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Los peligros de la “MANO DURA” DE MARTINELLI

Panamá, Año VIII, No. 204

28 de diciembre de 2008 a l 10 de enero de 2009

La posibilidad de un triunfo electoral de Martinelli pone en el tapete la necesidad de analizar el estado real de las fuerzas emancipatorias en Panamá. No estamos ante la posibilidad de triunfo de otro oligarca más. Estamos frente a un proyecto político que ha entendido que debe atacar la partidocracia para mantener una dominación con legitimidad, es decir, con el consentimiento de los gobernados.

De allí la posibilidad que hemos mencionado en ocasiones anteriores de que, en el caso de ganar la presidencia más no una mayoría legislativa, el personaje de marras proceda a cerrar la desprestigiada asamblea de diputados convocando a una constituyente, acción que gozaría de una amplia aceptación en una ciudadanía con toda razón hastiada de tamaño símbolo de corruptelas. Medidas como esa, o simplemente la legitimidad emanada de un abrumador triunfo electoral, serían aprovechadas para ejecutar acciones represivas contra los intereses ciudadanos, las cuales no han podido ser ejecutadas por los gobiernos posteriores a la invasión.

Completar la privatización de los fondos de la Caja del Seguro Social, pasar la educación pública a un “patronato” en manos de la empresa privada, sufragar con dineros del impuesto sobre la renta las escuelas y universidades particulares, disminuir el presupuesto de los centros de educación superior pública, liquidar la estabilidad de aquellos que todavía disponen de esa conquista como médicos, enfermeras, educadores y universidades, amén de nuevas reformas empresariales al ya disminuido Código de Trabajo, hacen parte de las medidas draconianas del candidato que ofrece más de lo mismo, es decir, más continuismo neoliberal, pero ahora «legitimado» por una supuesta lucha contra la partidocracia corrupta.

Dichas medidas vendrían disfrazadas, como bien disfraza su candidatura por parte de un partido de su propiedad y de otros tradicionales, con el manto de “independiente”. Argumentaría que para mejorar la salud y la educación, deberá prescindir de los “malos médicos y educadores”, para poder crear más empleos necesitará dar más “incentivos” al sector privado con nuevas reformas laborales, para optimizar la gestión de los fondos de la Caja será imprescindible una gestión directamente en manos de la empresa privada.

Nada nuevo trae entre manos. Ya en tiempos de Pérez Balladares, se esgrimieron patrañas similares para quitarle a los(as) educadores(as) la jubilación con salario completo y al cabo de los 28 años de servicios, poniendo como pretexto ¡la eliminación de privilegios! Necesitaban quitársela a quienes la tenían, para que nadie más se le ocurriera luchar por alcanzar tal reivindicación. También es de esos tiempos la prédica de que las privatizaciones del IRHE y del INTEL traerían luz y telefonía barata, por cierto, con la anuencia del la actual candidata del PRD y del propio Martinelli.

Para poder enfrentar tamañas pretensiones, hay que someterse a aprendizajes. El primero es no antagonizar entre quienes están por la defensa de los derechos ciudadanos. También convocar a acciones que estén en las posibilidades de participación de las mayorías. Por último desarrollar luchas incluyentes y con la debida preparación, para lo cual se requiere impulsar formas democráticas de participación democrática, excluyentes de todo hegemonismo.

En ese tenor debe considerarse que la escasa beligerancia actual del magisterio, por ejemplo, es el resultado adverso de la huelga magisterial del 2006. Pesa la labor divisionista del gobierno a nivel de dirigencias, más no es la única explicación de lo acontecido. Una huelga convocada exclusivamente por un aumento salarial, es un contrasentido con las luchas que desarrollaban y desarrollaron con posterioridad comunidades, educadores, padres y madres de familia, a lo largo y ancho del país, demandando reparaciones, personal, agua, eliminación de la fibra de vidrio, entre otras tantas reivindicaciones.

Un pliego que incluyera esas demandas, una orientación desde la dirigencia de convocar asambleas con los acudientes en todos los centros escolares previo a la huelga, hubiera permitido un movimiento tan fuerte que no hubiera existido dirigencia magisterial favorable al Ministerio con la fuerza suficiente para frenar la lucha. No fue así, quedando negativamente afectado ese impulso de lucha en partes importantes del movimiento magisterial.

El peligro, por engañoso así como por represivo, que representa una posible presidencia de Martinelli, reafirma la necesidad de la organización de bases sociales y tejidos asociativos que, unido a un discurso y convocatoria adecuada, permitan generar el movimiento de luchas que serán imprescindibles para enfrentar tamaña coyuntura reaccionaria. La misma revela también la urgencia de que, desde los gremios y la ciudadanía, surja también una expresión electoral que permita disputar conciencias apenas cierren los comicios del 2009, o incluso antes, para caminar desde ese momento hacia el 2014.

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