Panamá, Año IV, No. 104
26 al 31 de diciembre de 2005
Las elecciones bolivianas han dado por resultado el surgimiento de un gobierno de izquierda en aquél país. O dicho de otra manera, un gobierno que se ha comprometido a enfrentar los graves problemas sociales y de representación política que aquejan a aquélla nación. Sumido en una pobreza tan grande como la riqueza que yace en su subsuelo, el pueblo boliviano le ha dado a Evo Morales, hoy candidato electo del Movimiento al Socialismo (MAS), un mandato contundente para la recuperación de las enormes riquezas nacionales, hoy en manos del capital extranjero, y para democratizar la vida nacional, abriéndole paso, para ello, a las mayoritarias fuerzas populares que han vivido hasta hoy marginadas y políticamente expropiadas por una ínfima minoría de familias oligárquicas que han manejado al país al antojo de sus intereses económicos, con desprecio del hambre y la miseria del 80% de la población.
Pueblos y gobiernos
El triunfo de Evo Morales viene a poner de manifiesto que los pueblos del sur del continente atraviesan un período de ascenso sostenido de sus luchas, en el curso de las cuales le han propinado derrotas electorales importantes tanto al capital transnacional como a sus aliados internos, provocando con ello la ira de Washington, que ha visto como se aflojan los férreos lazos de su control imperial sobre países tales como Venezuela, Brasil y Uruguay, y a los que ahora se agrega Bolivia.
Ese movimiento de luchas y resistencias populares en ascenso continuo es el responsable del surgimiento de gobiernos que, apoyándose en el descontento social y político, sustituyen a los viejos, desgastados y desprestigiados aparatos políticos de las clases dominantes, e intentan administrar y contener el descontento popular que amenaza con barrer los cimientos mismos de esos regímenes antipopulares y antinacionales. De ahí que la consigna de «hambre cero» de Lula sea hoy entendida casi como una burla de mal gusto, y que el nuevo gobierno uruguayo haya aprobado un acuerdo de entendimiento económico con Washington que hace imposible una política económica independiente y verdaderamente nacional y popular. La situación de Venezuela, mucho más compleja, exige la definición de las luchas internas que se libran hoy entre las fuerzas que empujan por profundizar el proceso social y político, y aquéllas que, desde interior del gobierno chavista, se empecinan por «lulalizar» dicha experiencia. Pronto veremos los resultados de esa lucha sin cuartel.
En ese contexto, el nuevo gobierno boliviano surge marcado por una enorme diferencia respecto a sus símiles del cono sur: la llegada al poder de Evo Morales es el resultado del desgaste y desprestigio de los partidos políticos de las clases dominantes, pero también, y mucho más importante y determinante, es el resultado de la movilización popular y las luchas políticas y sociales que han derribado a los dos gobiernos anteriores. No se trata, por tanto, de una victoria electoral en frío, tal como ocurrió en Venezuela, Brasil y Uruguay. Por el contrario, en el caso boliviano el triunfo electoral es el resultado directo de las grandes victorias políticas y sociales obtenidas mediante la movilización popular. No será fácil, por tanto, lulalizar esta victoria política del pueblo boliviano, y las fuerzas que desde ya empujan en esa dirección no dispondrán de mucho espacio de maniobra.
Los posibles escenarios
Los movimientos sociales y políticos son tan complejos como la vida misma, y por ello sus posibles distintos desenlaces son impredecibles e inesperados. No por ello debemos de hacer tabla rasa de la experiencia histórica que nos señala que ante Evo Morales se abren ahora escenarios altamente probables y extraordinariamente complejos: a) que las movilizaciones continúen, e incluso que se radicalicen, llevando al gobierno más allá del programa inicialmente pensado, transformando así lo que hoy es el inicio de una revolución democrática en un proceso que socavaría las bases mismas del sistema social boliviano, tal cual ocurrió con la revolución cubana; b) que Evo Morales intente lulalizar el actual proceso revolucionario, abriéndose con ello un período de grandes enfrentamientos sociales que pudieran constituir el preludio del derrocamiento de su gobierno y el surgimiento de otro abiertamente revolucionario, o, por el contrario, podrían abrir las puertas también a un sangriento golpe militar tipo Chile, lo que tendría consecuencias que irían incluso mucho más allá de sus fronteras.