Que si un día se sube a una bici estática enseñando el muslamen (¡cielo santo, qué horror!); que si se hace la “malita” en un hospital muy rentable para las constructoras, pero vacío de médicas y enfermeros; que si se pone una montera (¡¡la tortura no es cultura!!), que si una camiseta de fútbol o dos o tres; que si un maillot ciclista; que si un kimono; que si se pone a cantar (es un decir) con el mismo “oído” que un trozo de madera, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera. Y siempre alrededor un coro de alcaldes, consejeros, secretarios, sub-secretarios, técnicos y demás personitas, con mirada arrobada, sonrisilla pelota de súbdito obediente, riéndole las gracias.