Palestina


* Azmi Bishara es palestino con ciudadanía israelí, miembro del parlamento israelí. Texto publicado en Al Ahram Weekly On-Line, 25-31 de octubre 2001.

Palestina

Transformaciones míticas: una reflexión tras el asesinato del ex ministro israelí Zeevi

Azmi Bishara*

Al Ahram Weekly On-Line, 25-31 de octubre de 2001
Traducción: CSCAweb

Con la muerte de Zeevi, los márgenes de la política israelí se han reencontrado con el centro, la diversidad cultural se ha convertido en las ramas de la cultura colona, las diversas tendencias políticas han vuelto al "vientre tribal", y quienes apoyaban la solución propuesta por Zeevi después de 1967 de expulsar a los árabes se han unido con quienes ejecutaron la expulsión de 1948. El clima, pues, es el ideal para que Sharon prosiga con su política de terror contra los palestinos en Belén, Beit Jalaa, Tulkarem y Ramallah

Huellas de manos hechas con la sangre del palestino asesinado el día 25 de octubre de 2001 en Belén por las tropas israelíes. (REUTERS)

LA muerte del [ex ministro israelí] Rehavam Zeevi constituye el primer caso de asesinato de una figura política israelí en toda la historia del conflicto árabe-israelí. Israel, por el contrario, ha apuntado deliberadamente durante décadas hacia figuras del ámbito político palestino asesinando a personajes de la talla de Kamal Adwan, Kamal Nasser, Ghassan Kanafani, Abu Jihad y Abu Ali Mustafa. A pesar de tener un record tan extenso, ha sido únicamente el asesinato del líder del FPLP el que ha dado origen a una venganza palestina (es de sospechar que anteriormente hubo planes similares pero nunca se llevaron a cabo). El asesinato de Zeevi ha sacudido al estamento político y la sociedad israelíes, que han visto esta muerte como un ataque contra todo un símbolo de la soberanía nacional.

El asesinato ocurrió durante un periodo de "alto el fuego" al que la Autoridad Palestina (AP) se había adherido rigurosamente a pesar de que Sharon nunca ha creído que un alto el fuego deba impedirle seguir aplicando su política de persecución y asesinato de activistas palestinos. Poco antes del asesinato de Zeevi, en el transcurso de otro "alto el fuego" en el cual EEUU y Gran Bretaña hicieron varias promesas a la AP, Israel asesinó a varios activistas de Fatah y de HAMAS.

Fiel a sí mismo, Sharon ha intentando sacar todo el jugo político del asesinato de Zeevi y ha puesto en práctica medidas militares; medidas que eran parte de un plan que no tenía que ver específicamente con esta situación en concreto, ni con sus consecuencias políticas o ideológicas. A Sharon le obsesionan los esfuerzos internacionales (que para él constituyen una presión no deseada) por volver a sentar a israelíes y palestinos a la mesa de negociaciones. En un contexto negociador, Sharon dejaría de ser percibido como alguien que "lucha contra el terrorismo" según el espíritu posterior al 11 de septiembre. Más bien, se revelaría como un individuo opuesto a la paz. Después de todo, Sharon no tiene ningún plan de paz. Tanto él como su coalición de gobierno rechazan la fórmula Clinton-Barak que EEUU quiere empaquetar con un envoltorio distinto y colocar de nuevo sobre la mesa de negociaciones. La única alternativa de Sharon, por lo tanto, es ir ganando puntos mediante la creación de hechos consumados sobre el terreno, al tiempo que mantiene una política de hierro con respecto a los palestinos. A Sharon le encanta el hecho de haber podido obligar a la AP a aceptar un alto el fuego sin que ello implique detener la construcción de asentamientos israelíes. Sharon percibe esto como un triunfo para su política gubernamental consistente en la utilización de la fuerza bruta. Ahora, espera seguir utilizando la fuerza para obtener otras "victorias", es decir, hacer que la AP adopte "en casa" el papel de la "lucha contra el terrorismo" que "amenaza" a Israel. Una vez haya conseguido todo eso (pero antes de que se produzca cualquier tipo de intervención internacional), Sharon no se opondrá ya a reanudar el "diálogo" con los palestinos.

