8. El frente policlasista dentro del capitalismo
sustituye a la lucha por el comunismo en el movimiento obrero

Pero salvo ese glorioso y fugaz episodio de la "comuna de París, la historia de los frentes policlasistas continuó señoreando el movimiento sin interrupciones, y hasta pudo resistir en noviembre de 1918 el formidable impulso de la revolución Rusa en Alemania, consiguiendo desbaratar la proyección del comunismo a escala europea y mundial.

Como hemos dicho ya, temerosa de que el proceso revolucionario acabara no sólo con la nobleza sino también con ella, la burguesía del Oeste de Alemania cedió ante la burguesía prusiana aliada directa de la nobleza en contra del proletariado. No obstante, por imperio de las mismas fuerzas económicas, la reacción oligárquica al frente del Estado no podrá menos que hacerse cargo de las aspiraciones de la revolución burguesa, apoyando políticamente el desarrollo del capital con gran beneficio para los capitalistas renanos y sajones.

En este nuevo cuadro de situación, y cuando aún no había hecho pie en el capitalismo el modo de producción basado en el plusvalor relativo, entre los "hombres de acción" comenzará a prevalecer un talante político opuesto al utopismo revolucionario. Mientras que en los años 1840/50 predomina entre el proletariado la crítica radical de la propiedad privada, el fracaso de 1848/49 y la consiguiente expansión del capital basada más y más en el plusvalor relativo, acentuó la tendencia en el movimiento obrero a buscar mejoras dentro del capitalismo. En claro contraste con aquél carácter político trágico e intransigente de los "hombres de acción" comunistas utópicos, forjado en la desespera­ción de la miseria de las masas que encendía los ideales más extremos, empezarán a predominar los "hombres de acción" tragicómicos que ponen la lucha al servicio de la negocia­ción y el compromiso con la burguesía al interior del Estado burgués. Hasta la derrota del 48, todavía gravitaban en el movimiento obrero las antiguas tradiciones heredadas de las guil­das (corporaciones gremiales artesanas de la Edad Media tardía), que habían trasmitido a los proletarios modernos la experiencia de la lucha colectiva.[10] En la siguiente fase, tras la derrota y el relanzamiento económico en toda Europa, se abrirá paso el pensamiento tendente a fomentar el es­fuerzo para lograr una comunidad de trabajo asalariado con sus mecanismos de defensa y sus valores propios reconocidos por el Estado. Es el antecedente inmediato del reformismo político basado en la promoción del sistema cooperativo pequeñoburgués y los modernos sindicatos obreros:

<<En 1849/50, la Fraternidad (Verbründerung) animada por Born agrupa hasta 40.000 miembros y se esfuerza en promover un sistema colectivo. Como escribe Born a Marx en 1848, es necesario evitar "insurrecciones inútiles" conquistar a la mayoría de los trabajadores, unificar a la clase en el seno del capital.>> (J. Barrot y D. Aut­hier Op.cit. Cap. II) [11]

Estabilizar históricamente al artesanado dentro del capitalismo por un lado, y conciliar los intereses del capital y del trabajo a instancias de los sindicatos por el otro, fueron los dos sueños que arrullaron muchos dirigentes políticos del proletariado tras la derrota de 1848. De ahí que desde 1862 en que publicó su "Contri­bu­ción a la Crítica de la Economía Polí­tica", la FILOSOFÍA de Marx, el materialismo histórico, fue sistemáti­ca­men­te ignorada cuando no tergi­versada por los círculos intelectua­les que codirigieron el movimiento político de la clase obrera en esa época. Poco después de editada esa obra, en carta dirigida a Kugelmann el 28 de diciembre de ese año, Marx revela de modo dramático las tendencias hostiles que se insi­nuaban ya contra la FILOSOFÍA del materialismo histórico:

<<Los ensayos CIENTÍFICOS con vistas a revolu­cionar una ciencia no pueden ser jamás verdade­ramente populares. Pero una vez establecida la base científica, es fácil hacerlos accesibles al público en general (...) yo quisiera, es cierto, que los especialistas alemanes aunque fuera por decencia, no ignoraran tan completamente mis trabajos. Tengo además la experiencia de ningún modo regocijante, de que los amigos, la gente de nuestro partido (...) no han hecho el menor esfuerzo por publicar una explicación o simplemen­te anunciar el contenido de la obra en las publicaciones a que han tenido acceso. Si esto es una táctica política, confieso que no puedo penetrar su misterio>>. (K. Marx: Carta a Kugel­mann (28/12/862)

En vida de Marx, fuera de Alemania y Rusia su doctrina económica permaneció desconocida en Europa, tanto por parte de especialistas como por el gran público. Según relata R. Morgan en "The German Socialdemocrats and the First Internatio­nal­" citado por Jean Barrot y Denis Authier, tras publicarse en 1867, el Libro I de "El Capital", tuvo poca influencia. Sus escasos lectores (Bebel esperó dos años para leerlo y Lieb­nekcht había leído menos de 15 páginas después de recibirlo), lo valoraron como una teoría "científica" de la explotación capitalista, pero al no extraer las consecuencias políticas de la Ley General de la Acumulación Capitalista que esa obra revela, siguieron interpretando el movimiento del capital desde la perspectiva tradicional de una "injusta distribu­ción de la riqueza", cuyo máximo exponente del momento en Alemania fue Lassalle.

