Buscando Camino Buscando Camino
Panamá, Año VI, No. 165
9 al 22 de diciembre de 2007
La huelga médica ha finalizado. En espera de conocer el documento completo de acuerdos, lo que si se puede afirmar rotundamente, desde ya, es que su mayor logro para la población panameña ha consistido en dejar herida gravemente -al haberla puesto en evidencia- la funesta pretensión de privatizar la salud.
Oculta detrás del disfraz de la reciente concertación, quedo develado tal propósito en el anteproyecto de ley de unificación del sistema de salud, en el cual el Estado abandonaba -entre otras bellezas- el financiamiento de lo que hoy apenas lleva el Ministerio de Salud, para recargar tales costos en las finanzas de la Caja del Seguro Social.
¡Así son de“eficientes” quienes nos impusieron hace apenas dos años reformas draconianas en nombre “de evitar su quiebra”!, seguramente con el frío cálculo de que, empeorando la atención que se dispensa en el Seguro Social al recargar en dicha institución todos los gastos del sistema sanitario, podrían generar las condiciones propicias en la opinión pública para pasar una privatización disfrazada.
En un artículo recientemente publicado por Dr. Sáez-Llorens, uno de los garantes de la concertación que ha repudiado tal anteproyecto de ley, se ratifica que dicho engendro tenía como modelo de gestión el ensayado en el Hospital San Miguel Arcángel. Tal modelo es la privatización por la vía de la llamada “tercerización”, es decir, el otorgar a empresas privadas la administración de instalaciones públicas hospitalarias, bajo la figura de la concesión administrativa. Para colmo, tal “gestión” es pagada con dinero público.
Esta misma semana, la muerte de una joven madre sometida a una cesárea en el HISMA ha revelado, una vez más, que dicho modelo no está concebido para brindar todas las atenciones necesarias, pues los servicios médicos que implican altos costos, no son asumidos en ese hospital, por lo cual los casos complicados son referidos a los hospitales públicos, ineficiencias y “ahorros” del HISMA que se saldan con trágicas consecuencias en vidas.
Ese, y no otro, es el futuro que nos prepara el gobierno de turno. La divisa neoliberal de ahorro del gasto público y la privatización a ultranza, acompañadas del negociado con los dineros del pueblo, son la inspiración de estos fundamentalistas del mercado. El poner en cuestión tan nefasto empeño, ha sido ya la principal virtud de la huelga de los galenos.
Ese anteproyecto es todo lo contrario a un sistema unificado de salud de tipo público, en el cual es el Estado el que financia en su totalidad servicios gratuitos de salud, y por lo tanto, es el que debe asumir el pago de personal sanitario, equipamiento, insumos médicos y demás gastos que corren hoy por cuenta de la Caja del Seguro Social. Un sistema de ese tipo permitiría concentrar las finanzas del Seguro Social en el rubro de riesgos laborales, así como en mejores pensiones y jubilaciones.
Ello no cabe en las mentes de quienes sustentan el anteproyecto de marras, y de allí la demora en dar satisfacción a las demandas de la huelga, en espera de que los galenos abandonaran su lucha contra la privatización, contenida –entre otros lugares- en el punto13 de la propuesta de la COMENENAL, que exigía la derogación de las leyes 27 de 1998 (relativa a Consalud) y la ley 28 de 1998 (sobre el patronato del HISMA) y traspasar personal e instalaciones a MINSA-CSS en un tiempo no mayor de seis meses.
Se señalaba en el editorial anterior de BUSCANDO CAMINO que la satisfacción de la justa reivindicación salarial del cuerpo médico y la derrota de los planes privatizadores del gobierno debían ser objetivos inseparables e irrenunciables. Los acuerdos de terminación de huelga permitirán sopesar esta perspectiva.
Pero la huelga ratifica ya importantes aprendizajes. Uno en el sentido de que la misma puso en aprietos al gobierno en la medida que apuntó contra el proyecto privatizador, pues expresaba así el interés general de la sociedad. El otro es el referido a la importancia de que la huelga gozara de la participación y control de las decisiones por parte del cuerpo médico en asambleas, algo que contrariaba profundamente al gobierno.
Merece considerarse una reflexión que apunta en el sentido de que hizo falta en esta lucha el convocar y ser plataforma para que, durante y desde la propia huelga, se propiciara la emergencia de un movimiento ciudadano organizado, hoy inexistente, que permitiera la continuidad, cuando concluyera el paro médico, de una lucha mancomunada contra el empeño privatizador.
Para ello seguramente hubiera ayudado el que todas aquéllas movilización sociales que se realizaron coincidiendo con la huelga médica, hubieran privilegiado en su convocatoria el apoyo a la misma, erigiendo como destino de esas manifestaciones el lugar en donde los galenos efectuaban su asamblea general y no la presidencia de la república u otros destinos, haciendo visible así la voluntad y necesidad de una sinergia de esfuerzos.
El médico, al igual que los docentes, tiene un contacto permanente con el resto de la población. El reto es pasar ahora a ser agentes dinamizadores de un proceso de autoorganización de los pacientes, los principales afectados por la desidia neoliberal. Desde el reconocimiento que es una tarea necesaria frente a la cual no hay homogeneidad de voluntad a lo interno del cuerpo médico, comenzar a impulsarla es clave para enfrentar los ataques por venir a corto plazo, contenidos en los acuerdos del Ejecutivo con los organismos financieros internacionales, denunciados por la propia huelga médica.
No hacerlo es perder el impulso que los (as)médicos ganaron en la huelga, permitiendo que el gobierno recupere el terreno perdido. Está en manos de la COMENENAL proponerse concientemente confluir y encabezar a una ciudadanía que, a través de innumerables protestas diarias, demanda la necesidad de un movimiento que unifique los esfuerzos por dar al traste con el empeño privatizador que, de seguro, sigue presente en la agenda gubernamental.
