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*Ignacio Gutiérrez de Terán, arabista y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, es miembro del consejo de redacción de Nación Árabe.

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El Consejo de Cooperación del Golfo y la UE
por la senda de la globalización regional

La dinámica belicista de EEUU contra Iraq y la propuesta saudí sobre el conflicto palestino-israelí, temas centrales del encuentro en Granada entre el Consejo de Cooperación del Golfo y la UE

Ignacio Gutiérrez de Terán* / CSCAweb

CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 28 de febrero de 2002

La reunión ministerial entre el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y la Unión Europea se celebra en Granada los días 27 y 28 de febrero en el marco de la Presidencia española de la UE para abordar un posible acuerdo de libre comercio. EL CCG agrupa desde 1981 a Arabia Saudí, Bahréin, Qatar, Kuwait, Omán y Emiratos Árabes. La campaña estadounidense contra el 'terrorismo' ha fijado el rumbo hacia Iraq, y los países miembros del CCG deben desempeñar en este encuentro una función primordial, pese a que la lógica militarista de EEUU ahonda la grave crisis económica de estos Estados, ya comprometidos con un proceso de liberalización y globalización económicas que pretende pilotar la UE. Así mismo, la reciente propuesta saudí sobre el conflicto palestino-israelí -a la que Solana ha ofrecido "su solidaridad y la de los países europeos"- es el otro tema central de la agenda de esta reunión

La reunión ministerial entre el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y la Unión Europea -convocada en principio para abordar un posible acuerdo de libre comercio- se celebra en Granada marcada por dos temas centrales: la campaña estadounidense contra el 'terrorismo', que ha fijado su rumbo hacia Iraq, y la reciente propuesta saudí sobre el conflicto palestino-israelí, a la que Solana ha ofrecido "su solidaridad y la de los países europeos".

Creado en 1981, el CCG incluye a Arabia Saudí, Bahréin, Qatar, Kuwait, Omán y Emiratos Árabes.

En el encuentro (que en un principio parecía haber sido aplazado a petición del propio CCG) no es probable que ambas partes, en especial los Estados del Golfo, tengan oportunidad de dedicarse de lleno al tema del libre comercio: la campaña estadounidense contra el terrorismo ha fijado el rumbo hacia Iraq y los países miembros del CCG van a desempeñar en ella una función primordial e imprescindible [1], más ahora que las reticencias europeas han llevado a Washington a anunciar sin recato alguno que Europa ha devenido, en la causa bélica abierta por los EEUU contra Iraq, un socio prescindible.

En todo caso, los contactos mantenidos por ambas organizaciones regionales en 2002 certifican el común interés por acelerar las negociaciones, emprendidas hace años, para definir un acuerdo comercial estable. A principios de febrero, los directores regionales se reunieron en Bruselas para abordar la situación política internacional y, en especial, el porvenir de la campaña internacional contra el terrorismo y secciones varias: Iraq, Irán, armas de destrucción masiva, derechos humanos, etc. No puede decirse que la vertiente política de la relación CCG-UE sea la que más afecta a ambos, ya que EEUU sigue teniendo la prioridad absoluta en el Golfo mientras que a los europeos, con la excepción de Gran Bretaña y su pasado de potencia colonial en la zona hoy ligado a las prioridades estadounidenses, apenas si les quedan resquicios para desarrollar su propio plan de acción. A decir verdad, esta inoperancia política de la UE se da tanto en el Golfo como en Oriente Medio y otras tantas regiones del mundo, lo que ayuda a comprender, en parte, el interés de Bruselas por impulsar determinados convenios económicos con este país o aquel grupo de países.

CCG: el "Eje del bien"

Este acercamiento de posturas ha venido precedido de los acuerdos adoptados por el CCG en su última Cumbre de Mascate en diciembre 200-enero 2002. En lo que se interpreta como un guiño a la UE -con la que el CCG mantiene un acuerdo de cooperación desde 1998-, los dirigentes del Golfo decidieron acelerar el proceso de integración regional y anunciaron una unión aduanera para 2003 y la emisión de una moneda única para 2010. A la vista de los antecedentes, no abundan las razones para pensar que esta vez sí la integración económica y comercial será un hecho. Desde la creación del Consejo en 1981, los seis Estados miembros han afirmado en más de una ocasión su voluntad de alentar la integración y la cooperación económica y, por ejemplo, en 1992 se dio a conocer la intención de crear un mercado común para 2000, cosa que evidentemente no se ha hecho. Ni tan siquiera se ha podido incrementar el intercambio comercial entre los seis socios, anclado según algunos recuentos en un raquítico 10%. Este tipo de compromisos y expectativas incumplidas han reforzado la impresión de que las cumbres del CCG se reducen a una ceremonia ritual de buenas intenciones y discursos fraternales. Sin embargo, los últimos acontecimientos regionales y mundiales permiten presuponer que, ahora sí, el CCG está dispuesto a incorporarse, ya sea con cautela, a la globalización mundial.

