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Ataque, usurpación o manipulación: la ofensiva sionista contra los feminismos

Martes 12 de marzo de 2024

Si el sionismo señala a los feminismos como antagonista, al tiempo que intenta parasitar su lucha, es porque es consciente de que la lucha feminista es uno de sus más claros oponentes.

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El bloque antirracista pro-palestina en el 8M 2024 de Granada SUSANA SARRIÓN

Sarah Babiker 11 MAR 2024 El Salto

Llegó el Ramadán e Israel sigue implacable su exterminio contra el pueblo palestino. El murmullo impotente sobre un eventual alto al fuego antes de que iniciara esta importante fecha para las personas musulmanas se ha topado una vez más con el ruido de las bombas: fracasadas las negociaciones de la semana pasada en el Cairo, a primera hora de la mañana los muertos bajo fuego israelí ya superaban la decena, mientras, en Jerusalén, el ejército de ocupación impedía a los fieles celebrar el inicio del Ramadán en la mezquita de Al Aqsa.

“En vísperas del mes sagrado de #Ramadán, deseamos a los musulmanes de Israel y de todo el mundo un Ramadán Kareem”, posteaba la cuenta oficial de X de Israel, en la víspera de la celebración. Mientras, las personas asesinadas por la ofensiva israelí ya se acercan a las 31.000, según el Ministro de Salud de Gaza, y son más de 72.500 las heridas, y el mes de ayuno arranca en el marco de una hambruna sin precedentes, ideada y perpetrada por el estado sionista, que lleva meses bloqueando la entrada de alimentos a Gaza, y ha atacado en diversas ocasiones a la gente que intentaba hacerse con provisiones.

El tweet sobre el Ramadán interrumpe, tras 10 días, una campaña diaria en las redes sobre las mujeres israelíes, con la excusa del día internacional de las mujeres, bajo los hashtag #InternationalWomenDay y #WomenHistoryMonth. A veces, cuando la narrativa sionista irrumpe en mis pantallas de la mano de bien financiados algoritmos, imagino un departamento en los servicios de propaganda israelíes llamado genocidio violeta. En mi visualización, la sección se ubica en una oficina sofisticada, moderna y altamente tecnológica, como es el abismo de nuestros tiempos. Allí, un grupo nutrido de incels, señoras supremacistas, y algún que otro general del ejército de ocupación, dibujan estrategias sobre una pizarra blanca con rotus fluorescentes que oscilan del purple washing, al antifeminismo propio de la derecha global.

Quizás el departamento genocidio violeta no exista en realidad, pero lo que es visible es que desde el pasado 7 de octubre se ha dado un cambio de paradigma en la estrategia israelí para secuestrar los feminismos a su favor o acusarlos de complicidad con el terrorismo, según se tercie. Hasta aquella fecha, en la narrativa israelí, las mujeres víctimas de los hombres palestinos, eran las otras, las palestinas. Las mujeres sujetas a la ocupación sionista tenían dos lugares en la cruzada deshumanizadora de Israel. Por un lado se las reducía a víctimas: seres sin agencia, no sujetos, meros objetos de la opresión bárbara de los hombres palestinos, la demostración encarnada de que hay que preservar a “nuestras mujeres” de los incivilizados.

Por otro lado se las oprimía y violentaba de las mismas maneras que a los hombres, con la violencia cotidiana, arbitraria y expresiva de un régimen de apartheid, pero también de manera específica como mujeres, a través de la violencia sexual, o la humillación basada en el género. ¿Cómo no iba a ser así? ¿Qué es la ocupación que vive el pueblo palestino si no una forma extrema de dominio sobre las vidas otras?, ¿qué manera más común de expresar dominio que a través de la violencia contra las mujeres?

En esa pizarra imaginaria donde los propagandistas israelíes dibujan su estrategia para usurpar los feminismos, imagino dos citas rodeadas efusivamente con un rotulador rojo: el 25 de noviembre y el 8 de marzo. Y es que, como en el caso del Ramadán, mientras Israel somete al pueblo palestino a una de las matanzas más rápidas y eficaces de la historia, no pierde de vista el calendario.

1) Las fechas: “Este mes, en el que millones de personas de todo el mundo celebran el Día Internacional de la Mujer, rendimos homenaje a las heroínas israelíes cuya valentía y resistencia, el 7 de octubre y después, han inspirado a toda una nación”. La cuenta oficial del Estado de Israel, lleva desde inicios de marzo repitiendo este post, mientras relata historias personales de las víctimas israelíes de aquel ataque, señala a Naciones Unidas y los feminismos por ignorar la violencia sexual cometida aquel día, y ensalza a mujeres en lugares prominentes del poder, como al frente del ejército de ocupación.

A su favor, el relato del departamento de supremacistas morados contaba el 4 de marzo con la presentación de un informe, por parte de la Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas sobre Violencia Sexual en conflictos, Pramila Patten, en el que se apuntaban la existencia de “información clara y convincente” que confirmaría la comisión de actos de violencia sexual contra mujeres israelíes el 7 de octubre, y contra las prisioneras cautivas de Hamás.

