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Análisis
MUNDO ÁRABE


* Phyllis Bennis, autora del presente artículo, es miembro del 'Transnational Institute' y del 'Institute for Policy Studies' de Washington DC. Bennis es especialista en Oriente Próximo y en cuestiones relativas a NNUU. Habiendo trabajado anteriormente para NNUU, ha llevado a cabo trabajos de investigación sobre la dominación de EEUU en la conducción de NNUU a la Guerra del Golfo, sobre las sanciones económicas impuestas a Iraq, y sobre las intervenciones internacionales y la política exterior de EEUU en Oriente Próximo. Bennis participó en el Encuentro internacional contra la guerra organizado en noviembre de 2002 en Madrid por el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe y la CELSI. Autora y editora de libros sobre Palestina, Iraq, NNUU y el Nuevo Orden Internacional, sus publicaciones más recientes en español son: Iraq, asedio y asalto final, con Carlos Varea (Hiru, 2002) y La ideologia neoimperial: la crisis de EEUU con Iraq, junto a Mariano Aguirre (Icaria/TNI/CIP 2003); en inglés ha publicado Before & After: US Foreign Policy and the September 11 Crisis (Interlink, 2002).

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Los caminos de Oriente Medio

Phyllis Bennis*

Instituto de Estudios Políticos, 12 de marzo de 2005
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 23 de marzo de 2005
Traducción para CSCAweb de Silvia Pérez López

"Realmente nos encontramos en un momento interesante, de grandes oportunidades, para cierto número de países en Oriente Medio; un momento que puede llegar a convertirse en una etapa histórica. Pero si esto sucede será gracias a los propios habitantes de esa región; gracias a la lucha que ellos emprendieron, hace años, para conseguir sus derechos, su libertad, su democracia. La afirmación de que George Bush y su invasión de Iraq han propiciado una explosión de democracia en la región, o una 'inesperada ráfaga de libertad', como se afirma en el New York Times, es una aserción engañosa. Es más, se trata de un insulto a largas décadas de lucha del pueblo palestino, del iraquí, egipcio, libanés y sirio, y de muchos otros activistas. Trata de equiparar la ocupación estadounidense y de sus aliados con la democracia, y la lucha contra esas ocupaciones con el terrorismo, haciendo caso omiso a la historia"

En una emisión reciente del programa Democracy Now (Democracia Ahora), la conocida feminista, novelista y activista egipcia Nawal al-Sadawi supo responder de forma precisa a los alardes del presidente Bush cuando afirma que sus políticas, en particular las que se refieren a la invasión y ocupación de Iraq, son las responsables del nuevo giro "democrático" que se está dando en Oriente Medio. Según la autora egipcia "se trata en realidad de otra clase de imperialismo. Ahora no sólo nos roban nuestras tierras y nuestros recursos, sino que también somos privados de nuestras propias luchas".

Realmente nos encontramos en un momento interesante, de grandes oportunidades, para cierto número de países en Oriente Medio; un momento que puede llegar a convertirse en una etapa histórica. Pero si esto sucede será gracias a los propios habitantes de esa región; gracias a la lucha que ellos emprendieron, hace años, para conseguir sus derechos, su libertad, su democracia. La afirmación de que George Bush y su invasión de Iraq han propiciado una explosión de democracia en la región, o una "inesperada ráfaga de libertad", como se afirma en el New York Times, es una aserción engañosa. Es más, se trata de un insulto a largas décadas de lucha del pueblo palestino, del iraquí, egipcio, libanés y sirio, y de muchos otros activistas. Trata de equiparar la ocupación estadounidense y de sus aliados con la democracia, y la lucha contra esas ocupaciones con el terrorismo, haciendo caso omiso a la historia.

En noviembre de 2003, retomando las ideas de la Guerra Fría y del "Legado Democrático Nacional", tan ideológicamente arraigado, Bush afirmó: "ser complacientes con la falta de libertad en Oriente Medio no nos proporciona un entorno más seguro". La declaración era un clásico "bushismo": por un lado no tenía ninguna intención de cambiar esa realidad complaciente más allá de la retórica, y por otro, su análisis de la democracia en la región de Oriente Medio comenzaba y terminaba en el impacto que ésta podría tener en los Estados Unidos.

