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2006: AÑO NUEVO EN PATRIA VIEJA

Panamá, Año V, No. 105

2 al 8 de enero de 2006

Para la inmensa mayoría de los hogares panameños, 2005 fue un año sumamente difícil. Estuvo marcado principalmente por las acciones de un gobierno que luego de traicionar la confianza que un año antes le depositaran en las urnas; pasó a ejecutar, con precisión envidiable, su verdadera y única agenda: la dictada por los organismos financieros de crédito internacionales y que se fundamenta, no en las legítimas y siempre postergadas aspiraciones populares, sino en la visión más neoliberal que del mundo actual se puede tener. Fue un año en que, y a contrapelo de la permanente conducta de los Estados modernos de maquillar sus estadísticas sociales y económicas para ocultar el desastre del neoliberalismo y, por ende, del capitalismo en su fase terminal, se generaron en la sociedad panameña mayores desigualdades sociales y se profundizaron y ampliaron la enorme e inocultable brecha existente entre ricos y pobres. Año de carencias sí, pero para los más desprotegidos y desamparados. El hambre, la miseria, el desempleo, la inseguridad y la corrupción más ramplona, mantuvieron su espiral ascendente; mientras que fueron tan evidentes la falta de viviendas, la precariedad en el acceso a la salud y al agua potable, que ni aún recurriendo al emplanillamiento de alguna pitonisa medieval o moderna, podría conjurarse. La corrupción, que se había prometido erradicar una vez alcanzasen el poder, se ha tornado ahora más insolente e insultante para la impresionante miseria de cientos de miles de panameños, que observan con desprecio y rabia contenida con cuanta impunidad se atraca el erario público. Pocas veces, tres órganos completos de poder de un estado en América Latina, resultaban incapaces de declararse exentos de actos o escándalos de corrupción durante solo un año. ¡Cuánta ignominia y tragedia debe soportar nuestro pueblo por culpa de sus supuestos servidores! Hoy no cabe duda, que los actuales niveles de la corrupción imperante son de tal magnitud, que amenazan con superar en corto tiempo, las perversas hazañas que a los facinerosos  de la administración mireyista, les tomó cinco años.

Naturalmente que para unos pocos privilegiados y sus familias el año que termina no fue un año difícil. Tampoco fue fácil. Fue un año excelente. Concluye dejándoles un sinnúmero de gratificaciones personales y materiales, y lo más importante: pingues negocios estatales o privados, o ambos a la vez. Para los capitalistas de siempre, los que no pierden nunca en elecciones, esto no debe ser novedad. Pero para los funcionarios públicos –-léase los de Martín y su team—el año, desde toda perspectiva, le será inolvidable. A muchos de ellos le es hoy vital olvidarse, (que es casi como padecer de amnesia), de sus viejas militancias “izquierdosas”, o renunciar, no ya a la idea de una revolución socialista en Panamá que sólo de pensarla les causa un pánico y escozor indescriptibles,  sino a la construcción de una sociedad más justa y humana. Perciben, que sólo con la abjuración total de sus estigmatizantes inclinaciones ideológicas del pasado, amén de hacerlo con algunas amistades que aún abrazan dogmas jurásicos, podrán alcanzar la libertad, la felicidad y la prosperidad, en el sentido más burgués y capitalistas de esos conceptos, que es, a la postre, el único sentido que les importa. Para ellos no fue un año de carestía, a decir por la vida opulenta que nunca les faltó; los continuos viajes al exterior en misiones insulsas, que nunca olvidaron efectuar en primera clase o en aviones presidenciales; la visita frecuente a la metrópoli imperial para extasiarse ante la sola presencia del Emperador, o el momento cumbre de sus abyectas vidas, cuando lo reciben en nuestro suelo con abrumadora pomposidad e insuperable servilismo. Sin dudas, son otros tiempos y otras las ambiciones. No hay atisbo alguno de preocupaciones sociales y populares sinceras; sólo hay  tiempo para los negocios, y para los negocios en grande. Atrás, pero muy atrás, quedó el ideario torrijista y los sueños de una “T”, que alguna vez se definió como tendencia y resultó ser de traición.

Nuestro pueblo, con esa capacidad que tiene para percibir los males y peligros que lo acechan, no aguarda nada positivo para el 2006. Sabe perfectamente que este gobierno seguirá traicionando sus aspiraciones más sentidas, y sin importarle en absoluto la suerte de cientos de miles de panameños y panameñas, continuará ejecutando su odiosa agenda neoliberal. Sumará a sus reformas fiscales, al aumento del precio del combustible y del costo del transporte en el interior del país del pasado año, la imposición en el 2006 de la ampliación del Canal para beneficio exclusivo del mundo desarrollado; el nefasto tratado de libre comercio con los Estados Unidos que someterá nuestra seguridad alimentaria a los caprichos de los grandes carteles agroindustriales; la adopción de leyes para facilitar al gran capital la explotación de nuestros recursos naturales y áreas protegidas; un megapuerto que apunta a ser uno de los más importantes negociados del “team”; un incremento injustificado del costo del transporte colectivo en la región metropolitana, junto a un alza considerable de la tarifa eléctrica que amenaza con disparar el precio de todos los servicios, productos y mercancías existentes en el país. Es decir, los negocios y las cuentas ya millonarias de unos pocos crecerán, del mismo modo que crecerá la pobreza, el desempleo, el hambre, la corrupción gubernamental, la impunidad de los poderosos y la desesperanza. En el 2006 seguiremos teniendo sólo país para  unos pocos afortunados y sus familias, mientras que a millares de panameños humildes se les seguirá negando el derecho a la vida y a la felicidad, como si se tratase de una maldición divina.

Resulta indudable que la ofensiva neoliberal se pondrá en marcha desde los primeros amaneceres del nuevo año. No hay tiempo que perder cuando se trata de empresas que aseguran grandes y apetitosos réditos a funcionarios venales. Ellos lo saben perfectamente. También el pueblo sabe perfectamente que el 2006 será un año de intensas luchas y de prolongados combates, por defender los pocos derechos sociales, políticos y económicos, que aún le quedan. Por ello es imperativo que nos unamos todos los que en este pequeño país entendemos claramente que lo que está en juego, no es sólo el presente, sino es el futuro de las nuevas generaciones, es decir, de nuestros hijos e hijas.

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