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EL GENOCIDA NOS VISITA

Panamá, Año IV, No. 99

7 al 13 de noviembre de 2005

Si algo suele identificar los viajes al exterior de los mandatarios estadounidenses es el alto grado de rechazo y repudio generalizado que levantan en los sitios visitados. Sin embargo, nunca ningún otro había logrado generar una repulsa tan universal como la que alcanza George W. Bush hijo. Naturalmente que este mérito no es gratuito. Este presidente estadounidense devenido en asesino confeso y que nos visita en estos días para vergüenza de nuestra Nación, es el responsable directo de la muerte de cientos de miles de personas inocentes en el mundo y de la carnicería que aún desarrolla su ejército fascista en Irak. Es precisamente en ese último país donde se manifiesta en toda su crudeza y barbaridad el carácter genocida de este malévolo personaje. Allí tiene lugar el uso indiscriminado en centros urbanos de las municiones de efectos combinados y de doble propósito BLU-97 y DPICM con secuelas letales sobre la población civil principalmente; la destrucción de ciudades enteras como Falluja al mejor estilo de Guernica en los tiempos de Hitler; el desastre cultural irreversible a un patrimonio de toda la humanidad que ha causado su brutal invasión; el robo descarado del dinero del pueblo iraquí y los espeluznantes y horribles métodos de tortura que su soldadesca emplea y que fueron conocidos por la vergonzosa prisión de Abu Graid. Es por eso que contra este sujeto existen suficientes y abundantes pruebas para proceder de inmediato a su arresto y posterior encausamiento. A su extenso prontuario criminal agregaríamos la existencia en la ilegal base naval de Guantánamo desde hace casi cinco años de más de 600 prisioneros privados por completo de sus derechos fundamentales y sometidos a las más crueles formas de tortura; la cruenta e injustificada invasión a Afganistán; sus amenazas guerreristas contra otras naciones independientes como Cuba, Corea del Norte e Irán; la brutal invasión a Irak bajo el falso argumento de las armas de destrucción masiva. Si la detención no ha procedido es porque el acusado no es un ciudadano serbio-bosnio o un defenestrado dictador iraquí. Tampoco sucede porque en las organizaciones internacionales supuestamente encargadas de velar por el cumplimiento de las normas civilizadas de convivencia universal, la decencia, la ética y la justicia, son virtudes selectivas o muy raras entre sus miembros. Lo que impera en ellas hoy es su sometimiento y docilidad al imperio de la impunidad y la fuerza ejercido por los Estados Unidos. He allí la verdadera razón por la que el criminal ande suelto.

El presidente Bush no es un personaje ilustre. Es un personaje nefasto. Recibirlo en nuestra Patria cuando falta escasamente un mes para cumplir dieciséis años de la cruenta invasión militar que ordenara el también genocida de su padre contra nuestro pueblo, ofende y denigra. Su presencia no nos enaltece ni nos dignifica como Nación, sólo nos hundirá en el fango de la ignominia y la humillación permanente. Como constituye un sujeto sumamente peligroso (“somos una Nación en guerra”) y al mismo tiempo un peligro, de seguridad se convierte en un desprecio y atropello absoluto de la soberanía nacional. Sus temas y sus órdenes directas y brutales sobre TLC, ampliación del Canal, seguridad hemisférica, Plan Colombia y, en fin, sobre subordinación y dependencia neocolonial, sólo pueden ser cumplidos sin vacilación ni duda por los administradores del neoliberalismo criollo. Naturalmente no habrá por los anfitriones el menor asomo de osadía por exigirle al emperador la limpieza de los polígonos de tiro; la devolución del terrorista Posada Carriles y sus compinches fraudulentamente indultados por la despreciable ex presidenta Moscoso; la ilegal deuda externa que estrangula a naciones como la nuestra; indemnización a los ex trabajadores bananeros afectados por el cancerígeno Nemagón y a las víctimas de la invasión del 20 de diciembre de 1989.

Cuando el genocida Bush arribe a nuestro suelo protegido por la nocturnidad propia de los delincuentes, no lo hará representando a un Estado ejemplar. Ningún provecho podríamos recibir como pueblo del gobierno que no ha suscrito la Convención sobre Derechos del Niño; el Convenio para la eliminación de todas las formas de discriminación hacia la mujer; la Declaración Internacional sobre torturas y tratos crueles; el Protocolo de Bioseguridad, de Kyoto y de Verificación del Cumplimiento de la Convención Internacional de Armas Biológicas y Toxínicas; el Convenio de Diversidad Biológica; el Convenio sobre la eliminación de las Minas Terrestres; el de Basilea sobre desechos peligrosos; el Convenio Marco sobre Control del Tabaco y el Tribunal Penal Internacional. Este visitante indeseable representa el único país del mundo que ha usado armas nucleares contra otros pueblos; el único condenado por el Tribunal Internacional de la Haya y más de trece veces consecutivas por la Asamblea General de la ONU para que ponga fin al embargo económico contra Cuba; es el mayor productor de basura tóxica y de emisiones de dióxido de carbono del planeta; cuenta con más de 730 instalaciones militares diseminadas en más de 130 países; protege al Estado de Israel que ha incumplido desde 1992 casi 70 resoluciones de la ONU; impulsa la militarización del espacio en franca violación del tratado ABM (misil antibalístico) e invade naciones como Irak usando como pretextos la calumnia y la mentira. Sin embargo, tal vez el actual gobierno panameño sí podría sentirse plenamente identificado con algunas experiencias “edificantes”, que ya suelen ser frecuentes dentro del “ stablisment ” estadounidense. El fraude colosal que le sirvió a Bush para alcanzar la presidencia en su primer período; las constantes licitaciones millonarias que se adjudican a empresas ligadas al poder; el fraude contable de empresas y firmas emblemáticas como Enron y Arthur Andersen y la reducción de los fondos de seguridad social, son sólo algunas experiencias que podrían ser provechosas para la “Patria Nueva”.