De hecho, los máximos dirigentes partidarios del "marxismo" en Alemania, como W. Liebnekcht y A. Bebel, demostrarán la misma debilidad respecto del reformismo de Lassalle, que líderes como Garibaldi evidenciaron respecto al Partido de los Moderados de Cavour. Hasta bien entrado el siglo XX es lícito hablar de un culto por el Lassalleismo. A través suyo de su pacto con Bismark al frente del Estado Alemán la burguesía evitará la constitución de un bloque histórico del proletariado, al impedir que la FILOSOFÍA de la práxis se fundiera con el movimiento obrero. Consultando la correspon­den­cia de Marx, es dable advertir que su pensamiento económico pasó al movimiento obrero por el filtro de Lassalle. Todos los testimonios de la época dan fe de que este impostor de la teoría revolucionaria consiguió eclipsar la figura de Marx usurpando su pensamiento para difundirlo totalmente desnatura­li­zado. Posiblemente ese haya sido uno de los puntos de su pacto implícito con el gobierno de Bismark. Múltiples testimonios dan fe de un culto oficial por Lassalle. En 1865, la esposa de Marx decía sobre este personaje lo siguiente:

<<Por lo que se refiere a sus doctrinas, las "doctrinas de Lassalle", consistían en desver­gonzados plagios de las doctrinas elaboradas por Karl desde hacía veinte años, con algunos añadi­dos personales de naturaleza claramente reaccio­naria, todo lo cual daba lugar a una mezcla sorprendente de verdad e invención. Sin embargo, todo ello le pareció bien a la clase obrera. Los mejores de entre ellos se atenían al verda­dero núcleo del asunto, mientras toda la legión de adoradores se convertía con admiración verda­de­ramente fanática a la nueva doctrina, al falso resplandor de la causa y del nuevo mesías, en torno al cual surgió un culto que apenas encuen­tra parangón en toda la historia. El incienso que se quemaba en su honor atontó a toda Alema­nia...>> (H. M. Enzensberger: "Conversaciones con Marx y Engels" Tomo 1)

Por un lado, la FILOSOFÍA de Lassalle no consistía en una crítica del capitalismo en su globalidad, sino sólo de su vertiente liberal del "Laisse Faire" (dejar hacer). Para Lassalle, los males del capitalismo no estaban en la producción sino en la circulación, no en la propiedad privada de los medios de producción sino en los abusos que de ella hacían los capitalistas a instancias de la libertad irrestricta en la esfera del intercambio. Pensaba que bajo el régimen irrestricto de la oferta y la demanda, el progreso material de los trabajado­res se vuelve imposible, porque cualquier aumento de los salarios reales por encima del nivel de subsistencia provoca tal presión de la oferta de trabajo sobre la demanda que los hace descender nuevamente a ese mínimo o por debajo de él. Tal es, en esencia, lo que Lassalle dio a conocer al mundo como "ley de bronce de los salarios". Un razonamiento de "sentido común", fácil de digerir. La solución consistía, pues, en "emancipar" a los trabajadores excedentes convirtiéndoles en sus propios patrones a instancias del régimen de cooperati­vas subvencionadas con crédito estatal. Se trataba de reducir el paro reciclando a los obreros bajo esta condición en pequeñoburgueses, para que los trabajadores en activo pudieran negociar sus salarios en mejores condiciones a través de los sindicatos bajo arbitraje estatal.

Fuertemente amarrado a la FILOSOFÍA hegeliana que concibe al Estado no como un instrumento político de la clase económicamente dominante sino como una autoridad "independiente" y, por tanto, capaz de regir el funcionamiento de la sociedad de acuerdo con la "idea" de racionalidad y justicia por encima de cualquier interés particular, Lassalle veía al Estado feudal de su época como un ente apartado de su verdadero fin, pero que podía ser conducido por el camino correcto mediante el sufragio universal. Conclusión: reforma de la sociedad a través de la reforma del Estado por medio de los comicios dejando intacta la propiedad privada capitalista. Tal fue la FILOSOFÍA que el lassalenismo convirtió en cosa de "sentido común" dentro del movimiento obrero internacional. Consolidando la idea del frente policlasista entre asalariados y pequeños patronos cooperativistas. El antecedente inmediato de la socialdemocracia moderna y del llamado Estado del bienestar [12]

De hecho, cuando en 1869 se constituye el Partido Obrero Socialdemócrata (SDAP) en el congreso de Eisenach, su programa, considerado literalmente, no es, en modo alguno, marxista. Los vestigios lassalleanos de los que está impregnado (Estado popular libre, producto integral del trabajo, créditos públicos para las cooperativas de producción), son los mismos que Marx criticaría seis años más tarde en el momento de la fusión de ese partido con los lassalleanos en Gotha. Por otra parte, el programa de Eisenach está en la línea democráticoburguesa: reivindicaciones de "libertad política" y de un "Estado democrático". Es en este surco abierto en el SDAP por "marxistas" como Wilhelm Liebnekcht y August Bebel, donde la burguesía logró sembrar la semilla del policlasis­mo, para que los trabajadores alemanes acepten la tontería estratégica de un "socialismo" basado en la mutua "tolerancia" política entre clases histórica­mente antagónicas, y en la coexistencia entre el proletariado y la pequeñobur­guesía en el seno de un mismo partido.

Todavía en 1913, la correspondencia entre Marx y Engels fue deliberada­mente manipulada por Víctor Adler, Eduard Bernstein y August Bebel, de modo especial en los pasajes que tratan sobre Lassalle y Liebnekcht, duramente criticados por Marx en diversas ocasiones. Así, a despecho de las intenciones de Marx y Engels, la común aceptación de la táctica electoral terminó sirviendo a la estrategia de reforma de la sociedad civil y del Estado a instancias del sufragio universal.

