Panamá, Año VI, No. 158
30 de septiembre al 6 de octubre de 2007
Las últimas semanas han sido especialmente crueles para el pueblo panameño. Prácticamente la totalidad de los servicios públicos han hecho crisis: el sistema de salud y el educativo, el servicio de agua potable, la recogida de la basura, la subida especulativa del precio del arroz y de los otros productos de la canasta básica familiar, y el asfixiante sistema de transporte público.
¿Qué está ocurriendo? ¿Se trata, tal vez, de hechos casuales e incontrolables, o por el contrario tales catástrofes responden a “un mal manejo del actual gobierno”, lo que podría ser subsanado con “un buen manejo de un nuevo gobierno surgido de la oposición”, tal como claman los panameñistas y el candidato de los zapatos del pueblo? Ni lo uno ni lo otro. La crisis de los servicios públicos es el resultado inevitable de las políticas económicas ejecutadas por los gobiernos que hemos tenido desde Endara y ahora con Torrijos.
Las llamadas políticas neoliberales
Privatizaciones, para así transferir a la empresa privada servicios públicos rentables y baratos que estaban en manos del Estado, es decir que pertenecían al pueblo panameño. ¿Resultados? Las ganancias que esas empresas generaban para el Estado, ahora, duplicadas cuando no cuadruplicadas, van directamente al bolsillo de un puñado de empresarios nacionales y extranjeros, mientras el pueblo llano paga tarifas cuatro y hasta cinco veces más caras que antes de la privatización.
Desregulaciones, para así, modificando el Código de Trabajo, abaratar el despido, empujando hacia la baja los salarios de los trabajadores, e incrementando con ello las ganancias de unos pocos. No es casual que casi el 50% de la fuerza laboral esté inserta hoy en el “mercado informal”. Es decir, trabaje sin estabilidad, ni servicios médicos ni posibilidad de aspirar a tener una jubilación.
Lo mismo se hizo con la Oficina de Regulación de Precios. El “mercado y la competencia” obligará a los productores a ser más “eficientes”, lo que provocará un abaratamiento de los precios, clamaban y claman los neoliberales. La verdad es que la especulación con el precio del arroz y la drástica subida de los precios de la canasta básica, nos demuestra todo lo contrario. Millones de dólares adicionales se embolsan los especuladores del arroz y la harina, y demás productos de la canasta familiar, profundizando las condiciones de pobreza de la gran mayoría de los panameños, y gracias a que hicieron desaparecer la Oficina de Regulación de Precios.
Reducir el Estado, tanto en número de servidores como en funciones,competencias e inversiones. En verdad, lo que se busca con ello es transferir a la empresa privada servicios que hasta ahora brindaba el Estado. Es lo que está ocurriendo con la salud y la educación.Por ello se ha dejado de invertir lo necesario en dichos sistemas. Ambos han colapsado, y decenas de miles de panameños se han visto obligados a procurarse dichos servicios en la empresa privada. El negocio de las escuelas y universidades privadas ha florecido, y lo mismo acontece con los hospitales y clínicas privadas.
¿Y qué ocurre con quienes, por pobres, no pueden proveerse de tales servicios en la empresa privada? Sólo hay que ver las vergonzosas colas que forman los beneficiarios de la CSS, o la ausencia permanente de medicamentos que empuja a los ciudadanos a las farmacias privadas, o las cirugías por las que hay que esperar meses, si es que se llega vivo a la fecha programada. O, para no ir más lejos, recordemos los más de cien muertos y 600 afectados, envenenados con “medicamentos” que se preparaban en un laboratorio que, por carecer de las inversiones necesarias, era y es una verdadera pocilga.
¿Otro ejemplo más? En las últimas semanas decenas de indígenas han muerto en la Comarca Ngöbe Buglé, y entre ellos veinte niños de momento, como resultado de enfermedades perfectamente curables con una atención médica básica. Pero resulta que no hay atención médica, ni infraestructura de salud, ni medicamentos, y además viven en extrema pobreza. Excluidos y olvidados, mueren como moscas. Ahora bien, el gobierno ha dispuesto de casi doscientos mil dólares para atacar la urgencia sanitaria de la Comarca.¿Quiere usted saber lo que exactamente eso significa? Veámoslo.
Mientras se profundiza la crisis sanitaria en la Comarca Ngöbe Buglé, el Presidente Torrijos ha dado la orden de proceder para iniciar los trabajos de la denominada Cinta Costera. Se trata de una obra de casi doscientos millones de dólares, que será ejecutada en veinte meses. Ante la crisis por la que atraviesa el sistema de salud y el educativo, la explosión de ira de la ciudadanía por la privatización de la recogida de la basura en beneficio de leoninas empresas extranjeras, el colapso del mafioso sistema del transporte colectivo, y la subida escandalosa de los productos de la canasta básica familiar, ¿qué importantes problemas viene a resolver la inversión de doscientos millones de dólares en la Cinta Costera? Torrijos lo ha explicado muy bien: “tendrá un gran impacto estético en la ciudad de Panamá”; “es una obra que nuestra ciudad se merece”; “impulsará la venida de turistas”, y así por estilo, sin olvidar la gran mentira de que resolverá el grave problema de tránsito en la ciudad de Panamá (¿?).
Con doscientos millones de dólares invertidos en veinte meses, el gobierno podría revertir el deterioro de la colapsada infraestructura educativa, o dar un vuelco a la atención de la salud por parte de la CSS, o resolver de una vez por todas el gravísimo problema del transporte público. ¿Por qué entonces se ha preferido invertirlos en una Cinta Costera? Por la sencilla razón que tal inversión impulsará aún más el actual mega negocio de los bienes y raíces. Dicho en buen panameño, nos sacan doscientos millones del bolsillo para apuntalar e impulsar sus negocios privados de bienes y raíces. ¡Eso es el neoliberalismo!La privatización del Estado. El otro único objetivo, claro está, es de carácter político electoral. Se trata de una obra que será terminada a tambor batiente antes de las elecciones, y no cabe duda de que se trata de un megaproyecto que, si bien no resolverá ninguno de los graves problemas que agobian al pueblo panameño, será “muy bonito e impactante”. ¡Vivan las elecciones!