CONCLUSIÓN

Despreciando la experiencia histórica y el pensamiento científico de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, el S.U. fue lastrando sucesivamente tres ideas:

  1. Que el proletariado es la única clase revolucionaria fundamental
  2. Que la tarea revolucionaria en cualquier sitio empieza por la formación de un partido obrero independiente no sólo porque se organice a parte de los demás, sino porque encarne y pugne por materializar políticamente la teoría revolucionaria: el materialismo histórico
  3. Que la transición del capitalismo al sopcialismo no pasa por la democracia paralementaria burguesa sino por la dictadura del proletariado y el ejercicio de la democracia obrera directa y plena a instancias de los soviets.

Sólo en el contexto de esta descomposición ideológica de la IVª es posible comprender la degeneración política de sus resoluciones respecto de episodios de la lucha de clases como los acaecidos en Guatemala, Nicaragua o El Salvador. Esto no quiere decir que su política haya sido producto de un cambio de ideas sino al revés, fue su recurrente oportunismo de adaptación al movimiento real el que ha operado las defecciones ideológicas y políticas de la IVª. Tal como ocurriera con Bernstein y Kautsky respecto de Marx, y con Stalin respecto de Lenin, antes de renegar del Trotskysmo la IVª Internacional invocó tantas veces el nombre de Trotsky como negó políticamente su pensamiento. Esta es otra de las facetas carácterísticas del oportunismo. El "viejo" tiene dicho por ahí respecto de los frentes populares, que entre dos fuerzas iguales que tiran en sentido contrario, la resultante es necesariamente nula. El centrismo político ratifica que la universalidad de esta ley trasciende a la física. Esto es lo que muchos atribuyen a la IVª para definir su inoperancia política. Pero no es éste su caso desde 1941, porque la resultante de su actuación ha recalado desde entonces con mucha más frecuencia en el reformismo. Dialéticamente hablando, el centrismo no puede ser una posición estable. "El dado rodante -decía Trotsky- siempre se detiene sobre su base más pesada".

El 17 de junio de 1938, el creador de la IVª Internacional acabó un trabajo que dirigió a los redactores de la revista Partisan Review, quienes le habían pedido opinión acerca de la situación del movimiento artístico en aquella época. Allí Trotsky alude a una "curiosa carta" que había leído en la misma revista, donde uno de sus corresponsales residente en Chicago declaró no hacerse ninguna ilusión sobre los trotskystas u "otros escombros anémicos desprovistos de toda base de masa". A estas "palabras altaneras" el "viejo" contestó lo siguiente:

<<Ninguna idea progresista ha surgido de "una base de masa", si no, no sería progresista. Sólo a la larga va la idea al encuentro de las masas, siempre y cuando, desde luego, responda a las exigencias del desarrollo social. Todos los grandes movimientos han comenzado como "escombros" de movimientos anteriores. Al principio, el cristianismo fue un "escombro" del judaísmo. El protestantismo un "escombro" del catolicismo, es decir, de la cristiandad degenerada. El grupo Marx-Engels surgió como un "escombro" de la izquierda hegeliana. La Internacional Comunista fue preparada en plena guerra por los "escombros" de la socialdemocracia internacional. Si esos iniciadores fueron capaces de crearse una base de masa, fue sólo porque no temieron al aislamiento. Sabían de antemano que la calidad de sus ideas se transformaría en cantidad. Esos "escombros" no sufrían de anemia; al contrario, contenían en ellos la quintaesencia de los grandes movimientos históricos del mañana.>> (:L Trotsky: Op. Cit. En "Literatura y revolución. Otros escritos sobre la literatura y el arte" T.II Ed. Ruedo Ibérico/69 Pp. 191)

Si, como hemos visto, la IVª Internacional no pudo surgir de los escombros de la IIIª y constituirse en un gran movimiento histórico, fue por dos causas complementarias de un mismo despropósito político:

  1. Las ideas fundacionales de Trotsky fueron "anémicas" en el sentido de que no respondieron del todo a las exigencias del desarrollo social determinado por la ley del valor, y
  2. Sus discípulos se cansaron de ser minoría y cayeron muy pronto víctimas del síndrome del aislamiento: la tentación irresistible de los oportunistas. Y aquí, paradójicamente, el verbo caer tiene su significado en la distinción que hizo Trotsky, entre quienes entran en la revolución por sí mismos y quienes simplemente caen en ella.

