Una vía de sentido
único
Edward Said*
Al-Ahram Weekly Online, semana 11-17 de julio de 2002, núm. 594
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
'La propaganda israelí,
el desprecio estadounidense hacia los árabes, y la incapacidad
árabe y palestina para formular y representar los intereses
de sus pueblos han conducido a una enorme deshumanización
de los palestinos, cuyas enormes dosis de sufrimiento experimentado
día a día, hora a hora, minuto a minuto, ya no
merecen consideración alguna. Es como si los palestinos
hubiesen dejado de existir, excepto cuando alguien lleva a cabo
una acción terrorista; entonces, todo el aparato mediático
del planeta se pone en marcha y, arrojando sobre ellos el término
"terrorista" en términos generalizadores, asfixia
la existencia de los palestinos en tanto que individuos que sienten
y respiran, gente con una Historia y una sociedad verdaderas'
Aún conociendo los ínfimos niveles de calidad
de sus discursos anteriores, el pronunciado el pasado 24 de junio
por George Bush para todo el mundo sobre Oriente Medio [1]
fue un sorprendente ejemplo de cómo hoy por hoy la
política exterior estadounidense se sienta a horcajadas
sobre una execrable combinación de ideas confusas, palabras
carentes de cualquier significación real en el mundo de
los vivos, interdictos sermonarios y racistas contra los palestinos,
y una increíble y engañosa ceguera, sin olvidar
la realidad de la continuada invasión y conquista israelí
contraria a todas las leyes válidas en tiempos de guerra
y paz; todo ello envuelto en el tono autosuficiente propio de
un juez ignorante, estirado, y apegado a la moralina que se hubiera
arrogado para sí privilegios propios de la divinidad.
Y todo esto -debemos recordarlo-, viene de un hombre que prácticamente
robó unas elecciones que no había ganado y entre
cuyos logros como gobernador de Texas se incluyen los peores
niveles de contaminación, una corrupción escandalosa,
y las tasas más altas de encarcelamiento y condenas a
muerte en todo el mundo. De manera que este señor, dudosamente
dotado de virtud alguna salvo la de perseguir ciegamente el dinero
y el poder, tiene la capacidad de condenar a los palestinos a
sufrir no solamente los delicados actos de compasión de
un criminal de guerra como Sharon, sino las calamitosas consecuencias
de sus propias palabras de condena, vacías de significado.
Rodeado por tres de los políticos más venales del
mundo entero (Powell, Rumsfeld y Rice), Bush pronunció
su discurso a trompicones, como correspondería a la elocución
de un estudiante mediocre, y permitiendo así que Sharon
mate o hiera a muchos más palestinos en el contexto de
una ocupación militar ilegal sancionada con el apoyo de
EEUU.
No se trata únicamente de que el discurso de Bush careciese
de cualquier conocimiento histórico sobre el alcance de
lo que estaba proponiendo, sino de que su capacidad para hacer
todavía más daño si cabe fuese tan enorme.
Parecía como si hubiese sido el propio Sharon quien escribió
el discurso, amalgamando la desproporcionada obsesión
estadounidense con el terrorismo con la determinación
de Sharon de eliminar toda forma de vida nacional palestina bajo
la rúbrica del terrorismo y la supremacía judía
sobre "la tierra de Israel". Para el resto, las superficiales
concesiones de Bush relativas a un Estado palestino provisional
(sea lo que sea... ¿o quizás se trata de algo
así como un embarazo provisional?) y sus referencias
casuales acerca de cómo aliviar las dificultades a las
que se enfrentan los palestinos en su vida diaria no han añadido
nada que pudiese garantizar la amplia y positiva reacción
(e incluso me atrevería a decir que cómica) de
los líderes árabes, con Yaser Arafat a la cabeza
del pelotón, a menos en lo que a entusiasmo se refiere.
Del desafío al sometimiento
árabe
Las relaciones árabes y palestinas con EEUU desarrolladas
a lo largo de los últimos 50 años han terminado
en el cubo de la basura, sólo para que Bush y sus consejeros
pudieran convencerse a sí mismo y a parte del electorado
de que se han embarcado en una misión divina para exterminar
el terrorismo; lo cual básicamente significa eliminar
a todos los enemigos de Israel. Un rápido vistazo a esos
50 años nos muestra que ni las actitudes árabes
desafiantes ni las más sumisas han provocado cambio alguno
en la percepción estadounidense de sus intereses en Oriente
Medio, que en lo esencial siguen siendo el abastecimiento rápido
y barato de petróleo y la protección de Israel
como los dos aspectos esenciales de su dominio en la región.
