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Las necesarias Empresa Nacional de Hidrocarburos y la Nacional de Transporte Colectivo

Panamá, Año IV, No. 81

11 al 17 de abril de 2005

La imparable subida de los precios del petróleo en el mercado internacional tiene causas complejas, entre las que destacan el desaforado consumo de la República Popular China – y de la India -, lanzada sin retorno por el camino de un desarrollo capitalista desenfrenado, la guerra de Irak y la especulación sin controles de los grandes monopolios petroleros, cuyos escandalosos beneficios alcanzan cifras jamás imaginadas. Ciertamente, ese desenfreno en la subida de los precios del crudo tiene un impacto negativo en los mercados nacionales, puesto que provoca un alza significativamente creciente en el costo de la vida de todos los ciudadanos.

En el caso panameño, y por añadidura al incremento del costo de la electricidad y de la canasta básica, el aumento del precio internacional de los hidrocarburos se traduce en un terremoto para los más de 380.000 usuarios directos de vehículos que utilizan gasolina y diesel, que es el tamaño del mercado cautivo que tienen las trasnacionales que se dedican en Panamá a la distribución de dichos carburantes. De ellos, 240.000 son propietarios de automóviles particulares, que ven como semana tras semana su nivel de vida se deteriora en la misma medida en que se incrementan los precios. De otra parte, 32.000 taxistas sufren, por la misma razón, el recorte sistemático de sus ingresos, agravándose el problema cuando se trata de «palancas» (trabajadores que pagan un precio fijo por turno al propietario del taxi). A ello hay que sumar a los 9.000 autobuses de transporte colectivo, cuya inmensa mayoría es conducido por palancas, cuya sobreexplotación los empuja a las carreras endemoniadas por la obtención de pasajeros, las cuales terminan en muchas ocasiones en trágicos accidentes que se cobran cada vez más vidas humanas.

Hay que dejar claro que los propietarios de autobuses y táxis no ven afectados para nada sus ingresos, puesto que son los «palancas» los que, amen de no estar afiliados a la CSS, están obligados a comprar el combustible que utilizan. Así, pues, las protestas y amenazas de los «sindicatos» del transporte, verdaderas organizaciones empresariales de corte mafioso, no tienen otra causa que la presión ejercida por los «palancas» que, además de impedidos de organizarse sindicalmente, ya no soportan más las sobreexplotación a la que están sometidos.

Como puede observarse, el problema que para todos los ciudadanos plantea la subida sistemática del precio de los hidrocarburos, no puede separarse del otro grave problema del deficiente servicio del transporte colectivo y de la inhumana y brutal sobreexplotación de los «palancas», problemas estos a los que un gobierno de alternativa antineoliberal deberá tener entre sus primeros objetivos programáticos. Pero veamos qué «solución» ha adoptado el actual gobierno que prometio en su campaña una «Patria Nueva».

Una vez más el gobierno toma un camino «equivocado»

Impedido de subir los precios del pasaje – tal como exigen a gritos algunos mafiosos «dirigentes» transportistas- por encontrarse inmerso en la grave coyuntura de la reforma antipopular de la CSS, el gobierno optó por subvencionar con dineros del pueblo panameño a las transnacionales distribuidoras de combustible. Al rebajar el impuesto en 0.20 centésimos al galón de gasolina y 0.10 para el diesel, durante los próximos cuatro meses, el gobierno reduce sus ingresos en cerca de 20 millones de balboas. En otras palabras, 20 millones menos para inversión social en carreteras, salud, educación, etc. Con ello se logran varios objetivos: se aplaza el problema a la espera de poder subir el precio del pasaje colectivo después de atravesada la coyuntura de la reforma de la CSS, alivia momentáneamente la presión que ejercen los «palancas» sobre los mafiosos empresarios transportistas, y logra mantener las exorbitantes ganancias de las transnacionales distribuidoras de combustible, que se embolsan, según los dirigentes de ADIGAS (gremio de los propietarios de gasolineras), entre 0.40 y 0.50 centésimos por galón. Como se ve, el pueblo paga con sus dineros el buen vivir de las dos familias Soprano del sector.

La Empresa Nacional de Hidrocarburos y la Nacional de Transporte

Sólo hay un camino para desenredar el ovillo de esta trama de mafiosos y de multimillonarios delincuentes de saco y corbata: la creación de la Empresa Nacional de Hidrocarburos, institución que deberá asumir de inmediato la importación, almacenamiento y distribución de los hidrocarburos, rebajando su precio en los 0.50 centésimos por galón que hoy se embolsan como ganancias los monopolios transnacionales, lo que al mismo tiempo permitiría mantener el precio del pasaje y los ingresos que hoy recibe el Estado por impuesto al carburante.

Y en cuanto al transporte colectivo de pasajeros, la creación de la Empresa Nacional de Transporte Colectivo suprimiría de una vez por todas a las mafias que lucran con el sudor de los «palancas» y de la inmensa mayoría de los trabajadores panameños, gracias a la implementación de un sistema moderno de transporte- ya sea el denominado Transmilenio o el tren ligero de superficie -, que reduciría a menos de la mitad el tiempo que hoy le toma a los trabajadores llegar a sus puestos de trabajo y a sus viviendas, mantendría los precios del pasaje, garantizaría a los conductores todos sus derechos y prestaciones laborales, y acabaría de una vez por todas con los dramáticos accidentes a que los «diablos rojos» nos tienen acostumbrados.

¿Cuáles son los obstáculos para que el gobierno adopte tal decisión? Hay que decirlo con toda franqueza: no existe obstáculo alguno para adoptar de inmediato tales decisiones. La Constitución Nacional en sus artículos 45, 46 y 281 facultan a que «el Estado asuma, cuando así fuese necesario al bienestar colectivo…..el dominio de las empresas de utilidad pública pertenecientes a particulares». Y los dos primeros reafirman, taxativamente, que ello será por razones de «utilidad pública o interés social», de modo que «el interés privado deberá ceder al interés público o social». Que el lector saque sus propias conclusiones.

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