A propósito del desplante borbónico en la Cumbre Iberoamericana

Nacionalismo español, monarquía y neocolonialismo

Espacio Alternativo, declaración. 13 de noviembre de 2007

 

Ante la justificada denuncia que hacían el presidente venezolano Chávez de la complicidad de Aznar con el golpe de estado frustrado de abril de 2002 y el nicaragüense Daniel Ortega del papel depredador que multinacionales españolas como Unión FENOSA están practicando en América Latina, el arrogante y provocador comportamiento del Borbón Juan Carlos ha venido a mostrar la verdadera cara autoritaria e imperialista de un monarca que fue designado por el dictador y que está haciendo muchas pruebas últimamente de su voluntad no sólo de “reinar” sino también de “gobernar” en beneficio del gran capital y del peor nacionalismo español.

En efecto, basta recordar su constante apelación a la “unidad de la nación española” en todos sus discursos conmemorativos, ya sea en el Día de las Fuerzas Armadas o en la “Fiesta Nacional” del 12 de octubre, o en su reciente visita a Ceuta y Melilla (por no hablar de sus presiones desde palacio para perseguir judicialmente las críticas a su figura y a su presunto sucesor), para comprobar que en medio de la crisis institucional que está sufriendo el régimen político actual –debido, entre otros factores, a la crisis del Estado de las autonomías y a las divisiones en el poder judicial- la Corona parece querer erigirse como el principal baluarte del mismo frente a cualquier intento de cuestionar la mitificada “transición” y, con ella, una Constitución que le reconoce como “símbolo de su unidad y permanencia”, le otorga el mando supremo de las Fuerzas Armadas e incluso le atribuye “la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica”; a todo lo cual se suma la total inviolabilidad e irresponsabilidad política que se le concede no sólo ante la ciudadanía sino también ante el parlamento y los tribunales.

Ahora, esa pretensión de “alta representación” ante “las naciones de su comunidad histórica” (léase antiguas colonias), que le ha llevado a asistir regularmente a las Cumbres Iberoamericanas (cosa que no se atreve a hacer en la Unión Europea), ha llegado al máximo con su beligerancia en la defensa de las multinacionales españolas y, sobre todo, con su ataque a Chávez, queriendo reflejar así su voluntad de contribuir a frenar el proceso revolucionario venezolano en su justa lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo norteamericano y europeo. Por eso hay razones fundadas para pensar que también el Rey y grandes empresarios españoles tuvieron algo que ver con el apoyo público de Aznar al golpe de abril de 2002.

Lo peor de todo esto es que el comportamiento del Rey ha sido avalado por el jefe del gobierno español, quien en su intervención en la Cumbre se ha dedicado a criticar a “la izquierda dogmática” (o sea, la que lucha contra las privatizaciones, defiende los bienes comunes y los derechos de los pueblos originarios y habla del “socialismo del siglo XXI”) y a pedir respeto para las multinacionales españolas. Un discurso que luego se ha visto seguido por su defensa de Aznar hasta el punto de declarar que “si estás en una reunión internacional, si alguien ataca aunque sea a un adversario o rival político, tú sales a defenderle porque es un compatriota”. ¿Qué diferencia hay entre ese “patriotismo” y el del ya viejo nacionalismo de gran potencia dispuesto a recurrir a la famosa frase “My country, right or wrong” para justificar las barbaridades de cualquier “compatriota”?

Detrás, por tanto, de este conflicto aparecen dos proyectos netamente opuestos: uno es el que, con el protagonismo creciente de los pueblos originarios y de una nueva izquierda anticapitalista, se está abriendo paso en diversos países de América Latina con el fin de romper con el neoliberalismo y proceder a una efectiva “segunda descolonización” del subcontinente; otro es el que desde las grandes potencias del “Norte” pretende frenar esos procesos de ruptura tratando de “domesticar” de nuevo a esos pueblos y de favorecer a una izquierda que acabe siguiendo el camino de gobiernos como el de Zapatero, dispuesto a defender los intereses de las multinacionales españolas y a reconciliarse con el “amigo americano” tras el “pecado” de la retirada de las tropas españolas de Iraq, como se ha podido verificar ahora en su complicidad con los vuelos ilegales de la CIA a Guantánamo por el espacio aéreo español.

El cierre de filas que desde la mayoría de los medios de comunicación y los partidos políticos españoles se está haciendo en torno a la Corona y a su papel proimperialista en América Latina ha de ser, por tanto, denunciado con firmeza desde la izquierda anticapitalista en el Estado español. Porque lo que está en juego no sólo es el futuro de procesos revolucionarios como el venezolano sino también la posibilidad o no de forzar también aquí un cambio de rumbo radical frente a ese “sentido común” dominante que sigue queriendo hacer creer que “no hay alternativas” al neoliberalismo. Con ello además contribuiremos a dar nuevos pasos adelante en la lucha contra un régimen monárquico y centralista cada vez más cuestionado y a favor de un nuevo proceso constituyente republicano, capaz de respetar el derecho de autodeterminación de los pueblos y de iniciar el camino hacia otro proyecto de sociedad alternativa al capitalismo.