Panamá, Año III, No. 52
19 al 25 de abril de 2004
A menos de quince días del desenlace electoral, la campaña de los distintos partidos y candidatos a la Presidencia de la República se desarrolla en un ambiente marcado por la apatía, el desencanto y la desconfianza de los electores ante las «promesas» que hacen los cuatro candidatos a través de millonarias campañas publicitarias.
Ninguno de los cuatro candidatos ha dicho una sola palabra contra los planes existentes para privatizar los fondos de invalidez, vejez y muerte, y, por el contrario, los cuatro se reafirman en que la solución a la crisis de la CSS, creada por sus partidos y gobiernos, pasa por aumentar los años de cotización para recibir la jubilación, lo que resulta ser una forma encubierta de aumentar la edad para recibirla. Ninguno se ha pronunciado contra el proceso de privatización de los servicios de salud ya iniciado por ese Ministerio y la CSS.
Los cuatro candidatos ven con simpatía la propuesta de creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), sin importarles que esto signifique el menoscabo de la soberanía del país y la crucifixión y recolonización de nuestra América. Los cuatro están de acuerdo con el Plan Puebla Panamá, y se aprestan a potenciar el lucrativo negocio de represar los ríos del país, dándole la espalda a los irreversibles daños ecológicos que causarán y a las comunidades indígenas y campesinas que afectarán. Los cuatro están de acuerdo en respaldar el Tratado de Libre Comercio (TLC), como si no existieran sobradas razones y experiencias internacionales suficientes para afirmar que ello significará la ruina de los pequeños y medianos productores del campo y la ciudad, una nueva reforma del Código de Trabajo, la desnacionalización de las profesiones liberales y la perdida de la soberanía alimentaria.
Ninguno de ellos ha exigido ni recordado la responsabilidad del gobierno de los Estados Unidos con la limpieza de los polígonos y las áreas contaminadas, ni se ha comprometido con la ciudadanía en retirar al país de la coalición responsable de la invasión y ocupación de Irak, justificada con base a mentiras sobre la existencia de armas de destrucción masiva, que hoy la comunidad internacional y el propio gobierno norteamericano reconocen como inexistentes.
Los cuatro han manifestado estar de acuerdo con el innecesario proyecto faraónico de ampliación del Canal, que supone endeudar por varias generaciones al pueblo panameño, desalojar a decenas de miles de familias campesinas de sus tierras ancestrales, e inundar miles de hectáreas para satisfacer los intereses de los grandes monopolios navieros internacionales y los de sus socios locales. ¡No se puede “modernizar” el Canal a costa de reventar la ecología y a miles de familias campesinas, eso no es desarrollo!
Haciendo a un lado la demagogia publicitaria electoral, ninguno de los candidatos ofrece esperanza alguna a los centenares de miles de jóvenes cuyo futuro es incierto y su presente una verdadera pesadilla. Los cuatro candidatos callan frente al descalabro de un sistema educativo que ha fracasado por la carencia de infraestructuras adecuadas, la intromisión de la política partidista en los nombramientos docentes, por los métodos y contenidos del proceso de enseñanza-apredizaje, por las retribuciones salariales miserables, y por la incapacidad del sistema para evitar el ausentismo escolar causado por la marginación y el extremo empobrecimiento de la población. ¡Más de cinco mil docentes esperan la oportunidad de ser nombrados para llevar cultura y educación a nuestros niños y jóvenes!
Mientras dicen luchar contra la corrupción que carcome al país, ninguno de los cuatro candidatos ha dado garantía alguna de sanear de raíz la corrupción e impunidad enquistada en los tres órganos del Estado. Frente a la evidente e impune corrupción, lo menos que podría exigirse es la renuncia inmediata de los integrantes de esas instituciones, y llevar a la cárcel a todos los que desde el poder expolian y saquean al país, aumentando con ello la miseria y el empobrecimiento de la población.
¿Qué podemos esperar de cuatro candidatos que han sido miembros prominentes de todos los gobiernos surgidos de esta democracia restringida y neoliberal? Los partidos y alianzas que los apoyan son el sustento directo de las privatizaciones que asfixian el bolsillo de todos los ciudadanos.
Por quién votar
Sus gobiernos y partidos se han convertido en guardianes políticos del poder económico. En conciencia, votar por ellos es botar el voto, y hacerlo por «el mal menor», o como “voto de castigo”, sería incurrir nuevamente en el autoengaño, autorizándolos a que continúen desgobernando en nuestro nombre. Sólo nos queda votar en blanco para rechazar así la partidocracia neoliberal e iniciar el camino que abra las puertas a nuevas opciones políticas que surjan de la mayoría humilde y empobrecida del campo y la ciudad, de la clase media cada día más arrinconada, y de todos aquéllos y aquéllas que rechazan la opresión de género y de etnia, el autoritarismo y la desnacionalización del país, y propugnan por una nueva cultura de valores que se asiente en la solidaridad.
Pasadas las elecciones, se iniciará una nueva etapa que se prolongará mucho más allá del primero de septiembre, y quienquiera que gane las elecciones, en este marco excluyente de toda opción que no sea neoliberal, continuará profundizando las políticas que han llevando al país a la bancarrota económica y social, y al acrecentamiento del clima autoritario que caracteriza, cada vez más, la gestión gubernamental. El modelo de sociedad neoliberal que nos han impuesto y que cada día profundizan, resulta imposible de sostener sin una marcada involución autoritaria de los poderes públicos.