Experimen­tados desde el último cuarto del siglo XIX en una práctica social que encontraba su justificación en el creciente nivel de vida del proletariado y en el consecuente apoyo electoral que habían venido recibiendo desde que, en 1890, el Estado alemán les legalizó entre prestigio político y prebendas los burócratas del SPD se fueron creyendo el cuento de una estrategia socialista por simple transcrecimiento del capitalismo. Para ellos no se trataba ya de destruir el Estado burgués como primera tarea para la construcción del socialismo, sino de administrar los intereses de la burguesía en nombre de la clase obrera hasta el momento en que el capital pueda ser pacíficamente socializado desde el Estado como representante de los intereses generales en nombre de la "voluntad popular".[13]

Con semejante apoyo político de un proletariado momentánea­mente comprado por el movimiento expansivo del capital con una tasa de ganancia al alza, a los dirigentes del SPD cómodamente instalados en el aparato de Estado burgués ya no les bastaba con hacer pasar las tesis de Lassalle por marxismo, sino que necesitaban desprenderse de él para afirmarse en una nueva teoría que legitimara su práctica reformista fundada en el frente policlasista. Ese fue el cometido histórico que vino a cumplir Eduard Bernstein.

Observando que el nivel de vida obrero acompañaba en su ascenso a la ganancia de los capitalistas, Bernstein sacó la conclusión de que las "coaliciones de empresas", los truts y los cárteles, terminaron por trastocar las condiciones objetivas del capitalismo de libre competencia estudiadas por Marx, lo cual desvirtuaba por completo la teoría de la lucha política de clases como medio para llegar al socialismo. De ese modo, el pensamiento de Bernstein se puso al servicio de esos nuevos "hombres de acción" metidos a gestores del capital, para cortar todo vínculo orgánico con la molesta teoría revoluciona­ria. En estas circunstancias fue Rosa Luxemburgo al frente de la fracción "esparta­quista" dentro del SPD quien, desde principios de siglo intentó infructuosamente desmontar el edificio oportunista que el reformismo socialdemó­crata había venido construyendo en los dominios del capital. Sólo tuvo éxito en el campo teórico:

<<¿Y qué es lo que principalmente la caracteriza (a la práctica oportunista) en su exterior? Su hostilidad contra la teoría. Y eso es muy natural; pues nuestra "teoría", es decir, los principios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con respecto a los fines como a los medios de lucha a emplear y a la forma de combatir. Por ellos muéstrase en aquellos que no pretenden conseguir más que resultados prácticos, la tendencia natural a pedir libertad de movimientos, esto es, a separar la teoría de la práctica, a independizarse de aquella. Porque esta teoría se vuelve contra ellos en todo momento. (...) está claro que esta corriente quisiera afirmarse frente a nuestros principios, llegando incluso a oponerse a la misma teoría, y en lugar de ignorarla, tratar de destruirla, confeccionando una teoría propia. Y un intento en este camino fue precisamente la teoría bernsteiniana, y de ahí por qué, en el Congreso de Stuttgar, se agruparon al momento, en derredor de la bandera de Bernstein, todos los elementos oportunistas. Si, por una parte, las corrientes oportunistas de este señor resultan, en la práctica, fenóme­nos naturales y comprensibles, surgidos de las condiciones de nuestra lucha y de las proporcio­nes que toma, por otra parte, la teoría de Bernstein es un ensayo, no menos comprensible, de agrupar estas corrientes en una expresión general teórica, para sentar sus propias bases científicas y liquidar de una vez el socialismo marxista. Por ello, la nueva teoría fue, de antemano, la prueba de fuego a que se sometía el oportunismo teórico para llegar a su legitima­ción científica.>> (Rosa Luxemburgo: "Reforma o Revolución" Cap. V: "El Oportunismo en la Teoría y en la Práctica")

En el marco de la concepción gramsciana de la política y siguiendo bis a bis estas palabras de Rosa, se hace patente que la FILOSOFÍA de Bernstein es la adaptación del "lassallenismo" a la etapa monopolista del capitalismo.[14] Destruir el marxismo como FILOSOFÍA de la praxis para impedir la unión entre la teoría revolucionaria y práctica política en el movimiento obrero, es decir, la conformación de un bloque histórico proletario. Tal fue el primer cometido de Bernstein y su gente. El segundo cometido de Bernstein y sus partidarios, derivado del primero, consistió en poner su FILOSOFIA al servicio del movimiento político del capital, ofreciéndola para que sirviera de vínculo ideológico entre el proletariado y la burguesía a nivel internacional, para la conformación del bloque histórico de dominación que ellos, la Segunda Internacional, se encargarían de hegemonizar y dirigir. Una FILOSOFÍA que, con tal cometido, reemplazaba la idea marxista de la lucha de clases por su contraria, basada en la colabora­ción entre capitalistas y obreros; una FILOSOFÍA que no necesitaba demostrar teóricamente nada porque no era más que el reflejo directo en la conciencia de una realidad tangible: la que ofrecía el proceso de la acumulación del capital basado en el plusvalor relativo. De ahí que en "Las Premisas del Socialismo y las Tareas de la Socialdemocracia, Bernstein" escribiera con total desenfado lo siguiente:

<<Ningún hombre piensa en arremeter contra la sociedad burguesa como realidad colectiva civilizada y normalizada. Al contrario. La democracia social no quiere desmembrar esa sociedad y proletarizar sus miembros todos juntos, trabaja al contrario sin cesar en elevar al trabajador de la condición social de un proletario a la de un burgués y generalizar de ese modo la burgue­sía o la realidad burguesa. No quiere poner en el lugar de la sociedad burguesa una sociedad proletaria, sino en lugar del orden social capitalista un orden social socialista.>> (Citado de: "El Marxismo. Su historia en documentos".)