Ningún gobierno, aunque acuda al más cuántico y descafeinado de sus integrantes, representado en la figura de su primer Vicepresidente, logrará convencer a nuestro pueblo que la visita del genocida Bush es positiva. El pueblo al que se ofende deliberadamente con esta peregrina afirmación sabe perfectamente que el emperador no viene en visita de cortesía; viene a impartir instrucciones y recibir a cambio docilidad y claudicación absoluta. Dentro de ese esquema es que se inserta el periplo imperial que inició en la ciudad argentina de Mar del Plata asistiendo a la IV Cumbre de las Américas, cumbre que no pudo forzar a una reunión de vasallos por la resistencia y oposición tenaz de un reducido número de naciones latinoamericanas. Aún así, Brasil y Panamá serán visitados por la importancia considerable de ambos en los planes estratégicos de seguridad hemisférica y control del territorio por parte de los Estados Unidos. Por ello parece razonable pensar que pese a las divergencias y matices aparentes que esta Cumbre se esforzó en mostrar, la agenda del imperio terminará imponiéndose y no tardará mucho tiempo entonces, para que nuestro pueblo y el resto de los pueblos de América Latina y el Caribe, comiencen a sufrir las consecuencias nefastas de tanto avasallamiento y sumisión.

¿Panamá de rodillas?

Primero los panameños nos enteramos, por declaraciones del propio Bush realizadas en Washington, de cuál era la agenda «publica» que se trataría en su visita a Panamá. El gobierno panameño, por su parte, no tuvo ni ha tenido en ningún momento la menor intención de informar de las razones de la visita del Presidente Bush a nuestro país y ha mantenido al conjunto del pueblo en la más oscura ignorancia respecto a los temas que serán discutidos y acordados. Pero si ello constituye una bofetada al pueblo soberano de Panamá, ahora se trata de hechos mucho más graves. En efecto, los grandes medios internacionales de comunicación social nos han dado a conocer que en la fracasada Cumbre de las Américas ha sido la República de Panamá, a través de su Ministro de Relaciones Exteriores y Primer Vicepresidente de la República, Samuel Lewis Navarro, la encargada de presentar el proyecto de resolución encaminado a la aprobación por consenso de la denominada Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Los mismos medios internacionales destacan que la resolución presentada por Panamá fue elaborada por Washington, utilizándose a Panamá como simple testaferro para presentarla.

Como se sabe, el proyecto de resolución ha sufrido una derrota histórica. Y no es para menos. El ALCA, tal cual ha sido denunciado por la inmensa mayoría de las organizaciones sociales del Continente, y por los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela y Cuba, no es más que un descarado proyecto que tiene por único objetivo la recolonización norteamericana de los pueblos y las naciones latinoamericanas. ¡Nunca antes había caído tan bajo un gobierno pana­meño! Conscientes de su papel de simples testaferros en la comisión de tan grave crimen contra los pueblos latinoamericanos, la Cancillería panameña le ocultó al país la vergonzosa misión que cumplirían, por encargo del gobierno de los Estados Unidos, para vergüenza de todos aquéllos panameños y panameñas con dignidad nacional.

El gobierno del perredé, encabezado por Martín Torrijos, ha lanzado un escupitajo sobre el rostro del mismo pueblo que convocó la solidaridad continental a la hora de la recuperación del Canal. Se trata de una ofensa sin nombre inferida al conjunto de los pueblos latinoamericanos. Los militantes de ese partido que aún mantienen posiciones nacionalistas, por tibias que estas sean, o esperanzas de su «recuperación socialdemócrata», a partir de ahora no tienen otra alternativa que reconocer que dicho partido se ha puesto de rodillas y al servicio de los más perversos intereses de Washington. Siendo así, sólo les queda abjurar del mismo o ser cómplices conscientes de dicha política.

Por otra parte, no debemos ocultar que la totalidad de los partidos de la «oposición» apoyan sin remilgos la aprobación del Tratado de Libre Comercio entre Panamá y Estados Unidos, por lo que deben de estar sumamente complacidos por la coherencia demostrada por el PRD en la entrega de la independencia y dignidad nacional, al levantar las banderas del ALCA por encargo de Washington. Ahora el conjunto de la partidocracia neoliberal se hermana en los aplausos de la invasión de 1989 (no en vano el PRD gobierna hoy con el Partido Popular- Demócrata Cristiano) y en el indulto concedido por Mireya Moscoso al terrorista Posada Carriles y a sus secuaces. No lo olvidemos: si los gobiernos se venden, los pueblos resisten; si los gobierno se arrodillan, los pueblos mantienen su altiva dignidad.

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