La nueva disposición del Golfo, cuya continuidad dependerá en buena medida de lo que depare la más que posible acometida contra Iraq, tiene que ver con los avances habidos en el ámbito político regional. El año pasado fue pródigo en arreglos fronterizos y acercamientos de posturas en apartados diversos. Estados que mantenían litigios territoriales enquistados pusieron fin a sus querellas por medio de acuerdos (Qatar/Arabi Saudí) o aceptando un dictamen internacional (Bahréin/Qatar). Tales arreglos podrán parecer más o menos ventajosos según como se miren pero han servido para arrumbar uno de los principales obstáculos del proyecto de integración. Incluso, han remitido las reticencias mostradas por los Emiratos Árabes frente a los escarceos saudíes con el Irán de Jatami desde 1997. Arabia Saudí ha convencido a aquéllos de que la redefinición de sus relaciones con Teherán, en especial dentro de la OPEP, no tiene por qué debilitar el apoyo que Riad presta a los Emiratos en el particular conflicto territorial de éstos con Irán (las tres islas imaratíes ocupadas por el ejército del shah en los setenta). En respuesta a la decisión del presidente Bush de incluir a Irán en el "Eje del mal", los Emiratos destacaron el papel positivo del Estado "amigo" de Irán. Por otro lado, se han suavizado las tensiones habidas en los últimos tiempos a raíz del fenómeno de las "televisiones díscolas" que han proliferado en la Península Arábiga después de que los gobiernos locales, como Qatar con al-Yazira o los Emiratos con Abu Dabi, hayan llegado a una suerte de compromiso tácito para no ahondar demasiado en las miserias democráticas y constitucionales locales de unos y otros. De este modo, se tiende a poner el énfasis en un tono general que critica una abstracta realidad política árabe sin entrar en matices ni situaciones concretas más que en algunos países de fuera de la península.

También, este clima ha sido favorecido por el consenso existente dentro del CCG respecto de su futuro inmediato. El Consejo se ha confirmado como un peón de primer orden en la organización política y militar diseñada por los EEUU para Oriente Medio hasta formar una especie de "Eje del bien" [2], comarcal que, a pesar de contar con una denominada Fuerza de Escudo Peninsular y unos presupuestos astronómicos para la compra de armas, carece de una efectiva y eficaz operatividad bélica. Esto justifica el permanente socorro norteamericano.

Con la excepción de Omán -que las tiene británicas-, los socios del CCG albergan bases militares estadounidenses, relevantes en el caso de Arabia Saudí y Kuwait. Este último país, con la colaboración incondicional de Riad, ha desempeñado una función destacada a la hora de neutralizar los intentos de algunos Estados como Qatar para mejorar las relaciones con Iraq y, en el ámbito árabe, ha echado abajo el intento un tanto patético del secretario general de la Liga de Estados Árabes, Amru Musa, de aliviar el cerco al régimen de Sadam Husein con una visita relámpago a Bagdad. En consecuencia, puede decirse que la necesidad de conformar una pauta de acción común dentro de un plan general orquestado desde el exterior ha fomentado la disensión en el CCG y ha impulsado un mecanismo que, en el plano económico, mira hacia la UE.

Crisis y globalización regional

De todos modos, la incorporación de estos países a la lógica de la liberalización y globalización económicas se inscribe en un contexto de crisis general derivada del derrumbe de los precios del petróleo y las onerosas facturas que el CCG viene pagando desde la Guerra del Golfo hasta la de Afganistán y lo que venga después. Como ya ha reconocido más de un dirigente local, la época de las vacas gordas ya pasó y las otrora ricas y boyantes monarquías petroleras afrontan hoy una situación más que preocupante.

A pesar de las políticas de depuración de la mano de obra extranjera, el paro se ha disparado en algunos países (en Arabia Saudí oscila según algunas fuentes entre el 15 y el 30%) y la renta per cápita se ha reducido hasta límites insospechados. Aun cuando la densidad de población no pasa de discreta, excepción hecha de Bahrein, y la mujer sigue encontrando numerosas dificultades para incorporarse al mercado laboral, los gobiernos locales parecen haber perdido la capacidad de crear nuevos puestos de trabajo a sus conciudadanos. Esta circunstancia se ve agravada por la tendencia de las grandes fortunas y patrimonios, abundantes en la Península Arábiga, a invertir en otros lares y la esclerosis que sigue afectando a determinados servicios como el bancario.

Todo ello ha propiciado que los del CCG dejen a un lado su ensimismamiento económico y busquen nuevas vías. Entre 1995 y 2000, todos sus miembros, menos una Arabia Saudí que sigue con los trámites de negociación, han entrado en la Organización Mundial de Comercio y han emprendido reformas de mayor o menor calibre en su estructura económica interna. Así se ha llegado al escenario actual con la UE, que tras la Cumbre de Mascate ha mostrado su satisfacción por los pasos emprendidos dentro del CCG.

