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Desprecio de lo panameño

AñoIV, N°118,

7 al 13 de mayo de 2006

A pregunta realizada por un periodista de televisión, el Administrador del Canal de Panamá, Alberto Alemán Zubieta, respondió que si bien es cierto que «algunos» de los estudios realizados sobre la construcción del tercero juego de esclusas están en inglés (70%), aquéllos interesados en consultarlos podrían traducirlos «si no los entienden». Con tan ofensiva declaración, el administrador de marras demuestra una ignorancia inexcusable respecto al precepto constitucional que establece que «el español es el idioma oficial de la República«. Pero hay más. En un intento inútil de justificar lo injustificable, el señor administrador explica que «el inglés es el idioma de los negocios», descubriendo descaradamente con ello que la denominada ampliación del Canal está concebida, desde sus inicios, como un proyecto ajeno a la República de Panamá y sus ciudadanos, que son, a no dudarlo, los únicos dueños soberanos del «negocio».

Con posterioridad a tales exabruptos, diversos altos cargos de dicha administración han realizado declaraciones públicas en el sentido de que si la mayoría de los estudios realizados están en inglés, ello se explica porque los mismos son «muy técnicos». Con ello se dejan al descubierto, además, la preocupante incultura de quienes, administrando uno de nuestros recursos más importantes, desconocen de la asombrosa riqueza de la lengua de Cervantes. ¿Será porque hablan y piensan en inglés?

El desprecio de lo panameño

Como puede concluirse, a poco que se piense, tales declaraciones develan la naturaleza íntima de la cultura corporativa que se ha cultivado y se cultiva en la administración de la Autoridad del Canal de Panamá. Así vemos que los estudios se han realizado sin tomar en cuenta siquiera que al fin y al cabo somos los panameños quienes debemos aprobar o rechazar en referéndum la construcción del tercer juego de esclusas. ¿Y cómo votar sobre lo que no entiendo por estar escrito en una lengua extranjera?

¿Cómo puede la Administración de la ACP violar pública y flagrantemente sagrados preceptos constitucionales sin que ninguna autoridad nacional le exija una inmediata rectificación pública, o le solicite, al prepotente funcionario, su automática renuncia?

Tales preguntas encuentran comprensibles respuestas cuando se reflexiona sobre el hecho incuestionable de que la actual Administración del Canal es la heredera directa de la cultura colonial canalera que cultivaron los zonias en la hoy desaparecida (?) Administración norteamericana del Canal de Panamá. ¿Se ha preguntado alguien si el actual Administrador votó sí o no en el referéndum por los tratado Torrijos-Carter que, al margen del voto crítico patriótico, pretendían poner punto final a la colonia norteamericana? ¿Sabemos los panameños cuántos miembros de la actual Junta Directiva votaron en dicho referéndum a favor de la continuidad de la colonia? Sépase que la colonia ha prolongado su presencia a través de la actual Administración de la ACP.

De ahí el desprecio de lo panameño, la permanencia de los privilegios insultantes y la hegemonía ofensiva de la lengua inglesa; y de ahí un proyecto de construcción de un tercer juego de esclusas que es completamente ajeno al interés nacional, y que, por el contrario, responde a los intereses militares norteamericanos, al de las grandes corporaciones navieras y transnacionales, y viene a satisfacer a los mismos círculos plutocráticos y oligárquicos que se han enriquecido, desde 1903, mediante el gran negocio de vender a trozos la nación.

La verdadera recuperación del Canal

Los panameños hemos luchado con ahínco, tenacidad, inteligencia y valentía durante casi cien años por acabar con la colonia y recuperar el Canal. Y lo hemos conseguido, por lo que podemos considerarnos un pequeño pueblo de gigantes. Pero también es cierto que la soberanía nacional no puede perfeccionarse sin la recuperación simultánea de la soberanía popular. De ahí que el gran debate que se ha iniciado no sea un debate «técnico», como aluden los nuevos zonians; ni tampoco sea «financiero», como alega el gobierno que los alienta y protege. Por el contrario, lo que está en discusión es el derecho del pueblo soberano a decidir sobre el destino social de los ingresos provenientes del Canal recuperado.

Si no, ¿para qué luchamos? Si no, ¿qué es lo que hemos recuperado? Ahora tenemos la oportunidad histórica, inconcebible sin una previa recuperación soberana, territorial y jurisdiccional, de decidir sobre el destino que queremos para los beneficios que genera nuestro Canal. ¿Un Canal para beneficio de ellos, o un canal en beneficio de las grandes mayorías de la nación? Esa es la gran pregunta y ese es el gran debate al que estamos todos convocados.

Gracias a la construcción del tercer juego de esclusas, ellos nos prometen centenares de miles de puestos de trabajo, el Cuerno de la Abundancia, El Dorado y la felicidad eterna. ¿Se trata, tal vez, de promesas similares, por no decir iguales, a las de «más trabajo, más seguridad y cero corrupción»?

Por esta vez, los panameños no podemos dejar pasar el tren de la historia. Tenemos el derecho y el deber de unirnos y derrotar las pretensiones de quienes piensan que pueden seguir vendiendo el país impunemente, enriqueciéndose a costa de la pobreza galopante que nos asfixia. Debemos decirles un contundente ¡NO! al falso debate al que nos convocan, para así dar un paso de gigantes en el camino de recuperar el control de nuestro propio destino. Derrotados los nuevos vendedores de la nación, podremos entonces avanzar hacia la creación de un fondo nacional contra la pobreza y por el desarrollo, constituido con los beneficios que genera nuestro Canal. Derrotado el «sí vendo a mi patria«, que nos propone la actual Autoridad del Canal de Panamá y el gobierno neoliberal de Martín Torrijos, la creación de ese fondo será el nuevo objetivo nacional, o, si se quiere, «la religión que una a la inmensa mayoría de los panameños».

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