De Abdel-Nasser a Bachar, de Abdullah a Mubarak, la política
árabe ha dado no obstante un giro de 180 grados, para
llegar más o menos a los mismos resultados. Primero hubo
un desafiante alineamiento árabe en los años posteriores
a la independencia inspirado por la filosofía antiimperialista
y contrario a la filosofía de la guerra fría, en
la época de Bandung y el naserismo. Eso se acabó
catastróficamente en 1967.
De ahí en adelante, el giro liderado por el Egipto
de Sadat trajo consigo una etapa de cooperación entre
EEUU y los árabes sobre el absolutamente engañoso
principio de que EEUU tenía en sus manos el 99 por ciento
de las cartas de la baraja. Lo que quedaba en pie de la cooperación
interárabe fue diluyéndose poco a poco a partir
de su punto culminante -la guerra de 1973 y el embargo de petróleo-
hasta llegar a una guerra fría que ha enfrentado a unos
Estados árabes contra otros. En ocasiones, como ha ocurrido
con Kuwait y Líbano, los Estado débiles y pequeños
se han convertido en campo de batalla, pero a todos los efectos
la mentalidad oficial del sistema estatal árabe ha pensado
exclusivamente en términos de EEUU como pivote alrededor
del cual gira la política árabe. Con la última
Guerra del Golfo (otra ya se avecina) y el fin de la guerra fría,
EEUU quedó como único superpoder. Lo cual, en lugar
de motivar una reevaluación radical de la política
árabe, llevó a varios Estados a abrazar de manera
aún más individualista o quizás bilateral
sus relaciones con EEUU, cuya reacción consistió,
de hecho, en hacer caso omiso. Las cumbres árabes se convirtieron
en ocasiones en las que cada vez se ofrecían menos posicionamientos
creíbles y sí más merecedores de un desprecio
irrisorio. Muy pronto, los políticos estadounidenses se
dieron cuenta de que los líderes árabes apenas
representaban a sus países y muchísimo menos al
mundo árabe en general; además, no había
que ser un genio para señalar que los diversos acuerdos
bilaterales firmados entre los líderes árabes y
EEUU eran más importantes para la seguridad de sus respectivos
regímenes que para EEUU. Eso, por no mencionar las frívolas
envidias y enemistades que prácticamente han castrado
a los árabes como un poder con el que habría que
contar en el mundo moderno. No sorprende pues que el palestino
de hoy que sufre los horrores de la ocupación israelí
culpe tanto a los árabes como a los israelíes
de su situación.
A comienzos de la década de los ochenta, todo el mundo
árabe estaba dispuesto a vivir en paz con Israel como
medio para asegurarse la fidelidad de EEUU; tomen si no, como
ejemplo, el Plan de Fez de 1982, que estipulaba una paz con Israel
a cambio de una retirada de la totalidad de los territorios ocupados.
La Cumbre Árabe [de Beirut] de marzo de 2002 repitió
el mismo decorado, aunque ha de añadirse que esta vez
lo hizo como farsa y con el mismo e insignificante efecto. Es
precisamente desde hace dos décadas que la política
estadounidense sobre Palestina cambió por completo, y
a peor. Tal y como recuerda Kathleen Christison, analista de
rango superior de la CIA, en un excelente estudio publicado en
Counterpunch (16 al 31 a mayo de 2002), la Administración
Reagan abandonó la antigua fórmula de paz por territorios,
postura que fue seguida con mayor entusiasmo aún por la
Administración Clinton; irónicamente, justo cuando
la política árabe en general y la palestina en
particular concentraban todas sus energías en aplacar
a EEUU en tantos frentes como fuera posible. Ya en noviembre
de 1988, la OLP había abandonado oficialmente la línea
de la liberación y en la reunión del Consejo
Nacional Palestino en Argel (a la que yo mismo asistí
en calidad de miembro del CNP) se votó a favor de la partición
y la coexistencia de dos Estados; en diciembre de ese mismo año,
Yaser Arafat renunció públicamente al terrorismo
y el diálogo entre la OLP y EEUU comenzó en Túnez.
