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MENSAJES PREOCUPANTES DEL GOBIERNO ELECTO

Panamá, Año VIII, No. 221

17 al 23 de mayo de 2009

 

El Ministro designado de Gobierno y Justicia, José Raúl Mulino, en declaraciones formuladas en una entrevista televisiva del pasado domingo, declaró que “hay que poner orden en el país”. Inmediatamente nos preguntamos ¿qué entiende el Ministro designado por “poner orden en el país”? Por un momento imaginamos que se refería a la necesaria persecución de los innumerables y descarados actos de corrupción que se han señalado en el gobierno saliente, tales como los referidos a la Cinta Costera, Autopista Panamá-Colón, el regadío de Remigio Rojas, la privatización dolosa de las licencias de conducir, la fibra de vidrio, los ilegales gastos presupuestarios que se han hecho para publicitar la figura del actual presidente, etc., etc. O tal vez al estrepitoso fracaso en la administración del sistema educativo y el de salud. Lamentablemente, el Ministro designado nos sacó inmediatamente de cualquier duda, afirmando: “no permitiré cierres de calles”.

Los rasgos autoritarios que se asoman

Con estas declaraciones el gobierno electo deja ver sus orejas autoritarias antes incluso de su toma de posesión. Debería de saber el señor Ministro designado que la población no tiene vocación de cierra calles, ni obtiene de tal ejercicio ningún placer especial. Tales hechos ocurren, y cada vez más generalizados, por la sencilla y comprensible razón de que la ciudadanía es ignorada y burlada en sus justos reclamos de ver satisfechas sus reiteradas demandas, a veces durante años, de servicios tan elementales como son los de agua, luz, escuelas, viviendas, caminos, alcantarillado, seguridad, transporte, etc. Con un talante que raya en el cinismo, el señor Ministro designado le sugiere a la población que en vez de cerrar las calles se dirijan a la entidad responsable del problema “porque no va a permitir la afectación a terceros”. Si eso es así, entendemos que el Ministro designado tomará buena nota de los reclamos ciudadanos para satisfacerlos y terminar con el problema.

Pero incluso esta última ilusión nos fue arrebatada de golpe, ya que ante las criticas derivadas de la designación del militar Gustavo Pérez como jefe de la policía, el Ministro informó a la ciudadanía que había sostenido una conversación de cinco horas con él para que cambiará su “mentalidad militar” por la de policía, que es la que necesita la comunidad. Haberlo sabido antes, y hubiésemos aplicado la misma formula para convencer en su momento a Noriega y su Estado Mayor de que abandonaran su “mentalidad militar”. ¡Cuánto nos hubiéramos ahorrado todos!

Ciertamente, cualquiera tiene una mala entrevista, o, si se quiere, se ve afectado por una mala interpretación de la misma. Esta duda fue despejada de inmediato por el señor Ministro designado, quien nos aclaró que los decretos ley aprobados por el gobierno saliente con la excusa de combatir el crimen y la violencia urbana, y cuya derogación inmediata prometió el actual Presidente electo en caso de salir triunfante en el proceso electoral, no podrán ser derogados por ser ya los mismos ley de la República. Por lo tanto, nos ha pedido paciencia.

Querer imponer “orden” en el país, no permitir los cierres de calles, cambiar la mentalidad militar por la de policía en cinco horas de intensiva sesión de diálogo, y no poder derogar de inmediato los decretos ley militaristas aprobados por el gobierno Torrijos, nos permiten entender que no hay malas interpretaciones sino que, por el contrario, el señor Ministro designado nos deja ver una gran coherencia en sus primeras declaraciones.

Vender un “producto y cobrar los servicios públicos

Ese mismo pasado domingo, el Ministro designado de la presidencia, Jimmy Papadimitriu, sostuvo igualmente una larga entrevista televisiva. Fue una interesantísima lección de cómo se vende “un producto” no importa cuáles sean sus cualidades o características. Nos explicó muy gentilmente, sin ocultar jamás una pícara sonrisita en sus labios, cómo sometió primero a Juan Carlos Varela para luego hundir a Balbina Herrera, gracias a una campaña mediática estupendamente diseñada. Fue toda una lección de cómo ganar unas elecciones sin tener que descubrir, en ningún momento, qué es lo que en verdad le está ofreciendo al pueblo el candidato triunfante.

Pero lo más importante vino luego encapsulado en una frase aparentemente enigmática: “yo no creo que haya que regalarle nada a nadie”. Toda una filosofía social sintetizada en nueve palabras que, tal como sospechamos, significan que los patronatos hospitalarios tendrán que cobrarle sus servicios a los ciudadanos que por Constitución tienen derecho a la salud, y los estudiantes, maestro y padres de familia tendrán que asumir los gastos del mantenimiento de sus escuelas, pues el gobierno del señor Ministro designado de la presidencia está convencido de que “no hay que regalarle nada a nadie”.

Otros mensajes preocupantes (¿serán agoreros?) provienen de los nombramientos sorprendentes que el Presidente electo nos deja conocer cada día. En especial el del señor Fernando Núñez Fábrega, quien ha sido designado Secretario del Consejo Nacional de Transparencia contra la Corrupción, cargo mejor conocido como el de “zar anticorrupción”. Si bien alguien tenía que ocupar un cargo tan rimbombante como además carente de funciones, nos extraña que sea un primo del Presidente, además de su propio partido, el que se ocupará de perseguir y señalar a los corruptos. Por el contrario, más pareciera que su ocupación principal será la de ocultarlos.

En fin, muchas señales preocupantes nos envían los designados para “cambiar” el país. No tememos, y ya lo veremos en muy breve tiempo, que las campañas mediáticas no podrán ocultar las consecuencias sociales de unas formas distintas del continuismo de las políticas implementadas por el gobierno de Martín Torrijos, que además necesitarán, quizá por ello mismo, “poner orden en el país”.

Frente a lo que se nos viene encima, la ciudadanía tendrá que organizarse, agruparse y ofrecer una resistencia unitaria que requerirá de diálogo,consenso y propuesta alternativa que aglutine a los sectores populares y las clases medias asalariadas, que serán quienes verdaderamente pagarán el pato. Ello requerirá de entender que la realidad no se adapta a las teorías ni a los buenos deseos, sino que, por el contrario, son las teorías las que tienen que adaptarse a las realidades sociales y políticas, si es que se quiere verdaderamente operar en ellas. Solo una alianza sustentada en la lucha intransigente por ampliar, extender y profundizar las libertades democráticas y ciudadanas y en detener y hacer retroceder las políticas que han desnacionalizado al Estado y empobrecido a la mayoría de la población, puede construir la mayoría necesaria y suficiente para proponerse los cambios que son urgentes y necesarios. Y para ello las autoproclamaciones no sirven para nada.

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