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LO QUE SE NOS VIENE ENCIMA

Panamá, Año VIII, No. 215

5 al 11 de abril de 2009

El balance del gobierno de Martín Torrijos no puede ser más desastroso. Habiendo manejado más de cuarenta y cinco mil millones de balboas (45.000 millones) en los presupuestos consolidados de los últimos cinco años, la herencia que nos deja resulta ser catastrófica: la inseguridad ciudadana, y su correlato la violencia institucional, han alcanzado cotas inimaginables; la corrupción gubernamental es generalizada y el llamado “empleo” informal resulta ser, porcentualmente, el más alto de los últimos quinquenios, y lo mismo ocurre con el alza sostenida de la canasta básica familiar.

Por otra parte, los sistemas públicos de salud, educación, agua potable y transporte han colapsado, y el coste de la energía (electricidad e hidrocarburos) se ha transformado en un azote para los bolsillos de la ciudadanía. Por su parte, los costos sociales de las políticas económicas seguidas por el gobierno, que hacen más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, son verdaderamente alarmantes. La descomposición social y familiar, resultado de la pobreza y la falta de oportunidades, es escandalosa y puede definirse como una pandemia social.

En contraste con lo anterior, la banca, los puertos, las empresas privatizadas, los casinos y la construcción de viviendas y proyectos inmobiliarios de lujo, reportan ganancias espectaculares nunca antes alcanzadas. Y las grandes empresas multinacionales se están llevando, junto a sus “socios” nacionales, un buen trozo del pastel gubernamental, lo que ocurre, por ejemplo, con la brasileña Oderbrecht que, en sólo tres años, ha logrado contratos gubernamentales por más de setecientos millones de dólares. Súmese a ello el que en breve se adjudicará un contrato por tres mil millones de balboas en la innecesaria ampliación del Canal de Panamá.

De igual manera, la deslegitimación de los órganos del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y del sistema político en general se acrecienta al extremo de poder afirmarse que el régimen partidocrático neoliberal de libertades democráticas recortadas, a través del cual se nos gobierna desde la invasión, ha entrado en una profunda crisis.

Lo que se nos viene encima

Los efectos de la crisis económica internacional empezaremos a sentirlos con fuerza a partir de junio-julio de este mismo año. El Ministerio de Economía y Finanzas se ha visto obligado a reconocer que el PIB crecerá únicamente un 3%, cuando el Presupuesto General de la Nación se elaboró considerando un crecimiento del 7%. Tan radical y súbita contracción económica generará decenas de miles de despidos en el comercio y los servicios, la construcción, los puertos, Zona Libre, el turismo, etc. Por otra parte, la agroindustria se verá a su vez muy afectada por nuestra exclusión de los acuerdos arancelarios de la Comunidad Económica Europea, lo que vaticina más despidos y pobreza. Peor situación afrontará el débil y casi extinto sector industrial. Y el Canal ya muestra signos de verse afectado el tránsito de mercancías, que ha caído en aproximadamente un 5%.Nos enfrentaremos, pues, a partir de los próximos meses, a lo que incuestionablemente será una crisis política, social y económica de gran envergadura.

La coyuntura electoral

Si la situación nacional es aquélla, no ha de extrañarnos el vergonzoso escenario que ofrece la coyuntura electoral: mancillados unos por acusaciones de haber recibido donaciones provenientes del narcotráfico, mientras que otros reconocen “con orgullo” ser ciudadanos norteamericanos que aspiran a cargos elección popular. Se trata de un verdadero espectáculo circense, producto de la descomposición que afecta al régimen político vigente.

Carentes de cualquier otro objetivo que no sea el asalto al botín del Estado, los partidos políticos languidecen y parecen estar transitando por una crisis agónica: el Liberal, Unión Patriótica, Vanguardia Moral y el Partido Popular luchan desesperadamente por conservar su existencia electoral. El Partido Panameñista y el Molirena se debaten, igualmente, en una profunda y al parecer irreversible crisis, mientras que la existencia de Cambio Democrático depende estrictamente de la vigencia política de su dueño: Ricardo Martinelli. Por su parte, el PRD atraviesa una crisis sin precedentes que tendrá graves y hoy por hoy incalculables consecuencias si pierde las próximas elecciones presidenciales.

Frente a la crisis, ¿qué nos ofrecen las candidaturas presidenciales?

Es en este marco que se enfrentan las candidaturas de Ricardo Martinelli y Balbina Herrera. Mientras la ingeniera Herrera nos recuerda que “cuando el PRD gobierna la gente vive mejor”, afirmando así con ese eslogan que su posible gobierno no se diferenciaría en absoluto de lo hecho por el de Martín Torrijos, reconociéndose de esa manera como la candidata del continuismo de un gobierno catastrófico. Por su parte, Martinelli nos promete por escrito en su programa reformar el Código de Trabajo para flexibilizar aún más los despidos, financiar con nuestros impuestos el negocio de la enseñanza privada, y abrir las puertas a la privatización de la enseñanza pública, mientras profundiza el proceso privatizador en el sector salud y le rebaja los impuestos a los más ricos.

Ambas candidaturas se diferencian sólo en la formas de vendernos el mismo producto: más de lo mismo, y tal vez peor. El proyecto de ambos tiene por objetivo que la crisis la paguen, en mayor o menor medida, los más pobres, las pequeñas y medianas empresas, la clase media asalariada, los profesionales, los productores del campo y los campesinos e indígenas.

Ninguno de los dos candidatos será garantía de nada que no sea mantener o empeorar una situación ya desesperada para las grandes mayorías nacionales. La experiencia del “mal menor”, de la que surgió el gobierno Torrijos, ha demostrado en la práctica que con ello se obtiene el peor de los males, con el agravante de haberlo avalado con nuestro voto.

Rechazado el voto por “el mal menor”, también deberíamos de rechazar la abstención por ser esa una opción despolitizada y de renuncia a nuestro derecho a decidir. Anular el voto se confundiría con los votos nulos productos de errores o ignorancia. El voto en blanco, por el contrario, deja constancia de nuestro rechazo conciente a las ofertas electorales presidenciales existentes, sin renunciar por ello a nuestro derecho político de elegir y decidir.

¿Cómo defendernos de lo que viene?

La conformación de comités de acción ciudadana en cada barrio, sector, comunidad o lugar de trabajo, constituye la única alternativa para enfrentar, unidos y organizados, el tenebroso futuro que nos espera bajo el próximo gobierno, que hará caer sobre las espaldas de la mayoría social los costos de la crisis, para lo cual tendrá que echar manos a mayores recortes de las libertades democráticas de organización, movilización y protesta. Esa estructura podrá poner en pie un Movimiento de Acción Ciudadana capaz de sentar las bases para la refundación ética y democrática de la república, y en ese sentido un paso de gigantes sería llevar al Dr. Miguel Antonio Bernal a la alcaldía capitalina. Con ello se empezarían a liberar las fuerzas democráticas que anidan en el corazón del pueblo llano.

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