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UNA DERROTA CATASTRÓFICA Y UNA FALSA SALIDA POLÍTICA

Panamá, Año VIII, No. 219

3 al 9 de mayo de 2009

 

albina Herrera ha sufrido una derrota catastrófica, inédita en la historia electoral republicana, abriendo con ello las puertas a una muy grave y profunda crisis del PRD, partido que ha sido el sostén del régimen partidocrático mediante el cual se nos gobierna.

Por su parte, Ricardo Martinelli llega a la presidencia de la república sentado sobre una incoherente amalgama de partidos, igualmente en crisis, encabezados por una colcha de retazos llamada Cambio Democrático. Tanto el abrumador porcentaje de votos alcanzados, como el absoluto dominio de la Asamblea de Diputados por parte de la Alianza por un Cambio, como el programa de gobierno de Cambio Democrático, auguran muy probables rasgos de gobierno autoritario, correspondientes a las medidas privatizadoras de la educación y la salud que han sido esbozadas. La naturaleza del gobierno que inaugura viene perfectamente definida por su proyecto de reducción de impuestos a las grandes corporaciones y a las mayores fortunas.

Las razones de la derrota

Las razones de la derrota hay que buscarlas en el enorme peso que han tenido las nefastas consecuencias sociales de las políticas públicas de signo neoliberal ejecutadas por el gobierno de Torrijos, más los escándalos de corrupción que han salpicado constantemente sus cinco años de gobierno, a lo que hay que sumar la conspiración constante del jefe del ejecutivo, empeñado en empedrar su camino hacia la reelección en el 2014, desatando con ello una encarnizada lucha por el poder que ha dejado por resultado un partido fracturado, previamente a las elecciones, en cuatro corrientes aparentemente irreconciliables.

Si todo lo anterior resulta suficiente para explicar la derrota, la campaña electoral de la candidata no hizo otra cosa que prometer la continuidad de unas políticas que han enriquecido a un reducido grupo social, mientras empobrecían a la inmensa mayoría de los panameños. Con ello cavó su tumba electoral y muy probablemente también su futuro político. A partir de ahora, el PRD tendrá que afrontar una crisis de dimensiones inimaginables hace tan sólo pocos años, y cuyas consecuencias, al menos de momento, son impredecibles.

Las razones de la victoria

Así como pareciera que el PRD se creía sus propias mentiras, ignorando el rechazo popular que generaba un gobierno que ha sido desde todo punto de vista nefasto para el conjunto de los ciudadanos, los asesores de Ricardo Martinelli comprendieron muy rápidamente la naturaleza de la crisis por la que atraviesa el régimen partidocrático neoliberal, y construyeron una estrategia electoral que desvinculaba al candidato de los partidos tradicionales. De ahí su autoproclamación como “independiente” que encabezaba un “movimiento” que anteponía los intereses del pueblo al de los partidos políticos. A partir de ahí, sus demoledores ataques al panameñismo, identificándolo con el PRD en la orgía de “entran limpios y salen millonarios” los que “en cuarenta años de gobierno no han resuelto los problemas del pueblo”, alcanzó muy pronto el sometimiento del panameñismo, y con ello el del resto de los partidos satélites y saltimbanquis.

Su victoria, amplísima y contundente, expresa por una parte la crisis del régimen partidocrático, y por otra la falsa salida política a la que, por ausencia de alternativas electorales creíbles, han obligado discurrir al pueblo panameño.

¿Serán ciertas las promesas de “cambio”? Si bien no dudamos que el gobierno Martinelli pueda tomar alguna que otra medida de impacto para ganar oxigeno político durante sus primeros meses, no hay un solo signo visible o creíble que nos permita sospechar siquiera la posibilidad de cambios estructurales que democraticen el país, e introduzcan equidad en la distribución de la riqueza generada por todos y todas. Por el contrario, los desmedidos elogios que le regaló al gobierno del Presidente Torrijos en su primer encuentro después de las elecciones, nos hicieron dudar que tales alabanzas salieran de la misma persona que sólo días antes acusaba a ese mismo gobierno de “entrar limpios y salir millonarios”. Mal augurio, mal mensaje para el casi millón de votantes que endosaron sus ilusiones al candidato Martinelli.

Miguel Antonio Bernal y el Movimiento de Acción Ciudadana

Sin dinero ni aparato partidista propio, y además emparedado entre dos elefantes electorales, Miguel Antonio Bernal ha rozado los 50.000 votos como candidato a la Alcaldía de Panamá. Se trata de una hazaña titánica, máxime si consideramos que se negó a endosar a ninguno de los candidatos presidenciales y expreso sin tapujos su ruptura con la partidocracia gobernante. Se tratan, por tanto, de votos duros que expresan el profundo descontento de los ciudadanos para con la realidad política y social imperante, y que expresan por ello un proceso desigual y contradictorio de ruptura con la partidocracia neoliberal. Por ello mismo, no es de extrañar en absoluto que la mayoría de sus votantes provinieran de las clases medias asalariadas y de los barrios populares de extrarradio.

Tanto en su discurso de cierre de campaña, como en sus palabras dirigidas a un grupo de sus acompañantes antes de iniciarse el conteo electoral, Miguel Antonio Bernal anunció su compromiso de impulsar de inmediato un Movimiento de Acción Ciudadana que continúe la lucha por la democratización del país, el respeto a los Derechos Humanos y Ciudadanos, y el combate a la pobreza y la inequidad social.

Teniendo como base electoral los actuales 50.000 votos distritales, hay que avanzar de inmediato en la estructuración de dicho Movimiento a nivel nacional, para lo cual los Comités de Acción Ciudadana deben constituirse en columna vertebral de dicho proyecto. Evidentemente, se trata de poner en pie un movimiento sociopolítico restaurador de la ética y la decencia política y transformador de las estructuras políticas y sociales que mantienen oprimida a la mayoría nacional. Esta es la tarea y con ella nos comprometemos, en la seguridad de que en breve los acontecimientos permitirán que amplios sectores puedan hacer su balance y girar hacia la profundización de las libertades democráticas hoy secuestradas, la recuperación de nuestra riqueza nacional, y la transformación urgente de las estructuras sociales que impiden la resolución de los grandes problemas que agobian a nuestra sociedad.

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