Palestina


*Edward W. Said, arabe nacido en Jerusalén en 1935, es profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Columbia (Nueva York).

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Palestina


La tuerca gira una vez más

Edward Said*

Al-Ahram Weekly Online, semana del 31/01 al 6/02/2002, nº 571
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

Existe ya un número considerable de señales indicativas de la evolución que se ha producido en el seno de la sociedad civil palestina: hace falta que se les preste más atención, especialmente cuando las fisuras que se están produciendo en la sociedad israelí dejan entrever la existencia de una población asustada, encerrada en sí misma, y terriblemente insegura que necesita despertar. Le corresponde a la víctima, no al opresor, mostrar nuevas vías de resistencia. Ahora parece que la sociedad civil palestina está empezando a tomar la iniciativa, lo cual constituye una extraordinaria señal de buen agüero en estos tiempos de desaliento y retroceso instintivo

La Historia no tiene compasión. En su transcurso, no hay leyes contra el sufrimiento ni la crueldad, no existe ninguna forma de equilibro interno que restituya a su legítima posición a las personas contra las que se han perpetrado tantas injusticias. Las visiones cíclicas de la historia siempre me han parecido fallidas por esa razón, como si esa vuelta de tuerca que se produce en estos momentos viniera a querer decir que el mal de hoy puede transformarse en bien mañana. Bobadas. Dar vueltas al sufrimiento supone sufrir más; no es un camino hacia la salvación. Lo más frustrante es, sin embargo, que gran parte de la Historia se escapa a la acción del lenguaje, de la memoria, de la atención. Los historiadores siempre han preferido recurrir a metáforas y figuras poéticas para rellenar los espacios en blanco; es por ello que Heródoto, el primer historiador, era conocido también con el sobrenombre de Padre de las Mentiras; en sus escritos, la verdad quedaba tan embellecida y, hasta cierto punto incluso escondida, que fue el poder de su imaginación lo que le convirtió precisamente en un escritor tan grande, y no los numerosos hechos que se dedicó a narrar.

Vivir en Estados Unidos en estos momentos es una experiencia terrible. Si bien los medios de comunicación y el gobierno repiten una y otra vez la misma visión sobre lo que ocurre en Oriente Próximo, existen puntos de vista alternativos disponibles a través de Internet, el teléfono, los canales vía satélite, o la prensa árabe y judía local. Sin embargo, teniendo en cuenta que, de lo que existe a disposición para el norteamericano medio, todo lo que tiene a su alcance está inundado de imágenes e historias prácticamente impolutas , carentes de toda referencia a la política exterior salvo la vena patriótica del gobierno, el panorama es alarmante. América lucha contra los demonios del terrorismo. América es buena, y quienquiera que se le oponga es malo y antiamericano. Oponerse a América o a su política, su armamento, o sus ideas, es casi, casi, sinónimo de ser terrorista. Lo que me parece casi tan alarmante como lo primero es el hecho de que influyentes y, a su manera, sofisticados analistas norteamericanos de política exterior siguen repitiendo que no comprenden por qué el resto del mundo (y muy especialmente árabes y musulmanes) no acepta el mensaje norteamericano; por qué el resto del mundo, incluyendo Europa, Asia, África, y América Latina, sigue criticando a EEUU por su política en Afganistán, por haber renunciado unilateralmente a la firma de seis tratados internacionales, por prestar un apoyo incondicional a Israel, o por su sorprendentemente obstinada política en la cuestión de los prisioneros de guerra. Las diferencias existentes entre la forma en que los norteamericanos perciben la realidad, y la manera en que lo hacen los europeos son tan enormes e irreconciliables, que simplemente desafían cualquier intento ser descritas.

Las palabras por sí solas no permiten explicar cómo todo un Secretario de Estado norteamericano, que presumiblemente cuenta con toda la información relevante sobre los hechos acaecidos, puede acusar (sin ningún rastro de ironía) al líder palestino Yaser Arafat de no hacer lo suficiente contra el terrorismo y de haber comprado 50 toneladas de armas para defender a su pueblo, al tiempo que Israel sigue recibiendo, gratis, cualquier objeto de una sofisticación letal disponible en el arsenal norteamericano (a todo lo cual hemos de añadir que el modo en que la OLP ha lidiado con el incidente del barco Karine A ha sido de una incompetencia y torpeza tales que superan incluso su ya depauperado patrón). Mientras tanto, Arafat sigue encerrado en sus oficinas de Ramallah, su pueblo sigue encarcelado, los líderes palestinos son asesinados, los inocentes se mueren de hambre, los enfermos se mueren, la vida está completamente paralizada ­ y aún con todo, a los palestinos se les acusa de terroristas. La idea, por no hablar de la realidad, de lo que suponen 35 años de ocupación militar simplemente ha desaparecido del vocabulario de los medios de comunicación y del gobierno de EEUU. No se vayan a sorprender ustedes si mañana Arafat y su pueblo son acusados de sitiar a Israel mientras imponen un bloqueo sobre sus ciudadanos y núcleos de población. No; no son aviones israelíes los que bombardean Tulkarem y Jenín; son terroristas palestinos con alas, y las ciudades que están siendo bombardeadas son israelíes.