En lo que respecta a la relación entre el movimiento obrero y el Estado, Bernstein se mantuvo también en la línea de los lassalleanos al sostener que, como producto de las luchas obreras y populares, el Estado capitalista ha mutado su naturaleza originalmente represora para pasar a ser el "Estado del pueblo":

<<El Estado no es únicamente órgano de opresión y guardián de los negocios de los propietarios. Hacerle aparecer solamente como tal es el recurso de todos los sistematizadores anarquis­tas. Proudhon, Bakunin, Stirner, Kropotkin, todos ellos han presentado al Estado siempre únicamente como órgano de la explotación y de la opresión; y lo ha sido evidentemente durante sufi­ciente tiempo; pero desde luego no tiene que serlo necesariamente. Se trata de una forma de vida común y de un órgano de gobierno que enmienda su carácter sociopolítico con su conte­nido social. Si, de acuerdo con un nominalismo abstraccionista, se une indefectiblemente el concepto del Estado con el concepto de las circunstancias de opresión bajo las cuales surgió aquél, se ignoran las posibilidades de desarrollo y las auténticas metamorfosis que de hecho se han producido en él a través de la historia.

En la práctica, bajo el influjo de las luchas de los movimientos obreros, se ha impuesto en los partidos socialdemócratas otra valoración del Estado. Aquí, efectivamente, ha ganado terreno la idea de un Estado del pueblo, que no es el instrumento de las clases y capas superiores, sino que recibe su carácter de la gran mayoría del pueblo gracias al derecho de voto general e igualitario. En este sentido, Lassa­lle, en las frases antes citadas, y a pesar de algunas exageraciones, se ha adelantado acerta­damente a la historia, tal como nosotros podemos abarcarla desde nuestra perspectiva.>> (Ibíd. Ed. cit).

Esto lo dijo Bernstein en 1922, tres o cuatro años después de que sus "hombres de acción" en el SPD a cargo del "Estado del Pueblo" procedieran a ordenar el aniquilamien­to de miles de obreros revolucionarios que desde los Consejos quisieron unir la teoría con la práctica revolucionaria negándosea aceptar las condiciones de los nuevos administradores políticos del capital en nombre del socialismo. Desde noviembre de 1918 a febrero de 1919, los muertos en toda Alemania superaron a los de las dos revoluciones Rusas juntas, la de febrero y la de octubre de 1917. Según reseña Badia en su "Historia de la Alemania Contemporánea" (citado por Jean Barrot y Dennis Authier op.cit.) el aplastamien­to militar de la "Segunda República de los Consejos" en Baviera (abrilmayo de 1919), corrió a cargo de futuros dirigentes nazis como Himmler, Rudolph Hess y Von Epp.

Tras el aniquilamiento de la revolución de 191819, haciendo suya la definición de Bernstein, el célebre sociólogo burgués Weber, calificará a la Socialdemo­cracia como <<un Estado en el Estado>>, rindiendo sincero y agradecido homenaje...

<<...a las cualidades de disciplina de que el pueblo alemán, encuadrado por la socialdemocra­cia, supo dar prueba, como lo muestra su propia experiencia junto a un consejo local de obreros y soldados>> (M. Weber: Citado por E. Waldmann: op. cit.)

La disciplina que Weber elogia en este párrafo, remite, sin duda, al "buen sentido" gramsciano. Fue el resultado de un proceso en el que a instancias del "transformismo" operado en la conciencia de buena parte de los intelectua­les y militantes más radicales del movimiento obrero alemán en los momentos de calma la burguesía de ese país consiguió finalmente hacer prevalecer en el "sentido común" de los trabajadores alemanes, el prejuicio burgués de que el Estado moderno pertenece a todo el pueblo y que éste sólo gobierna a través de sus representan­tes elegidos por sufragio universal. Esto permite explicar por qué el proletariado alemán por vía de la disciplina comicial adquirida durante años de hábito electoralparlamentario abdicó el poder revolucio­nario que detentaba desde los Consejos en favor de la Constitu­yen­te dominada por los burócratas pro burgueses de la fracción socialdemó­crata de derecha.

Sin duda que en todo este proceso tiene parte de responsabilidad el propio Engels. Según confiesa Claudín, entre los marxistas de los países capitalistas desarrollados en la Europa finisecular,

<<...los planteamientos políticos y la acción de Marx y Engels en la revolución de 1848 despertaron escaso interés o fueron repudiados como el pecado blanquista (extremista) de los maestros. Cuando por primera vez se reeditaron en alemán (1895), bajo el título Las Luchas de Clases en Francia, los artículos de 1850 fueron acogidos por la socialdemocracia alemana como algo que tenía muy poco que ver con los problemas de la lucha de clases en Alemania. Lo que tuvo verdadero impacto político fue el prefacio de Engels, que preconizaba una vía esencialmente legal, pacífica, electoral y parlamentaria hacia el socialismo>>  

Digo que Engels sólo ha sido responsable "en parte" de las consecuencias políticas de su prefacio, porque, como es sabido, el texto fue escandalosamente manipulado a sus espaldas por Bebel y Kautsky, para hacerle aparecer según dijo airadamente en carta a Kautsky del 3 de abril de 1895 como...

