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Un discurso engaña bobos y unos hechos indecentes

BUSCANDO CAMINO

Movimiento Democrático Popular

Panamá, Año XIV, No. 255    –    5 de enero de 2016

Resumiendo. El discurso del Presidente de la República con motivo de la instalación de la Asamblea Nacional, mal llamado “informe a la Nación”, no fue otra cosa que un resumen cuantitativo de obras realizadas y promesas por cumplir. Se llegó al extremo de prometer obras, como la línea 3 del metro, que escapan a su período gubernamental. Para nada despejó el camino por el que discurrirá el país en los años que le quedan de su mandato, tal como se esperaba que le aclarara a la ciudadanía.

Es así como prometió la convocatoria de un diálogo sobre el futuro y naturaleza de la educación que requiere con urgencia el país, pero en absoluto avanzó las líneas maestras por donde, a su juicio, debería discurrir el nuevo proyecto educativo. O carece el Ejecutivo de claridad respecto a dicho nuevo sistema, o lo que es peor aún se le esconde al país lo que realmente se pretende. Y ello es así puesto que es responsabilidad del gobierno proponer las transformaciones que a su parecer son necesarias, para convocar de esa manera a la sociedad a que las mismas sean discutidas con la finalidad de lograr entonces un consenso de Estado.

Hizo lo mismo con los resultados del diálogo sobre la transformación del sistema de salud. Si bien es cierto que se ha materializado un diálogo exitoso por los consensos logrados con los gremios del sector, también es cierto que no se han hecho públicos los acuerdos alcanzados, ni el Presidente ha informado sobre las líneas maestras del futuro del sector, contentándose con vagas referencias a la “fusión” de los servicios médicos de las instituciones públicas de salud.

Mucho más grave aún resulta el silencio irresponsable sobre la inocultable situación por la que atraviesa el programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM), que a juicio del actual director de la Caja de Seguro Social (CSS) entrará en una situación financiera insostenible a partir del 2024. Es hora ya que se abra sin tapujos un gran debate nacional sobre dicho tema, pues existen posiciones encontradas al respecto, dado que los voceros de los gremios empresariales apuestan a descargar sobre las espaldas de los asalariados los costes de dicha crisis, mientras que, por otra parte, se adelantan posibles soluciones más acorde con los intereses de la gran masa de los cotizantes.

Sobre la grave crisis de abastecimiento de agua producto de la sequía que afecta al país y el irracional manejo del tema del agua potable de la que carecen más de medio millón de panameños, el Presidente sólo nos ha indicado que se pretende concesionar la producción de agua potable aprovechando la represa de Bayano, o lo que es lo mismo se nos anuncia la privatización de dicho proyecto. La empresa privada produce el agua potable y el IDAAN se la compra. Y ello lo justificó afirmando, poco después, que el país “necesita mucha inversión privada”.

Lamentables también han sido sus palabras sobre el chantaje permanente que realiza el consorcio Grupo Unido por el Canal (GUPC) a la Administración de nuestra vía interoceánica. Se remite el Presidente a “solicitar” que se abandonen las “luchas mediáticas que le hacen daño a la empresa, a la Administración del Canal y a la República de Panamá”. Es hora ya que nuestros gobernantes metan en cintura a esa empresa corrupta, exigiéndole abiertamente a la Junta Directiva del Canal que prepare las demandas correspondientes a los más de 700 millones de balboas de lucro cesante, causado por las acciones maliciosas de las empresas que conforman tan desprestigiado consorcio. ¡Basta ya de guantes de seda!

Finalmente, el mandatario prometió convocar a las fuerzas vivas del país para que, a través de la Concertación Nacional, nos pongamos de acuerdo en un Plan Estratégico Nacional con visión de Estado con miras al 2030. Por supuesto, ni una palabra sobre su concepción del modelo de sociedad que debería salir de dicho diálogo. Como creer entonces en tan nobles propósitos cuando se niega a convocar un proceso constituyente para que los panameños decidamos qué país queremos, alegando que “nos falta madurez”.

Los hechos indecentes de una elección en la Corte Suprema de Justicia

No se habían disipado los ecos de un discurso clarificador por lo que no decía abiertamente, pero que se podía entender leyendo entre líneas, cuando se producía la reelección del Magistrado José Ayú Prado como Presidente de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) por los próximos dos años. Dicho Magistrado fue en su momento Procurador General de la Nación nombrado por Martinelli y llegó a la Corte gracias al dedo de ese mismo funesto expresidente, señalado como involucrado en graves hechos relativos al escándalo de Finantial Pacific y otros. Fue postulado por Cecilio Seladise, quien había juramentado su cargo solo unas cuantas horas antes, obtuvo también el voto favorable de Angela Russo, juramentada conjuntamente con Sedalise. Ambos fueron nominados por el actual Presidente de la República, y resulta difícil no pensar que llevaban muy bien aprendidas las indicaciones.

Nadie puede entender dicha elección sino como una grave burla al conjunto de la ciudadanía y como el aldabonazo que cierra toda esperanza de rectificación de nuestro sistema de justicia. Y con ello hemos de dar por cancelada toda posibilidad de reforma del régimen político mediante el cual se nos domina, puesto que no existe en la clase gobernante ninguna voluntad en ese sentido. De ahí que la apertura de un proceso constituyente solo podrá ser el resultado de la construcción de una fuerza sociopolítica capaz de provocar una “ruptura democrática” que abra las puertas a un nuevo país.

Pero si alguna duda quedaba, también se nos da a conocer que la CSJ ha acordado, mediante votación unánime, y en una sesión presidida por José Ayú Prado, que las Actas del Pleno son confidenciales. ¡La cuadratura del círculo!

En su discurso el Presidente Varela nos pidió “fe y confianza para recuperar la credibilidad”. De igual manera definió al pueblo panameño como “falto de madurez” para asumir el reto de una Constituyente. Pues bien, si se carecía de “fe y confianza”, debe saber el Presidente que no tenemos ninguna en un régimen político agotado y falto de madurez para asumir el reto de refundar el país sobre la base de un nuevo modelo de sociedad fundamentado en la honestidad política y en el servicio a las grandes mayorías nacionales.

La clase dominante ha echado por la borda, ante la faz del país, toda posibilidad de autoreforma. La derrota electoral de la dictadura civil de Ricardo Martinelli abrió la posibilidad de lograr consensos nacionales que ampliaran las libertades democráticas y profundizaran los derechos sociales, esos posibles consensos ahora deben darse por clausurados.

Hoy más que nunca la tarea central sigue siendo la de construir un movimiento sociopolítico integrado por todas fuerzas democráticas que estén de acuerdo en la refundación del país y la construcción de un modelo de sociedad que priorice lo público sobre lo privado y que para ello establezca una verdadera democracia.

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