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UN TLC A LA MEDIDA DE LA ABYECCIÓN

Año IV, N°112,

20 al 26 de febrero de 2006

Como es de todos ya conocido, el pasado domingo regresaron al país el grupo de inspectores panameños que durante una semana, evaluaron las prácticas y normas que utiliza el servicio de inspecciones de seguridad alimentaria de los Estados Unidos (FSIS). A nadie en lo absoluto han sorprendido los copiosos encomios que estos funcionarios públicos panameños, una vez arribaron a territorio nacional, han proferido sobre el FSIS. Todos sabíamos de antemano que con este sainete, el gobierno actual pretendía cerrar su tan anhelado TLC con los Estados Unidos. Ahora gracias a las declaraciones y consideraciones de nuestros inspectores, podemos dormir tranquilos sabiendo que el mundo fue inventado por los estadounidenses y que por consecuencia, su sistema sanitario es el mejor del mundo. No hay riesgo alguno para nuestro patrimonio vegetal, ambiental, animal y humano, que pueda provenir de los Estados Unidos. Estaremos exentos de padecer de las principales consecuencias e implicaciones que se vienen derivando con peligrosa frecuencia, del fracasado modelo de desarrollo de agricultura industrial capitalista. El FSIS no permitirá que ingrese a nuestro país la encefalopatía espongiforme bovina (mal de vacas locas), productos alimenticios vencidos o con elevados niveles de toxicidad por agroquímicos, la gripe aviar, plaguicidas altamente venenosos y prohibidos, la contaminación transgénica en los cultivos, o suframos los efectos de la hormona cancerígena (RbGH) de Monsanto.

Luego de la farsa del examen al sistema sanitario estadounidense, solo resta cerrar formalmente las supuestas negociaciones. Sin dudas que con la conclusión de este TLC, se ha escrito una de las páginas más infames que recordará por siempre la historia política panameña. Desde el vergonzoso programa de desgravación arancelaria hasta cada uno de los capítulos de este llamado tratado de libre comercio, sólo hay de manifiesto de los presuntos negociadores panameños, una claudicación sumamente bochornosa ante todas las exigencias estadounidenses, que terminaron siendo así, plenamente satisfechas. No queda incólume ninguna estructura o sector de la economía o la sociedad panameña. Los compromisos adquiridos por el “team” en esta tratativa rebasan en grado superlativo lo pactado hasta ahora en el seno de la OMC. Se ha cedido de forma escandalosa en los asuntos sobre propiedad intelectual, vulnerando sensiblemente el sistema de salud pública y poniendo en peligro las formas ancestrales de subsistencia de las comunidades indígenas y campesinas. El impacto que tendrán sobre los sectores más desprotegidos de la sociedad las patentes de medicamentos, semillas, métodos quirúrgicos y terapéuticos de las transnacionales estadounidenses, de seguro ha carecido de alguna importancia para los partidarios del absolutismo mercantil y de la abyección sin límites ante el Imperio. El componente de seguridad que se incorpora a través de una carta de entendimiento (similar a la que provocó la renuncia de Cortizo), constituye otro ejemplo de cesión intolerable y un verdadero desafío y ofensa a la soberanía nacional, que a juicio del descafeínado ministro Ferrer, permitirá vender el TLC en el Congreso de los Estados Unidos.

Una vez el TLC con los Estados Unidos cobre vigencia, la salud del pueblo panameño dependerá más de Wall Street, que de sus reales y efectivas necesidades. No sólo pagaremos un precio más alto por las medicinas –principalmente por las nuevas y patentadas– sino que además se reducirá de modo sustancial el acceso a los mismos por parte de los sectores más humildes. Millones de dólares anuales le costarán al país el haber accedido a ampliar el tiempo de protección de las patentes; otorgar protecciones hasta por cinco años a patentes ya vencidas; legitimar la patentabilidad sobre todo lo vivo (plantas, animales, genes y células) y sobre métodos de tratamiento; flexibilizar los requisitos para otorgar patentes. La diferencia entre la vida y la muerte será ahora más que nunca, un asunto de mercado y no de humanidad. La industria farmacéutica multinacional tendrá, en este asunto tan vital, la última palabra.

Los daños del TLC al sector agropecuario panameño serán inmediatos. Habrá un desplazamiento de la producción de un número importante de cultivos alimenticios, entre ellos, el arroz. El mercado se inundará de productos de factura estadounidense. Los alimentos transgénicos, las simientes “suicidas” y los derechos de propiedad sobre semillas mejoradas genéticamente, prevalecerán en nuestros campos y ciudades. Se contarán por miles la pérdida de puestos de trabajo y aumentará, en consecuencia, una migración hacia ciudades que verán agudizarse con ello, todos sus problemas sociales. Ningún futuro se vislumbra para las empresas agropecuarias orientadas hacia el mercado interno, cuyas producciones compitan con los renglones estratégicos de exportación estadounidense. No es posible competir y vencer a una nación que envía al comercio mundial el 25 % de su producción agrícola y que lo hace a precios 20% por debajo de sus costos. Así de abyecto, es el tratado que el “team”, le consiguió al país.

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