Increíble
Azmi Bishara *
Al-Aharam Weekly, núm. 596, semana del 23-31 julio, 2002
Traducción: Beatriz Morales, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
'La crítica al actual
estado de colapso debe extenderse más allá de los
reproches y del encontrar defectos. Lo que se necesita no es
una reforma del 'proceso de reforma', sino una estrategia de
resistencia y para crear las instituciones necesarias para tal
fin. [...] Se necesita la reconstrucción del movimiento
de resistencia palestino como un movimiento resueltamente establecido
contra el apartheid
colonialista israelí y el palmario separatismo y racismo
que encarna'.
La actual cultura política palestina se encuentra en
un estado de decadencia sin precedentes, cuyas manifestaciones
más significativas son la ausencia de un movimiento de
liberación nacional, aunque sea formal, y la ausencia
de una clara jerarquía y cadena de mando en una Autoridad
Palestina (AP) sitiada por la ocupación israelí.
Israel ha estado trabajando sistemática y persistentemente
para hacer que la AP caiga como un fruto demasiado maduro, marchito
incluso, sin tener que expulsar o matar a los símbolos
de la AP, o a su dirigente.
Sin embargo, esto no significa que Israel haya prescindido
de la necesidad de algún tipo de AP. Al contrario, necesita
dicha autoridad para negociar una solución permanente,
o provisional, o cuanto menos, lo que Israel entiende por semejante
solución. Así pues, Israel necesita algún
tipo de estructura palestina para trabajar con ella; si hubiera
querido el caos, habría actuado de una manera totalmente
diferente. La reciente incursión israelí [contra
Gaza] tiene unos objetivos políticos específicos
relacionados con las recientes declaraciones políticas
de presidente de EEUU, George W. Bush, y, lo que es más
importante, con la interpretación israelí de estas
declaraciones [1]. Más importante porque la interpretación
israelí es, de hecho, más importante que las declaraciones
mismas.
Una prolongada fase provisional
La idea de Sharon de un acuerdo trata de evitar los problemas
del estatuto-final definidos en Oslo. Sin embargo, Sharon también
sabe que no puede sustituir la solución de Oslo por una
fórmula propia impuesta a árabes y palestinos.
Es consciente de que esto no se podrá lograr en lo que
le queda de vida y, por lo tanto, se propone una prolongada fase
provisional -más larga que los tres años mencionados
en el discurso de Bush-, tras la cual pueden comenzar la negociaciones
para la solución permanente con nuevos dirigentes palestinos
modelados en el molde del "Estado adecuado y el hombre adecuado
para el momento adecuado". Los dirigentes se habrán
acomodado a sí mismos a la noción de un Estado
palestino provisional en el 40% de Cisjordania sin que haya que
desmantelar un solo asentamiento israelí.
¿Quién rechazaría semejante Estado? O,
más precisamente, ¿quién rechazaría
dirigir un Estado de este tipo con las bendiciones de Washington?
Para aquellos cuyas almas han sido derrotadas, lo que cuenta
no son las dimensiones del Estado; es, más bien, el criterio
de Washington. Por consiguiente, los dirigentes de tal Estado
deben compartir el realismo de Sharon, adecuándose
a la forma y tamaño del Estado señalado para ellos.
En ausencia de elementos disuasorios y de un movimiento de
liberación nacional fuerte, el actual bloqueo israelí
a una AP dirigida por Arafat garantizará que la AP se
marchita bajo los azotes de los realistas, que desprecian
a cualquiera que hable de la moralidad de la situación,
de ética o de algún principio que ellos tilden
de ingenuo. Estos realistas han conseguido prostituir
todo y ridiculizan todo excepto el pragmatismo, que a estas alturas
significa ser gobernado por una única ley que se resume
en "estar de acuerdo con todo lo que diga Washington".
El principal aspecto de la crisis moral en la política
palestina es que el escenario de la lucha de liberación
nacional y la resistencia ha sido dejado abierto a quienes con
el cierre de todas las avenidas de la esperanza han perdido cualquier
sentido del significado de la vida y en su lugar buscan un significado
en la muerte. El aspecto más visible de esta ausencia
de compás moral, así como de una empresa nacional
y de estrategia de resistencia, es que los jóvenes se
están haciendo saltar en pedazos a sí mismos, en
vez de vivir y de experimentar la vida, para hacer que los israelíes
"paguen caro" , sin tener en cuenta las consecuencias
políticas.
