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¿CAMINO A LAS CAVERNAS?

Panamá, Año III, No. 74

8 al 14 de noviembre de 2004

La reelección del presidente Bush, apoyado masivamente por los sectores más atrasado y despolitizados del sur y de la norteamérica rural y agraria, esa «América profunda» alimentada por belicistas, antiabortistas, sexistas, racistas y fundamentalistas religiosos que encuentran su mayor caldo de cultivo en los cincuenta millones de analfabetas funcionales existentes en norteamérica, ha resultado un mazazo de enorme dureza para los bienintencionados de este mundo, así como para los ciudadanos de esa otra norteamérica culta, científica, industrial y progresista.

Las razones del fracaso de Kerry no han sido otras que las ya señaladas hasta la saciedad: una candidatura cuando menos ambivalente y confusa, hasta el extremo de que en su discurso de reconocimiento de la derrota llamó a la «unidad de todos». Es decir, a la unidad del agua y del aceite de los belicistas con los pacifistas, de los trabajadores con sus explotadores, de las mujeres con sus opresores, de los defensores de los derechos civiles con los racistas y fundamentalistas religiosos. Su candidatura nunca fue otra cosa que una sombra confusa y desdibujada de su oponente, incapaz de organizar la lucha abierta y decidida por una retirada inmediata de las tropas de Irak y la derogación de la antidemocrática Patriotic Act , entre otras muchas reivindicaciones silenciadas cuando no contrariadas por su candidatura.

Una vez más, el triunfo de Bush, que no es otra cosa que el fracaso de Kerry, ha puesto de manifiesto que la política del «mal menor» es el más formidable de los obstáculos para la derrota de los males mayores. De haberse erigido como un decidido luchador por la paz, la salud pública y la educación para todos, por la defensa del ecosistema y la igualdad de derechos de las mujeres y los trabajadores, en lucha abierta contra los monopolios y la opresión de los pueblos del mundo, el hoy derrotado Kerry sería presidente de los Estados Unidos, o, en el peor de los casos, el dirigente indiscutido de la mitad del pueblo votante organizado de su país, transformado así en la fuerza motriz de una transformación sin precedentes en aquélla nación, capaz de paralizar, hacer retroceder y derrotar la política de muerte y hambre del actual grupo dirigente norteamericano.

Lo que nos espera

Se equivocan quienes alimentan la esperanza de que el reelegido Bush flexibilice, en este segundo mandato, sus posiciones internas e internacionales, buscando de esa manera dejar un «legado positivo» para la historia. ¡Qué craso error! Convencido de haber sido legitimado en su mesiánica política de dominio y sometimiento de los trabajadores y el mundo, su política belicista, orientada a la dominación sin hegemonía de su pueblo y los pueblos del mundo, se verá exacerbada, pudiéndose esperar las mayores barbaries y crímenes contra la humanidad.

Al igual que ocurrió en la Alemania de Hitler, los incautos fueron aquéllos que creyeron que la barbarie fascista sólo afectaría a los comunistas y luego a los judíos. En verdad, la reelección de Bush es un paso de gigante en la derechización del actual gobierno norteamericano y sus consecuencias las pagaremos todos .

Lo que puede detenerlos

Mirar la realidad de frente no es tarea de pesimistas sino de optimistas que intentan comprenderla para cambiarla. Los resultados electorales que han dado una victoria histórica al Frente Amplio en Uruguay, el reagrupamiento de las fuerzas por un verdadero cambio en el Brasil y el crecimiento de la conciencia de cada vez más amplios sectores sociales de aquél país, así como la aplastante derrota electoral de la derecha en Venezuela, marcan un giro a contrapelo de lo acontecido en Estado Unidos.

Por otra parte, el movimiento antibelicista y altermundista no está en retroceso. Por el contrario, continúa alimentándose de la resistencia cada vez más amplia y decidida del pueblo irakí a la ocupación y de la lucha infatigable del pueblo palestino por su liberación nacional. De igual manera, la hegemonía ideológica de la facción dirigente del gobierno norteamericano está cada vez más resquebrajada y en su declive deja ver sin tapujos que su dominación se asienta en los misiles y las bombas que de momento la sostienen. Para comprobarlo no hay más que repasar los resultados de las encuestas realizadas en las pasadas semanas en casi todos los países del mundo.

Pero quizá lo más trascendente sea el nuevo despertar del pueblo norteamericano. Ese 47% de votos por Kerry no fueron mayoritariamente votos por «los demócratas». Fueron votos por la igualdad y los derechos de las mujeres, por un sistema de salud y educación para todos, por la defensa del medio ambiente, por el trabajo y el salario, contra el racismo y el belicismo, contra el recorte de las libertades democráticas, contra las «guerras preventivas» y, en general, contra la bárbara política exterior norteamericana. Es de esperarse, por ello, una feroz resistencia de los movimientos sociales, ahora en franca expansión y fortaleza, contra la plutocracia belicista que usurpa el poder que le pertenece al pueblo norteamericano.

La lucha de resistencia de los pueblos del mundo, en especial la del pueblo norteamericano, es la esperanza fundada de que lograremos impedir entre todos la vuelta a las cavernas que nos depararía, en caso de derrota, este segundo «mandato» del gobierno de Bush.

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