El nuevo orden árabe que emergió tras la Guerra
del Golfo institucionalizó la vía unilateral en
las relaciones entre EEUU y los árabes: estos últimos
daban a EEUU, y por su parte EEUU daba más y más
a Israel. La Conferencia de Madrid de 1991 se basó (para
los palestinos) sobre la premisa de que EEUU les reconocería
y persuadiría a Israel para que hiciera lo mismo. Recuerdo
vivamente que, durante el verano de 1991, Arafat nos pidió
a mí y a un grupo de figuras relevantes de la OLP y varios
independientes, que formulásemos una serie de garantías
que EEUU debería ofrecer para que la OLP participase en
la Conferencia de Madrid que estaba a punto de convocarse y que,
a pesar de que ninguno de nosotros lo sabía, condujo al
proceso de Oslo de 1993. De hecho, Arafat vetó todas nuestras
sugerencias relativas a las garantías que habían
de ofrecer los estadounidenses. Simplemente quería que
le asegurásemos que él seguiría siendo la
principal figura negociadora de los palestinos; no le importaba
nada más, aún cuando una buena delegación
de Gaza y Cisjordania encabezada por Haidar Abdel-Shafi seguía
trabajando en Washington enfrentada a un duro equipo israelí
que había recibido órdenes de Shamir de no ceder
en nada y de prolongar las conversaciones durante diez más
si hacía falta. La idea de Arafat consistía en
vender a precio de costo a todo su pueblo con sus concesiones,
lo cual básicamente quiere decir que no planteó
exigencias previas ni a Israel ni a EEUU, con tal de permanecer
en el poder.
Esto, y el ambiente que dominó después de 1967,
solidificó una dinámica estadounidense-palestina
que quedó fijada en las ya permanentes distorsiones del
periodo de Oslo y la etapa posterior. Hasta donde sé,
EEUU nunca pidió a la Autoridad Palestina (ni a ningún
otro régimen árabe) que estableciera procedimientos
democráticos de gobierno. Más bien ocurrió
al contrario: Clinton y Gore aprobaron públicamente el
establecimiento de los Tribunales de Seguridad Estatal palestinos
en el transcurso de sus visitas a Gaza y Jericó respectivamente,
y prácticamente no se refirieron al fin de la corrupción,
los monopolios, y otras cuestiones similares. Yo mismo me había
dedicado a escribir acerca de los problemas del gobierno de Arafat
desde mediados de los noventa, recibiendo a cambio reacciones
de indiferencia o de abierto desdén ante lo que yo tenía
que decir (la mayor parte de lo cual demostró ser cierto)
Se me acusó de sufrir de una utópica falta de pragmatismo
y realismo. Estaba claro que para los israelíes y los
estadounidenses, así como para otros árabes, existía
todo un concierto de intereses que hacía de la Autoridad
precisamente lo que era y que la mantenía en su lugar
bien como una fuerza policial al servicio de Israel, bien (más
adelante) como el centro de todas las iras israelíes.
Bajo el gobierno de Arafat no se desarrolló ningún
tipo de resistencia seria frente a la ocupación; Arafat
siguió permitiendo que grupos armados, facciones de la
OLP, y fuerzas de seguridad marchasen desenfrenados por el escenario
de la sociedad civil. Hubo quien ganó mucho dinero ilícitamente,
al tiempo que gran parte de la población perdía
más del 50% de los ingresos del periodo anterior a Oslo.
De la segunda Intifada a la Iniciativa
Nacional Palestina
La Intifada lo cambió todo, al igual que ocurrió
con el gobierno de Barak que preparó el camino para la
entrada en escena de Sharon. Y aún así, la política
árabe tenía que aplacar los ánimos de EEUU.
Como un pequeño indicio de esto, está el cambio
que se produjo en el discurso árabe dentro de EEUU. El
rey Abdullah de Jordania dejó de criticar a Israel en
la televisión de EEUU, refiriéndose siempre a la
necesidad de que "ambas partes" detuviesen la violencia.
Varios portavoces árabes de países importantes
hablaron en términos parecidos, indicando así que
Palestina se había convertido en una molestia que había
que contener antes que una injusticia a la que había que
poner remedio.