Es por todos conocido el apoyo de Estados Unidos a monarquías absolutas y regímenes dictatoriales disfrazados de "democracias" en todo Oriente Medio, y que ese apoyo continúa siendo el factor que permite a esos regímenes continuar en el poder. Ese respaldo en el pasado estaba basado en el mantenimiento del control estadounidense sobre la crucial producción petrolífera, y en la dominación estratégico-militar de una región de vital importancia. Ahora Bush nos quiere hacer ver que esos días acabaron. Sin embargo, esta afirmación se desmonta fácilmente al observar que no se está haciendo ningún esfuerzo para disminuir la dependencia global del petróleo que viene de Oriente Medio, y por ende, tampoco disminuye la determinación estadounidense de controlar el acceso mundial a ese recurso.

Presionar al egipcio Hosni Mubarak para liberar a líder opositor al frente de un pequeño partido pro-estadounidense es fácil. Pero mientras que la ayuda anual estadounidense a Egipto (de 2 billones de dólares) esté condicionada a la apertura masiva del sistema económico y político egipcio, no hay ninguna base que nos permita tomar en serio la afirmación de que la Casa Blanca está apoyando la democracia egipcia. Aplaudir la celebración de elecciones en Palestina es fácil. Pero hasta que Estados Unidos no dé poder realmente a la democracia palestina, algo que se lograría con el fin de la ocupación militar de sus tierras, retirando la ayuda económica, militar, política y diplomática que Estados Unidos da a Israel y supeditando esa ayuda al fin de la ocupación de todo el margen occidental, Gaza y el Este de Jerusalén; hasta entonces, no hay ningún argumento que sustente el "apoyo" de Bush a la democracia en un estado Palestino viable.

Líbano

Bush y sus subalternos han mostrado una y otra vez a través de los medios de comunicación imágenes de miles de manifestantes libaneses que inundaban la Plaza de los Mártires de Beirut, vestidos a la occidental, con camisetas cortas enseñando el ombligo y con los consabidos teléfonos móviles. Reclamaban el fin de la ocupación siria del Líbano, pedían la retirada de los 14.000 soldados y de los aproximadamente 5.000 agentes de la inteligencia siria. Pero cuando muchos más manifestantes, entre medio millón y un millón de libaneses, tomaron el centro de Beirut en una manifestación diferente, que llenó la Plaza de los Mártires y se extendió por calles anejas, y en la que se reclamaba el fin de TODA injerencia extranjera y se pedía que Siria se retirase, como se determinó desde Beirut y Dasmasco y no desde Washington; entonces, la Casa Blanca no dijo nada. Estos manifestantes libaneses no eran los mismos a los que Bush prometió: "cuando os levantéis por la libertad, yo estaré con vosotros". Había pocos teléfonos móviles, y menos camisetas ceñidas; esos libaneses eran más tradicionales, y lo que es más relevante, eran mayoritariamente pobres. A diferencia de al menos algunos de los manifestantes anti-Siria, este grupo no considera a Estados Unidos como compañero estratégico.

La movilización anti-Siria en Beirut reflejaba una abrumadora presencia de personas de clase media y alta de libaneses urbanitas. Como apuntaba Ahmed Beydoun, sociólogo de la Universidad del Líbano: "ellos quieren que sus instituciones funcionen con normalidad, algo que impide la influencia siria. No es un problema del sistema político en sí mismo". Esto significa que quieren que el sistema político funcione mejor, pero sin transformar el sistema. Demandan elecciones libres de la dominación siria, pero basándose en el sistema político confesional existente que se estableció en el Líbano con la retirada de Francia en 1932. Este sistema estaba basado en un parlamento formado por una mayoría cristiana de "seis a cinco", y todavía hoy las posiciones políticas se reparten en base al censo de 1932. El presidente es un cristiano maronita, el primer ministro es suní, el portavoz es shií, etc. La población ha cambiado de forma drástica, pero no se ha tomado ningún censo desde entonces, y los manifestantes anti-sirios no lo piden, ni tampoco demandan elecciones basadas en el sistema de una persona, un voto, para sustituir un sistema controlado por un poder sectario.

