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¿UN GOBIERNO QUE APUESTA AL FRACASO?

Panamá, Año IV, No. 103

19 al 25 de diciembre de 2005

Cada día resulta más evidente que el modelo económico que se ha venido imponiendo en Panamá en las últimas dos décadas, comienza a mostrar señales inequívocas de agotamiento. No sólo carece de soluciones para los problemas encontrados, sino que, además, se viene convirtiendo en un generador de nuevos y más complicados problemas. Afecta todos los órdenes de la vida social y trastoca los principales valores humanos. Todo esto acontece, pese a los denodados e infructuosos esfuerzos que sus adláteres vienen haciendo para resaltar sus supuestas bondades y sus invisibles logros. Si de algo ha servido el modelo vigente, es para fortuna y disfrute de un sector cada vez más reducido de la población panameña, que con indiferencia y desprecio contempla el padecimiento y sufrimiento de amplias capas desfavorecidas de nuestra población. Para éstas últimas, resulta incomprensible y hasta banal, la importancia enfermiza que los círculos gobernantes suelen conceder al crecimiento de la economía y del Producto Interno Bruto, cuando sus tan cacareados beneficios no llegan a tener expresión tangible en el bienestar individual y social de los panameños y panameñas. Hasta vergonzoso e indigno resulta hablar de democracia y libertad de expresión, en una sociedad donde los gobernantes se ufanan de sus logros económicos, con total abstracción de los aumentos inocultables en los niveles de pobreza y desempleo que le vienen asociados. En este punto es necesario advertirles a los señores del Team Martín, que a nadie van a sorprender ni confundir con sus reducciones quiméricas del número de pobres y del también ficticio incremento del empleo. Sabemos que el autoengaño y la autocomplacencia son las estrategias neoliberales a las que habitualmente recurre el modelo económico en su fase de agotamiento, para enfrentar sus debilidades e inviabilidad evidente. Ni siquiera los representantes de la empresa privada se han atrevido a respaldar datos tan escandalosamente manipulados, como los anunciados recientemente por el gobierno. Y eso, es decir bastante.

Siempre habíamos pensado que nadie en su sano juicio, consciente, marcharía directamente hacia el cadalso, sin oponer una resistencia tenaz. Hoy nos asaltan sobradas dudas sobre eso. El gobierno panameño actual, al plegarse con plenitud asombrosa a las políticas neoliberales en curso y a los organismos que las avalan y promueven por todo el mundo, apuesta con resolución insuperable al más rotundo y estrepitoso de los fracasos. Desde su apoyo incondicional al moribundo proyecto del ALCA, cuya referencia en la Declaración Final de la IV Cumbre de las Américas, aparece gracias al filibusterismo de la delegación panameña y su abyección sin límites a la administración Bush; hasta su vistosa y pirotécnica cautivación por los acuerdos alcanzados durante el mal llamado Diálogo por la Caja del Seguro Social, que en rigor, no fue más que una auténtica trampa para castrar el ejercicio democrático y la participación ciudadana, con el disfraz de una cuestionada representatividad. Estos hechos, entre otros muchos, reflejan con meridiana claridad el rumbo hacia el abismo que ha elegido conscientemente la “Patria Nueva”. Aquí no caben las excusas baladíes, los argumentos endebles de presupuestos teóricos insuficientes y, mucho menos, las tesis de sujetos que renunciaron a soñar utopías para satisfacer sus mezquinas ambiciones personales: el tránsito por el sendero neoliberal no es ni ha sido nunca una odisea gloriosa, es una fantasía de factura netamente apocalíptica.

Como parte de esa marcha desconcertante hacia un fracaso final enteramente previsible, el gobierno panameño ha anunciado que las negociaciones sobre un TLC con los Estados Unidos, se retomarán el 10 de enero próximo y que en la cumbre anual del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), solicitaría el ingreso formal de nuestro país para el año 2007. Ambas acciones no pueden sorprender a nadie. Las mismas son absolutamente coherentes con el pensamiento neoliberal prevaleciente en el gobierno actual. Se insiste en el razonamiento absurdo de que la sola comercialización de toda expresión humana y social, nos llevará a superar todas nuestras dificultades presentes y futuras. Se ignora, con deliberada premeditación, que todos nuestros males sociales son construidos y que el llamado libre comercio no es la vía correcta para superarlos, sino para acentuarlos. “Existe escasa correlación entre liberalización del comercio y la reducción de la pobreza” puede leerse con claridad en un informe del 2002 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. De veintidós países considerados menos adelantados que aumentaron sus exportaciones durante el período 1987-1999, en 10 de ellos la pobreza aumentó. Por otro lado, el interés por incorporar al país a la APEC, verdadero foro político de corte eminentemente neoliberal, constituye el indicio diáfano más reciente de la identificación plena del gobierno actual, con el basamento político-ideológico en que descansa la globalización del capital. También es –pecado olvidarlo– una excelente oportunidad para hacer méritos que permitan estar más cerca de la administración norteamericana. Es decir, que el gobierno de la “Patria Nueva” al carecer de compromisos serios y creíbles con el bienestar de la inmensa mayoría de los panameños y panameñas, acude a foros donde la discusión ronda los temas de negocios y comercio sí, pero con un fuerte tinte de carácter político-militar. Siendo así, la APEC es una entidad esencialmente incompatible con el desarrollo humano y social y por consiguiente, sumamente perjudicial a los intereses del pueblo panameño.

Indudablemente que la imposición neoliberal que soporta nuestro pueblo hace ya dos décadas, cuenta en el gobierno de Martín Torrijos, con un celoso guardián y un gestor de sus más caros intereses. Para el “Team, lo que prima son los negocios privados, sobre todo, si estos son transnacionales. Qué importa si la reducción o eliminación dramática de los aranceles a la importación que exige el TLC con los Estados Unidos, conduce al colapso del sector rural y de la escasa industria nacional, si con ello se satisfacen las ambiciones desmedidas de los cárteles agroindustriales de ese país. Tampoco importa que todos los sectores de la vida nacional estén a merced de la intervención indiscriminada del capital extranjero –principalmente norteamericano- ya que el país no puede detener su “progreso”, por culpa directa del aumento de los pobres y marginados. Así, el neoliberalismo salvaje le robará la vida y felicidad a cientos de miles de panameños y panameñas, pero de seguro que hará felices a un grupo reducido de privilegiados.

Aún cuando a nuestro juicio el paradigma neoclásico comienza a agotarse en nuestro país, esta muy lejos de su colapso final. Sin embargo, el momento es oportuno para iniciar con seriedad, responsabilidad y compromiso, la construcción de una alternativa real para nuestro pueblo. Esto sólo será posible si nos desprendemos con sinceridad de las posturas protagónicas, hegemónicas y sectarias que han prevalecido hasta ahora. Confesémoslo: ninguna fuerza o sector del movimiento popular puede afirmar con entera honestidad, que ha estado exento de estas distorsiones y debilidades. Lo cierto es que cada minuto de división, aislamiento y persistente fragmentación en nuestras filas, sólo fortalece a nuestros verdaderos enemigos. No olvidemos esto.

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