El equipo de Patten, invitado por el gobierno israelí, habría basado sus conclusiones en largas horas de conversaciones con instituciones de este país, testigos del 7 de octubre, y el visionado de fotografías y vídeos proporcionados por las autoridades sionistas, sin haber realizado una investigación propia, ni haber conseguido hablar con supervivientes de los actos de violencia sexual señalados. También recibían información sobre violencia sexual cometida en Cisjordania y las cárceles israelíes contra las personas palestinas.

Más allá de la condena contra la violencia sexual, venga de dónde venga, Israel utilizó el informe como excusa para defender su marco. “¿Entenderá la ONU que el alto el fuego significa abandonar a estas mujeres en manos de los monstruos sexualmente abusivos de Hamás? Tal vez finalmente comprenda que la ONU se convirtió en colaboradora de violadores desviados. Repito: cada llamado a un alto el fuego sólo le da a Hamás luz verde para continuar violando y abusando”, afirmaba horas después el embajador israelí ante Naciones Unidas, Gilad Erdan, en un debate sobre el veto estadounidense al alto el fuego en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El diplomático, que enmarcaba sus críticas en la proximidad del 8m, no recordó sin embargo que la propia Pattern incluía entre sus recomendaciones el establecimiento de un alto al fuego.

Como con los feminismos, Israel usa a Naciones Unidas, como apoyo a sus marcos, o antagonista al que atacar, según le convenga. Mientras mantiene que la UNRWA está financiada por Hamás, o que la ONU en general tiene un sesgo anti-israelí, se sirve del informe de Pattern para reforzar su marco: la violencia sexual contra sus mujeres justifican su propósito explícito de aniquilar Hamás, aunque tenga que arrasar Gaza para ello. Fueron también expertas de Naciones Unidas las que señalaban el pasado febrero informes creíbles sobre violencia sexual sistemática cometida contra mujeres palestinas por parte de soldados israelíes, por lo que según esa lógica, las milicias de resistencia estarían avaladas para castigar a toda la ciudadanía de la potencia ocupante. Pero las lógicas supremacistas siempre son asimétricas.

El relato post 7 de octubre israelí de miles de mujeres violadas —una masividad que el informe de Pattern descarta, desvelando que algunos de los casos más difundidos por la prensa israelí eran falsos— implica un poderoso subtexto: los palestinos no quieren su autodeterminación, ni plantean resistencia frente a la ocupación, ni aspiran a un estado propio. Como bárbaros solo destruyen, como bárbaros solo quieren muerte sin más. Su objetivo es violar a nuestras mujeres. Nuestras mujeres jóvenes, blancas y objeto de deseo.

Volviendo a las fechas notorias, en torno al 25 de noviembre Israel lanzó una campaña para que “se creyera a las mujeres israelíes”. Relatos y ficcionalizaciones protagonizadas por mujeres jóvenes y blancas exponían al mismo tiempo las presuntas violaciones bárbaras y salvajes cometidas por los terroristas y la hipocresía de Naciones Unidas y el feminismo internacional. Semanas después se publicaría un amplio reportaje en el New York Times sobre el uso de violencia sexual el 7 de octubre por parte de Hamás. Un reportaje que, hoy se sabe, fue realizado por una redactora sin experiencia como periodista pero sí con cierta trayectoria como colaboradora con la inteligencia israelí. Después de mucho investigar sin conseguir información clara que demostrara su tesis, la intrépida reportera (que en sus ratos libres daba like a tweets a favor del genocidio) consiguió finalmente reconstruir tres historias de bárbaras y salvajes violaciones, presentando un relato humano de sus víctimas, pero sin pruebas, como se reveló posteriormente. Pero hasta entonces, y quizás aún para muchos, estas historias constituyen la evidencia necesaria de que el pueblo palestino se merece el castigo infringido por Israel.

2) Violencia patriarcal- colonial. Los supremacistas morados agitan la violencia contra las mujeres israelíes mientras invisibilizan la que ellos mismos cometen con las mujeres palestinas. Una violencia histórica, con el sello de la impunidad colonial, destinada a doblegar al pueblo ocupado. Una violencia que necesitan ocultar —no en vano enmarcaron como “odio contra Israel” al informe de las expertas de Naciones Unidas antes citado— pues no pueden admitir que ellos también cometen violencia sexual contra las mujeres palestinas, primero porque ellos son los civilizados, segundo porque las mujeres palestinas no son mujeres, ¿cómo va a mancharse un blanco y moderno soldado israelí con un ser velado y sumiso?

No solo la violencia sexual: las detenciones arbitrarias, la violencia contra las mujeres gestantes, privadas de cualquier seguimiento mediante la calculada destrucción del sistema sanitario palestino, obligadas a parir entre las ruinas, bebés cuyos cuerpos desnutridos no podrán alimentar, forman parte de la cruzada sionista contra las palestinas. Humilladas, obligadas a desnudarse, privadas de productos de higiene menstrual, tanto si están detenidas, como si viven encarceladas en el campo de concentración y aniquilación en el que se ha convertido Gaza, las palestinas son victimizadas cotidianamente por el mismo Estado que tuitea enardecido con ocasión del día internacional de las mujeres.

