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ELECCIONES – LOS OBJETIVOS DEL VOTO EN BLANCO

Panamá, Año III, No. 51

12 al 18 de abril de 2004

A sólo veinte días de las elecciones generales, la campaña publicitaria de cada uno de los cuatro candidatos arrecia para persuadirnos de que su oferta es la mejor de todas para conducirnos a la misma o peor situación que antes. Se trata de un círculo vicioso que nos conduce del neoliberalismo al neoliberalismo, del desastre del sistema educativo a su hecatombe, de la privatización del sistema de salud al reparto de los beneficios resultantes, de ser uno de los peores países en la distribución de la riqueza a conquistar el primer puesto, de ser uno de los diez países más corruptos a ser el primero de ellos.

Todos nos ofrecen la solución de nuestros males, pero se olvidan de señalarnos el camino. Hace ya cien años escuchamos el mismo discurso y obtenemos cada vez peores resultados. Aún así, hay quienes nos señalan que, ante la innegable catástrofe en que han sumido al país, y para evitar males mayores, lo inteligente es votar por «el mal menor». Pero, ¿cuál es el mal menor? Los cuatro candidatos han tenido un año para dejarnos siquiera sospechar cuál es la propuesta que tienen para impedir la privatización de la CSS, el endeudamiento generacional que provocará la faraónica ampliación del Canal y la firma del TLC que destruirá a los pequeños y medianos productores, tal ya nos advierten diez gremios agropecuarios. Al respecto, siguen dándonos el silencio por respuesta. Parecieran apalancados en la consigna ¡imagina y acertarás! Confían en que la desesperación alimente ilusiones que luego resultarán no ser otra cosa que espejismos. El «mal menor» es el peor de todos los males, pues nos hace prisioneros de nuestras desesperadas y falsas ilusiones.

Otros, por el contrario, nos sugieren que deberíamos darle la espalda a un proceso electoral sin verdaderas opciones y llamar a la abstención. En otras palabras, nos piden ignorar la intervención política electoral y que los despreciemos quedándonos en nuestras casas, contribuyendo así a la despolitización de los ciudadanos y al no me importa político, pues todos son iguales. Con ello, a nuestro modesto entender, abandonamos la lucha, generalizando el desánimo y la frustración, alimentando el pensamiento de que «esto no lo cambia nadie». La abstención políticamente consciente se sumara al de centenares de miles que no votarán por desidia, despolitización o dificultad para hacerlo.

Algunos nos advierten que lo mejor sería anular el voto para que así no puedan gobernar en nuestro nombre. Nosotros les advertimos que su voto se sumará al de decenas de miles que serán anulados por ignorancia a la hora de llenar la papeleta. Por último, hay quien nos dice que simplemente llamemos a no votar por ninguno, y que no nos metamos en camisas de once varas llamando a votar de determinada manera. Que así los habremos «castigado» y se producirá el «hecho histórico» de haber rechazo por primera vez a todos los candidatos neoliberales. ¿Qué puede tener de «histórico» un llamamiento que no le indica a los electores por dónde y cómo se puede avanzar, cuál es el camino a seguir y qué se pretende políticamente con ello?

Por nuestra parte, ante la inexistencia de opciones populares nos reafirmamos en llamar a votar en blanco, pues se trata del único voto que conscientemente, sin confusión ni mezcolanza alguna, expresa la inequívoca voluntad ciudadana de rechazo y condena de las opciones electorales existentes. Es el único voto que manifiesta la voluntad de participar y decidir, sin bien el sistema no le ofrece opciones aceptables. Es el único voto que, luego de contabilizado, nos indicará cuántos ciudadanos han iniciado el proceso de romper con esta democracia restringida y neoliberal y ya no albergan falsas esperanzas. Junto a esa corriente ciudadana y popular iniciaremos la andadura que tendremos que realizar para demoler los obstáculos que impiden la organización política de esa mayoría que, con independencia de la partidocracia neoliberal, busca un camino alternativo.

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