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PANAMA SOMETIDA

Panamá, Año III, No. 75

15 al 21 de noviembre de 2004

El genocidio de Faluya, con sus miles de muertos combatientes y un desconocido número de víctimas civiles «colaterales», amén de sus centenares de miles de pobladores que desambulan como muertos vivientes carentes de luz, agua, atención médica, alimentos y cobijo; las exigencias hechas desde la Casa Blanca al pueblo palestino para que «limite sus exigencias y se modere», para así «aprovechar la muerte de Arafat y abrir la posibilidad de un Estado Palestino» sin duda mediatizado; la renuncia de Colin Powell y el ascenso al cargo de Fiscal General (Ministro de Justicia) de Alberto González, el hombre que dio sustento y ropaje legal a las torturas, no son más que algunos de los elementos que van configurando el acelerado curso de endurecimiento del reelecto gobierno de Bush.

Sin las ataduras que le imponía la necesidad de reelegirse, el gobierno Bush se apresta a configurar el mundo a la medida de sus necesidades imperiales y a configurar la «nueva norteamérica» en el camino expreso de «la sociedad de propietarios» ya proclamada en sus primeras intervenciones públicas: privatización de la seguridad social, recorte de impuestos para los multimillonarios y sus corporaciones, y descarga de los mismos sobre las espaldas de los más necesitados.

Tales objetivos no pueden impulsarse sin el ropaje de una ideología capaz de disfrazarlos, intentando al mismo tiempo ganar la conciencia y con ello la aceptación de un sector importante de sus ciudadanos y de sectores importantes de la sociedad internacional. La guerra permanente y global contra el «terrorismo» y el fundamentalismo religioso, son los dos ejes sobre los cuales se articula la gran batalla de ideas que se libra actualmente a escala planetaria.

De ahí los planes para imponer a la sociedad norteamericana en su conjunto una visión del mundo, de la sociedad, la familia y la persona humana, caracterizada fundamentalmente por la negación del derecho a decidir y optar, a disentir y opinar, criminalizando el derecho a optar por un aborto regulado y despenalizado para aquéllas que así lo decidan, así como la unión civil entre parejas del mismo sexo que tomen esa opción, legalizando además la cultura de la muerte y la violencia al permitir la venta libre y sin control de armas de guerra. Para ello profundizarán el recorte extremo de las libertades democráticas ya impuestas mediante la Patriot Act. En el campo internacional, la ideología de la guerra permanente, global y preventiva contra el «terrorismo», se alimenta en verdad de una deliberada política de miedo constante y permanente introducida en la conciencia y la vida cotidiana de los ciudadanos del mundo, de manera tal que puedan identificar toda rebelión o rechazo de las imposiciones norteamericanas, como signos evidentes de «terrorismo».

Panamá sometida

La visita a Panamá de Donald Rumsfel, camino de Colombia y de Ecuador, país este último donde asistirá a la Conferencia de Ministros de Defensa del Continente, es una pieza más de la endurecida política exterior norteamericana. Se trata de sumar, ahora sin remilgo alguno, al conjunto de los países latinoamericanos a la lucha contra el terrorismo, sometiéndolos a la férrea dirección político militar de la fracción dirigente del gobierno Bush. Con ello se intenta expandir y legitimar la ideología que sustenta la guerra permanente, global y preventiva, a la par que se remilitariza el continente para «prevenir» sublevaciones como las de Bolivia o el mismo Ecuador, «previniendo» al mismo tiempo gobiernos como el de Chávez, en Venezuela, o desbordes sociales de gobiernos como el de Lula, en Brasil, o del recién electo de Tavaré Vásquez en Uruguay.

La visita de Rumsfel a Panamá no tiene otro objetivo que el de profundizar los acuerdos de «colaboración y cooperación» firmados por Mireya «La Impune» Moscoso y ampliar la ejecución del programa de adiestramiento y militarización de la Policía Nacional, cada vez más sometida a las exigencias de la estrategia hemisférica norteamericana. Para ello nada más «lógico» que recordarnos «el peligro de un ataque terrorista contra el Canal» y la indefensa frontera con Colombia. Súmese a ello la negativa gubernamental a romper relaciones con el corrupto y corruptor gobierno de Taiwan, pese a las ventajas indiscutibles de establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China, y tendremos el cuadro de un país cada vez más sometido a los intereses de la superpotencia, que en nada coinciden con los nuestros.

Panamá necesita con urgencia una política internacional que responda a nuestros intereses nacionales, y sólo a ellos, sin que tal política signifique confrontar innecesariamente con las políticas internacionales de otros Estados. La independencia nacional, que debe proyectarse también en el plano internacional, debe responder a un proyecto nacional del que a todas luces carecemos.

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