Por lo que respecta a Israel y los medios de comunicación norteamericanos, los portavoces israelíes se han acostumbrado a mentir tan bien, diciendo mentiras con la misma soltura con la que un salchichero hace sus salchichas, que nada les supera. Ayer escuché a un responsable del Ministerio de Defensa israelí (hasta el nombre se le queda a uno atascado en la garganta) que respondía a las preguntas formuladas por un reportero norteamericano acerca de las demoliciones de Rafah: las casas estaban vacías, dijo sin dudarlo; eran nidos de terroristas empleados para asesinar a ciudadanos israelíes; tenemos la obligación de defender a los ciudadanos israelíes del terrorismo palestino. El periodista ni siquiera había hecho referencia a la ocupación, o al hecho de que los "ciudadanos" en cuestión eran colonos. Por lo que respecta a los cientos de palestinos que se habían quedado en la calle y cuyas fotografías aparecieron en los medios de comunicación norteamericanos durante unos segundos después de que los bulldozers (de fabricación norteamericana, por cierto) hubieran hecho su trabajo, había desaparecido ya de la memoria y la conciencia de todos.

Por lo que respecta a la falta de respuesta árabe, se puede decir que ha sobrepasado en ignominia y desvergüenza los ya abismalmente bajos niveles fijados por nuestros gobiernos en los últimos 50 años. Semejante postura de servilismo e incompetencia a la hora de hacer frente a EEUU e Israel, semejante forma de guardar un silencio cruel, son a su manera tan sorprendentes e inaceptables como lo que Sharon y Bush pretenden. ¿Tanto miedo tienen los líderes árabes de ofender a EEUU, que están dispuestos a aceptar no sólo la humillación palestina, sino también la suya propia? ¿A cambio de qué? Pues sencillamente, a cambio de que se les permita seguir adelante por la senda de la corrupción, la mediocridad, y la opresión. ¡Vaya trueque de tres al cuarto que han hecho, entre la ampliación de los márgenes de sus ya estrechos intereses y la indulgencia norteamericana! No me sorprende que apenas quede un árabe vivo para quien la palabra régimen connote algo más que un hilarante desprecio, una acritud pura y dura, y (salvo el pequeño círculo de consejeros y psicópatas de turno), una alineación llena de rabia. Las recientes ruedas de prensa en las que altos cargos saudíes han criticado la política norteamericana hacia Israel suponen, cuando menos, un respiro en medio de tanto silencio, a pesar de que la confusión y falta de funcionalidad que rodean a la cumbre árabe que se celebrará próximamente siguen contribuyendo a llenar nuestros almacenes, repletos ya de hechos que demuestran una falta de unidad innecesaria y la constante adopción de posturas llenas de afectación.

Perversidad

Sinceramente creo que "perverso" es el término más apropiado a la hora de describir la verdad de la experiencia del sufrimiento palestino que Sharon impone colectivamente sobre Gaza y Cisjordania. El hecho de que el sufrimiento no pueda ser descrito o narrado como corresponde, de que los árabes no digan ni hagan nada por ayudar en la lucha, de que EEUU sea tan terriblemente hostil, o de que los europeos sean tan inservibles (salvo en lo tocante a su declaración más reciente, que aún con todo no presenta ninguna medida que pueda ser puesta en práctica): todo esto, lo sé muy bien, nos ha conducido a la desesperación, a una especie de frustración desesperada que es, precisamente, uno de los resultados ansiados por los responsables israelíes y sus homólogos norteamericanos. Reducir a las personas a un estado de despreocupación total, hacer su vida miserable hasta el punto de que parezca incluso necesario entregar la vida misma todo ello conforma un estado de desesperación tal que Sharon claramente desea. Por eso fue elegido y por eso mismo, caso de que su política falle, perderá su cargo, momento en el que Netanyahu volverá a escena para trata de rematar la tarea, terrible e inhumana, pero en última instancia suicida.

