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SI ES DE MERCADO, NO ME LLAMO EDUCACIÓN

BUSCANDO CAMINO

Panamá, Año XV, No. 259    –    4 de marzo de 2020.

A propósito del inicio del año escolar 2020, surgen, como siempre, un buen par de mesías al rescate de nuestro sistema educativo, quienes se valen de su fama para dar soluciones desgastadas y equivocadas frente al problema sistémico que permea –con diferencias– en los procesos de enseñanza-aprendizaje, desde los estratos bajos de la sociedad panameña, hasta los más poderosos. Nos hablan de escasez de talentos; de mala calidad y formación de educadores; de falta de presupuesto e infraestructuras adecuadas; de lo sublime a lo ridículo… hasta terminar preguntándonos ¿en qué país vivimos?, y por muy poco creyendo que entonces somos los más brutos del mundo.

El “mesías”

Parece que el premio al mesías de este año se lo otorgó la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá (CCIAP), al señor Ricardo Hausmann, director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard. Este personaje, como lo publicara el diario La Prensa en su nota del 7 de febrero de 2020, afirma que “Los países exitosos son los que compiten por talento”. Aseveraciones como la citada, nos llevan a pensar en la deshumanización de las gentes subordinada a la cosificación del trabajo y la educación.

El autor de la frase triangula el Estado en tres elementos meramente mercantiles: el éxito, la competencia y el talento. ¿Dónde quedaron la sociedad, la democracia, el desarrollo sostenible, la soberanía y los derechos humanos?

La construcción de un Estado desarrollista jamás podría fundarse sobre el éxito neoliberal, la competencia dentro del capitalismo salvaje, ni en la concepción del talento basado en la explotación del intelecto, la fuerza y la energía con la finalidad de acumular capital para unos cuantos.

Los “talentos”

Por contradictorio que aquí parezca, es verdad aquello que dicen sobre la mala educación. Empero, por parte de los grupos económicos, malas son sus palabras, el enfoque y el objetivo. Quitándose el sombrero de seres humanos y poniéndose el de ricos empresarios, por ejemplo, nos afirman con creíbles argumentos (como los Hausmann), que no hay suficiente mano de obra capacitada para ocupar las plazas de trabajo que podrían dinamizar la economía del país. Por lo tanto, la CCIAP considera oportuno iniciar un debate hacia la apertura inmigratoria de las profesiones protegidas para nacionales, como la ingeniería, arquitectura, abogacía y medicina. ¡Descubrieron el agua tibia! / ¡Así solucionaríamos el problema obrero-educacional!

La solución no es sencilla.

En primer lugar, como ha sido explicado el Rector de la Universidad de Panamá, Eduardo Flores, en reciente entrevista [de 17 de febrero de 2020] con la periodista Castalia Pascual, para TVN-2, tales profesiones también son protegidas en otros países. Dicha limitación obedece a factores socio-culturales. Implican una respuesta institucional a necesidades especializadas de la población. Los sistemas jurídicos, las prácticas y regulaciones en materia de medicina, o los estándares, el imaginario colectivo, las costumbres y formas arquitectónicas, no son iguales en todos los territorios. En consecuencia, un profesional de cualquiera de las antedichas áreas, no puede ejercer su “talento” sin idoneidad en cualquier país, al libre albedrío. Tiene que superar varias barreras de carácter doméstico (que varían de Estado en Estado), por razones como las previamente expuestas.

De manera que, una apertura migratoria vacía e irresponsable, como la que plantea la CCIAP, no es la salida al problema que nos traza el Foro Económico Mundial, en cuyo Índice de Competitividad Global 2019 se evalúa a Panamá en las posiciones 88 y 92, entre 144 países, con relación a los pilares de habilidades y mercado laboral, respectivamente.

Los problemas estructurales que todos compartimos

En los resultados de la última encuesta sobre educación (2020, p.2), publicada por el Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales AIP-Panamá (CIEPS), los encuestados manifestaron que “la capacitación del personal docente” es el principal problema del sistema educativo panameño. Entre otros de los problemas indagados por el mismo instrumento, fueron la infraestructura de los centros escolares y la insuficiente inversión pública.

En este sentido, al abordar la primera dificultad, se nos viene a la mente aquel aforismo que reza “Cuando la partera es mala, le echa la culpa al niño”. La partera es el Estado y los niños somos todos.

Es así que, en este Estado denominado República de Panamá, tiene lógica relacionar el deterioro en la preparación de los docentes, con estudiantes precariamente educados, en infraestructuras inadecuadas, por falta de presupuesto, y con ello, la escasez de mano de obra calificada.

Sin embargo, también tiene sentido mencionar el menoscabo a la preparación de los educadores a partir de la eliminación de la reforma educativa de 1979, junto con la transformación de los contenidos (cada vez más básicos y orientados al servilismo) hacia un constructivismo de mercado, que hoy parece la redefinición de la educación prusiana en el Siglo XXI.

Es así como el comercio, las finanzas, las utilidades, los derivados financieros y los fondos de inversión, agrupados en gobiernos transitistas, cámaras y organismos, han ido silenciando las voces de Pestalozzi, Montessori, Freire, Piaget, o Vygotsky, y con ellas, las de las comarcas, los cerros y las periferias. Han dado paso a un discurso neoliberal, con prácticas corruptas (como la malversación de fondos en la construcción de escuelas), pero, legitimadas al pretender resolver “los problemas estructurales que todos compartimos”, a punta de medidas endebles y de forma.

Una propuesta y un enfoque más humano

Iniciemos con la premisa de no satanizar la migración y exacerbar la xenofobia, porque esa no es la idea. De hecho, estamos convencidos sobre la necesidad de la promoción, protección y defensa de una migración segura, ordenada y regular, evitando que esta sea un factor de fragmentación del ordenamiento social.

Profundicemos. En vez de hablar de talentos y capital humano, mejor hablemos de seres humanos, estudiantes, maestros o trabajadores. Contrario a analizar “los problemas estructurales que todos compartimos” según la perspectiva mercantil, resulta apropiado debatir desde un enfoque educativo humanista, liberador y sostenible, como pilar fundamental para el desarrollo humano de Panamá.

Si la noción es armonizar la migración, el mercado y la educación, podríamos instituir leyes e implementar políticas públicas orientadas a la formación de los panameños en aquellas áreas dentro de las cuales hay insuficiencia de personal competente o emprendedor, mediante la ayuda de profesionales extranjeros calificados en tales competencias. Lo que no significa, importar personas (cual si fueran productos) únicamente para ocupar plazas, pagar menos o suplir necesidades comerciales.

Avancemos hacia la interculturalidad positiva. La atracción del conocimiento global a la academia, y ¿por qué no?, a la industria misma. Nuestra legislación tiene espacio para crear una categoría migratoria vinculada a la formación académica y profesional en las áreas que sean necesarias para empoderar la educación y el trabajo como garantías fundamentales en el ejercicio de la democracia. El Gobierno puede aumentar el presupuesto educativo, y la empresa privada puede coadyuvar con el financiamiento de un proyecto como el que planteamos.

Si solamente es de mercado, no es educación,

es neoliberalismo puro y duro.

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