Las protestas anti-sirias en el Líbano aumentaron con el asesinato del primer ministro, Rafik Hariri. Estados Unidos, a pesar de la falta de evidencias, culpó a Siria. Es interesante resaltar que los manifestantes anti-sirios se vistieran de naranja y afirmaran que su modelo a seguir era la reciente "Revolución Naranja", movimiento que ayudó a derrocar al gobierno ucraniano, y no el modelo de las recientes elecciones en Iraq, controladas por Estados Unidos. Los paralelismos muestran que, como en Ucrania, las movilizaciones masivas apoyaron a Viktor Yushchenko, un líder que como Hariri es conocido por su visión pro-occidental, pro-globalización y pro-Estados Unidos. Nuevas informaciones que confirman que doctores estadounidenses tuvieron que trabajar en secreto para diagnosticar y tratar el envenenamiento de Yuschenko, nos dan alguna indicación de cuán peligrosos podrían haber sido esos vínculos estadounidenses si se hubiesen hecho públicos.

No sorprende el hecho de que Bush prestase poca atención al más abundante grupo de manifestantes libaneses pro-sirios que no actuaron como extras en esta "extravagancia" orquestada desde la Casa Blanca. Después de todo, ¿cuántas veces ha prestado atención la administración Bush a las enormes manifestaciones que se han producido dentro del propio territorio estadounidense, y ha denominando "heroes de la democracia" a los manifestantes en las calles de Washington o Nueva York? El enfoque continúa con el uso selectivo de las imágenes de siempre o con la supresión cuidadosa de otras por la administración Bush para reafirmar su proclama de "llevar la democracia a Oriente Medio".

Siria

Cuando el secretario general de la ONU anunció que iba a mandar a Terje Roed-Larsen como enviado especial para Oriente Próximo para que demandase el fin inmediato de la ocupación, se produjo un momento de ironía sublime. El enviado tenía como cometido avisar al líder del poder ocupante que si no empezaba a replegar sus tropas inmediatamente y a establecer un calendario para terminar rápidamente con la ocupación, el país que representaba se iba a enfrentar a la hostilidad del sistema internacional y al aislamiento político y económico. Pero ¡vaya! El destino fijado para Roed-Larsen fue Damasco, y no Tel-Aviv, y su reunión fue con el presidente sirio Bashar al-Assad, y no con el primer ministro israelí Ariel Sharon. La presencia Siria en el Líbano se ha convertido de repente en el objeto central del endurecimiento severo de las leyes internacionales y de las resoluciones de la ONU, mientras la ocupación israelí, mucho más larga y agresiva, permanece fuera de la jurisdicción de operaciones de la ONU, y su violación de la legalidad internacional permanece impune.

Al mismo tiempo es interesante observar cómo la retórica de Bush se centra en un ataque creciente hacia Siria, principalmente en tres cuestiones: la presencia de tropas sirias en el Líbano, el apoyo de Siria a Hezbollah, y la presunta complicidad de Siria con la resistencia iraquí. En el discurso "demócrata" de Bush, sin embargo, se echa de menos alguna mención a falta democracia en Siria. Bush no hace ninguna observación sobre el largo sufrimiento de los defensores de los derechos humanos y de la democracia encarcelados en Siria. ¿Por qué? Pues porque la democratización real de Siria, en forma de elecciones o delegación del poder en la sociedad civil, probablemente se tornaría más "islamista" de lo que cualquier miembro de la Casa Blanca de Bush desease. Los demócratas sirios son en su mayoría islamistas, y dentro del léxico de la Casa Blanca, no pueden ser contabilizados como verdaderos demócratas.

No debería sorprender a nadie que en toda la discusión sobre Siria y la ocupación, no se pronunciaran las palabras "Altos del Golán". Tras 37 años, la ocupación israelí en el Golán sirio se mantiene indemne.

Palestina

La usurpación estadounidense de los anhelos democráticos árabes se extiende mucho más allá del Líbano. Los palestinos organizaron unas elecciones relativamente justas y libres en enero de este año. Eligieron a un líder moderado con ansias de entablar relaciones con Estados Unidos. Por supuesto, eso sólo fue posible gracias a que Estados Unidos tenía desplegados a 150.000 soldados ocupando Iraq para brindar la oportunidad electoral a los iraquíes. Se ignora, claro está, que esas elecciones, organizadas en el contexto de un país con 37 años de ocupación militar, proporcionan el marco democrático a un pueblo al que todavía se le niega el ejercicio real de ese poder. Se olvida también, la larga, y a menudo amarga, batalla de los palestinos tanto por la democracia como por la libertad. Se olvidan asimismo las elecciones de 1996 en las que Yasir Arafat fue elegido no con el 99% de los votos, tan típico de Egipto y de otros países aliados de Estados Unidos, sino con la importante pero no aplastante mayoría de aproximadamente el 68%.

