad del Golfo") vigila muy de cerca las reacciones a la ofensiva y exige a Israel que acabe lo antes posible. En este sentido, las acciones de la militancia de base en el mundo árabe son más importantes que nunca, al igual que lo es la respuesta oficial árabe. Aún así, por el momento los gobiernos árabes únicamente se han mostrado dispuestos a avanzar por el camino de las comunicaciones bilaterales.

    Estrategia política unificada

    El ataque contra Palestina no es solamente una operación militar que dejará paso a la diplomacia. El gobierno de Sharon ha declarado una guerra contra la AP en el sentido más amplio del término: una guerra que marca el principio del fin para el gobierno. Árabes y palestinos tendrán que enfrentarse a esta realidad y lo que ello conlleva. Pero por encima de todo, no deberían permitir que esta guerra termine cuando Israel lo diga, porque eso sería equivalente a servir la victoria a Israel en bandeja de plata. La resistencia palestina debe continuar aún después de que Israel haya anunciado el final de esta operación militar, porque el fracaso israelí residiría precisamente en la continuidad de la resistencia. Con este fin, los palestinos deben crear un marco de referencia que sirva de base a la resistencia, así como una estrategia política. Deben construir una plataforma política cohesionada con la que presentarse ante Israel y ante la comunidad internacional.

    Esta plataforma no debería ir contra la iniciativa árabe adoptada en Beirut. Propuestas como la de Beirut no son precisamente un klínex de usar y tirar. La iniciativa árabe arrinconó a Sharon, hasta el punto de que el ataque contra Cisjordania coincidió no sólo con al atentado suicida de Netanya y las vacaciones de Semana Santa en Europa y EEUU, sino también con el dilema al que la iniciativa de paz árabe le obligaba a enfrentarse. Los apuros israelíes, sin embargo, no acabarán cuando termine esta guerra. La iniciativa árabe seguirá obligando a Israel a reflexionar sobre algunas cuestiones cruciales, especialmente porque la sangre palestina impedirá que nadie acepte condiciones por cuyo rechazo se ha tenido que pagar un precio tan alto.

    Washington pidió a los árabes que aceptaran la iniciativa saudí, pero lo hizo sin comprometerse y sin pedir a Israel que adoptara el mismo compromiso. Washington consideró la propuesta como "un paso positivo"; quería decir con ello que habría que dar más pasos. EEUU ya había utilizado en Camp David la táctica de animar a los árabes a bajar sus expectativas en las negociaciones antes de pedirles que hicieran concesiones aún mayores. Los árabes deben insistir en que la iniciativa de paz es una exigencia mínima, y no el punto culminante del proceso. Deben recordarle al mundo que la sociedad israelí, movilizada en la actualidad en apoyo de esta salvajada, habría aceptado esta iniciativa si el gobierno israelí la hubiese aceptado, o si el Partido Laborista la hubiese adoptado como base para justificar su retirada de la coalición de gobierno. Deben también recordar al mundo que, en lugar de esto, el Partido Laborista prefirió ser cómplice de Sharon en los crímenes que había iniciado Barak y que Sharon está llevando a sus últimas consecuencias.

    En respuesta a estos crímenes, el pueblo árabe ha inundado las calles para expresar su ira. Es una respuesta saludable. Las sociedades árabes son un hervidero y la causa palestina sirve de válvula de escape para dejar salir todas sus frustraciones. Sin embargo, al principio de la Intifada los estallidos no se tradujeron en acciones políticas concretas, fundamentalmente porque los partidos árabes de oposición son tan incapaces como sus gobiernos y porque han fracasado a la hora de generar una fuerza democrática unitaria. Si la retórica de los gobiernos árabes es desesperada y confusa, la de los partidos árabes de la oposición consiste en repetir una letanía de histrionismos e imprecaciones varias contra Israel que son tan efectivos como lo podría ser un hechizo mágico. Si la magia diera resultados, ya habríamos convertido a Sharon en mono hace mucho, mucho tiempo, sin tener que recurrir a hacer un dibujo y colgarlo en la web. Los hechizos on-line no se alejan mucho de quienes ponen amuletos en las tumbas de los santones.

    Los medios de comunicación dan forma a la realidad, y las audiencias televisivas árabes zapean de un canal a otro en busca de las estimaciones más elevadas, de los informativos que ofrezcan un mayor número de imágenes de los terribles acontecimientos que se suceden en Palestina. La actitud dominante es que las cifras más elevadas son las más acertadas. Si a un periodista se le ocurre sugerir siquiera que durante el ataque contra la sede de la Seguridad Preventiva no hubo ninguna víctima, frente a lo que aseguraba uno de los canales vía satélite, entonces al periodista en cuestión se le acusa de bailarle el agua a Israel. Si bien nadie duda de las buenas intenciones de la gente, los lamentos y la angustia no ayudan en nada a los habitantes de las ciudades palestinas, como tampoco lo hacen las discusiones sobre personas utilizadas como escudos humanos o las sombrías referencias a la expulsión. La maquinaria de la rumorología palestina transformó en su día la masacre de Deir Yassin (en sí misma una atrocidad que no necesitaba de alharaca alguna) en uno de los principales y más exitosos medios para que Israel expulsara a los palestinos de su tierra. No hace falta sobreestimar el alcance de los crímenes israelíes. La realidad ya es de por sí bastante monstruosa.

    La guerra continúa. Las guerras las gana siempre el bando que sabe cómo unir a sus fuerzas, el que dispone de una mejor estrategia, el que puede canalizar sus energías para superar a su adversario y dirigirse a la opinión pública de un mondo persuasivo y convincente. Las guerras no las ganan los que más gritan, ni los que pueden apoderarse de los sentimientos populares y canalizarlos en interés propio.


    Notas CSCAweb:

    1. Sobre la denominada cumbre Camp David II del verano de 2000 véase en CSCAweb: - Palestina, abandonada a su suerte
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      La negociación palestino-israelí: una evaluación crítica. Cronología del proceso negociador palestino-israelí
      - Israel y la Autoridad Palestina contemplan un nuevo plan negociador bajo la supervisión norteamericana mientras el ejército israelí prosigue sus ataques contra la población civil palestina
      - La Intifada Al-Aqsa: el rechazo a la rendición
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      Carta de Salman Abu Sitta a Yaser Arafat: mantener la exigencia del derecho al retorno de los refugiados
    2. Véanse en CSCAweb: Informe Mitchel y Documento Tenet
    3. Partido israelí de la izquierda sionista.



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