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SEÑALES DE TORMENTA

Panamá, Año XI, No. 240
2 de julio de 2012

El mensaje a la nación de Ricardo Martinelli, con ocasión de la instalación de la nueva legislatura de la Asamblea de Diputados, ha sido un ejemplo de grandes mentiras, embellecimiento de la realidad, apropiación de proyectos de gobiernos anteriores y el dar como existente lo que está en ejecución, cuando no en la imaginación alucinada del Presidente. Lamentablemente para él, así como para cada uno de los integrantes de su gobierno, las protestas, cierres de calle y movilizaciones por falta de agua, fracaso del Metrobus, ausencia de calles transitables, falta de puentes, colapso de la infraestructura escolar, desorbitado aumento del costo de la canasta básica familiar, próximo aumento de la tarifa eléctrica, desabastecimiento de medicinas y nefasta gestión de la CSS, entre otros muchos desastres y abandonos del presente gobierno, desmienten contundentemente las cínicas falacias del mencionado discurso.

Un Presidente y su gobierno carentes de credibilidad

Luego de calificar a la oposición como violenta, desestabilizadora y de intereses mezquinos, Martinelli los llama a “cerrar el capítulo de la pelea y la confrontación”. ¿Quién lo entiende, quién le cree? Quien hace dicho llamado es quien autorizó 72 horas antes una cuña televisiva en la que manipula a la Iglesia católica y en especial a Monseñor Ulloa, utilizándolos para atacar descarnadamente al Frente por la Defensa de la Democracia, organismo integrado por la sociedad civil, los gremios, sindicatos y los partidos políticos de la oposición. Se trata del mandatario que derogó el Fondo Fiduciario para así apropiarse, con fines electorales, del resultado de la venta de los activos estatales que le pertenecen a todos los panameños, una vez fuesen aprobadas las leyes que envió a la Asamblea de Diputados autorizando la venta de las acciones de las empresas de Cable&Wireless y eléctricas, así como los terrenos de la Zona Libre y Amador.

Quien llama a la paz es quien autorizó el interponer tres demandas contra el Tribunal Electoral, solicitando su destitución y la de sus suplentes, para así decapitarlo y controlar a la única institución del Estado que no se le arrodilla. Descubierta su felonía, retiró dos de las tres demandas para hacer creer que se había equivocado “al hacerle casos a sus abogados”. Demos por cierto que pronto activará la tercera demanda. Llama a la paz quien intento poner en pie la inconstitucional Sala V, cuya única finalidad era la de blindar jurídicamente la doble vuelta y su eventual reelección.

Si de verdad quiere un país en paz debe acatar el rechazo de la ciudadanía a la venta de los activos, tierras y acciones, que le pertenecen a todos los panameños/as, y cejar en el acoso al Tribunal Electoral y a los dirigentes sindicales y gremiales del país. Entonces, quizá, empiece a recuperar una credibilidad que parece ya irrecuperable.

Señales de tormenta

Contrario a lo que el país le demanda, y a lo que él dice querer, el Presidente Martinelli ha impuesto al diputado Sergio Gálvez como Presidente de la Asamblea de Diputados. ¿Qué se esconde detrás de esta al parecer insensata imposición? En el propio discurso de toma de posesión, el lobo dejó ver sus orejas al anunciar que reformará el reglamento interno para que no se dilate la aprobación de los proyectos de ley. Dicho en palabras llanas, para impedir que se prolonguen las discusiones y poder imponer a raja tabla los deseos del ejecutivo.

Pero todavía hay más. El lobo enseñó sus colmillos al declarar, en el colmo de la desvergüenza, que él, Sergio Gálvez, está totalmente a favor de la hasta ahora inconstitucional reelección de Ricardo Martinelli. También declaró que se discutirán las reformas a la Ley Electoral. Ya podemos imaginar que no por casualidad de dichas reformas surgirá un vestido a la medida de los intereses electorales de Ricardo Martinelli. Ahora queda claro el por qué y el para qué de la imposición de Sergio Gálvez como presidente de la Asamblea de Diputados.

No cabe la menor duda que las intenciones de Ricardo Martinelli son las anteriormente descritas, y tampoco debe quedarnos la menor duda que de proceder así desatará una tormenta social y política que profundizará la crisis en la que está sumido el país. Hay que estar preparados para los peores escenarios, pues las únicas señales que provienen de la presidencia son las de que se aproxima una tormenta.

El Frente por la Defensa de la Democracia

Al calor de los permanentes ataques del gobierno de Ricardo Martinelli a las libertades democráticas de los ciudadanos, pavimentando así el camino hacia el perfeccionamiento de su dictadura civil, luego de controlar y someter a la Asamblea de Diputados, la Corte Suprema de Justicia y la totalidad de la instituciones del Estado, con la excepción del Tribunal Electoral, el presidente impulsó la creación de la Sala V para así maquillar jurídicamente la vía expedita a su reelección. No contento con ello, pretendió y pretende la venta de los activos del Estado para así hacerse con varios miles de millones de balboas en preparación de una fastuosamente corrupta campaña electoral.

En ese clima y para detener tales desaguisados es que nace el Frente por la Defensa de la Democracia, integrándose en el mismo la mayoría de los gremios y sindicatos del país, así como un número abrumador y diverso de organizaciones de la sociedad civil, lo mismo que los tres partidos de la oposición. Su objetivo: impedir el establecimiento de una dictadura civil que recortaría aún más, cuando no suprimiría, las libertades democráticas de las que todavía gozamos los ciudadanos. Su constitución, y la realización de su primera manifestación unitaria, logro hacer retroceder de inmediato al régimen en sus perversos propósitos, aunque sólo fuera para intentar materializarlos en otro momento y por otras vías.

Con ello quedó demostrado que la unidad de todas las fuerzas democráticas, tras el objetivo de impedir el perfeccionamiento de la dictadura civil, era una necesidad incuestionable y urgente. No se trata de un frente electoral, ni siguiera va más allá de la lucha contra la dictadura civil. Ahora bien, en su interior las fuerzas democráticamente consecuentes debemos de luchar por impulsar un funcionamiento del mismo que sea verdaderamente democrático, impulsando asambleas generales de todos sus miembros para tomar decisiones trascendentes, debatiendo hasta el cansancio por impulsar un posible acuerdo que nos conduzca hacia una Asamblea Constituyente Democrática que amplíe, profundice y extienda los derechos democráticos y sociales del pueblo panameño, en el camino de un modelo de sociedad solidario que responda a las necesidades y ambiciones de la mayoría social.

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