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Opinión

«Agenda 21, ¿merece la pena seguir?»

Sin una propuesta de ordenación urbana diferente y sin la búsqueda efectiva de una movilidad alternativa tiene poco sentido mantener un programa tan ambicioso como el de la Agenda 21

Domingo 9 de mayo de 2004

En 1992, las Naciones Unidas promovieron en Río de Janeiro la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. En su declaración final se recogía un capítulo destinado a la tarea de los municipios para mejorar el medio ambiente global. La iniciativa se conoce como Agenda Local 21. Sus ideas eran sencillas. Había que hacer frente a los problemas derivados del proceso de urbanización en todo el mundo, y la solución debía inspirar las políticas municipales pero, principalmente las de movilidad, urbanismo y uso de los recursos.

El Ayuntamiento eligió un programa razonable de trabajo. Fueron técnicos municipales los encargados de materializar el empeño. Lo señalo porque en otros municipios se ha encargado a la iniciativa privada y, cuando están por ver los beneficios ambientales, los económicos ya están bien amarrados en algunos bolsillos. El proceso contó con una interesante participación ciudadana y el resultado podía considerarse aceptable. El alcalde, Francisco Javier León de la Riva, parecía comprometido con la causa. En la presentación escrita de la Agenda dice con acierto que el desarrollo de la ciudad no puede poner en peligro «el uso futuro de los recursos naturales, ni comprometer el medio ambiente urbano y la calidad de vida»; llama a los vecinos a conseguir que «la agenda no sea del Ayuntamiento sino de la ciudad»; y nos indica dónde debemos poner el énfasis: «Mejorar la calidad de vida en la ciudad tiene que ver con el medio ambiente urbano en general, pero también, en particular, con el urbanismo, la movilidad, los recursos energéticos y naturales, la sanidad ambiental, el desarrollo social sin exclusiones o la seguridad ciudadana ».

No sé hasta qué punto quienes mandaban, y todavía mandan, en la ciudad eran conscientes del reto. Se trataba de romper con las tendencias del modelo occidental de desarrollo urbano y el crecimiento de la ciudad. Tendencias que, como indican los expertos, destruyen los asentamientos tradicionales, generan ineficiencia en el uso de los recursos y del territorio, exigen crecientes dosis de energía, materiales y suelo para provocar una digestión difícil y contaminante.

Cambiar las tendencias es difícil. Exige trabajo y una permanente alerta. Exige, decía el Alcalde, cambios en el urbanismo y en la organización de la movilidad. Uno, sin embargo, tiene la sensación de que a los concejales de esas materias ’lo de la Agenda 21’ les importaba poco. Los cambios del Plan General de Ordenación Urbana se han hecho al margen de los compromisos de la Agenda. Llega el primer balance y el batacazo es espectacular. Sin discusión sobre el grado de cumplimiento de los objetivos, es mejor ver qué ha ocurrido con los asuntos que forman el corazón de un programa alternativo.

El documento de evaluación de los técnicos indica, aun con numerosos eufemismos, que la práctica ha estado muy alejada de la teoría. La adaptación del Plan General es el elemento más decisivo. Extender las edificaciones por todo el término municipal es la peor propuesta de futuro para una ciudad que se reclama a sí misma como sostenible. «La incorporación de los principios de sostenibilidad a las políticas de urbanismo ha sido deficitaria, lo que compromete la consecución de los objetivos generales del programa».

Se detallan fracasos en el diseño de una movilidad alternativa. «El primer objetivo, reducción de la intensidad media diaria del tráfico en un 15% en el centro de la ciudad y mantenimiento en el resto de las vías, presenta un incumplimiento total. Los datos recabados presentan incrementos». La utilización más racional de recursos como el agua y la energía se ha quedado lejos de los objetivos previstos. Las mejoras asociadas a mayor eficiencia tecnológica quedan aplastadas por la expansión urbana y los mayores consumos que comportas

Sin una propuesta de ordenación urbana diferente y sin la búsqueda efectiva de una movilidad alternativa tiene poco sentido mantener un programa tan ambicioso como el de la Agenda 21.


Javier Gutiérrez Hurtado es miembro de Ecologistas en Acción de Valladolid

Fuente: 09-05-2004. El Norte de Castilla