Unidad israelí

El asesinato de Zeevi ha unido a la sociedad israelí, permitiendo a Sharon invadir las ciudades palestinas de Cisjordania por primera vez desde el segundo redespliegue [del ejército israelí], creando una situación de guerra. El ministro de turismo fue asesinado del 17 de octubre. Dos días más tarde, [los diarios israelíes] Maariv y Yediot Aharonot publicaron los resultados de dos encuestas realizadas los días 16 y 17 de octubre respectivamente. Los resultados son bastante sorprendentes.

En la encuesta del Yediot Aharonot, en respuesta a la pregunta "Tras el asesinato de Zeevi, ¿deberían ser eliminados los dirigentes de la AP?", el 65% de los encuestados respondió afirmativamente. Justo antes del asesinato, Maariv había preguntado: "En su opinión, ¿debería Israel reanudar su política de eliminación de los palestinos en estos momentos?" El 72% de los encuestados respondió afirmativamente. Nótese que la pregunta de Maariv no empleaba la palabra "dirigentes". En la misma encuesta, el 60% de los encuestados se manifestaban de acuerdo con el argumento de que Yasser Arafat no era un socio para negociar sino un enemigo contra el cual había que luchar.

El amplio apoyo brindado a la utilización de la fuerza bruta, incluyendo los asesinatos políticos, es reflejo de una solidaridad instintiva cuasi-tribal más que un punto de vista político unificado. En la encuesta de Yediot Aharonot, el 60% de los israelíes seguían opinando que Israel debería desmantelar sus asentamientos en Gaza. Además, el 60% creía que debería crearse un Estado palestino. Casi la misma proporción de encuestados respondió en el mismo sentido en la encuesta de Maariv.

Tal y como indican estas últimas cifras, el conflicto entre israelíes y palestinos es hoy por hoy un conflicto no sobre la creación de un Estado palestino, como parece creer George Bush, sino sobre los principios sobre los que ha de asentarse una solución justa al conflicto. Por ejemplo, el 58% de los israelíes se opone a que Jerusalén Este sea anexionado a un futuro Estado palestino; el 44% se opone al retorno de los refugiados palestinos a un futuro Estado palestino. La respuesta a la pregunta sobre si los refugiados podrían regresar a sus hogares de 1948 era previsible: el 95% de los encuestados se pronunció en contra.

Las opiniones políticas en Israel no han cambiado demasiado tras el asesinato. Si acaso, lo que ha ocurrido es que el clima es ahora más "tribal" que nunca. Zeevi, tras su muerte, se ha hecho con un lugar en el centro de la escena política israelí. Esto es mucho más de lo que podíamos haber esperado cuando aún estaba con vida. Personajes de todo el espectro político acudieron a su funeral, y no todos lo hicieron porque se vieran en la obligación de hacerlo.

Zeevi, conocido como "Gandhi", no era el típico extremista judío, un excéntrico norteamericano que se hubiera trasladado a Cisjordania en buscar de sus raíces ni a buscar la aventura en tierras de pioneros. Zeevi procedía de la misma hornada de la que salieron Rabin, Sharon, Rafael Eitan y Moshe Dayan. Zeevi es un producto de la guerra de 1948: luchó en el Palmach, la rama paramilitar de la Haganah. Era, pues, un personaje corriente. La expulsión de palestinos de 1948 se convirtió en una constante en su pensamiento político. De hecho, Zeevi presumía de que él había permanecido fiel a dicho principio, mucho más que sus compañeros de armas, como por ejemplo Rabin. Zeevi se sentía más próximo a los generales que, tras la guerra de 1967, tenían la esperanza de hacerse con "todo Israel", y dio un giro a la derecha en el momento en el que la sociedad israelí se resquebrajó por primera vez a causa de la posibilidad de llegar a un acuerdo de paz que terminaría con la retirada de los Territorios Ocupados.

