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ELECCIONES – BALANCE PRELIMINAR

Panamá, Año III, No. 54

3 al 9 de mayo de 2004

Prisionero de un sistema político que excluye electoralmente toda alternativa que no sea neoliberal, abrumado por una campaña publicitaria intelectual y políticamente ensordecedora, desesperado por quitarse de encima a un gobierno que ha vivido como una maldición, el pueblo panameño no ha encontrado un mejor camino para rechazar las consecuencias del neoliberalismo que votar masivamente por Martín Torrijos (47% de los votos), candidato de la autodenominada alianza «Patria Nueva». Una prueba de ello es el humillante descalabro electoral de José Miguel Alemán, candidato impuesto por la presidenta Mireya Moscoso como doble masculino de la figura de ella y continuador de su gobierno antipopular, autoritario y desnacionalizador. Con tan apabullante derrota (16% de los votos), la alianza oficialista ha quedado deshecha y el futuro del «arnulfismo» podría ser el de los trastos viejos e inservibles, abriendo paso así, en ese caso, a una reformulación del escenario político nacional.

Por su parte, Guillermo Endara (31% de los votos) emerge, a lomos del partido Solidaridad (curioso nombre para un partido de banqueros y grandes empresarios), como jefe indiscutido de la nueva oposición, definida en su discurso de reconocimiento de la derrota como «vertical pero respetuosa de la gobernabilidad». El mensaje no ha podido ser más claro: respetuosa de la aplicación de las medidas neoliberales ya anunciadas y que aplicará en su momento el gobierno electo.

Por su parte, el multimillonario candidato Ricardo Martinelli (5% de los votos), el que con descarado cinismo anunciaba que «caminaba con los zapatos del pueblo», ha recibido como contrapartida de su burla la carcajada nacional que le ha convertido la sonrisa en mueca.

Aupado por la mayoría de los cuatrocientos mil nuevos votantes, Martín Torrijos ha logrado romper con mucho el techo histórico electoral de su partido (37%), gracias a ofrecerle a una juventud carente de futuro la tierra prometida de la «Patria Nueva», en la que el trabajo y las oportunidades abundarán. Pronto, más temprano que tarde, podremos contrastar las palabras con los hechos, ya tendrá que tomar decisiones trascendentales inmediatas: el TLC que se negocia en el más hermético secreto exige el sacrificio del sector productivo del campo, la desnacionalización de las llamadas profesiones liberales y del comercio al por menor; una nueva reforma del Código de Trabajo, la privatización de la educación y la salud, y la privatización de los fondos de pensiones, por sólo señalar algunos de los temas más álgidos. Por otra parte, los estudios para la ampliación del Canal de Panamá serán dados a conocer en el mes de junio, y habrá que decidir si se duplica la deuda externa nacional, asumiendo los seis u ocho mil millones de dólares del costo de una obra que lleva aparejada la expulsión de decenas de miles de familias campesinas de sus tierras ancestrales. Viene, además, una nueva reforma fiscal que pretenderá satisfacer el aumento de recaudación exigido por el Fondo Monetario Internacional, en aras de garantizar el pago de la impagable deuda externa.

Por otra parte, ¿qué decir de la radical reforma política y constitucional que exige a gritos el pueblo panameño, cansado de ser rehén de la partidocracia neoliberal que tapona como una costra la emergencia de alternativas políticas populares, y garantiza impunidad y privilegios a una clase parasitaria que vive del sudor ajeno? A decir verdad, estamos convencidos de que intentarán, una vez más, escamotear demandas populares que sólo lograremos con la organización y la movilización unitaria e independiente de la «gente de la calle».

Grandes luchas se avecinan, y no participamos en absoluto de las ilusiones sin fundamento que han posibilitado los contundentes resultado electorales. Al movimiento popular y ciudadano no le queda otra alternativa que prepararse políticamente, fortalecer la unidad a través de métodos democráticos respetuosos de la diversidad y autonomía de los distintos movimientos sociales, entendiendo que una resistencia exitosa sólo puede surgir de la fuerza que alberga un pueblo entero. Por ello mismo, el fortalecimiento de la Alianza Nacional por la Vida (ANAVI) debe ser, en esta coyuntura, el objetivo estratégico, prioritario y urgente, de todos los que luchan y quieren luchar por ese otro Panamá que sí es posible.

 

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