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Memoria ecologista

Crónica de la represión de la manifestación ecologista de 1978 en Valladolid

Convocada sin permiso gubernamental, aglutinó a más de 500 personas, niños incluidos, que fueron duramente dispersadas por la policía

Lunes 4 de mayo de 2015

«Aquella accidentada manifestación ecologista»

Por Enrique Berzal, El Norte de Castilla.

La imagen, impensable y turbadora, la describió Maribel Rodicio en El Norte de Castilla haciendo gala de una ironía fina que maquillaba la denuncia escrita: «Trescientas personas en patines, bicicletas, con flores, globos y peticiones de aire limpio y defensa arquitectónica, fueron disueltas con coches policiales a velocidad peligrosa, amén de palos y otras razones contundentes». Era junio de 1978. Tanto escoció el artículo a las autoridades civiles de entonces, que la policía y el gobernador se apresuraron a insertarlo en un dossier que recababa otras informaciones tachadas igualmente de «tendenciosas». Entre ellas, una «Carta abierta o a la policía o a quien sea» firmada con no menos indignación por el escritor Ramón García Domínguez en «La Hoja del Lunes».

Participantes en la manifestación ecologista. Fuente: Archivo Municipal.

¿Qué había ocurrido para llegar a tales extremos? La respuesta, con fotografía incluida, la encontramos en El Norte de Castilla del 6 de junio de 1978: una manifestación ecologista iniciada en la Plaza de la Universidad al grito de “menos zonas grises, más zonas verdes», «Oa, oa, oa, nucleares a Moncloa», «No al Plan Ribera de Castilla», «Gasolina asesina, bicicletas al poder», «Centrales sí, pero lecheras» y «Yanquis, cabrones, tragaos los neutrones».

Convocada por el Colectivo Ecologista de Valladolid para protestar contra aspectos como la contaminación del río Pisuerga, la modificación urbana del entorno de la iglesia de La Antigua y el Plan Parcial «Ribera de Castilla», que amenazaba con «destruir el único espacio verde de 40.000 habitantes», se celebró el 4 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, y en ella participaron hombres y mujeres de todas las edades, niños incluidos. La ciudad del Pisuerga se erigía también en escenario de ese repunte de los «nuevos movimientos sociales» que vivió el país a partir de 1978.

Lo cierto es que la mayor «amenaza» al orden público que supuso dicha manifestación vallisoletana consistió en montar en bicicleta, repartir flores y globos, llevar paraguas abiertos y vestir llamativos disfraces. Pese a ello, la autoridad competente se basó en la ilegalidad del evento para justificar las desproporcionadas cargas policiales. El Colectivo Ecologista no había pedido permiso para manifestarse porque, según su propio comunicado, «la marcha nos la planteamos con unos objetivos concretos; además de la jornada del Medio Ambiente, estos eran, fundamentalmente, salir de la Antigua para denunciar el atentado urbanístico que se está haciendo y llegar a la Rondilla para apoyar la jornada de lucha y de fiesta por los terrenos del «Plan Ribera de Castilla», y eso legalmente no nos lo iban a permitir.»

Instantánea de los manifestantes disueltos por la policía. Fuente: Archivo Municipal.

En efecto. La manifestación, que no contaba con permiso legal, salió a las 12 de la mañana de la Plaza de la Universidad en dirección a la calle de López Gómez. Las primeras cargas policiales acontecieron en la Plaza de España, donde se percibieron escenas tan increíbles como la de varios policías explotando globos, jóvenes oponiendo flores a las porras o miembros de las fuerzas de orden público arremetiendo contra bicicletas.

Hubo nuevas cargas en la Plaza Mayor, en el barrio de la Rondilla y en las cercanías del Hospital Clínico, donde se vivieron las escenas más violentas. No faltaron algunas detenciones y requisas de cámaras fotográficas. «En la manifestación iban niños, algunos muy pequeños. Y su presencia, en la víspera del Ola Mundial del Medio Ambiente, tenía razón de ser. Necesitamos zonas verdes para todos pero fundamentalmente para nuestros niños. Es para ellos, a los que cada vez les ponemos las cosas más difíciles, para los que exigimos aire limpio, ríos de agua clara, alimentos naturales en los que no entre la química ni la radioactividad nuclear. Pero a pesar de los niños, la Policía cargó violentamente contra la manifestación», denunciaba Maribel Rodicio en el periódico.

El gobierno civil tomó buena nota de la protesta periodística y quiso salir al paso de las acusaciones explicando, en nota oficial de prensa, que la manifestación ecologista no contaba con permiso oficial y que era, por tanto, ilegal. A su vez, la Jefatura Superior de Policía aseguraba en un informe interno que los manifestantes, en número aproximado de 500, fueron disueltos por la Policía Armada cuando interrumpieron el tráfico en la calle López Gómez, «sin que su intervención produjera ningún tipo de violencia ni lesiones contra las personas».

Protesta ecologista, con pancarta incluida. Fuente: Archivo Municipal.

Pero esa no parecía haber sido la realidad. Así lo denunciaba Ramón García Domínguez en el artículo de «La Hoja del Lunes» que obra en el dossier policial: «El atropello organizado por la fuerza pública atenta contra todos los derechos ciudadanos y contra el mínimo respeto que estos se merecen. (…) Cuando más de trescientas personas (…) discurríamos PACÍFICAMENTE por López Gómez y entrábamos en la Plaza de España, varios jeeps y coches patrulla de la policía irrumpieron por detrás a toda velocidad. (…) Yo, que llevaba a mi hija de cuatro años en hombros y a mi hijo de seis cogido de la mano, hube de lanzarme en el interior del jardincillo de la Plaza de España, mientras mis dos hijos gritaban aterrorizados.

Desde ese momento, llevar una flor o una bicicleta por la ciudad, era un delito suficiente para que los coches patrulla se detuviesen y la emprendiesen con los portadores. Desde mi propia casa, terminado ya todo, vi cómo la dotación de un jeep aporreaba impunemente a un inocente ciclista que deambulaba tranquilamente por la calle Paraíso».

Incluso el editorial de El Norte de Castilla del 11 de junio, dedicado a hacer balance del Día Mundial del Medio Ambiente, no tuvo empacho en denunciar cómo «en nuestra ciudad, la Policía disolvió expeditivamente una manifestación cuya peligrosidad no se nos alcanza, aunque no se hubiera pedido autorización para ella», al tiempo que reclamaba «un verdadero amor de los españoles al campo y a la Naturaleza, salvo si por eso se entienden las excursiones domingueras con el televisor portátil y el amontonamiento de los restos de la comida y de los recipientes y desechos de las meriendas campestres. Está por nacer algún tipo de coordinación entre los vanos organismos que oficialmente dicen velar por la ecología, y está por ver algún tipo de su efectividad frente a los poderes del dinero y de los privilegios de los poderosos».

Agradecemos a Enrique Berzal la publicación de este artículo.


Fuente: Texto: Enrique Berzal, Fotografías, El Norte de Castilla, 03-05-2015.