El otro aspecto de la decadencia palestina es la manera como
se está llevando a cabo la lucha de poder actual bajo
la ocupación, y la afectada forma en que la gente habla
de tomar posiciones en un indeterminadamente provisional Estado
palestino recortado de la imaginación de Sharon y adoptado
por Bush. Así, mientras estos individuos rivalizan por
sus posicione personales en vez de resistir a la ocupación,
y transmiten consejos a Washington, que está incluso más
deseoso de entrar en consultas sobre los medios más productivos
para la reforma, otros se están haciendo saltar
en pedazos a sí mismos en expresiones de una ira raramente
vista en la historia.
En estas condiciones, no basta con firmar peticiones protestando
contra estas operaciones suicidas cuando la única alternativa
que tienen los palestinos es dar la bienvenida a las propuestas
de Bush y participar en reformas cuyos frutos serán
recogidos por personas que están, ellas mismas, más
allá de reforma.
Las cosas han llegado ahora al punto en el que un individuo
que una vez denunció a personas del círculo de
Arafat por expresar opiniones contrarias o por competir con él
por las buenas relaciones con Arafat, discrepa ahora con Arafat
para dar coba a EEUU o a Israel. Sin embargo, exactamente igual
de interesantes son los defensores incondicionales de Arafat
ante cualquier árabe o, especialmente, ante cualquier
palestino que ose criticarlo, basándose en que una desfachatez
de este tipo no es más que un intento de eclipsar al líder.
Hoy vemos que algunos de esos compinches de Arafat critican
el discurso de Bush porque les ha obligado a apoyar al
presidente palestino. Hablan como si hasta ahora se hubieran
pasado toda su vida discrepando con Arafat, en vez de lo cual
en realidad se han pasado toda la vida congraciándose
con Arafat, durante todas las horas de su vida profesional. Fíjense,
además, en el uso del término obligado.
Lo que significa es que mientras estas personas posan como defensores
de Arafat, de hecho lo que están diciendo es "estoy
dispuesto a conspirar contra él, pero me veo obligado
a defenderlo", haciendo reproches a Washington en público
y a Israel, o al menos al Partido Laborista israelí, en
privado por ponerlos en esa situación tan embarazosa.
No ser indulgentes
No debemos ser indulgentes en nuestro opinión del oportunismo
que ha infectado a los dirigentes de la AP. Estas personas, que
en alguna ocasión manifestaron su apoyo a la lucha de
liberación nacional, ahora la han abandonado, junto con
la cultura política que se fusionó en torno a ella
en Líbano y en la AP después de Oslo, a favor de
una rebatiña por posición y bases de poder mientras
la ocupación israelí sigue adelante con las últimas
incursiones.
De hecho, el poder ocupante ha puesto su fe en una relación
directamente proporcional entre el rigor de su bloqueo a la AP,
por un lado, y el aumento del oportunismo político y la
prisa por soluciones interesadas al problema del liderazgo, por
otro. Parece haberse puesto a cubierto en ausencia de una estrategia
de un movimiento de liberación nacional palestino capaz
de contener la decadencia y establecer criterios para un liderazgo
basado en la habilidad para dirigir la lucha en sus distintas
dimensiones políticas y organizativas.
No debemos ser indulgentes en nuestra opinión porque
este oportunismo no es simplemente una manifestación del
desgaste que se ha apoderado del movimiento nacional y del aumento
de parasitismo. Más bien es un síntoma del deceso
de ese movimiento antes de haber alcanzado sus objetivos nacionales,
un deceso, además, que ha adquirido la forma de una degeneración
moral que recuerda a la decadencia que acompañó
al ocaso de los imperios, con la excepción de que aquí
no estamos hablando de un imperio, ni siquiera de un Estado,
sino más bien de una torpe entidad bajo ocupación
militar.