<<un apacible adorador de la legalidad a todo precio. Por eso deseo aun más que la "Introducción" se publique sin cortes en la Newe Zeit, para que esa impresión vergonzosa quede borrada>>

No obstante, como bien señaló Ernest Mandel en "Sobre la Historia del Movimiento Obrero", el prólogo de Engels justificó plenamente la participa­ción de la socialdemocracia en las instituciones burguesas de Estado y el frente policlasista, una táctica que ha demostrado ser absolutamente contraria al sentido estratégico de la democracia obrera. Los sucesivos y espectaculares resultados electorales del SPD tan ponderados por Engels en su famoso prefacio, en realidad no hacían más que evidenciar la integración del movimiento obrero en el movimiento del capital y el transformismo burgués operado en sus direcciones políticas desde 1890. Después de 1918 se hablará de <<aburguesamiento>> y <<osifica­ción>> en las filas del proletariado. Max Weber lo atribuyó al

<<...número creciente de quienes tienen interés en esta promoción y en sus ventajas materia­les: Se puede uno preguntar decía quien tiene más que perder en ello: ¿la sociedad burguesa o la so­cialdemocracia? En cuanto a mi, yo creo que es la socialdemocracia, más concretamente aque­llos de sus adherentes que son los portadores de la ideología revolucionaria>> (E. Waldmann: Op. cit.)

Desde Bebel y Liebnekcht hasta Helmut Kool, pasando por Friedrich Ebert y Noske el "perro sangriento de la Revolución Alemana" que ordenó el asesinato del hijo de Liebnekcht y de Rosa Luxemburgo junto a miles de militantes spartaquistas entre enero y febrero de 1919 la socialdemocracia no ha hecho más que consolidar el "matiz" de la ideología democrática y el frente policlasista que de la mano de estos "hombres de acción" de la Segunda Internacional condujo directamente al fascismo en Europa. La forma en que el capitalismo alemán logró sobreponerse a la energía revolucio­naria del proletariado de ese país, ha demostrado la impor­tancia decisiva de la teoría en los resultados de la práctica política. Se impone aquí evocar el pasaje de Lenin en su "¿Que Hacer?" donde se refiere a la importancia de la teoría, paradó­jicamente a propósito de unas observaciones hechas por Engels en 1874 sobre este asunto. Replicando a los oportunistas del POSDR, Lenin apela a unas palabras de Marx en su "Crítica del Programa de Gotha", con las que censuraba <<dura­mente>> el eclecticismo imperante en el flamante SPD surgido de la unión entre lassalleanos y "marxistas":

<<ya que hace falta unirse escribía Marx a los dirigentes del partido pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimien­to, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis "concesiones" teóricas. Este era el pensamiento de Marx, ¡y he aquí que entre nosotros hay gentes que en su nombre tratan de aminorar la importancia de la teoría!

Sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportu­nismo va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica.>> V.I. Lenin: "¿Que Hacer? Cap. I: d) "Engels sobre la importancia de la lucha teórica"

Inmediatamente, Lenin señala la preeminencia que debe tener la lucha teórica, sobre todo para un partido en formación. Pueden observarse aquí las coincidencias entre Lenin y Gramsci en cuanto a que <<el primer deber político de todo nuevo grupo socialmente homogéneo, consiste, primordialmente, en definir su FILOSOFÍA política>>:

<<Y, para la socialdemocracia rusa, la importan­cia de la teoría es mayor aun (...) por el hecho de que nuestro partido sólo ha comenzado a formarse, sólo ha empezado a elaborar su fiso­no­mía, y dista mucho de haber ajustado sus cue­ntas con las otras tendencias del pensamiento revolucio­nario, que amenazan con desviar el movimiento del camino justo. (...) En estas condiciones, un error "sin importancia" a primera vista, puede causar los más desastrosos efectos, y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual "matiz" puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años>> (V.I. Lenin ibid.)

Estas palabras de Lenin evocan asimismo la lucha de los primeros marxistas contra el socialismo utópico y sentimental, En tal sentido, las causas del fracaso de Rosa Luxemburgo en su lucha política de principios de siglo contra el oportunismo reformista, habrá que ir a buscarlas también a los orígenes de la socialdemocracia alemana. Porque bien es cierto que tras las sucesivas derrotas del 48 y del 71 las consecuencias políticas de la inevitable integración económica de los obreros al capital era un coste que había que aceptar. Pero no es tan seguro que, aun así, la fortaleza del capital hubiera resistido el seismo de su crisis finisecular, de no ser porque ya antes los fundadores del materialismo histórico no fueron acompañados en la tarea de darle a la FILOSOFÍA del proletariado una práctica acorde con ella, aunque sea minoritaria[15]; porque sus discípulos de mayor valía, los más inteligentes y abnegados incluida Rosa han hecho escuela en el error de insistir en su compromiso militante con organizaciones políticas obreras de masas pero irremisiblemente reaccionarias, contribuyendo desde entonces a mantener la teoría revoluciona­ria secuestrada por una práctica reformista:

