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LA REBATIÑA ELECTORAL

Panamá, Año VII, No. 167

6 al 12 de enero de 2008

A quince meses de las próximas elecciones, la partidocracia neoliberal ha iniciado con fuerza los prolegómenos de la campaña electoral, que a todas luces será la más larga y costosa de los 20 años de “democracia” posdictadura.

El PRD tiene el próximo 20 de enero el torneo del que saldrán los 4.200 delegados que luego, en marzo próximo, elegirán a los integrantes de su Comité Ejecutivo Nacional, organismo que quien lo controle podrá influir decisivamente en el resultado de las primarias para elegir candidato oficial a la Presidencia de la República. Polarizado entre las fuerzas que apoyan al ex presidente Ernesto Pérez Balladares y las que impulsa desde el Ejecutivo Martín Torrijos, el PRD se debate en torno a una única problemática: la democracia interna. En efecto, en su afán de derrotar a toda costa a Pérez Balladares, Martín Torrijos ha puesto en la balanza electoral todo el peso de su control del aparato del Estado: amenazas veladas y abiertas, destituciones, nombramientos y aumentos de salarios a funcionarios gubernamentales, campañas clientelistas con dineros del Prodec y becas del Ifarhu, etc. Lo interesante de observar es que ninguno de los dos adversarios ha realizado propuesta alguna para su partido ni para el país. Y mucho menos lo han hecho los candidatosSe trata, simple y llanamente, de la lucha feroz por el quítate tu para ponerme yo, pues, como se sabe, “el que reparte se queda la mejor parte”.

Por su lado, la cleptocracia panameñista ha iniciado su propia carrera hacia la candidatura presidencial, y sus candidatos actúan como si el gobierno de su presidenta Mireya Moscoso no hubiera existido. Hagan lo que hagan, ellos son los herederos de un gobierno que saqueó sin miramientos al Estado y que destacó por los escándalos impúdicos a los que sometió al país mes tras mes, hasta el último día de mandato de “la señora”. Tanto Alberto Vallarino como Ameglio y Varela han convertido la crítica a la nefasta política del gobierno Torrijos en su programa. Ni una sola propuesta en positivo sobre el qué hacer y cómo hacerlo le han ofrecido a su clientela ni mucho menos al país.

En cuanto a Ricardo Matinelli, se ha convencido así mismo que el mejor programa que puede ofrecer es el de la caridad clientelísta. Becas, neveras y bicicletas, gracias a la desgravación fiscal que le permiten las donaciones, llegan a las manos de un pueblo hambreado y desprovisto de lo más elemental para la subsistencia. En cuanto al qué hacer, nada nos dice, y a su vez silencia cínicamente que fue Director de la CSS con Pérez Balladares y Ministro con Mireya Moscoso.

Nada distinto puede decirse de Guillermo Endara, que ahora propone una Constituyente que no hizo cuando fue Presidente y en condiciones excepcionales para convocarla. ¿No destituyó de un plumazo a la Corte Suprema de Justicia de aquél entonces? ¿Qué le impidió entonces la convocatoria de una constituyente? Por otra parte, ¿no sentó él, además, las bases que permitieron el inicio del proceso de privatización salvaje que le fue impuesto al país? Lo mismo vale para su vicepresidente de entonces, y hoy candidato de Unión Patriótica.

Más, mucho más de lo mismo

Si las promesas de “Más trabajo, más seguridad y cero corrupción” resultaron un fiasco, no podemos olvidar las promesas de “el pueblo al poder” y el “gobierno de los pobres”. El escenario electoral del 2009 nos podría hacer pensar que “veinte años no son nada”: los mismos personajes de entonces, las mismas promesas engaña bobos, que producirán los mismos resultados de veinte años de gobierno partidocrático neoliberal. Entre todos han privatizado el país, con los graves costos que hemos y estamos pagado los ciudadanos por ello. Han reformado la ley del Seguro Social, aumentándonos la edad de jubilación por la vía del incremento del número de cuotas necesarias para solicitarla y nos han elevado la cotización. Reformaron el sistema tributario, y ahora la mayoría del país es desangrada, con la honrosa excepción de los más ricos. Y aún no dan por terminada la faena. Están determinados a privatizar la salud y la educación.

Mientras tanto, hoy son más ricos que nunca. Ellos crecen a un 9% anual, mientras el empleo informal se aproxima ya al 50% de la fuerza laboral del país, y el hambre azota al 40% de la población. Entre los ingresos del Canal y el aumento de la recaudación fiscal, el Estado ha incrementado sus ingresos en mil millones de balboas anuales. Pese a ello, la voracidad del gobierno Torrijos ha aumentado la deuda externa en mil quinientos millones.

Tan grande es la orgía de dinero, que en esta ocasión la lucha por el poder será la más encarnizada de estos últimos veinte años. Tal como diría en televisión Olimpo Sáenz, se trata “de una lucha por el reparto del pastel”.

El régimen se agota y pierde legitimidad

El referéndum sobre la ampliación del Canal arrojó una cierta luz sobre el futuro inmediato. El 56.7% de los ciudadanos habilitados se abstuvo de votar, se negó a que su voto legitimara el engaño. Agréguele a ello un 10% de los ciudadanos habilitados que votó NO. Dicho de otra forma, sólo el 33.6% del censo electoral votó a favor de la ampliación, si es que votar a favor es hacerlo engañados por el cúmulo de mentiras mediáticas que hoy empiezan a constatarse, o hacerlo para no perder el empleo gubernamental. ¿Cuántos votaron SI creyendo sinceramente en el proyecto?

Las cifras anteriores son una primera muestra de que veinte años sí son suficientes para que el pueblo panameño haya crecido en su conciencia. Aún así, hay que reconocerlo, la inexistencia de proyecto alternativo a la partidocracia neoliberal es un obstáculo enorme para la canalización positiva de la experiencia popular. Y ese proyecto sólo podrá construirse a partir de la elaboración de un discurso creíble que, por ello mismo, conecte con las auténticas demandas de la mayoría social. Y en esto no vale “la buena voluntad” ni la necesaria pero insuficiente honradez personal y política. Se requiere de una interpretación adecuada de lo que demanda objetivamente la mayoría social, sin confundir tal demanda con la que tal o cual grupo “adjudica”, en su imaginario político, al pueblo panameño. No se trata de una tarea fácil, pero sí se trata de una tarea posible. Y todo indica que las próximas elecciones serán el terreno fértil para sentar las bases para la construcción de un camino alternativo.

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