Ahora bien, la pregunta que se plantea aquí es si la adhesión de los seis a los planes de colaboración económica propuesta por la UE redundará en beneficio de sus poblaciones y economías o, como ya ha ocurrido en casos similares, beneficiará en primera y casi única instancia a la UE. Suele argumentarse que la globalización y adyacentes es algo inevitable. Según como se mire, puede que esta afirmación tenga mucho de verdad; sin embargo, lo que no tiene por qué ser inevitable es el marco y las condiciones en que este tipo de acuerdos se producen. Y, mucho nos tememos, el pacto económico que se está cociendo entre los dos bloques regionales no va salirse de la tónica común a otros arreglos que han beneficiado de forma notable a la parte occidental y no han reportado nada o muy poco a la parte perteneciente al segundo, tercer o cuarto mundo.

La UE y el CCG: un nuevo mercado

Si nos atenemos a experiencias similares, lo que busca la UE en sus tratos con el CCG es la apertura definitiva de un nuevo mercado imponiendo una lógica de relación que le favorezca. Entre 1990 y 2000 las exportaciones de la UE aumentaron en un 92,2% mientras que las del CCG apenas lo hicieron en un 21,3%, lo que ha disparado el déficit comercial de los países del Golfo de 6500 millones de euros a 22500 millones en diez años. Nada hace pensar que esta tendencia vaya a rectificarse tras un acuerdo de libre comercio porque, entre otras razones, la UE está dando muestras de repetir sus tics proteccionistas en su relación con el CCG. Éste ya ha protestado en repetidas ocasiones por los elevados impuestos que Bruselas impone a sus exportaciones de aluminio y productos petroquímicos en contraste con las facilidades aduaneras que el CCG dice dar a las importaciones europeas.

Tal y como ocurre con los acuerdos de asociación euromediterránea emanados de la Conferencia de Barcelona en 1995 y las restricciones puestas a los productos agrícolas y textiles, la UE tiende a gravar los productos en los que la otra parte tiene mayor capacidad competitiva. Por supuesto, hay una gran diferencia entre los países de la cuenca sur y este del Mediterráneo y los del Golfo y, por lo tanto, en el tipo de relación a mantener por Bruselas con unos y otros. No obstante, la UE está empleando con el CCG una estrategia que ya le ha dado sus frutos a la hora de arrancar concesiones económicas y pasa por poner el peso en las reclamaciones políticas. En la reunión bilateral de Manama de 2001, los representantes del Golfo amenazaron con suspender los contactos si la UE seguía exigiendo medidas políticas concretas en materia de derechos humanos y democratización. Según el CCG, estas reclamaciones no debían tener lugar en un contexto de cooperación estrictamente económico; pero la UE se negaba a desligar las dos vertientes. Ya sabemos, gracias a los antecedentes de la asociación euromediterránea y su famoso capítulo 2, que este celo por las libertades locales tiene más de opereta que de filantropismo.

A pesar de sus proclamas, la UE ha firmado acuerdos con Estados de dudoso expediente en derechos humanos como Túnez e Israel haciendo la vista gorda ante los requisitos incluidos en las cláusulas "políticas". Hace poco acaba de culminar otro con el gobierno argelino, que no puede presumir precisamente de demócrata y respetuoso de las libertades individuales y públicas. Pero eso no le importa a la UE en tanto en cuanto los contenidos económicos de los acuerdos vayan en la dirección deseada. Algo parecido va a ocurrir con el CCG: siempre y cuando medien ventajas comerciales, se supriman los aranceles locales sin que a ella se le obligue a hacer lo mismo, se abra el sector público en condiciones ventajosas a la inversión privada y se liberalice la banca, la UE guardará silencio ante las deficiencias políticas internas. Eso sí, se pedirán retoques cosméticos y parafernalias vistosas y efectistas como la celebración de elecciones y consultas populares de mucho pum y poco pan. Ya abundan las voces que alaban los "progresos" experimentados por países en absoluto democráticos como Qatar, Kuwait o Bahréin, lo mismo que en años pasados se ensalzaron las mejoras "sustantivas" de países como Jordania, Marruecos o Egipto en los que las cosas, más allá de la apariencia, siguen iguales en lo básico: gobernantes corruptos que obran a su antojo, libertad de opinión para opinar de todo menos de lo que-no-se-debe-opinar y la represión de cualquier intento de contravenir la actuación gubernamental en política araboamericana.

Ojalá nos equivoquemos y podamos asistir a una vinculación entre la UE y el CCG en la que un concepto real de "comercio justo" no esté reñido con el fomento de las libertades privadas y colectivas. Pero nos tememos una reedición de la pauta actual, asimétrica y desigual, de la globalización: los réditos para los occidentales, el refrendo para las oligarquías locales y el perjuicio para la población.

Notas de CSCAweb:

  1. Véase al respecto en CSCAweb: EEUU concentra máximos mandos militares en países del Golfo, un indicio más de que la Administración Bush puede atacar Iraq a partir de mayo y EEUU designa a un ex general como 'sucesor' de Sadam Husein, mientras Bush pide a la CIA y el Pentágono un plan concreto para el cambio de régimen en Iraq.
  2. En su gira prevista para mediados de marzo, el vicepresidente de EEUU Cheney visitará la totalidad de Estados miembros del CCG en lo que se presume será un intento de comprometerlos en una intervención contra Iraq.



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