<<Luxembourg no comprendió que la lucha de clases es especialmente flujo y movimiento, pero cristaliza también en organizaciones, revolu­cionarias y reaccionarias. De ahí su negativa a crear una organización independiente. Razonó con relación al Estado nacido en noviembre de 1918, como razonó a propósito del SPD y del USPD (Partido Socialista Independiente de Alemania). Al concebir la vida social, ante todo, como un movimiento, descuidó los momentos de ruptura.Rechazó el atacar frontalmente al Estado de noviembre (como anteriormente al SPD) porque los obreros ocupan dentro de él un puesto considerable y podrían hacerle evolucionar. Ahora bien, si no hay ruptura, destrucción de las formas institucionales provenientes de la antigua fase de estabilidad, el movimiento sigue siendo unmovimiento interno al capitalismo, e incluso ayuda a este último a adaptarse>> (J. Barrot y D. Authier: Op. Cit. Cap. VI: "Relación de fuerzas antes del enfrentamiento")

El ejemplo de Rosa Luxemburgo, como el de Willich y Schapper en 1848, como el de Lassalle en 1860, demuestra que los vínculos formales con el marxismo en versiones socialdemócratas al estilo de los Partidos Comunistas de la IIIª Internacional tras la muerte de Lenin, sirven tácticamente a sus dirigentes reformistas, para que sus cada vez más estrechos vínculos con el capital puedan ser vistos por la militancia más radical del movimiento, a lo sumo como "desviaciones oportunistas" de una ortodoxia revolucionaria proclamada, evitando así la construcción de organizaciones revolucionarias alternativas.[16] En épocas de retroceso ideológico, muchos "hombres prácticos" del movimiento se dejan seducir por las organiza­ciones reformistas, que ejercen sobre ellos un magnetismo tan irresistible como el voluntarismo utópico al que se entregan en momentos de alza revolucionaria. Siguiendo el mal entendido concepto de "estar con las masas", encuentran en la lucha interna contra el "oportunismo" la siempre estúpida esperanza de hacer evolucionar a esas organizaciones hacia posiciones revolucionarias.[17] Sometidos al permanente divorcio entre teoría y práctica, donde la moral del compromiso con el enemigo de clase violenta sistemáticamente la ética de la necesaria ruptura con él, son pocos los que, como Rosa Luxemburgo, logran mantener intacta su adhesión a los principios de la FILOSOFÍA de la praxis, y responden con dignidad hasta la muerteaunque ya inútilmente cuando, en pocos meses, la historia se sacude de forma trágica años de comedia política, como ocurrió en noviembre de 1918.[18]

Nunca se insistirá demasiado en que <<No es la conciencia la que determina la existencia sino la existencia social la que determina la conciencia>>, de modo que quien no actúa como piensa termina pensando como actúa. En síntesis, los revolucionarios que, con la idea de hacerles evolucionar hacia posiciones de clase, encuentren justificado permanecer en las organizaciones policlasistas reformistas y, por extensión, en las instituciones de Estado burguesas lo único que consiguen es exponerse a su propia involución ideológica y corrupción política, convirtiéndose así en el más serio obstáculo en la lucha por unir la práctica política a la teoría revolucionaria, evitando su expresión organizativa independiente aunque sea mínima, imprescindible para encarar la formación de un bloque histórico o frente revolucionario alternativo al capital, cuando circunstancias o condiciones políticas favorables lo requieran. Esto es lo que Lenin ha querido significar cuando dijo que <<Sin Teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario>>. Y la Teoría, sin su expresión política independiente es como un ingeniero en paro, o que trabaja para ejecutar un proyecto que no es el suyo propio.

Para completar este breve esbozo de las vicisitudes del proletariado a raíz de su experiencia en los frentes policlasistas, falta hacer referencia a la historia de la lucha de clases desde la Revolución de Octubre hasta nuestros días. Para un análisis materialista histórico sobre todo este período, puede usted acudir a múltiples fuentes. Las referencias en nuestro "website" se encuentran en las siguientes direcciones:

1)              Precisiones acerca de la condición política de que un frente de clases evolucione en sentido revolucionario: http://www.nodo50.org/gpm/prdcaliforniano/07.htm

2)              El frente policlasista en la revolución china: http://www.nodo50.org/gpm/rafaelpla/04.htm

3)              Los frentes policlasistas y la IV Internacional: http://www.nodo50.org/gpm/cuarta/13.htm

4) Venezuela: Un caso atípico: http://www.nodo50.org/gpm/venezuela/00.htm

Anexo a Venezuela: Un caso atípico: http://www.nodo50.org/gpm/venezuela/13.htm

5)  El movimiento antiglobalización: http://www.nodo50.org/gpm/globaliz/03.htm

Si en este trabajo, salvo la breve referencia en la nota 4 hemos puesto énfasis en la formación de los frentes policlasistas inmediatamente anteriores a la experiencia de la Revolución de Octubre, ha sido porque es éste un hecho histórico de gran valor pedagógico, sin embargo del todo desconocido para la vanguardia amplia del movimiento obrero, así como para el 99% de su autoproclamada vanguardia revolucionaria. De ahí que el conjunto del movimiento tampoco haya podido enlazar con la concepción leninista de la política revolucionaria, lo cual explica la facilidad con que se pudieron deslizar las desviaciones frentepopulistas.

Muchas gracias por la oportunidad que nos ha brindado.

Un saludo: GPM.  