Que la IVª Internacional haya hecho "mutis por el foro" al derrumbarse la URSS, demuestra categóricamente que cayó en la contrarrevolución y acabó siendo un "escombro" stalinista, de modo que -según la lógica histórica irrefutable magistralmente expuesta por Trotsky en el pasaje de su obra que acabamos de citar- a la luz de los resultados de la práctica política no vemos qué sentido tiene ponerse a "reconstruir" nada. Lo que hay que hacer, en pimer lugar, es desescombrar, eliminar, quitar de entre todos esos escombros lo inservible, limpiar y despejar el terreno ideológico del proletariado para construir sobre él no la misma cosa política sino otra distinta y superadora. Sólo pueden querer "reconstruir" la IVª Internacional quienes siguen instalados allí donde muy a gusto se han dejado conducir por los "hombres de prestigio" al frente de esa extinta organización tras la muerte de Trotsky. Y nosotros, porque hoy sentimos que no debemos, declinamos estar por esa labor.

Hay que ser conscientes de que una vez nacido en Octubre del 17, el cuerpo revolucionario engendrado por la ciencia del materialismo histórico en la conciencia del proletariado ruso, sufrió una degradación paulatina hasta mutar por completo su naturaleza originaria. En todo ese tiempo quedó demostrado que, a pesar de haber ido retrocediendo socialmente respecto de los asalariados, pudo más el movimiento político de la pequeñoburguesía en su empeño por conservar un sitio dentro de la sociedad capitalista postrera, que el movimiento subversivo en dejar sin sitio al sistema burgués en su conjunto.

Entendemos que tales condiciones no sólo se mantienen sino que se han agravado, por lo que, insistimos en que no se trata de seguir alimentando esa monstruosa mutación genética que el revisionismo pequeñoburgués operó sobre la teoría revolucionaria desde el triunfo de la contrerrevolución stalinista en la ex URSS. De lo que se trata con preferencia en lo inmediato, es de sanear la teoría del materialismo histórico para que sea capaz de volver a engendrar una conciencia colectiva que permita realizar algo de la misma naturaleza social -aunque necesariamente superior- a lo que alumbró por primera vez en la sociedad rusa tras la primera guerra mundial.

Y esa tarea no pasa por volver a cabalgar -en el mejor de los casos- sobre las mismas deformaciones teóricas y desviaciones políticas, como si las derrotas sociales y desgracias personales que pesan en sucesión sobre nosotros y quienes antes nos indujeron al error, nada tuvieran que ver con eso. Si decidiéramos encarar el futuro político esgrimiendo los mismos valores de un pretérito malogrado, recreándonos en la misma liturgia y el mismo discurso para volver a encender los ánimos y nublar la sesera de una renovada clientela política, estaríamos clonando ese fracaso en las generaciones venideras.

No. Esa tarea pasa, en primer lugar, por la más despiadada crítica radical de lo actuado. En segundo lugar, por la más firme y tenaz determinación de los agentes revolucionarios disponibles, necesariamente dispersos al principio, por esforzarse en el sentido de la más alta cultura científica de clase e inteligencia política creadora; empeñados en el trabajo intelectual abnegado y responsable, sin estridencias ni vínculos con intereses personales y, por tanto, libres de prejuicios y pretensiones de "copywrite"; un trabajo que sólo aspira a contribuir modesta, seria y eficazmente, al cometido revolucionario de regenerar en la vanguardia amplia la tradición teórica revolucionaria del materialismo histórico, interumpida por el stalinsimo y demás excrecencias políticas como la IVa Internacional tras el asesinato de Trotsky.

Dicho en otros términos: dadas las condiciones ideológicas y políticas contrarrevolucionarias imperantes en el momento actual, se impone privilegiar la calidad teórica individual -o a lo sumo grupal- sobre la cantidad social masivamente representada. Esto quiere decir que el nuevo tejido político que es necesario crear, no admite la pretendida urgencia de gestar propuestas directa e instantáneamente a nivel orgánico superior, siendo del todo imposible que trasciendan de momento siquiera la formación celular sin falsear los principios revolucionarios que es necesario regenerar en el movimiento. Y para saber la verdad acerca de esta proposición, no es necesario esperar al resultado experimental de cualquier operación política que se intente, porque ese veredicto lo ha venido dictando por anticipado la teoría dialéctica misma, de la que se sabe tanto menos cuanto más se la menciona para dar lustre al culto por el disparate teórico y la acción política irresponsable, cuando no aviesamente interesada en torcer el necesario curso revolucionario determinado por la naturaleza de las cosas bajo el capitalismo.

mayo 2001

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