3) Sexualización de las mujeres israelíes. Mientras el departamento de manipulación de los feminismos de la maquinaria propagandística israelí construye el imaginario de bárbaro violador palestino, y el de las mujeres palestinas, como seres sin agencia, sin atractivo, y sin deseabilidad, genera otro imaginario sobre sus propias mujeres que no es precisamente feminista: Presentadas a veces como pobres muchachas en peligro que han de ser rescatadas, y otras como una especie de icono sexy del militarismo.

Así, el estado sionisa es acusado de hacer thirst trap con sus soldadas. Exhibiendo jóvenes en uniforme militar con los lenguajes y modos de atractivas influencers, Israel intentaría atraer para sí la simpatía a través del deseo erótico suscitado por jóvenes como a las que desoyó antes del 7 de octubre, cuando las veinteañeras encargadas de vigilar la actividad en la Franja alertaron de que las milicias palestinas estarían ensayando algún tipo de ofensiva, en vista de las maniobras que estaban desarrollando, avisos que no fueron tenidos en cuenta por las fuerzas de ocupación. La sexualización de las soldados israelíes no es solo una imagen proyectada hacia afuera, los índices de acoso y violencia sexual en el seno del ejército sionista han sido más de una vez objeto de denuncia.

4) Los feminismos son Hamás. Esta interesante tesis viene siendo defendida en las redes sociales por parte de mujeres sionistas que se llevan las manos a la cabeza (tal vez de manera sincera, es decir, tal vez creyendo realmente lo que dicen), señalando cómo el feminismo woke apoya al terrorismo, o que Israel es el único estado en la región donde las mujeres están seguras. La batalla sionista contra las organizaciones feministas que no estarían denunciando suficientemente la violencia sexual cometida contra las mujeres israelís, ha tenido sus cuotas más altas de visibilización en Francia.

Ya el 25 de noviembre una columna de 200 personas, algunas con banderas israelíes, denunciaban haber sido excluídas de las marchas por grupos pro-palestinos. El bloque quería: “llevar la voz de las víctimas israelíes de Hamás y denunciar el silencio ensordecedor de los grupos feministas”, según afirmaban ante la prensa francesa. Es sus carteles, además de la denuncia de la violencia sexual, figuraban dos tesis fundamentales para el relato israelí: “Me too, a no ser que seas judía”, y “Feministas, vuestro silencio os hace cómplices”. Mientras, las organizadoras de la marcha denunciaban el intento de instrumentalizar la lucha contra las violencias machistas, y la infiltración de grupos de extrema derecha entre las filas sionistas.

El pulso volvería a darse el pasado 8m, cuando el colectivo Nous Vivrons, cuyo objetivo consiste en denunciar específicamente las violencias sexuales cometidas contra las mujeres israelíes el 7 de octubre, consiguió que su participación fuera admitida en la convocatoria, que tenía la denuncia del genocidio como centro. La participación de este colectivo, causó el descontento de grupos feministas de izquierdas junto a la plataforma Urgence Palestine.

Vídeo

El colectivo Nous Vivrons se presentó acompañado por fornidos miembros de la Liga Judía de Defensa, una asociación de extrema derecha sionista, que ejercieron como línea de seguridad, golpeando y atacando a manifestantes que portaban la bandera palestina y se esforzaban por atravesar el grupo, con el fin de boicotear la presencia del sionismo en la marcha. Un intento de boicot calificado como antisemitismo por parte de la prensa francesa, en un marco muy conocido en una Francia donde la amalgama entre críticas a Israel y racismo antijudío ha llevado a la ministra de igualdad a amenazar a las organizaciones feministas críticas con el estado sionista por su presunto antisemitismo.

5) Feminismos contra los genocidios. Si el sionismo señala a los feminismos como antagonista, al tiempo que intenta parasitar su lucha, es porque es consciente de que la lucha feminista es uno de sus más claros oponentes. En primer lugar, porque el colonialismo y supremacismo que informa la lógica de la creación del estado de Israel no se sostiene ante la mirada de los feminismos, curtida en el análisis de los sistemas de opresión, no solo patriarcal, si no también racial y de clase.

Como tradición epistemológica entrenada en visibilizar las estructuras de dominio, una vez superada la miopía blanca y liberal, para los feminismos el estado de Israel queda reflejado como lo que es, una aberración colonial y supremacista. Los feminismos han entendido que la única forma de supervivencia para la ocupación, es la lógica genocida. Lógica que —a 75 años de su fundación y en un contexto favorable de apuesta por la economía militar y de vigilancia en el norte global— Israel está desplegando sin muchas resistencias, para abrir el camino a las violencias del futuro. Por ello, frenar el genocidio y hacer que (todos) sus responsables rindan cuentas, se ha convertido en una prioridad indiscutible.

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