Juan Carlos de Borbón pierde los papeles Javier Romero Gurich. 12 de noviembre de 2007 
En la clausura de la XVII Cumbre Iberoamericana, en el mismo momento en que el Presidente Zapatero pedía respeto para Aznar, el Jefe de Estado español irrespetó al Jefe de Estado venezolano con un chabacano "¿Por qué no te callas?". Más adelante, cuando el Jefe de Estado nicaragüense criticaba la actuación de la representación diplomática española en Managua y denunciaba su ingerencia en las vísperas de las elecciones que dieron la victoria a Violeta Chamorro, el Jefe de Estado español cometió un nuevo irrespeto, levantándose y abandonando la reunión. Las salidas de tono de Juan Carlos de Borbón no sólo son una afrenta para los presidentes Chávez y Ortega, sino también para la Presidenta Bachelet, que como anfitriona de la Cumbre era a quien correspondía reconducir el debate, y para el resto de los mandatarios de América Latina, que percibieron la prepotencia y el desprecio del monarca español hacia sus antiguas colonias, representadas allí por sus más altos mandatarios. Mientras que los medios de desinformación españoles se apiñan a favor del desplante real, poniendo el énfasis en la mala educación y las formas del Presidente Chávez y haciéndole responsable del incidente, en la mayoría de los medios de América Latina se considera la actitud de Juan Carlos de Borbón como un acto de inoportunidad, falta de diplomacia, falta de respeto y de educación, y de una prepotencia intolerable. Los ciudadanos de América Latina dejaron de ser súbditos de la Corona española desde hace más de 170 años y el monarca español no es quien para ordenar silencio a ninguno de sus jefes de estado. Sus malas formas ponen de manifiesto su nerviosismo y malestar ante el cada vez mayor cuestionamiento de la monarquía en España , ante el fracaso de la diplomacia española en la mediación en el conflicto entre Argentina y Uruguay por las papeleras, y ante la creciente pérdida de influencia en América Latina, que se ha puesto claramente de manifiesto en esta Cumbre, donde cada vez más estados luchan por ejercer la soberanía plena sobre su futuro, sin contar ni con la antigua metrópoli colonial ni con la actual neoliberal encarnada en su malvecino del norte. |