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¿OPOSICIÓN A QUÉ?

Panamá, Año VIII, No. 207

25 al 31 de enero de 2009

Fin de semana de partidocracia pura y dura. Una eventual alianza configura contornos, habida cuenta la brecha en las preferencias electorales que aleja a la cúpula panameñista de entrar en el paraíso de las finanzas públicas… para beneficio de bolsillos privados. La política es el arte de lo posible, al servicio de intereses bastante pecuniarios entiende la partidocracia. Más parece valer una vicepresidencia, que quedar relegados de la “papa”.

Pero en las bajuras y las no tan bajuras del partido panameñista, se agitan pasiones movidas por intereses percibidos en peligro. La pregunta aflora ¿quién ahora será el candidato al puesto público ansiado? En la peor franqueza, ¿por qué otro(a) se va a echar al bolsillo la plata del erario público a la que aspiro?

El multimillonario que en sus negocios regatea salarios, niega pago de horas extras, prohíbe a sus empleados(as) las idas al baño, especula con los altos precios, nada le concierne de esos sufrimientos propios del clientelismo de pequeños y medianos, hasta baja a su vice desechable (recuerden, nada está escrito en piedra). Sonríe, viéndose cada vez más cerca de la presidencia.

Mientras tanto cambia su propaganda, desaparecen las alusiones a los nuevos aliados como parte de los gobiernos de los últimos 40 años, es decir, actúa como lo que es, otro más de los políticos tradicionales que decía criticar. Muestra así que no es nada impoluto, comparte cloaca con los especímenes de su especie. Se permite esos momentos el saberse favorecido por el voto de castigo contra el gobierno de Martín Torrijos.

Así, la pregunta que se impone es ¿oposición a qué? De los labios de Martinelli no sale ninguna propuesta para incrementar la retribución a los productores agropecuarios, detener el alza de la canasta básica, ni mucho menos la congelación de precios al consumidor. Tampoco alude para nada a mejorar las condiciones de trabajo de centenares de miles que están por debajo del miserable salario mínimo existente y que no reciben el pago de horas extras, pues mal podría pregonar el ir contra su propia mano dura tan vigente en sus empresas.

Mientras repite lo que la gente dice en la calle (entran limpios, salen millonarios) cual eficaz gancho electorero, en las otras partes, las de verdad de su discurso, nada tiene de distinto frente a prédicas acostumbradas de los gobernantes del PRD. Casi parece evocar la de Pérez Balladares, el del gobierno 100% empresa privada, pues de manera similar atribuye al sector empresarial la varita mágica para desterrar el desempleo. Eso sí, previa reforma laboral “para beneficiar las inversiones”, en un país en el que esas prácticas sólo han conseguido que el 50% de la fuerza laboral mal viva en la informalidad, desde el camaroneo del día a día, pues no ha sido el empleo la meta de tales reformas, sino el proporcionar a los de arriba más del látigo que les permite multiplicar sus ganancias.

De allí también que frente a los desmanes de las compañías beneficiadas por la privatización de la telefonía y la electricidad, bien se cuida, como también se cuidaron en su momento Mireya y Martín, de veleidades como la renacionalización de las mismas, medida obligada si se pretende parar de una vez por todas la especulación a costa de los bolsillos de las mayorías nacionales.

Martinelli y su coalición opositora están opuestos, eso sí, a que siga siendo la cúpula del PRD la de los grandes negociados, en un “quitate tu pa poneme yo” para hacer más, mucho más de lo mismo. El obsceno derroche millonario de propaganda de la cual hace gala, es un insulto a la miseria que campea en el país, a la vez que anuncia la catadura económica de quienes ya se sienten dueños de los dineros públicos, blanco seguro de sus intereses privados.

La candidata del partido en el gobierno sólo atina a apelar a un discurso hueco de medidas verdaderamente populares, huérfana de una propuesta que vaya más allá de afirmar que le va ha hacer gastar su plata a su contrincante. No es de sorprender, de quien acompaño con verdaderos bríos las privatizaciones de la época de Pérez Balladares y puso su gestión al frente del Ministerio de Vivienda, al servicio de los intereses inmobiliarios en detrimento del interés público.

Mientras tanto, la sabiduría popular, percibe que estos tiempos electoreros son adecuados para poner contra la pared a los poderosos. De allí la huelga de los trabajadores de la cafetería del Complejo Hospitalario del Seguro Social, la de los organizados en ANFACSS y otros gremios, las demandas de suministros hospitalarios y salarios anteriormente pactados por parte de la Coordinadora de Gremios de técnicos y profesionales, las protestas de los jubilados independientes, la lucha de los trabajadores del Hospital San Miguel Arcángel, la demanda de pagos adeudados por el personal sanitario de centros carcelarios.

Esas justas luchas, que se desarrollan en lugares en los que existe un cierto nivel de tejido asociativo, también revelan lo restringido de tal condición, existente sobre todo en algunos lugares del sector público. Por su parte, las que se dan en comunidades por agua, calles y un sinfín de necesidades, no terminan de asentar organizaciones de base estables, tarea pendiente de primer orden.

De allí la importancia de que una candidatura independiente como la del Dr. Miguel Antonio Bernal a la alcaldía capitalina, haya manifestado su voluntad de empeñar esfuerzos en generar un movimiento ciudadano que permita potenciar los reclamos del conjunto de la población, a la vez que expresarlos en el terreno electoral contra la partidocracia neoliberal imperante.

En ese camino debemos concitarnos quienes apostamos a colaborar en la tarea de que nuestra ciudadanía logre forjar las redes y movimientos que le permitan ganar la fuerza necesaria para desalojar a la partidocracia neoliberal y construir un Panamá sin miseria y exclusiones.

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