Panamá, Año VIII, No. 212
8 al 21 de marzo de 2009
Las declaraciones de David Murcia, realizadas desde la cárcel colombiana de La Picota, han revelado una trama aleccionadora. Semejante personaje se ha codeado con lo más granado de la empresa privada panameña, demostrando que los llamados controles para el blanqueo de capitales distan mucho de ser aplicados a una franja importante del sector empresarial. Solamente la complicidad de los organismos de control financiero podía hacer posible que dos centenares de empresas y 17 bancos tuvieran la magnitud de negocios que sostuvieron con este poseedor de tan inusitado nivel de capitales.
La clase dominante exhibe con toda claridad una doble moral. Mientras festina las declaraciones que atribuyen contribuciones a campañas políticas gubernamentales, ve con buenos ojos el contubernio económico que sostuvieron con el personaje de marras, entre ellas las empresas del candidato Martinelli, bajo el sacrosanto manto de “legítimos negocios”.
Las declaraciones de Murcia contienen un reclamo hacia quienes le han traicionado entregándole a las autoridades colombianas después de haber cerrado con su persona acuerdos relativos a lo que cínicamente definió como “inversiones en la campaña”. De allí que enfile sus baterías contra los candidatos y altos cargos gubernamentales supuestamente beneficiarios de tales “inversiones”. Una lectura cuidadosa de sus acusaciones permite visualizar también a unos posibles recaudadores de apoyos económicos que no llegan a sus destinatarios finales. Más allá de este anecdotario criminal de narcopolítica, lo que queda al descubierto es lo podrido del sistema imperante, tanto en lo económico como en el terreno de la política partidista y la social.
Y un ejemplo de esta última afirmación lo constituye el testimonio de los múltiples movimientos sociales generados por las poblaciones afectadas por la minería, las represas e hidroeléctricas, que demandando respuestas a sus gravísimos problemas sociales y económicos, no obtuvieron sino el más humillante de los desprecios por parte de las más altas autoridades del gobierno. No obstante, delincuentes como el Sr. Murcia logran desarrollar, gracias a sus vínculos con el poder, un “exitoso negocio” de blanqueo de capitales, merecedor de la protección que se le brindó a través del Servicio de Protección Institucional (SPI).
Las declaraciones vertidas por Murcia, convertidas por otra parte en instrumental político, han contado con el coro de importantes medios de comunicación, los mismos que lucran de las campañas electorales, transformadas las mismas en “inversiones y negocios”. La magnitud de la inversión electoral necesaria para sacar adelante una candidatura denota su calidad excluyente de quienes no dispongan de tales capitales. Lejos de ser una fiesta en la que el pueblo elige a sus gobernantes, es un lucrativo negocio por medio del cual se impide la existencia de voces disidentes con la partidocracia neoliberal.
Así, los abominables vicios que la ciudadanía repudia de la partidocracia sólo pueden existir gracias al carácter excluyente de los procesos electorales. Desde las normas que exigen cantidades exorbitantes de inscritos para la existencia legal de un partido político, hasta los sistemas de recolección de las firmas, constituyen impedimentos solo superables por quienes dispongan de fondos suficientes para la logística requerida. Tales obstáculos son piedra angular de esas restricciones excluyentes. Súmese a lo anterior lo costoso de la propaganda electoral en los medios de comunicación, que los convierte en inaccesibles para aquellos(as) que solamente cuenten con una vocación ciudadana no amarrada a grandes intereses.
Otro elemento secuestrado por la partidocracia es lo referente al derecho de los(as) electores(as) de quitar a quienes han sido electos, ya que en Panamá no existe la revocatoria de mandato, existiendo solamente en manos ¡de los propios partidos políticos corruptos! y únicamente para los diputados.
Podría no ser así, como en otras latitudes, en las que al ser las frecuencias radiales y televisivas propiedad del Estado -igual que en Panamá-, todas las candidaturas tienen espacios gratuitos de divulgación. También podría existir una verdadera revocatoria de mandato, de la mano de la cual los electores desbanquen de sus puestos a quienes no se sometan al mandato popular. Como también normas electorales que brindasen garantía tanto de la libre postulación como de la existencia de partidos políticos que no fuesen sucursales de los grandes intereses.
Eso sólo será posible desde una masiva y organizada participación ciudadana. Incentivarla es la tarea clave, construyendo movimiento social y expresión política electoral. La candidatura del Dr. Jované, impedida de materializarse por parte del Tribunal Electoral, como la candidatura independiente del Dr. Bernal, son signos de la resistencia a la partidocracia. El esfuerzo en curso de la candidatura del Dr. Bernal apunta a convocar el surgimiento de un movimiento ciudadano que, apostando por las luchas sociales y políticas, llené el vacío en el terreno electoral de una apuesta por la transformación social.
Con más razón, para que surja ese necesario movimiento social y político de la ciudadanía, la campaña por la candidatura del Dr. Bernal es el espacio adecuado para dinamizar de inmediato la conformación de comités en los que se aglutinen quienes estando por esa candidatura, lo estén también por darle vida a ese movimiento ciudadano contra la partidocracia neoliberal. Sea cual fuere el resultado electoral del 3 de mayo, lo que hoy quede organizado será la cimiente de esa nueva expresión política, tan urgente comonecesaria de construir para darle cabida a los(as) independientes y contestatarios(as).
La importancia de tal esfuerzo guarda relación con esos síntomas sostenidos de descreimiento en la partidocracia, que se hacen visibles en los enfrentamientos recurrentes a lo interno del PRD y en la necesidad de la candidatura de Martinelli de ocultarse bajo el disfraz de independiente.
También en la reveladoras declaraciones del propio Murcia, que reproducen el sentir de la propia clase dominante, en el sentido de que la política es un asunto de inversiones y negocios para rentabilizarlas. Lo que se revela en última instancia es una crisis de la propia partidocracia, que debe ser convertida en caldo de cultivo de un torrente ciudadano que se organice para darle fin.
Signo de estos tiempos es el hecho de que cada vez más personas se cuestionan el darle su voto a alguna de las actuales variantes presidenciales, aflorando esa simbólica manera de dejar sentado su repudio como es el votar en blanco. Tal disposición, junto a la corriente surgida alrededor de la candidatura del Dr. Bernal y que aglutina a fuerzas ciudadanas en ruptura con la partidocracia, y la existencia por otra parte de movimientos sociales que a lo largo de todo el país enfrentan la miseria en que el régimen de la partidocracia neoliberal ha sumido a centenares de miles de panameños (as), en especial a los sectores urbanos marginados que demandan acceso al agua, a un transporte eficiente, trabajo, ingresos y viviendas dignas; y en el campo y en las áreas indígenas seguridad alimenticia, construir una sociedad democrática sin exclusiones es la tarea del Movimiento Ciudadano enfrentado al actual fraude electoral.