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email: gpm@nodo50.org

 


[10] Ciudades como Brujas y Gante en Flandes, Lyon y París en Francia, Londres en Inglaterra, Florencia, Nápoles y Palermo en Italia, y regiones como Castilla, Aragón y Cataluña en España, fueron escenario desde el siglo XIV en adelante de rebeliones urbanas protagonizadas por los artesanos que, en muchos casos, las dirigieron, como ocurrió en Flandes, la región manufacturera más desarrollada en el noroeste europeo:

<<En todas las ciudades escribe Henry Pirenne los comunes dirigidos por los artesanos por los tejedores y bataneros, derrotaron a los magistra­dos, organizándose ellos mismos y establecie­ron precipitadamente gobiernos revolucionarios>> (Pérez Zagorin: "Revueltas y Revoluciones en la Edad Moderna" Tomo I: "Movimientos Campe­sinos y Urbanos")

 

[11] Miembro de la "Liga de los Comunistas", Stefan Born, cuyo verdadero nombre era Simón Butermilch, adoleció de toda la fragilidad ideológica y la volubilidad política características de los <<hombres de acción>> natos. A fines de 1848 fundó "Fraterni­dad Obrera" una de las primeras organizaciones sindicales alemanas. En mayo de 1849 estuvo entre quienes lideraron el movimiento revolucio­nario en Dresde. Acabó como profesor de literatura en Suiza, demostrando haber sido más eficaz como traductor del <<plácido>> Renan a su <<alemán almibara­do>>, que como fiel interprete de Marx en el movimiento obrero. De él dijo Engels lo siguiente:

<<Born, joven de mucho talento pero que tenía demasiada prisa por convertirse en personaje político, "fraternizó" con los elementos más dispares, con tal de poder reunir en torno suyo a un tropel de gente; y él no era, ni mucho menos, el hombre capaz de poner unidad en las más dispares tendencias y de hacer luz en el caos. Por eso, en las publicaciones oficiales de su asociación se mezclan, en abigarrado mosaico, las ideas defendidas en el Manifiesto Comunista con los recuerdos y los anhelos gremiales, fragmentos de Louis Blanc y Proudhon, el proteccio­nis­mo, etc.; en una palabra, se quería con­tentar a todo el mundo. Se organiza­ron, sobre todo, huelgas, sindicatos, cooperati­vas de produc­ción, olvidándose de que lo más importan­te era con­quistar mediante victorias políticas, el terreno sin el cual todas esas cosas no podían sostener­se a la larga. Y cuando más tarde las victorias de la reacción hicieron sentir a los dirigentes de la Fraternidad la necesidad de lanzarse directamente a la lucha revolucionaria, aque­llas confusas masas que se agrupaban en torno a ellos los dejaron, natural­mente, en la estaca­da.>> (F. Engels: "Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas". Subrayado nuestro)

 

[12] En realidad, la paternidad de esta FILOSOFÍA "populista" no corresponde a Lassalle. Cuarenta años antes que él la popularizara en Alemania a nombre del marxismo, fue difundida en Francia por Louis Blanc, para quien la lucha por la conquista del derecho al voto constituía también la base para la "organización del trabajo". Blanc propagandizaba entre los obreros la conquista del sufragio universal para hacer valer ante el Estado contra la burguesía la "voluntad popular" que hiciera posible establecer los "talleres nacionales" dirigidos por el Estado, que más tarde pasarían a ser gestionados direc­tamente por corporaciones de trabajadores "independientes", de tal modo que asegurasen a "todos los hombres", tanto el "derecho a trabajar" como al "producto íntegro de su trabajo":

<<No había diferencia esencial entre lo que Louis Blanc había abogado en Francia en la década de 1840 y lo que Lassalle defendía en la Alemania de 1860, aunque, por supuesto, el medio político en el cual estas dos doctrinas fueron predicadas era muy diferente en los dos casos. Además, Lassalle, como Louis Blanc, insistía en que era indispensable que todos los varones votasen, y también la intervención del Estado, porque sostenía que era imposible para los obreros conseguir su emancipación económica mediante un esfuerzo cooperativo voluntario, sin la ayuda del Estado.>> (G.D.H. Cole: "Historia del Pensa­miento Socialista" Tomo II Cap. V)

[13] Desde que en diciembre de 1918 los obreros alemanes votaron por delegar en la Constituyente el poder revolucionarios que habían conquistado a través de los Consejos, <<el SPD declara terminada la revolución, al menos en su fase de violencias y de acciones de masas. Al estar el partido de la clase obrera en el poder, la clase obrera ha tomado el poder político, la transformación revolucionaria de la relaciones sociales (llamada socialización), es, de ahora en adelante, cuestión de tiempo: se trata de un proceso progresivo y pacífico. Hay que desarrollar todavía el capital, pues sólo un capital llevado al último estadio de su desarrollo podrá ser "socializado". Para ello hay que hacer reinar el orden y aplastar a los "spartaquistas", dicho de otro modo, "al lumpenproletariado revolucionario>> (J. Barrot y Dennis Authier: op. cit. Cap. VI:"Relación de Fuerzas Antes del Enfrentamiento". Lo entre paréntesis es nuestro.)

