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La nueva venta del istmo

Año V, N°120,

11 al 17 de junio de 2006

El gobierno nacional y la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) son dos cabezas del mismo monstruo partidocrático neoliberal que detenta el control absoluto de todos los órganos e instituciones del Estado. Gracias al dominio político absoluto del régimen partidocrático neoliberal, la Asamblea de Diputados se burla una y otra vez de las exigencias ciudadanas, y todos los partidos políticos se hacen cómplices, por acción u omisión, de la mofa continua de sus diputados hacia el pueblo. Lo mismo ocurre con la Corte Suprema de Justicia, cuyas sentencias constituyen una auténtica vergüenza por el descaro de los intereses que defiende y las impunidades que reparte con generosidad. En cuanto al poder ejecutivo, el Presidente está harto de manifestar su «respeto escrupuloso a la independencia de los poderes del Estado», o, dicho de otra forma, su complicidad manifiesta y permanente con un estado cosas que mantienen sometida a la nación al imperio del hambre, el desempleo, la desnutrición, la enfermedad, la incultura y la violencia.

Las manifestaciones de esta postración infame son cada día más evidentes: el sistema educativo está en franca e inocultable descomposición, la CSS y el sector salud son incapaces de satisfacer las más elementales necesidades de la población, el desempleo crece imparable tanto en nuestras ciudades como en nuestros campos, generando un sálvese el que pueda y como pueda, aunque disfrazado bajo el rimbombante nombre de «informalidad». La pobreza y la extrema pobreza se expanden imparables por toda la geografía nacional, y el problema de la «vivienda» ha dejado de serlo porque ahora el pueblo vive mayoritariamente en chozas de cartón y zinc, y ha perdido toda noción de lo que es una casa, es decir, una vivienda digna de un ser humano. De este abigarrado panorama de miserias surge cada día con mayor fuerza la violencia, que se enseñorea victoriosa en todos los ámbitos, y levanta la divisa del «sálvese el que pueda y como pueda».

Mientras todo lo anterior constituye una verdad inocultable para la inmensa mayoría de los ciudadanos, entre otras razones porque la sufren en carne propia, un reducido grupo social, conformado por políticos chupa sangre que engordan sus bolsillos con el dinero público, estén en la «oposición» o en el gobierno, y empresarios de parche en el ojo y pata de palo, se enriquecen hasta el hartazgo, y todo ello a costilla de empobrecer cada día más a la población. Más casinos, más financieras, más tarjetas de crédito, más privatizaciones, menos regulaciones y, sobre todo, más mentiras, pareciera ser la divisa de este insaciable grupo social, que ahora prepara el más fabuloso e inimaginable de los festines: una nueva venta del istmo.

Ya lo hicieron en 1903, cuando firmaron el Tratado del Canal de Panamá y prometieron el cuerno de la abundancia, tal cual lo hacen ahora. Al respecto debemos recordar que sólo once años después de la inauguración del Canal estalló la denominada huelga inquilinaria, como resultado del alza impagable de los alquileres. ¿Qué había ocurrido? Pues sencillamente que una minoría insaciable había redoblado sus riquezas, constituyéndose en lo que histórica y sociológicamente describimos como «casatenientes», y una mayoría social se había visto empujada, en medio de la abundancia, a un abismo de miseria y desesperación. ¿Se repetirá la historia?

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