Gran parte del júbilo estadounidense manifestado tras las elecciones palestinas no se debió a la naturaleza "libre y justa" del voto, una valoración difícil de comprender en un contexto de ocupación militar, sino a los resultados obtenidos.

La elección de Mahmoud Abbas, o Abu Mazen, refleja algunos paralelismos con la situación política de las elecciones nicaragüenses de 1990 que desbancaron al gobierno sandinista a favor de la candidata apoyada por Estados Unidos, Violeta Chamorro. Después de más de una década de guerra entre la contra, apoyada por Estados Unidos, y el gobierno sandinista, se convenció a la población nicaragüense de que si votaban de nuevo a los sandinistas, los Estados Unidos seguirían imponiendo la guerra, el hambre y el colapso económico. Sólo el voto por Chamorro, se les dijo a los nicaragüenses, les brindaba la oportunidad de retomar los lazos con Estados Unidos, y de reconstruir su país. Vaya sorpresa que Chamorro ganara con una abrumadora mayoría. De forma similar, mientras Abu Mazen mantuvo la legítima credencial de haber sido el confidente más cercano del, en los últimos tiempos, venerado Yasir Arafat, en realidad carecía una base política independiente, pero el hecho de que la opinión pública le viese como el único candidato con el que Israel y Estados Unidos estaban dispuestos a negociar, le sirvió para ganar las elecciones.

La democracia palestina es, en conjunto, la más avanzada de la región, y es reflejo de los avances que la sociedad civil palestina ha construido con su movilización en contra de la ocupación. Como resultado de esto, Abu Mazen consiguió cerca del 60% de los votos, y la campaña a favor de los derechos humanos de Mustafa Barghouti consiguió el 20%, mientras que el otro 20% se lo repartían el resto de los candidatos. Gran parte de la historia de la democracia palestina es desconocida incluso dentro del mundo árabe. El New York Times citaba a una manifestante libanesa que se felicitaba de que esa protesta era "algo nuevo en el mundo árabe: pacifista, democrática y espontánea", Su declaración delataba la falta de familiaridad no sólo con las elecciones palestinas, sino con algo de mayor relevancia, con el legado de la primera Intifada o alzamiento palestino (1987-1993). Esa movilización fue una movilización sin armas, simbolizada internacionalmente con los niños blandiendo piedras, sin el armamento actual y sin atentados suicidas. La Intifada generó movimientos populares, otorgando el poder a mujeres y jóvenes para salvaguardar sus pueblos de las incursiones de los soldados israelíes; para cultivar y distribuir comida bajo los prolongados toques de queda; para suministrar asistencia médica a los habitantes de los pueblos y de los campos de refugiados que no podían viajar a los hospitales. Los trabajadores se organizaron para defender sus derechos, se preparó una resistencia tributaria, y otras muchas actividades de protesta no violentas. La Intifada consiguió movilizar a toda la sociedad en contra de la ocupación. El levantamiento creó, durante esos seis años, una nueva cultura palestina mucho más democrática que todo lo que había existido hasta entonces. El éxito de los esfuerzos electorales palestinos en el presente periodo post-Oslo se enraíza en la anterior democracia de la Intifada.

Egipto

En cuanto a Egipto, Hosni Mubarak ha "ganado" cuatro legislaturas de seis años desde que llegó al poder tras el asesinato de Anwar Sadat, con resultados que siempre oscilan por encima del 90%. Estrecho aliado de Estados Unidos, cada administración estadounidense, desde Jimmy Carter, ha mantenido el suministro de una enorme cantidad de ayuda económica a Egipto, y le recibe como un aliado estratégico y "democrático". Recientemente, siguiendo los envites verbales de Bush, Rice y otros, pero sin ningún cambio que menoscabase el respaldo estadounidense, Mubarak anunció que por primera vez otros candidatos podrían optar a la presidencia. El cambio ha sido anunciado a bombo y platillo como parte de la "nueva libertad" que Bush está logrando propagar en Oriente Medio.

Realmente se está produciendo un movimiento de cambio en la historia de la región, incluyendo a Egipto. Pero este momento ha llegado sobre todo gracias a la trayectoria política de los, algunas veces, partidos ilegales o semi-legales; de las organizaciones de derechos humanos; de los sindicatos, asociaciones de estudiantes y abogados; de las movilizaciones de mujeres, y de otros muchos sectores de la sociedad civil que han seguido trabajando a pesar de la represión sufrida durante años, décadas y generaciones.