[14] <<Superando el reformismo arcaico de la capa artesanal, Lassalle rechaza simultáneamente la lucha de clases y el liberalismo manchesteria­no. Su Sistema de los derechos adquiridos desa­rrolla el tema del tránsito de la propiedad privada a la propiedad pública. Anuncia el advenimiento de los obreros, en cuanto grupo socialprofesional (no subversivo) en el seno del capitalismo, haciendo presión sobre el mismo capitalismo (con la ayuda del Estado) para obtener un estatuto estable y reconocido. En un discurso de 1862 año en que Bismark accede a la cancillería Lassalle plantea la pregunta: ¿quien debe diri­gir la sociedad? Las constitu­ciones, explica él, no son tanto unos documentos inmutables, cuanto unas cristalizaciones provi­sionales de las relaciones del poder entre grupos sociales rivales. Cons­ciente de la realidad política del mundo capita­lista, donde la automatización de los individuos conduce a su reagrupamiento en bloque que reivindican una parcela de poder, procura organizar directamente esta porción de poder en colabora­ción con Bismark. (...) Lassa­lle trata, de modo incompleto, sellado por un pacto explícito (Cfr. sus cartas), lo que realizará posteriormente la socialdemocracia concluyendo un acuerdo implícito con el capi­tal.>> (Jean Barrot y Dennis Authier: Op. cit. Cap. II "Orígenes del Movi­miento Obrero alemán".)

[15] <<...el partido de las "masas" revolucionarias se convierte necesariamente en un pequeño grupo cuando estas masas no son revolucionarias>> (J. Barrot y Dennis Authier: op. cit. Cap. XIV "El Partido Comunista Obrero de Alemania y la Unión General Obrera de Alemania"). Tras la derrota de 1905, el Partido Bolchevique se vio reducido a la mínima expresión. Según reporta Pierre Broue:

<<En pleno 1907, el gobierno de Stolypin tomó la decisión de acabar con el movimiento socialista. La coyuntura es favorable: las repercusiones de la crisis mundial en Rusia, el paro y la miseria permiten al zarismo utilizar el retroceso para intentar liquidar los elementos organizados [...] La moral de los obreros se viene abajo, muchos militantes abandonan la actividad. En Moscú, en 1907 son varios millares. Hacia el final de 1908 sólo quedan 500 y 150 al final de 1909: en 1910la organización ya no existe. En el conjunto del país los efectivos pasan de 100.000 a menos de 10.000>> (Pierre Broué: "El Partido Bolchevique" Cap. II)

Refiriéndose al mismo período, David Shub describe hasta qué punto había calado en Rusia el peso de la derrota:

<<Dentro de Rusia decaían la fe y el entusiasmo de los primeros revolucionarios "profesionales" y de los estudiantes; bajo la férula del presidente Stolypin el gobierno reaccionario que mejor supo ganarse la confianza del Zar se inició el reflujo de la marea revolucionaria [...] Intelectuales y obreros desertaban decepcionados de las filas de la subversión para refugiarse en la ciencia, la religión o la filosofía; otros cambiaron el ascetismo revolucionario por un libertinaje desenfrenado; no pocos desembocaron en el suicidio. Los círculos revolucionarios, que pocos años antes habían alcanzado tan brillante notoriedad degeneraron en "ligas de suicidas", "clubes de amor" y otras formas de evasión cívica>> (David Shub: "Lenin" Tomo 1 Cap. 6: "Los bajos fondos")

[16] <<...no se puede tachar de oportunista a un partido más que si
se da por supuesto que en el fondo es aun revolucionario (...) Este reproche no es válido más que por poco tiempo. O bien el partido vuelve rápidamente a una actividad en consonancia con la meta y los principios (demostrando así que no se trataba más que de una desviación momentánea, no esencial, ligada por ejemplo a la dominación pasajera de jefes efectivamente extraños al movimiento revolucionario). Este caso es muy raro; probablemente no se ha dado nunca y no introduce aquí más que una falsa simetría. O bien se verifica que sus primeras desviaciones están seguidas por otras, que el partido no tiene nada de revolucionario, que su naturaleza, su meta es, el poder para él, para sus jefes, y que de todos modos, lo más importante para él es su propia conservación y en consecuencia la del orden actual>>
(J. Barrot y D. Authier: Op. cit. Cap. II "Orígenes del movimiento obrero alemán")

[17] <<Si Luxembourg es la autora de la fórmula: "Después del 4 de
agosto de 1914 (fecha en que los dirigentes del SPD en el Bundestag aprueban los créditos de guerra), la socialdemocracia no es más que un cadáver nauseabundo",ella se manifiesta particularmente necrófila. Desempeña un papel perfectamente reaccionario utilizando todos los recursos de su dialéctica y toda su autoridad para que los revolucionarios no corten todos los lazos que les unen a este "cadáver" bajo pretexto de que las masas se encuentran a ese nivel y que no hay que alejarse de ellas...>>
(Jean Barrot y Dennis Authier. ibid)

[18] El mismo deseo de estar pegada a las masas con la idea de hacer gravitar revolucionariamente a sus organizaciones reformistas en época de retroceso, es lo que indujo a Rosa a permanecer en el SPD y después en el USPD, para lanzarse finalmente a la aventura insurreccional. Su asesinato junto a Liebknecht a manos de sus compañeros de partido a cargo del gobierno que sentó las bases políticas del fascismo en Alemania, parece no estar diciendo nada a muchos "hombres prácticos" del movimiento revolucionario en nuestros días.

Semejante esquizofrenia del pensamiento político y de la memoria histórica, sólo puede explicarse por los complejos y sutiles mecanismos psicológicos del "transformismo" gramsciano, esa especie de mutación ideológica que la burguesía internacional ha venido operando sistemáticamente con todo éxito en la conciencia de cientos de miles de militantes revoluciona­rios "prácticos" durante años y años en el mundo entero, a instancias de su "izquierda democrática".