Para los críticos de esta situación no basta
con señalar a individuos o con salir con artimañas
irrealizables para "acabar con el impasse",
tales como "Arafat tiene que salir y declarar esto y aquello",
o "Arafat debe convocar elecciones". Tampoco debe consolarse
nadie con los encuentros entre Peres -con el visto bueno de Sharon-
y los ministros palestinos. A Sharon le tiene sin cuidado con
quien se entrevista Peres, mientras no sea Arafat, desde luego.
Lo único que le importa es de qué se habla en esas
entrevistas, temas aceptables incluyendo suministros, medicinas,
comida y pases de viaje, junto con ministerios, el mote
palestino de estos temas.
Después de todo, estos ministerios, como operan bajo
la ocupación, no son en efecto más que formas de
gobierno municipal obligado a coordinarse con el "lado israelí"
-eufemismo actual para las fuerzas de ocupación. Lo que
a Sharon le importa es que todos los contactos entre palestinos
e israelíes se mantengan lo más al margen posible
de lo político hasta que empiecen las negociaciones sobre
un Estado palestino confeccionado según las condiciones
de Israel. Parece que Sharon y Washington están decididos
a inferir a Arafat la maldición de Dios a Moisés,
condenándolo a llevar a su pueblo por el desierto durante
cuarenta años, sin haber sido nunca capaz de cruzar a
Canaán y la tierra prometida.
Sin embargo, la crítica al actual estado de colapso
debe extenderse más allá de los reproches y del
encontrar defectos. Lo que se necesita no es una reforma del
"proceso de reforma", sino una estrategia de resistencia
y para crear las instituciones necesarias para tal fin. Es dudoso
que esto sea posible cambiando la descripción de las tareas
de la AP o apuntando a sus funcionarios en cursos de formación
internos para que adquieran habilidades de lucha-contra-la-ocupación.
Siempre habrá necesidad de instituciones efectivas para
ocuparse de los asuntos cotidianos de la gente, e indudablemente
estas instituciones necesitan ser reformadas. Sin embargo, se
necesita algo más para remediar la actual crisis palestina:
se necesita la reconstrucción del movimiento de resistencia
palestino como un movimiento resueltamente establecido contra
el apartheid colonialista israelí y el palmario
separatismo y racismo que encarna.
La tarea, por su parte, requiere un modo democrático
de pensar la política que esté lo más lejos
posible del modo solipsista y oportunista de pensar que prevalece
actualmente en las instituciones políticas palestinas
y que espera la salvación que las medidas internacionales,
y específicamente, norteamericanos, supuestamente van
a traer. Este último modo de pensar no tiene nada que
ver con ninguna de las formas de lucha nacional o de resistencia,
a pesar de que esta lucha nacional y resistencia es una opción
realista, dado que sus requisitos existen en la sociedad palestina,
con sus provisiones de valor, dedicación y pericia, y
con su diariamente demostrada buena disposición a la lucha
y el sacrificio.
Mientras tanto, entre las filas de los dirigentes de la AP
la cuestión de esperar la salvación de fuera ha
llegado a unas cimas tan absurdas que las mismas personas que
eran el objetivo del discurso de Bush han aplaudido ese discurso
y lo han considerado positivo. Y la lucha por el poder dentro
de la AP, incluso bajo la continua ocupación, ha alcanzado
un nivel tal de absurdo que basta que, tan pronto como se levanta
el toque de queda y las manifestaciones se echan a la calle,
el simple lanzamiento de una piedra contra los tanques israelíes
sirva para expresar el apoyo u la oposición a esta o aquella
convocatoria o a este o aquel decreto presidencial. Lo que está
ocurriendo en Palestina es imposible de creer especialmente en
vista de la heroica firmeza del pueblo palestino ante la ocupación
israelí.
Aquí radica la condición previa para la acción
en el mundo árabe. Está muy bien desear que la
gente se eche a la calle para protestar, pero dígannos
primero cuál es su plataforma para la lucha. La gente
no luchará si no tiene esperanza y un horizonte al que
mirar. Al mismo tiempo, es imposible regular la postura oficial
árabe si los palestinos no tienen claro qué es
lo que quieren ellos mismos, o están obsesionados, como
lo están muchos regímenes árabes, con pretextos
inventados para acomodarse a lo que Bush dijo en su reciente
discurso.
Nota de CSCAweb:
1. Véase en CSCAweb:
Discurso
íntegro de George W. Bush sobre Oriente Medio
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