Tales diferencias, sin embargo, no acabaron con el lazo afectivo que unía a Zeevi con sus antiguos camaradas. En 1974, Rabin lo nombró consejero gubernamental en temas de anti-terrorismo. Después de todo, el Palmach era uno de esos "crisoles tribales" que tanto se encomiaban en los cuentos de héroes israelíes. Su progenie, sin tener en cuenta la filiación política que cada uno de sus miembros adoptara más tarde, seguía unida por su laicismo, su veneración por la fuerza física, la arrogancia, el amor a la vida, las fiestas escandalosas, las canciones de "pandilla" y el "hablar claro", así como por su rechazo a la ostentación y el brillo. Los denominados Palmachnik eran el modelo de toda una generación de soldados israelíes y tuvieron una profunda influencia sobre la vida social y cultural israelí anterior a 1967.

A pesar de que Zeevi se había convertido en un símbolo de la ultraderecha israelí, tras su muerte volvió a ser un Palmachnik. Los amigos que siguen vivos tras su muerte aparecieron todos juntos ante las cámaras de televisión israelíes envueltos en cantos fúnebres militares. Además, como Zeevi cayó tiroteado por balas palestinas (casi como en una batalla) sus envejecidos colegas volvieron a él como camaradas de armas.

Junto con los viejos símbolos del movimiento laborista israelí (la Haganah) se veían desfilar a los ejércitos de colonos israelíes y gente que apoya a los partidos religiosos y de ultraderecha. Zeevi, líder de un partido de ultraderecha, era un fanático sionista laico; pero para los colonos ultra-religiosos, le gustase o no a Zeevi, él era el portador de un mensaje religioso, un mensaje que decía que su obligación, la de los colonos, era la de ocupar la "tierra de Israel".

Zeevi era, de hecho, conocido por su conocimiento enciclopédico sobre la "Tierra de Israel", lo cual había hecho que el presidente del Consejo Municipal de Tel Aviv lo nombrase director del Museo de Eretz Israel antes incluso de que Zeevi se convirtiera en miembro del parlamento. Tras su muerte, el sentimiento tribal israelí le ensalzó como historiador y experto académico, entre otras virtudes. Sea como fuere de vasta su sabiduría, Zeevi no era un académico sino un fanático sionista que creía que hacer turismo por su país, memorizando los nombres hebreos de los lugares visitados e inspeccionando las antigüedades era una obligación patriótica. Como tal, Zeevi era muy selectivo y sin lugar a dudas muy imaginativo en cuanto a la información que recopilaba. Tras su muerte, su brusquedad se transformó en humildad, su rudeza en rectitud, su extremismo "en amor por la tierra de Israel", y su racismo, en patriotismo.

Pero ni durante los actos funerarios ni durante la triste enumeración de las virtudes del fallecido (en lo que ha sido la construcción de un nuevo símbolo para el impulso que los colonos israelíes necesitan en su conflicto con los palestinos como habitantes nativos de este país), nadie, ni siquiera la gente de la izquierda sionista, mencionó lo que Zeevi realmente defendía. Zeevi era un racista anti-árabe que creía que la expulsión de los árabes de su propios país era la única solución posible al conflicto. Zeevi era un defensor a ultranza de la utilización de la fuerza para conseguir este objetivo.

Con la muerte de Zeevi, los márgenes de la política israelí se han reencontrado con el centro, la diversidad cultural se ha convertido en ramas de la cultura colona, las diversas tendencias políticas han vuelto al vientre tribal, y quienes apoyaban la solución propuesta por Zeevi después de 1967 de expulsar a los árabes se han unido con quienes ejecutaron la expulsión de 1948. El clima, pues, es el ideal para que Sharon prosiga con su política de terror contra los palestinos en Belén, Beit Jalaa, Tulkarem y Ramallah.