Frente a semejante estado de cosas, la pasividad y la furia desesperadas (o incluso un cierto fatalismo amargo) son, en mi opinión, respuestas inapropiadas intelectual y políticamente. Todavía quedan muestras de lo contrario. Los palestinos no han sido todavía intimidados ni se les ha persuadido para que se rindan, lo cual constituye en sí mismo un signo de enorme fuerza de voluntad y sentido de las cosas. Vistas desde esta perspectiva, todas las medidas de castigo colectivo y humillaciones constantes impuestas por Israel no han tenido el efecto deseado; como afirmó uno de sus generales, detener la violencia mediante el asedio de los palestinos es como intentar beber el agua del mar a cucharadas. Simplemente, no funciona. Pero, aún cuando soy consciente de lo anterior, también creo firmemente que tenemos que superar una forma de resistencia terca e inquebrantable e ir hacia un modelo de resistencia creativa, que vaya más allá de los gastados métodos tradicionales de desafío a los israelíes que en el proceso no han conseguido hacer avanzar lo suficiente los intereses palestinos. Tomemos el caso del proceso de toma de decisiones como ejemplo. Está muy bien que Arafat se quede sentado en su cárcel de Ramallah y repita incansablemente que quiere negociar; pero eso no constituye un programa político, ni su estilo personal es suficiente como para movilizar a su pueblo y a sus aliados. Ciertamente, es bueno tomar nota de la declaración europea de apoyo a la AP, pero seguramente es más importante aún hablar de los reservistas israelíes que se han negado a servir en Gaza y Cisjordania. Si no nos identificamos e intentamos trabajar concertadamente con la resistencia israelí a la opresión ejercida por Israel, seguiremos estando en el punto de partida

La cuestión, evidentemente, es que cada vuelta de tuerca en la práctica del castigo colectivo crea, dialécticamente, un nuevo espacio que genera nuevas formas de resistencia, de las cuales, sencillamente, los ataque suicidas no forman parte; o al menos, no lo son en el mismo sentido en que el personal estilo de desafío de Arafat, que recuerda demasiado a lo que dijo hace 20 o 30 años en Amman, Beirut y Túnez, tampoco es nuevo. Ni es nuevo, ni está a la altura de lo que están haciendo quienes se oponen a la ocupación militar israelí en Palestina e Israel. ¿Por qué no prestar algo de atención a los grupos israelíes que se han opuesto a las demoliciones de hogares [palestinos], al apartheid, a los asesinatos, o a cualquiera de las ilegales demostraciones de fuerza de los machotes israelíes? La ocupación no será derrotada a menos que palestinos e israelíes trabajen conjuntamente para poner fin a la ocupación con métodos concretos y específicos. En consecuencia, ello significa que los grupos palestinos (bajo la dirección o no de la Autoridad Palestina, AP) deben emprender esas iniciativas que tanto les ha costado emprender (debido al comprensible miedo que les inspira la normalización), iniciativas que de manera activa busquen la participación y el compromiso de la resistencia israelí, europea, árabe, y norteamericana. En otras palabras: con la desaparición de Oslo, la sociedad civil palestina se ha librado del corsé impuesto por aquel fraudulento proceso de paz. Lo cual significa que es posible ir más allá de los interlocutores tradicionales (en este caso, el desacreditado Partido Laborista y sus filiales) en la dirección de un movimiento contra la ocupación más valiente e innovador. Si la AP quiere seguir pidiendo la vuelta israelí a la mesa de negociaciones, que lo siga haciendo, faltaría más; eso, si es que algún israelí se quiere sentar a negociar con la AP. Pero eso no quiere decir que las ONGs palestinas tengan que repetir la misma cantinela, o de que tenga que seguir preocupándoles la normalización, que no era más que la normalización de relaciones con el Estado israelí, pero no con las corrientes y grupos progresistas de las sociedad civil israelí que apoyan una verdadera auto-determinación palestina y el fin de la ocupación, de los asentamientos, y de los castigos colectivos.

Sí. La tuerca sigue dando vueltas. Pero cada giro no trae solamente más represión por parte israelí; dialécticamente, también deja al descubierto nuevas posibilidades para la inventiva y la creatividad palestinas. Existe ya un número considerable de señales (de las que hablé en mi anterior artículo) indicativas de la evolución que se ha producido en el seno de la sociedad civil palestina: hace falta que se les preste más atención, especialmente cuando las fisuras que se están produciendo en la sociedad israelí dejan entrever la existencia de una población asustada, encerrada en sí misma, y terriblemente insegura que necesita despertar. Le corresponde a la víctima, no al opresor, mostrar nuevas vías de resistencia. Ahora parece que la sociedad civil palestina está empezando a tomar la iniciativa, lo cual constituye una extraordinaria señal de buen agüero en estos tiempos de desaliento y retroceso instintivo.


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