El hecho más significativo de todos es que la propaganda
israelí, el desprecio estadounidense hacia los árabes,
y la incapacidad árabe y palestina para formular y representar
los intereses de sus pueblos han conducido a una enorme deshumanización
de los palestinos, cuyas enormes dosis de sufrimiento experimentado
día a día, hora a hora, minuto a minuto, ya no
merecen consideración alguna. Es como si los palestinos
hubiesen dejado de existir, excepto cuando alguien lleva a cabo
una acción terrorista; entonces, todo el aparato mediático
del planeta se pone en marcha y, arrojando sobre ellos el término
terrorista en términos generalizadores, asfixia
la existencia de los palestinos en tanto que individuos que sienten
y respiran, gente con una Historia y una sociedad verdaderas.
No conozco ningún proceso de deshumanización sistemática
en la historia moderna que siquiera se aproxime a este, a pesar
de que haya algunas voces que disienten aquí o allá
ocasionalmente.
Lo que en definitiva me preocupa es la cooperación
árabe y palestina (o, mejor expresado, la colaboración)
en esta deshumanización. Nuestro reducidísimo número
de representantes en los medios de comunicación habla
competente y desapasionadamente, como mucho, sobre los méritos
del discurso de Bush o del Plan Mitchell, pero ninguno de ellos
representa el sufrimiento de su pueblo, su historia, o su coyuntura
actual. A menudo, he hablado de la necesidad de iniciar una campaña
a gran escala contra la ocupación en EEUU, pero en última
instancia he llegado a la conclusión de que para los palestinos
que viven bajo esta horrorosa y kafkiana ocupación israelí
las oportunidades de iniciar algo así con más bien
escasas. Donde sí creo que aún nos queda esperanza
(tal y como sugerí en mi último artículo
sobre las elecciones palestinas [2]) es en el establecimiento
de una Asamblea Constituyente que nazca desde las bases. Hemos
sido durante tanto tiempo un objeto pasivo en manos de la política
árabe e israelí que no apreciamos adecuadamente
cuán importante, y de hecho cuán urgente, es en
la actualidad para los palestinos dar un paso adelante para establecer
los cimientos de algo nuevo, para intentar dar comienzo a un
nuevo proceso de autodefinición que nos proporcione legitimidad
y la posibilidad de tener una política mejor que la que
actualmente existe. Todos los cambios en el gabinete de gobierno
y las elecciones que se han anunciado son juegos ridículos
que se sirven de los fragmentos y las ruinas de Oslo. Que Arafat
y su asamblea empiecen a planificar la democracia es como intentar
recomponer los fragmentos de un cristal hecho añicos.
Por fortuna, la nueva Iniciativa Nacional Palestina [3]
cuya creación fue anunciada hace dos semanas por sus
creadores (Ibrahim Dakkak, Mustafa Barghouthi, y Haidar Abdel-Shafi),
responde exactamente a esta necesidad, que nace del fracaso tanto
de la OLP como de grupos como Hamas a la hora de ofrecer una
salida que no dependa (ridículamente, en mi opinión)
de la buena voluntad estadounidense e israelí. La Iniciativa
ofrece una visión de paz con justicia, coexistencia, y,
de manera muy importante, una socialdemocracia laica para nuestro
pueblo que sería única en la historia palestina.
Únicamente un grupo de gente independiente que estén
arraigados en la sociedad civil y que no estén manchados
por el colaboracionismo ni la corrupción, podrá
proporcionar las líneas maestras de la nueva legitimidad
que precisamos. Necesitamos una Constitución de verdad,
y no una simple Ley Fundamental con la que Arafat juegue; necesitamos
una democracia verdaderamente representativa que únicamente
los palestinos podrán darse a sí mismo mediante
el establecimiento de una asamblea. Este es el único paso
positivo que podría invertir el proceso de deshumanización
que ha infectado a tantos sectores en todo el mundo árabe.
De lo contrario, nos hundiremos en nuestro sufrimiento y seguiremos
soportando las terribles dificultades de los castigos colectivos
israelíes, que únicamente pueden detenerse a través
de una independencia política colectiva de la que aún
somos capaces. La buena voluntad de Colin Powell y su legendaria
moderación no serán suficientes para nosotros.
Nunca.
Notas de CSCAweb:
1. El discurso completo del
presidente Bush del 25 de mayo puede leerse traducido en CSCAweb:
Discurso
íntegro de George W. Bush sobre Oriente Medio
2. Reproducido en CSCAweb: Edward
Said: ¿Elecciones palestinas?
3. Sobre esta iniciativa véase en CSCAweb: Nace la Iniciativa Nacional
Palestina en Ramala
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