La cumbre iberoamericana del “por qué no te callas”

Remedios García
. 13 de noviembre de 2007

 

Más allá de lo anecdótico, que podría distraernos de la verdadera esencia de los hechos, en la reciente Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile, lo que ha sucedido es que se ha puesto el dedo en la llaga de la globalización neoliberal -o como queramos llamarla-, y es que han surgido en concurrencia modelos distintos, algo que, al parecer, la globalización no permitiría. Cuando ya creíamos que todo estaba bajo control, comienzan a surgir los díscolos que no están dispuestos a aceptar el mundo globalizado de la "democracia impuesta", -gran contradicción, y veánse los ejemplos de Iraq o Afganistán-, desde esos poderosos países, exclusivos dueños de la verdad, que en realidad la utilizan en beneficio propio. Una democracia cuya política exterior consiste en asegurar el camino para las empresas en cualquier parte del mundo, a expensas de la defensa de los intereses de sus propios pueblos.

Las "cumbres" hasta ahora han venido siendo dirigidas desde el norte, imponiendo sus agendas, elaboradas gracias a una parafernalia de instituciones paragubernamentales, muchas de ellas financiadas por el mundo empresarial, y que disponen de todos los recursos necesarios para dedicarse a estudiar procedimientos que permitan manejarlas a su antojo, son los llamados think tanks, o "grupos de reflexión" en nuestro castellano, cuyo verdadero objetivo es acabar legitimando las políticas de los países del norte para imponer sus criterios en política exterior e interna en los países del sur, casi siempre en beneficio del empresariado. Ellos imponen sus agendas, sus conceptos, de que es oportuno hablar y de qué no, y también las formas y los tiempos que pueden romperse cuando las cosas no van por las vías consideradas políticamente correctas, el vocabulario e incluso hasta la manera de vestir.

Lo que ha sucedido en la reciente cumbre celebrada en Chile, país donde un presidente democráticamente elegido por su pueblo fue desalojado y asesinado por un terrible golpe de estado que también segó las vidas de miles de chilenos, precisamente para convertirlo en lo que ahora desde occidente se presenta como el mejor modelo para América Latina, lo que ha sucedido es que se han enfrentado dos modelos cotradictorios y han hecho saltar los nervios. Y es que precisamente lo que está proponiendo Venezuela es una cooperación entre países para en beneficio de los pueblos.

En un reciente encuentro celebrado en Londres, por casualidad el mismo día de los incidentes de Chile, tuvimos ocasión de oir las propuestas del gobierno venezolano en materia de cooperación, propuestas en verdad solidarias y que dejan a un lado la libre competencia y el máximo beneficio individual, para valorar por encima de todo una cooperación con justicia social, una cooperación basada en la soberanía y autodetermianción de los pueblos y a beneficio de los mismos. Y esto es precisamente lo que rompe con las reglas establecidas hasta ahora.

En nuestro país se descalifica constantemente de forma directa o a través de los medios de comunicación afines, a los nuevos dirigentes surgidos de las protestas de los movimientos populares de América Latina. ¿Se atacaba de la misma manera a las “democracias” surgidas inmediatamente después de las dictaduras militares, democracias digitadas que sirvieron para aplicar los modelos del FMI y del Banco Mundial y que acabaron de hundir a las economías de aquellos países? No se habló de “caudillismo” o “populismo” cuando Carlos Menem, uno de los presidentes más execrables que haya tenido ese continente, gobernaba en Argentina, y si alguna vez se lo criticó fue de forma condescendiente y, desde luego, no hubo contra él ninguna amenaza de golpe de Estado. No se habla de la sangrienta situación que hoy vive Colombia en la “democracia más antigua de América Latina”.

Si realmente lo que queremos son relaciones internacionales democráticas, debemos ser capaces de escuchar, aceptar y comprender a otros que pueden tener puntos de vista diferentes a los establecidos y hay que dejar que, en el pleno ejercicio de sus derechos y libertades, decidan por sí mismos los modelos a aplicar. Hasta ahora sólo ha habido posibilidad de poner en práctica los nuestros y ante el fracaso de los mismos, a quienes culpamos es a las propias víctimas.

El papel de la Corona española, en consonancia con los tiempos que vivimos, se está convirtiendo en diplomacia en el mundo al servicio de los negocios de las empresas y espectáculo para el pueblo.