Una visión más sensata y prudente de lo que ha cambiado y de lo que no lo ha hecho en Egipto, daría una valoración diferente a la que se reivindica desde la administración Bush, que defiende que "Egipto está democratizándose gracias a que nosotros invadimos Iraq". Mubarak continúa gobernando bajo una ley de emergencia, vigente desde 1981, que otorga al presidente un poder prácticamente irrebatible. El presidente ha dejado claro que sólo los partidos aceptados como legítimos por el parlamento dominado por Mubarak serán los que podrán optar al cargo. La Hermandad Musulmana, el partido más grande, uno de los más antiguos y de mayor influencia entre los partidos islamistas, sigue estando ilegalizado. El movimiento Kifaya ("Basta") ha organizado manifestaciones pidiendo a Mubarak su renuncia a la presidencia y que se abstenga de transferir la presidencia a su hijo Gamal, ampliamente visto como su heredero ya designado. El movimiento está funcionando, pero no está claro que se le permita proponer un candidato a la presidencia.

El partido Ghad ("Mañana") es el favorito de la administración Bush y de la prensa estadounidense. Las autoridades egipcias encarcelaron a Ayman Nour, líder del partido Ghad, a principios de este año, y Estados Unidos respondió con severidad, exigiendo su puesta en libertad. La secretaria de estado, Condoleezza Rice incluso pospuso una visita programada a Egipto en protesta al encarcelamiento de Nour. Fue liberado el 12 de marzo. Sin embargo, el apoyo de Washington al Ghad está basado no tanto en una oposición real al gobierno represivo de Mubarak sino más bien en que en líneas generales el partido reconoce tener una postura pro-globalización, pro-privatización y pro-estadounidense. Aunque Nour se dio a conocer por dar asistencia social a habitantes con pocos recursos de El Cairo, el enfoque que su partido tiene de los derechos humanos se limita básicamente a derechos políticos, y no tanto a los derechos económicos o sociales, además no cuenta con el apoyo (ni en el tiempo ni en la cantidad) de la población egipcia.

El clima político en Egipto también se ha trasformado en los últimos años gracias al trabajo de las organizaciones de derechos humanos, a pesar de la continua represión y el rechazo del gobierno a una apertura política. Muchos han criticado las redadas arbitrarias, especialmente en organizaciones islamistas, y en particular desde los atentados de octubre de 2004 en la turística ciudad egipcia de Taba.

Los sindicatos y otras organizaciones de trabajadores han iniciado huelgas para protestar por las políticas empresariales, globalizadoras, y perjudiciales para los trabajadores de Mubarak, y en especial las de su hijo Gamal. En febrero de 2005 hubo una gran huelga contra la privatización de una compañía nacional.

¿Está creciendo la democratización?

La revista Christian Science Monitor apuntaba el 28 de febrero: "la mayoría de los giros recientes hacia la democratización han sido iniciativas top-down (de abajo a arriba) con deseos de apaciguar a Washington". Hay una larga historia de regímenes represivos en Oriente Medio que se han limitado a hacer concesiones menores con el fin de mitigar de manera simbólica las demandas de Washington, para inmediatamente volver al estado inicial cuando los americanos vuelven la vista hacia otro lado. Los monarcas kuwaitíes prometieron una democratización tras la Tormenta del Desierto que nunca se materializó. Las recientemente celebradas "elecciones" municipales en Arabia Saudí se organizaron para apaciguar las inquietudes estadounidenses, pero los cambios son improbables cuando únicamente los hombres pueden ejercer el derecho al voto y cuando la mitad de los miembros del consejo son elegidos por la familia real.

Al final, lo que observamos en Oriente Medio es una expansión no de la democracia, sino de la ocupación. Israel "permite" a los palestinos celebrar elecciones (a pesar del acoso constante, los arrestos, y las persistentes detenciones de los candidatos que no tienen los favores de Israel), pero la ocupación continúa sin obstáculos, así como la colonización a través de los asentamientos y del Muro, con la permanente anexión de tierras del margen occidental y del Este de Jerusalén. Los Estados Unidos, presionados por el Ayatollah Ali al-Sistani, finalmente accedieron a celebrar elecciones en el Iraq ocupado, pero la ocupación militar y sus mortales consecuencias, que incluyen las docenas de iraquíes que mueren a diario, continúa.